Primero es el habla sola. Isabel Parra da la bienvenida en cuatro líneas y sólo con ellas convoca a escuchar ese timbre parsimonioso y hondo que es su voz. Luego es melodía. Un primer sortilegio toma cuerpo cuando la cantante entona a capela el final de la misma estrofa para saludar, en este orden, a su madre, su padre y sus hermanos. Sólo entonces entra en juego un primer instrumento, y una nota larga de violonchelo abre paso a los acordes iniciales de guitarra que pronto se multiplicarán en las siguientes canciones. Así de paulatino y envolvente es el inicio de “Saludos a todos”, y por lo tanto el inicio también de Saludos a todos, el nuevo disco de Isabel Parra que se abre con esa canción escrita para crear y estrechar lazos.
Viniendo de una autora, compositora e intérprete como ella, protagonista en la música chilena desde los años 60, referente de la canción comprometida en Chile y también en el exilio durante la dictadura y vigente hasta hoy, la noticia de un disco nuevo es de por sí relevante. Y lo es por partida doble si el resultado tiene índices tan altos de talento y belleza como pasa en Saludos a todos. Esta vez Isabel Parra trabajó con el músico Manuel Meriño, director musical de Inti-Illimani, quien firma los arreglos de una serie de diez canciones elegidas entre diversos momentos de la trayectoria de la cantante, en un resultado que tiene tanto de antología como de descubrimiento.
De su madre Violeta Parra se oyen aquí “Volver a los 17” y “Corazón maldito”. De sus tempranos años 70 está “Me fui por un senderito”, así como del destierro entre 1973 y 1987 datan el himno “Ni toda la tierra entera” y, como bisagra histórica con el regreso, “No me gusta, no”. A la época del retorno se remonta “Saludos a todos”, cuya versión original pertenece al disco Lámpara melodiosa o Como dos ríos (1994). Del repertorio más reciente reaparecen “Tomar”, “Un puente en el aire” (del álbum Continuidad, 2007) y “La cuerda y la loca” (de Con los pies sobre la tierra, 2014), y hasta una Isabel Parra inédita está aquí en las cuecas de “Los amores mal nombrados”.
Pero hay un reordenamiento de la historia, de acuerdo con una nueva curaduría, si aplicáramos un término de las artes visuales. La selección se desembaraza de un criterio cronológico, que puede ser muy útil para fines de reconstitución de escena, sobre todo al tratarse de asuntos tan víctimas a veces de la desmemoria chilena como la canción popular, pero que también puede anclar las canciones a un relato excluyente. Aquí en cambio no hay cronología, o si la hay es otra, sujeta a los tiempos y naturalezas de las canciones, que se enlazan según un nuevo relato configurado a partir de esa apelación a la audiencia que es “Saludos a todos” desde el inicio.
Viniendo de una autora, compositora e intérprete como Isabel Parra, protagonista en la música chilena desde los años 60, referente de la canción comprometida en Chile y también en el exilio durante la dictadura y vigente hasta hoy, la noticia de un disco nuevo es de por sí relevante. Y lo es por partida doble si el resultado tiene índices tan altos de talento y belleza como pasa en ‘Saludos a todos’.
Continúa la luminosidad de “Un puente en el aire”, seguida por el misterio mayor que es la cueca y reanudada por la aparición de Inti-Illimani, un nombre con el que Isabel Parra tiene un historial largo de encuentros y colaboraciones. El grupo en pleno está a sus espaldas en la recreación de “Corazón maldito” para la que ellos la invitaron en su más reciente disco, El canto de todos (2017), y pronto aparece también la versión de “Volver a los 17” que Inti-Illimani e Isabel Parra compartieron en el álbum previo Teoría de cuerdas (2014). Son dos canciones majestuosas, que parecen traer el eco de ese tipo de constelación histórica registrada en un LP como Autores chilenos (1971), donde coincidieron versos de Violeta Parra, música de Patricio Manns, arreglos de Luis Advis e interpretación de Inti-Illimani en una cumbre auténtica de música chilena. Acá los Inti-Illimani de nuestros días protagonizan con Isabel Parra un reencuentro digno de esas alturas en “Corazón maldito”, entre la rearmonización inicial en guitarra de Meriño, las estrofas que se turnan Isabel Parra y Jorge Coulon con el detalle llamativo de que es él quien asume la voz alta y ella canta una segunda voz más grave en los versos “y mi sangre oprimes / entre tus redes sí / entre tus redes”, hasta llegar a un cambio de tonalidad doble y sucesivo luego del cual las voces de los dos se entregan a una reinvención de la melodía original: una arquitectura que es para aplaudir de pie. Con los millones de versiones para canciones de Violeta Parra existentes en el mundo es todavía más meritorio lograr como aquí una recreación a la vez tan respetuosa por el original y tan elaborada en una lectura nueva y bella, y con la mera hija de la autora en la casa además.
Una introducción de cuerdas abre paso a un nuevo contraste, con Isabel Parra otra vez próxima en “Tomar” y versos como “Tomo en cuenta, tomo notas, tomo partido”, válidos ayer como hoy. Un retazo de historia mayor vuelve a venir con “La muerte”, también conocida como “Me voy por un senderito”, procedente de esa obra memorable que es Canto para una semilla (1972) en la que una vez más se encontraron los rumbos de Isabel Parra e Inti-Illimani sobre los versos de Violeta Parra y la composición musical de Luis Advis. Es la canción “El amor” la que suele concentrar la atención si se trata de esa obra, pero “La muerte” muestra aquí la idéntica nobleza de la que está hecha. Y una actualización en toda la línea es la de “No me gusta no”, que en su versión original es una postal de época, como parte de la banda sonora que la población chilena conoció en la franja televisiva de la opción por el No a Pinochet antes del plebiscito de 1988. Si entonces fue una canción a coro entre Isabel Parra, Tati Penna, Cecilia Echenique, Tita Parra, Javiera Parra y Milena Rojas con parte de Cometa en los intrumentos (entre ellos Ángel Parra hijo en guitarra, Andrés Miquel en piano y Pedro Greene en batería), el compás de reggae pop original ahora da pie a un sonido acústico que termina por recalar en el Caribe con las cuerdas del tres cubano y con la voz reconocible de Daniel Cantillana, de Inti-Illimani.
Es un buen signo que los estrenos que hay en Saludos a todos provengan de ese cuaderno de cuecas manuscritas que tiene Isabel Parra entre sus tesoros inéditos. La suya es una cueca a distancia de la puesta en escena febril del baile, desplegada acá en cambio para la audición más sensible. La métrica está impecable, como corresponde a una figura fundamental de una canción con raíz en el folclor como ella, y desde ese suelo fértil, o sobre ese cimiento sólido, florece la poesía de la autora y está construida la música de Meriño para dos cuecas enlazadas, con detalles de clarinete y cuerdas y unidas por una modulación seductora en la armonía para las entonaciones de la cantante. Entonces Saludos a todos es hallazgo con todas sus letras, con la emoción genuina de escuchar a Isabel Parra por primera vez, ayer como ahora.