El mundo artístico que ya había sido afectado por la cancelación de festivales y eventos culturales derivada del estallido social de octubre del año pasado, viven ahora una crisis mayor con la llegada de la pandemia a Chile y la cuarentena que mantiene cerrados los centros culturales, museos, teatros y cines. Sin espacios donde trabajar ni exhibir sus obras, miles de artistas quedarán sin ingresos por un tiempo incierto. El Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio ya anunció un fondo de 15 mil millones de pesos que irá en su ayuda. Y aunque la medida fue aplaudida por algunos y criticada por otros, los gremios del arte exigen, sobre todo, transparencia en la repartición y una visión a largo plazo que les dé más estabilidad laboral y reconocimiento a futuro.
Por Denisse Espinoza A.
Los llamados comenzaron a llegar uno tras otro sin cesar. “¿Qué vamos a hacer si se cierran todos los espacios y no podemos seguir trabajando?”. Esa era la pregunta inquietante que Débora Weibel, actriz y presidenta de Sidarte (Sindicato de Actores de Chile) comenzó a escuchar entre sus socios desde la segunda semana de marzo, cuando se oficializó la llegada del COVID-19 a Chile. “Advertimos que nos íbamos a enfrentar a un escenario más duro que la crisis del estallido social, donde también se cancelaron proyectos y bajó mucho el trabajo”, dice Weibel. “Empezamos a conversar entre nosotros cuáles eran las necesidades y los apuros más grandes y de repente lo vimos claro. ¿Se dan cuenta de que estas son nuestras condiciones laborales del día a día? Trabajar sin contrato, no tener seguro de cesantía ni derecho garantizado a salud, tampoco pensión o jubilación. ¿Por qué tenemos normalizado que nuestro rubro sea tan precario? Uno hace teatro con pasión, pero ¿eso justifica condiciones laborales tan indignas?”, se pregunta Weibel.
A las inquietudes particulares del gremio del teatro se sumaron las dramáticas cifras que entregó esa misma semana la Red de Salas de Teatro, que reúne a 23 espacios: un mes de paralización significan 469 funciones suspendidas y pérdidas por cerca de 300 millones de pesos.
En poco menos de una semana nació una nueva red de colaboradores de artes escénicas que excede a Sidarte y que logró reunirse con el subsecretario de Cultura, Juan Carlos Silva, en una mesa donde también estuvo la Unión Nacional de Artistas (UNA), que reúne más de 18 gremios del arte, incluyendo la SCD, ProDanza, la Asociación de Pintores y Escultores de Chile (Apech), la Asociación de Documentalistas de Chile (ADOC) y la Sociedad de Escritores de Chile (SECH).
La reunión fue el martes 17 de marzo y en ella los artistas proponían medidas de emergencia como la devolución anticipada y sin descuento por concepto de AFP de los impuestos, aplazamiento en la rendición de los Fondart de este año, bonos especiales de salvataje y redirección de fondos que no se fuesen a utilizar durante la crisis. Por su parte, cada gremio ha estado apoyando a sus asociados como pueden. “Para algunos la situación es crítica, hablamos de ayudas tan básicas como comida, insumos médicos, también estábamos viendo si los hijos de artistas podrían acceder a las becas Junaeb. La producción artística general ha estado mermada desde el 18 de octubre y ahora, con esto, se agrava. Venimos de febrero, además, un mes complicado para la cultura, es decir no había piso para sostener este mes”, cuenta María Fernanda García, vicepresidenta de la Unión Nacional de Artistas.
Weibel cuenta que el acuerdo con el subsecretario Silva fue sumar más integrantes al diálogo y empezar realizar un catastro para ver quiénes serían los más afectados. Sin embargo, el lunes 23 el Ministerio de las Culturas se adelantó con un anuncio cuantioso: la repartición de 15 mil millones de pesos como medida de salvataje al medio artístico que se destinarán “a la adquisición de contenidos culturales (pagos de derecho de autor), al fomento de la creación artística, y a proteger los espacios y organizaciones culturales afectadas en razón de la contingencia”. De inmediato, Twitter se encendió de comentarios que desde el hashtag #noalos15milmillones criticaban la prioridad que, a su juicio, se estaba dando a la cultura por sobre la emergencia sanitaria. “A nosotros también nos tomó el anuncio por sorpresa y nos pareció irresponsable sacar un titular con esa cifra en medio del Coronavirus”, dice Weibel. “Por supuesto, valoramos el gesto, pero esperábamos que el Ministerio conversara con nosotros antes, lo encontramos apresurado”.
Lanzadas las cartas, la pregunta que queda es cómo se hará para repartir el monto entre el mundo cultural, que es amplio y tiene realidades dispares. Por ahora, el Ministerio hizo circular una encuesta que ayudará a hacer un catastro de la situación de los afectados para fijar el instrumento adecuado que permitirá entregar los recursos y que tomará al menos dos semanas más.
Según el compositor Horacio Salinas, presidente de la SCD, se le debe dar prioridad sin duda a los más desvalidos del sector. “Hay que hacer una distinción entre las necesidades de los diferentes tipos de instituciones, no habría caso de ir en socorro de espacios que tienen espaldas fuertes y pueden sortear la crisis a través del mundo privado. Aquí se trata de muchísima gente que vive con 400 o 500 mil pesos y que en este contexto baja a cero, ni siquiera pueden cantar en las calles, es así de trágico”.
Lo cierto, y todos coinciden, es que la crisis del Coronavirus sólo vino a develar la precaria realidad que vive el mundo cultural desde siempre y muchos apuestan a que la entrega de estos 15 mil millones de pesos siente un precedente importante y abra una puerta para establecer leyes de contratos laborales más dignos y justos en la cultura. “Lo importante es que se genere un mecanismo lo más democrático posible para la distribución de los fondos. Debiera organizarse una mesa con representantes del mundo del arte y la cultura para transparentar de dónde salieron estos recursos, qué consecuencias tendrá haber cerrado ciertos programas y para acordar el procedimiento de distribución. Sería interesante que el mundo privado corporativo, tan activo últimamente, propusiera algunas acciones; galerías comerciales, coleccionistas, fundaciones o corporaciones ligadas a empresas, algo podrían hacer”, dice, desde el ámbito de las artes visuales, el historiador y presidente de Arte Contemporáneo Asociado (ACA), Luis Alarcón.
Por el lado de los escritores, el alegato es fuerte. “Nuestras demandas son históricas, está la supresión del IVA en el precio de los libros, la entrega de un Premio Nacional anual –donde antes teníamos dos miembros de la Sech en el jurado y ya no–, salud para los escritores porque no boleteamos ni facturamos, nuestro trabajo de escritura de dos o tres años es invisible; tampoco tenemos derecho a jubilación y necesitamos con urgencia una pensión para los escritores. La mayoría muere en la pobreza más grande”, dice el escritor Roberto Rivera, presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech). Ubicados a pasos de la zona cero, en Almirante Simpson 7, desde el 18 de octubre no han podido hacer uso normal de la sede. “Nos habíamos conseguido salas en la Universidad Tecnológica Metropolitana, en el Palacio Álamos y en la Biblioteca de la Municipalidad de Santiago, pero ahora todo está paralizado, ahora estamos viendo la realización de nuestros talleres en formato online”, dice Rivera.
Sin embargo, de manera paralela a los creadores, existe un gran número de afectados que son aún más invisibles: iluminadores, tramoyistas, camarógrafos, diseñadores, sonidistas, fotógrafos y un suma y sigue de técnicos que también están en la crisis de la cuarentena. “Estamos súper a la deriva, ni siquiera hemos sido convocados por el subsecretario Silva a la discusión”, dice Daniela Espinoza, presidenta del Sindicato Nacional Interempresa de Profesionales y Técnicos del Cine y Audiovisual (Sinteci), que tiene cerca de 800 socios.
“Varios proyectos de películas y series quedaron parados. HBO iba a rodar en Chile su serie Los Espookys y cancelaron sin aviso de retorno, Movistar también venía a filmar la semana pasada y todavía no le dicen nada a la gente que iba a trabajar en eso. Pero creemos que el mayor daño es para los técnicos que trabajan en publicidad, ya que en nuestro verano es cuando vienen a grabar los comerciales europeos, marcas de auto, compañías de cerveza viajan a San Pedro de Atacama, a Santiago, Valparaíso y al sur incluso, todo eso está perdido, entonces es una baja importante”, cuenta la productora Daniela Espinoza.
Y hace una advertencia: más allá de las medidas urgentes para cubrir estos tres o cuatro meses de cuarentena, es importante mirar lo que pasará después. “La recuperación no será inmediata, son procesos que toman tiempo. Nosotros necesitamos que la gente trabaje, que la gente, terminada la epidemia, pueda volver a filmar acá, y eso se hace con incentivos al rodaje, con bonificaciones a los impuestos de los lugares donde rodamos, porque cuando tú filmas una película o un comercial en una región, el impacto es muy fuerte. Las industrias culturales mueven el 2,2% del PIB y en el audiovisual son por lo menos 4 mil puestos de trabajo, entonces no es poco. Me sorprende que haya gente que alegue porque se les entreguen recursos de ayuda a los artistas siendo que industrias como la pesquera y la minería tiene aún más subvenciones y nadie lo cuestiona”, plantea la presidenta de Sinteci.
También en el ámbito audiovisual, los realizadores se han visto afectados con la cancelación de estrenos de películas que ya habían gastado en publicidad y estaban en cartelera, como el documental Visión nocturna de Camila Moscoso que retrata las marcas que deja una violación sexual. “Lo más fregado es la recalendarización de todo lo que se iba a exhibir y la restitución de gastos de la gente que ya había invertido recursos y que no pueden reutilizarse, además, hacer coincidir agendas de personas que ya estaban confirmados para un rodaje es complejísimo”, cuenta la productora Viviana Erpel y secretaria general de la Asociación de Documentalistas de Chile (ADOC).
Erpel también repara en la precariedad laboral del sector donde abundan los honorarios y los contratos por faena. Algunos, dice, hacen clases y tienen la suerte de trabajar para instituciones educacionales que les seguirán pagando, pero no es la mayoría. “Este es un reto para todas las organizaciones gremiales, quienes tendrán que identificar bien a su sector. La transparencia en este proceso será crucial y también habrá que ser bondadoso y solidario para dar prioridad a quienes estén más carenciados. En ese sentido, quizás sería interesante, en este contexto, crear un fondo orientado a la creatividad. Somos artistas y este contexto inédito de pandemia en Chile y el mundo puede ser abordable a través de un proyecto de escritura documental”, propone la productora.
Las instituciones culturales y el dilema del streaming
En paralelo a los artistas, los espacios culturales también viven sus propios avatares frente a la cuarentena por el virus que los mantendrá un mínimo de dos o tres meses con las puertas cerradas. Por ejemplo, al Museo Precolombino y al GAM, que funcionan con recursos del Estado, afirman que la crisis los venía golpeando desde el estallido social del 18 de octubre.
En el caso de la colección que habita en el ex Palacio de la Real Audiencia en calle Bandera, ha sufrido la disminución de turistas, quienes pagan una entrada mayor y conforman un importante ingreso de recursos. “Recibimos aportes de la Municipalidad de Santiago y del Ministerio, pero un tercio son las entradas pagadas, sobre todo de los extranjeros. Entonces venimos bien mermados sobre todo porque con esos recursos pagamos justamente los gastos de funcionamiento del edificio y los sueldos. Son cerca de 35 millones de pesos mensuales por ese concepto que ahora simplemente desaparecen. No sabemos cuánto más podemos aguantar, por eso no dudamos en acogernos a la ayuda del Ministerio y esperamos recibir fondos”, dice el director Carlos Aldunate.
Mientras, el edificio de la ex UNCTAD III ha tenido altos y bajos por su cercana ubicación a Plaza Italia. “Ya habíamos tenido que reducir los horarios de nuestras funciones, los arriendos comerciales de los espacios ya se habían visto afectados y ahora se cancelan de plano. Si bien recibimos un importante aporte del Estado, 30% de nuestro presupuesto depende del corte de tickets. Este año, además, cumplimos una década de vida, pero ya definimos que la celebración será austera”, dice el director Felipe Mella. “A pesar de nuestra situación, creo que lo primero es enfocarse en el sector artístico más inestable, que son los artistas independientes que no tienen vínculo con ninguna institución. Creo que además sería importante que aparte del apoyo que reciban del Ministerio de las Culturas, los gobiernos regionales y los municipios también pudiesen hacerse presente, porque me temo que los recursos no serán suficientes. Aquí lo que se devela es la crisis de la cultura, recibimos 0,4% del presupuesto nacional, cuando en otros países OCDE la cifra es cercana al 2%”, agrega Mella.
Mientras siguen cerrados y para no perder presencia dentro del público, ambas instituciones, como muchas otras, están echando mano a contenido virtual. El Museo Precolombino pondrá a disposición en su sitio web una serie de videos, publicaciones y todo un archivo inmaterial sobre la colección, además de material de mediación bajo el nombre de Precolombino en Casa. A la vez, el GAM ya ofrece una lista de sitios web donde es posible ver obras teatrales, de danza, películas y descargar libros digitales gratis, y además están trabajando justo a la actriz Patricia Rivadeneira en la plataforma digital Escenix, especie de Netflix del teatro donde se incluirán registros de las obras emblemáticas que ha presentado el centro.
El caso de Roser Fort, directora del Centro de Arte Alameda, es especial: el pasado 27 de diciembre sufrieron la pérdida total de su emblemática sede en Alameda debido a un incendio y hace pocos meses habían firmado un convenio con el Centro de Extensión del Instituto Nacional para funcionar en ese espacio. “El anuncio de los 15 mil millones de pesos me parece súper optimista y sin duda será reconocido por el mundo de la cultura. Nosotros estaríamos financiados, habíamos recibido el fondo para otras instituciones colaboradoras y un fondo de formación de audiencias antes del incendio, con el que tenemos cubierto los sueldos de nuestro personal, además el Ministerio nos confirmó un fondo de implementación para la compra de un nuevo proyector de última generación como el que teníamos. Todos los fondos deberían llegar en abril, así que estamos expectantes. En ese escenario no postularíamos al fondo anunciado ahora porque no es la idea quitarle el espacio a otros espacios y personas de la cultura que sí lo están necesitando”, explica Fort.
Para estos meses, la gestora cultural y su equipo ya están trabajando en una curatoría para la compra de películas extranjeras y sus derechos –gracias al fondo para otras instituciones colaboradoras que asciende a los 109 millones de pesos–, que estarán disponibles en una plataforma online exclusivamente bajo el nombre de Cine Arte Alameda, además de video on demand. “Nunca pensé que con 62 años iba a pasar por esto y nos tocaría reinventarnos. Ha sido duro, pero también emocionante por el apoyo gigantesco que hemos recibido del público y la institución”, agrega Fort.
Otra institución que ha debido enfrentar los embates, primero de la crisis social y ahora sanitaria, es el Centro de Extensión Artística y Cultural (CEAC) de la U. de Chile, que ubicado justo frente al monumento a Baquedano en plena Plaza Italia, cerró sus puertas en marzo de 2019 para iniciar los trabajos de demolición en la parte trasera del edificio como parte del nuevo proyecto de centro cultural Vicuña Mackenna 20. Hasta ahora, no han logrado reabrir sus puertas, aunque en septiembre la Orquesta Sinfónica tuvo presentaciones en Perú y Argentina, mientras en octubre el Banch realizó una histórica gira en Francia. «Para estos meses primeros meses teníamos organizadas nuevas presentaciones en Santiago, en el Teatro Caupolicán y galas populares abriendo el año con la Novena Sinfonía para celebrar el año de Beethoven, pero con el tema de la pandemia todo eso se suspendió. La verdad es que tras prácticamente un año, la situación se ha vuelto insostenible”, dice el director del CEAC, Diego Matte. «Sobre la pandemia, afortunadamente, y previendo lo que podía pasar, a inicios de marzo hicimos un catastro con los miembros de nuestros elencos para detectar si había contagio, y seis artistas que venían viajando desde países en riesgo fueron puestos en cuarentena preventiva”, cuenta Matte.
La institución, que agrupa a la Orquesta Sinfónica de Chile, el Ballet Nacional Chileno, la Camerata Vocal y el Coro Sinfónico, recibe recursos por glosa del presupuesto estatal, cerca de $2.700 millones, sin embargo, debe costear una parte de sus gastos con recursos propios que giran en torno a los 900 millones de pesos anuales. “Afortunadamente, las remuneraciones de nuestros artistas están costeadas, pero hay gastos básicos que van dentro de la mantención de nuestro edificio que debemos costear con el corte de entradas. En general, evitamos acudir al Estado por más financiamiento, pero esta vez nos queremos acoger a la ayuda que ofrece el Ministerio de las Culturas”, explica el director.
Desde diciembre, además, existe la plataforma CEAC TV, que ofrece de manera rotativa las presentaciones de los cuatro elencos, además de entrevistas a directores y músicos, y capítulos del programa radial de la Orquesta Sinfónica, Con Cierto Oído, que transmite la radio Universidad de Chile. “Es un proyecto que teníamos hace bastante tiempo, desde hace cuatro años que venimos haciendo registros en HD de los conciertos y las obras de danza, conformando una hemeroteca bastante completa que ahora se abre a público y que en este contexto ha cobrado más sentido y fuerza”, dice Matte.
Desde octubre el Centro Cultural Estación Mapocho también fue golpeado por la crisis social. Si bien siguió abierto y se siguieron realizando actividades como cabildos, seminarios y festivales abiertos a público, los arriendos de eventos, que son los que financian el espacio, cayeron dramáticamente. “Nosotros no recibimos financiamiento del Estado, nos autosustentamos hace 30 años, pero hoy sí vamos a tratar de acogernos a la ayuda que está ofreciendo la autoridad y creo que hay que confiar en los instrumentos que están creando para distribuir los fondos, nos conocemos bien entre nosotros y sabemos las necesidades que hay”, afirma su director, Arturo Navarro. Además, hace unos días –cuenta– recibió la visita del ministro Mañalich y del subsecretario de redes hospitalarios, quienes están evaluando arrendar la Estación Mapocho como eventual centro sanitario para enfrentar la expansión del Coronavirus. “Nuestra voluntad es colaborar y ponernos al servicio del país”, expresa el gestor cultural.
Con respecto a poner a disposición contenidos online para seguir conectados con su público, Navarro tiene una mirada más bien crítica. “Creo que hay que tener mucho cuidado con eso, porque puede ser incluso peligroso para la cultura. Primero, tengo mis dudas con respecto a poner contenido en streaming de obras que fueron creadas para otros formatos, me parece incluso un irrespeto hacia los creadores, porque las obras se desvirtúan y, por otro lado, y que puede ser lo más grave, acostumbramos al público a no valorar las obras de arte, la gratuidad es una de las pandemias propias de la cultura, entonces esa locura que hay hoy por ofrecer contenidos online yo no la sigo”, sostiene.
Lo cierto es que en medio de la pandemia, el uso del streaming para fomentar el arte y la cultura en los hogares se ha transformado en casi una recomendación país para sobrellevar el aislamiento. En el caso de la U. de Chile, hay varias plataformas que funcionan desde hace años y que ofrecen contenido online como el Portal de Libros Electrónicos, que cuenta con 1.030 Libros antiguos y de académicos de la Casa de Bello, el Archivo Central Andrés Bello (ACAB), el Museo de Arte Contemporáneo, el Museo de Arte Popular Americano y la Cineteca de la U. de Chile, que ofrece más de 350 películas chilenas completas, entre ellas clásicos como “El Húsar de la Muerte” (1925, Pedro Sienna) y “El Chacal de Nahueltoro” (1969, Miguel Littin).
El propio Ministerio de las Culturas ha realizado también una gran campaña de difusión de sus sitios Elige Cultura y Ondamedia –ambos albergan producción en teatro, danza, libros y audiovisual nacional por la que ya pagan derechos de autor–, liberando todos sus contenidos. Para la vicepresidenta de UNA, María Fernanda García, esto parece un contrasentido cuando se compara con la valoración habitual que se hace de la cultura en el país. “Si te fijas, lo que más se recomienda ahora a la gente en sus casas es que haga deporte, que vea películas, que baile, que pinte, que haga alguna actividad artística, porque se entiende que en momentos de crisis finalmente lo único que te puede salvar, una forma de escape y contención es el arte. Creo que falta valorar esto y tenerlo presente todos los días, la crisis nos lo recuerda con mayor fuerza”, dice.
En el ámbito educativo, las plataformas de streaming también han llegado como la alternativa para que los alumnos sigan teniendo clases. Pero ¿qué sucede en disciplinas como el teatro o la danza donde el contacto presencial es fundamental en la formación de los profesionales?
Para Poly Rodríguez, bailarina parte de la Red de Trabajadoras de la Danza, la cuarentena ha planteado un verdadero desafío en su sector. Primero está la precariedad laboral que se repite también para ellos, que tienen que acudir a sistemas tan básicos de ayuda como economía circular, comprando víveres al por mayor y a menor costo, distribuyendo ayudas voluntarias y también generando clases online. En su caso, también es docente de media jornada del Departamento de la Danza de la U. de Chile y también está sorteando el reto de la educación. “Hemos tenido un montón de reuniones al respecto porque nos interpela a replantearnos las ideas de la danza y la enseñanza no sólo para encontrar una adecuación funcional, neoliberal, digamos, de seguir produciendo clases, sino de una manera más sensible: es necesario mantenernos en contacto con los estudiantes, además nos preocupan mucho las condiciones en que los estudiantes pueden acceder a la educación en sus casas”, dice.
Frente a este panorama, la dramaturga y académica de la U. de Chile, Ana Harcha, plantea un reflexión más profunda frente a los desafíos que nos plantea esta pandemia y el confinamiento. “Lo que nos está pasando es impresionante, como generación es lo más radical que nos ha tocado vivir, pero también, como pueblo, veníamos de cuatro meses donde todo ha girado en torno a lo corporal, la gente en las calles, el contacto con los otros con performances colectivas, y ahora estamos viviendo todo lo contrario. El cambio ha sido brutal para el cuerpo y la mente. Frente a esto, lo único que me hace sentido es pararnos a pensar en cuál es el mundo que queremos vivir, cuál es la educación que queremos hacer, no sólo se trata de continuar haciendo clases porque sí, sino el sentido que le podemos dar”, propone. “Para algunos -resume Harcha- es posible poner el Power Point y explicarlo, pero en disciplinas de otra naturaleza como deporte, danza, teatro, incluso medicina, eso no es posible, y creo que también es importante acompañar a los alumnos y no dejarlos solos en estos momentos”.