A pocos días del inicio de su participación en la Mesa Social Covid-19 convocada por el Gobierno, el Rector de la Universidad de Chile se refiere a los alcances de la pandemia en Chile y la manera en que ha sido enfrentada por la institución, pero sobre todo a lo que a su juicio queda de relieve en medio de esta crisis sanitaria: la necesidad de fortalecer los sistemas públicos y pensar, de aquí en adelante, más en el bien común de la sociedad que en los beneficios económicos.
Por Jennifer Abate
—Recién este domingo el Gobierno convocó a una mesa de trabajo a, entre otros actores como el Colegio Médico y las distintas asociaciones de municipalidades, los rectores de las principales universidades del país. ¿De qué habla una forma de manejo de la crisis que no considera desde el inicio a las primeras instituciones productoras de conocimiento científico en este país?
Yo me quedaría con que es bueno que nos hayan llamado. Hay que ser constructivos y empezamos un camino que es muy, muy importante. Estamos recabando información y ella tiene que ser desagregada en términos de saber exactamente qué es lo que está ocurriendo. Por ejemplo, tenemos que contar no sólo con el número global de nuevos casos, sino que saber a qué sexo corresponden esos casos, grupo de edad, cuántos de ellos son graves, cuántos necesitan hospitalización, cuántos están en sus casas y, sobre todo, la distribución geográfica. Un segundo problema es el tema de la pesquisa y cómo podemos nosotros contribuir a mejorar la detección de los casos para su aislamiento en el hogar.
—¿Cuáles son los principales aportes que podría hacer la Universidad de Chile en esta mesa consultiva?
Hay muchas instancias en las que la Universidad juega un rol clave, las dos anteriores sin lugar a dudas, porque además de contar con los datos hay que hacer un análisis de ellos y para eso nuestras universidades están excelentemente bien preparadas. Nuestra Escuela de Salud Pública, el Centro de Modelamiento Matemático, ahí hay gente que puede contribuir mucho a entender cómo se aplana la curva, pero también se puede modelar cómo distintas medidas pueden incidir en esa curva. Desde luego, sobre el aislamiento, cuánto influye el cierre de colegios, universidades, la movilidad entre comunas. La Universidad está llamada a jugar un rol muy importante en entender la dinámica esperada de situación y comprender cómo distintas medidas influyen en esas dinámicas.
Además, es clave el rol tanto del Hospital de la Universidad de Chile como la presencia de la Universidad en todos los hospitales de Santiago en la atención directa de enfermos. Otra cosa importante es cómo podemos influir en lo psicosocial. Es enorme el aporte que las universidades pueden hacer como centros pensantes y nos alegramos mucho de que en estos momentos haya una disposición para ello. En esa mesa también se discute, por ejemplo, cuál va a ser la protección que va a tener la ciudadanía en distintos niveles socioeconómicos, que creo que es una cosa muy importante: sería muy terrible que los efectos fueran discriminatorios desde el punto de vista social.
«Si tú no eres capaz de implementar sistemas que protejan al conjunto de la población, si la letalidad de la enfermedad fuera mucho mayor en los sectores pobres que en los sectores más privilegiados, eso tendría una repercusión importante en la evaluación de todo esto»
—Vimos un poco de eso este lunes, cuando las personas que dependen del transporte público en Santiago se aglomeraron para viajar a primera hora de la mañana como resultado de la aplicación del toque de queda durante la noche.
Absolutamente, y es algo que se ha planteado en la mesa. Si tú no eres capaz de implementar sistemas que protejan al conjunto de la población, si la letalidad de la enfermedad fuera mucho mayor en los sectores pobres que en los sectores más privilegiados, eso tendría una repercusión importante en la evaluación de todo esto.
—El Colegio Médico también está trabajando en esa mesa. Su presidenta, Izkia Siches, tuvo varias discrepancias públicas con el ministro de Salud Jaime Mañalich antes del inicio del trabajo conjunto. Como médico, ¿cuál es su evaluación del rol del Colegio en esta situación?
Al margen de los primeros dimes y diretes, el aporte del Colegio Médico ha sido fundamental. Creo que la solicitud de información oportuna y concreta ha sido muy importante. Es esperable que los médicos, a los que nos interesa sobre todo la salud de la población, aboguemos, como han hecho todas las instituciones de salud, porque seamos lo más drásticos posible con todas las medidas, como la cuarentena, para evitar el contagio. Por supuesto, no somos sólo los médicos los que opinamos, pues hay que tener presente otros considerandos, como asegurar las cadenas de abastecimiento de alimentos, la marcha de la infraestructura del país y, por lo tanto, uno tendrá que llegar a un punto de equilibrio de las ventajas del mayor aislamiento social y las medidas más drásticas, y las estrategias de la autoridad para garantizar que la sociedad funcione normalmente. Si tiene que haber un abogado de la salud, somos los médicos, y el Colegio Médico lo ha hecho muy bien y es normal, esperable, que tenga como único propósito defender la salud de los chilenos. Eso es lo que ha hecho.
—Desde el 18 de octubre pasado y sobre todo a raíz de la discusión constitucional que ahora ha debido aplazarse, ha resurgido el debate sobre el carácter del Estado y el concepto de lo público a la hora de enfrentar emergencias como la actual y los desafíos del país en general. El presidente Emmanuel Macron ha dicho “la salud gratuita, sin condiciones de ingresos, nuestro Estado de Bienestar, no son costos o cargas, sino bienes preciosos (…) y este tipo de bienes y servicios tienen que estar fuera de las leyes del mercado”. ¿Qué opina sobre esta discusión, considerando que la revalorización de lo público ha sido una de sus banderas desde que asumió como Rector?
Por mucho tiempo ya, en Chile se ha dado una apología al egoísmo. Hoy, abiertamente se defiende el interés propio, personal, de una manera manifiesta que para el chileno de unas décadas atrás es increíble. Nadie se hubiera atrevido a proclamar su propio interés sobre el del resto como se hace ahora, hoy el derecho a lucrar es prácticamente sagrado y si alguien quiere hacer un buen negocio, se considera que está en su más absoluto derecho a hacerlo y las medidas reprobatorias tienden a ser mínimas. Esa apología al egoísmo y al individualismo viene acompañada por un cierto desdén por aquellos que no tienen una situación individual, personal, que les permita acceder a cosas elementales como salud y educación. La idea que queda es que para esa gente lo público provee algo que nadie espera que sea de la mejor calidad.
En ese contexto, no solamente es importante reivindicar lo público como una alternativa para los que no acceden a lo privado (quiero recalcar que en el Chile pre dictadura lo público no era aquello para los pobres, era aquello que teníamos todos los chilenos por definición, a menos que quisiéramos otra cosa; a los liceos no iban los pobres, íbamos todos), sino que la idea de lo público es clave porque hay dinámicas cuya complejidad se dan en el ámbito de la sociedad en su conjunto, no en el entorno de cada individuo, la salud y la educación son un ejemplo por antonomasia.
—¿Podría detallar qué sucede en esos ámbitos, específicamente?
En salud, por ejemplo, insuperable es la vacunación. A la persona más rica y egoísta le conviene que vacunen a los pobres, va en su beneficio directo que los pobres sean vacunados porque de esa manera se pueden controlar las pestes. En el ámbito de la educación, un mínimo de razonamiento te dice que si tú tienes un pueblo mejor educado, vas a tener un país mejor capacitado para absorber mejores tecnologías, nuevos métodos productivos; es lo que dice Fernando Mönckeberg, la importancia de tener un pueblo inteligente para vencer el subdesarrollo. El hecho de que tengamos un sistema público eficiente y de alta calidad nos beneficia a todos. La contribución a lo público es algo que se da en una dinámica que nos beneficia a todos y ese sentido de pertenencia es algo que debe guiar nuestra conducta. A mí me gusta mucho enfatizar, no solamente por lo ético que para mí y otros resulta fundamental, sino que también desde lo empírico, que si nosotros no cuidamos aquello que llamamos el bien común, vamos a salir todos perjudicados.
Si tú, por ejemplo, pensaras más allá de tu propio interés, te resultaría obvio que si vienes de un sector de Santiago con alta incidencia de Coronavirus y te vas a un balneario donde prácticamente no hay contagiados, al ir a comprar puedes contagiar a quien te vende el pan, que a su vez va a llegar a la casa donde va haber alguien, mamá, abuelo de 80 años. Si piensas un poco mas allá de ti mismo y de que quieres ir a la playa, y te das cuenta de que puedes contribuir a que se contagie y muera una persona de 80 años, cambia tu conducta, pero para eso tienes que salir de tu propio yo y pensar en términos de la pertenencia a una sociedad. Creo que si alguna enseñanza nos va a dejar esta epidemia, no sólo va a ser la valoración de lo público, sino que entender que hay cosas que se dan en un plano de complejidad que es la sociedad, que no es la mera suma y yuxtaposición de lo que le pasa a cada individuo en particular.
—Esta pandemia avanza en nuestro país en un momento particular, a cinco meses del estallido social y en un contexto en que a la desconfianza en el Gobierno y ciertas instituciones se suma el empoderamiento de la ciudadanía. ¿Cree que estos factores han incidido en la manera de controlar la crisis sanitaria?
Precisamente por eso encuentro muy valioso el llamado que ha hecho el ministro del Interior a formar esta mesa social, porque es un reconocimiento que considera otras miradas. Esto lo digo con mucha cautela, pero uno se pregunta, cuando ve estas cosas que parecen de ficción, como que estén los habitantes del litoral impidiendo que entre la gente de la capital, por ejemplo, si acaso no era esa una medida que debió tomar la autoridad formal y no algo resuelto como una cosa espontánea de la población. Es casi una paradoja que sea la ciudadanía la que espontáneamente asuma medidas que corresponderían a indicaciones u ordenamientos desde la autoridad.
«Cuando se ve en peligro la vida humana, es inevitable que la gente se pregunte cuáles son los valores que son relevantes y ahí, probablemente, se entiende que gran parte del consumo es irrelevante»
—¿Qué medidas de corto y mediano plazo está tomando la Universidad con sus estudiantes, sobre todo en el aseguramiento de la docencia y considerando los costos de distinto tipo que esta emergencia les está significando a los hogares de las y los jóvenes?
Siempre enfatizamos que no estábamos suspendiendo las clases, sino cambiando la modalidad de enseñanza. Por supuesto que no es posible a un 100%, pero vamos a tratar de hacer lo máximo posible para que las clases no se suspendan y continúen. Ahí el tema equidad es fundamental y lo estamos abordando a través de los chips de acceso a Internet que estamos entregando a los estudiantes. Al margen de eso está el otro problema, que es un problema comunitario, el problema de financiamiento del sistema universitario. La situación que están viviendo las familias de los estudiantes es muy difícil y yo creo que eso se puede compatibilizar, como siempre lo ha hecho la Universidad de Chile, tiene que haber una mirada humanitaria, a nadie lo van a echar, tendrán que haber facilidades para los pagos cuando corresponda, pero sin lugar a dudas tiene que haber comprensión.
—Sobre lo mismo, ¿cree que en circunstancias como las actuales se abre la posibilidad de iniciar debates que en otro momento parecen imposibles, como el que tiene que ver con los modos de financiamiento de la educación pública?
Estoy totalmente de acuerdo con eso. Cuando se ve en peligro la vida humana, es inevitable que la gente se pregunte cuáles son los valores que son relevantes y ahí, probablemente, se entiende que gran parte del consumo es irrelevante. Pero mucho más importante que eso es, de nuevo, la visión global, de la universidad, cómo se distribuyen los recursos, si esta manera del Dios mercado es una manera que realmente favorece al desarrollo de la sociedad. Entonces yo creo que de esto van a salir, desde luego, cosas más directas, la forma en que financiamos la Universidad, la forma en que distribuimos entre las distintas facultades, las oportunidades que tienen las distintas facultades para contar con medios para desarrollarse, que aprovechemos el potencial de las ciencias sociales y humanidades entendiendo el rol que juegan para comprender momentos como los que hemos estado viviendo, y eso repercute en una visión distinta.
—La actual contingencia se cruza con la necesidad urgente de respuestas a las demandas sociales que emergieron tras el 18 de octubre. Usted encabeza el trabajo por una nueva propuesta de acuerdo social, una instancia en la que participan figuras claves de distintas áreas. ¿Ha seguido el trabajo de esa mesa? ¿Cuáles son los avances más valiosos en ese ámbito?
La mesa sigue trabajando, las comisiones han trabajado en línea, usando las tecnologías. Los aportes han sido muy relevantes y significativos, mesas como democracia, educación, salud, van a tener un remezón, y creo que, sin lugar a dudas, todo ese debate se da en un país infinitamente más receptivo a estas ideas y estas cuestiones de lo que era antes de la epidemia. Creo que esto nos remece desde el punto de vista de participación ciudadana, de necesidad de repensar un sistema de sociedad para Chile. El trabajo de la mesa social, además de la importancia que tiene, resulta infinitamente más motivante cuando entendemos que hay una sociedad más ávida y fértil para recibir este tipo de iniciativa.
—Hemos escuchado que a raíz de esta crisis inédita va a cambiar nuestra forma de vivir y de relacionarnos como sociedad. ¿Es optimista ante las posibilidades de cambio?
Sin duda, sin duda. Yo creo que vamos a tener más conciencia de lo importante que somos todos para cada uno de nosotros, creo que esto debería ser un llamado de atención al egoísmo, que ya no tiene sentido decir, en una epidemia, “yo estoy bien”, porque si el tipo de al lado está contagiado, yo lo voy a estar también. Valga el lugar común, pero esto nos iguala como seres humanos, en nuestra condición básica. Trato de enfatizar que lo realmente determinante de nuestra vida, tanto más que lo que cada uno haga por sí, para sí, es el contexto social en que nuestras interacciones se dan y, por lo tanto, la importancia que vuelve a adquirir el contexto de la sociedad en que cada uno está, comparado con esta ilusión que hemos vivido de que cada uno depende de sí mismo, funciona para sí mismo y trabaja para sí mismo, y que eso es lo único que cuenta. Ese cambio va a implicar una revisión muy profunda.
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