Diálogo con María Emilia Tijoux: La crueldad del racismo como marca de la historia

De sus motivaciones para estudiar las migraciones, las huellas que dejaron en su aproximación la infancia y el exilio, y la gravedad de los discursos xenófobos en boga conversamos con María Emilia Tijoux. Para comprender el rechazo al extranjero en Chile, sostiene, debemos situarlo a la luz del racismo heredado y aún practicado contra los indígenas. Y para combatirlo, añade, son necesarias las armas de todas las disciplinas. La Universidad, coinciden entrevistada y entrevistadora, ambas académicas de la Universidad de Chile, no puede ser espectadora.

Por Ximena Póo / Fotografías Alejandra Fuenzalida

Diciembre en Santiago de Chile, muy cerca de La Moneda, donde se discute el devenir de la República. Ahí, en los extramuros del bullicio, decidimos conversar con María Emilia Tijoux, Doctora en Sociología de la Universidad de París 8 y con una trayectoria que inspira estudios sobre migraciones, cuerpo, racismo, vidas cotidianas y la condición humana. Hace una década leí por primera vez sus textos y desde la comunicación y las humanidades comencé a investigar, mapeando calles para comprender cómo la inmigración intrarregional es para Chile una oportunidad de dar vuelta la cámara y reconocernos en este espacio del mundo. En mi calidad de Doctora en Estudios Latinoamericanos comencé mi búsqueda. Sin embargo, para ambas la búsqueda se inició mucho antes, desde la crueldad del exilio para ella y desde el desasosiego de la migración para mí. Ella en París y yo en Madrid, donde conviven los primeros y cuartos mundos contenidos en metrópolis. Y se inició aquí, en un Chile que aún se resiste a sus derivas latinoamericanas, persiguiendo la blancura de lo imposible. Ambas comprometidas con la diversidad, la interculturalidad, los derechos humanos y la necesidad de que la migración no sea secuestrada por el discurso fascista. La historia ya nos ha enseñado que, como reguero de pólvora, ese discurso sólo termina en odio, violencia y exterminio.

Hoy estamos expectantes. Mientras Trump anuncia muros, aquí se promete una nueva ley migratoria –que debía estar redactada en agosto de 2015 para terminar con la decretada por la dictadura en 1975– y Europa es recorrida por una ola xenófoba que no sabe qué hacer con un mar Mediterráneo mecido por la muerte y con caminos alambrados por donde miles de refugiados intentan avanzar bajo la no-promesa de un futuro.

Cuando era niña, María Emilia Tijoux creció en un barrio obrero de Santiago. Desde ahí que no ha dejado de mirarse en otros, como lo hace hoy en los ojos de una de sus grandes amigas, inmigrante, con trabajos esporádicos, intelectual y fuerte. En su infancia, María Emilia, cuenta, “escondía los zapatos para andar a pie pela’o, igual que mis amigos del barrio; siempre trato de pensar en esa costra en los pies, ésa que se forma por el contacto directo, repetido, cotidiano y directo con la vida. Pienso también en el gueto de Varsovia, donde resistieron armados. Quienes lograban salir, escabullirse, eran los niños. Era ese sufrimiento social el que les había permitido inventar y resistir”. En los barrios obreros aprendió a escabullirse y a trajinar. Y eso jamás se le ha olvidado, menos hoy, cuando investigando sobre racismo en Chile –desde hace más de una década- no pierde un día sin estar en terreno, movilizando a estudiantes de doctorado, magíster y pregrado, educando contra el racismo.

El camino ha sido largo. En Francia, desde su exilio en 1975, comenzó a trabajar en la calle “porque estaba como educadora en barrios denominados de inmigrantes, donde los chicos que vivían allí, malamente denominados de segunda o tercera generación de inmigrantes, eran colocados en un lugar aparte, negado”. Siendo chilena, se insertó rápidamente. “Llegué en condición de refugiado político, pero siempre fue una voluntad nuestra no colocarnos en ese lugar y vincularnos a la sociedad francesa, y así fue que participamos en movimientos por la lucha del pueblo marroquí, por Nicaragua, en la lucha por distintos pueblos. Además comenzamos a trabajar como los inmigrantes cuando llegan, planchando ropa, haciendo aseo, lavando copas, cantando en bares, dando clases particulares de español, siendo secretaria de un grupo de dentistas y médicos”, me dice y yo le cuento que mientras cursaba un magíster en la Universidad Complutense y cubría el “caso Pinochet”, en la noche salíamos a pegar publicidad de una cerrajería de urgencia por cada calle madrileña. Sólo un ejemplo de los trabajos –y de los buenos; tuvimos suerte- que más de un millón de chilenos que han emigrado hoy, seguro, realizan repartidos por el mundo. María Emilia “había estudiado Filosofía y eso allá valía nada. Yo no tenía una conciencia de lo que estaba pasando, salvo que tenía que trabajar rápidamente. Me fui especializando como educadora y luego estudié Sociología. La vida se regularizó medianamente en Francia. Nunca fue un lugar sentido como de castigo. Naturalicé que hacer aseo y ese tipo de cosas, como la mayoría de los inmigrantes aquí, era un trabajo para mí. La mejor enseñanza de mi padre fue que una tiene que hacer de todo en la vida. Y lo que una hace había que hacerlo bien. Yo vengo de la clase obrera y no podría haber sido de otro modo”.

Al regreso a Chile, en los ‘90, le llama la atención que los inmigrantes peruanos en Santiago pasaran largas horas “a los pies de la Catedral, como buscando una suerte de protección de la Iglesia; principalmente mujeres, en situación bastante pobre, que vendían en la calle”. Ahí fue ella. A observar en la plaza y llevar una bolsa plástica grande, como lo hacían sus compañeras de escaños. “Ahí me di cuenta de que algunas eran profesionales y que la mayoría había venido debido a la crisis política en Perú. Ya habían llegado los argentinos por la crisis económica, pero ellos se insertaban rápido de uno u otro modo, sobre todo en el sector de ventas”, cuenta María Emilia.

Comenzó, desde allí, a trabajar en migraciones, investigando las transformaciones sociales, políticas y culturales de familias de inmigrantes. Se interesa por el concepto de viaje, ese viaje no proyectado, la fisura que trasciende cada trayectoria de vida al momento de decidir migrar. Quien ha migrado, incluso si vuelve a su país de origen, nunca deja de ser migrante.

“Me importaba cómo esas vidas cotidianas se iban transformando al ser mal tratadas, ignoradas, insultadas. Y luego viene una investigación con niñas y niños en escuelas de Santiago, y es ahí cuando comienzo a hablar de racismo. Qué otra cosa era que le dijeran a los niños ‘come palomas’, ‘cholo feo’. Y había un enredo entre el origen indígena vinculado con la historia de la guerra”. Y así, continúa, “al buscar en los albores de la República te das cuenta de que hay una marca brutal, y no por la guerra misma, sino porque el origen indígena es un origen negado, maltratado. Y eso vale para el que viene de afuera así como para los que están dentro del país”. Se encontró con la marca de quien la impone para blanquear, higienizar, civilizar desde la fuerza y la negada humanidad.

Después de ese estudio, indagó –entre otras investigaciones relacionadas con campamentos, pobreza, cuerpo, género- en las trayectorias laborales exitosas de inmigrantes peruanos. “Las entrevistas eran a gerentes, dueños de grandes empresas, restaurantes; en un comienzo siempre decían que no habían tenido problemas en Chile, pero cuando uno insistía más en sus vidas cotidianas, lo que aparecía era el racismo. Algo detonaba el origen indígena, aunque no lo fueran”. Mientras buscaba estas respuestas, en el Instituto de la Comunicación e Imagen buscábamos cómo los medios se constituían en dispositivos que reproducían relatos discriminatorios que lograban constituirse en un discurso xenófobo, clasista, naturalizando el lugar común que construye a Otro desde el espacio de la criminalización o desde la victimización; desde un lugar inferior.

Ir más atrás para mirarnos

Para mirarnos hay que ir más atrás, desde una mirada interdisciplinaria que devuelva a la academia esa posición crítica que demanda la sociedad. “Somos colonizados y somos una mezcla de distintos lados, pero la más problemática de las mezclas es la anterior a la inmigración del siglo XIX, que tiene que ver con la obsesión por la blancura, los lazos con Europa. Nosotros ya estamos en un lugar negado desde antes y basta con viajar para que nos demos cuenta de que no somos los europeos que pensábamos ser, sino que somos chilenos y chilenas con origen indígena también”, dice María Emilia, mientras comentamos sobre las deportaciones en el aeropuerto, las tratas de personas en las fronteras del norte y de la zona austral. Pensamos en cómo Chile está al debe con los mismos tratados internacionales que ha firmado y que deberían resguardar a quienes migran al país.

“La llegada de inmigrantes afrodescendientes, especialmente de piel negra, nos instala en un espacio necesario para mirarnos en ellos. La diferencia es una producción política”, enfatiza, y por eso no hay que dejar de lado la noción de que “hay una historia construida en el racismo, anterior a lo que estamos viendo ahora. Está sostenida en una antropología racista del siglo XIX y en una filosofía que también lo plantea desde el dualismo cartesiano. Cuando los españoles llegan a estos territorios hablan de los indígenas como habitantes sin alma. La cuestión del alma la resolvían evangelizándolos. Es decir, si son dominados. Pero, ¿qué pasa con el que se rebela y no acepta entrar en este juego civilizatorio de dominación que se da con mucha brutalidad según los territorios y según el tipo de españoles que llegaron?”. Hoy estamos en un contexto globalizado de desplazamientos de personas debido a la pobreza, las persecuciones, las guerras. Estamos en un cambio de paradigma. Las personas nos desplazamos, insistimos, ya no de sur a norte, sino que en todas direcciones. En el norte se desplazan del este al oeste; desde el norte de África a Europa; hay desplazamientos de sur a sur. María Emilia no habla de flujos; yo tampoco.

Al deconstruir los conceptos que están detrás de la historia será posible destrabar lo que nos pasa hoy; la academia, piensa, debe “examinar los conceptos de base para desnaturalizar sentidos comunes que ya se han fijado, incluso, como científicos, validados y legitimados desde la instrumentalización de una razón que ha justificado incluso los genocidios”. Y esto tiene mucho que ver con cómo se legitima el castigo contra la gente y con cómo el concepto de “clase” no se puede separar del concepto de “raza” y tampoco del concepto de “nación”. “Desde ahí vienen todos los posicionamientos diferenciados para situarnos como personas. Y es ahí donde algunos quedan más abajo que otros; las naciones se quedan unas sobre otras”, reflexiona María Emilia antes de acotar que “el otro concepto asociado es “género” en esta trama de clase-‘raza’-nación. En todas las construcciones del racismo y el fascismo hay patriarcado. Si no vemos eso en conjunto no vamos a lograr destrabar la historia y seguirán matando mujeres, persiguiendo a inmigrantes y seguirá habiendo trata de personas”.

Investigar y acoger

Como académicos y académicas, sostiene y concuerdo, “no podemos dedicarnos sólo a hacer ensayos. Me parece que son interesantes, pero cuando se trata de problemas tan duros la investigación tiene mucho más sentido. Y ojalá fuera lo más rigurosa posible, sea ésta cualitativa o cuantitativa. Veo muy difícil poder construir un discurso potente, argumentado, seguro, si no se hace investigación y no se va a terreno. Si no se hace un trabajo empírico, ojalá interdisciplinario, porque los ojos que hay que ponerle al problema a veces quedan chicos. Para el caso del racismo y el clasismo necesitamos investigación interdisciplinaria desde la medicina, las humanidades, las ciencias sociales, la comunicación, la educación, las artes”.

Y lo necesitamos cada vez con más urgencia. Estamos en un momento de inflexión pre-electoral que nos ubica en un escenario de populismos donde el Estado sigue ausente. “Los últimos dichos de Sebastián Piñera y Manuel José Ossandón son demasiado graves al vincular migración con delincuencia. No basta que se hagan unos cuantos memes y la gente se ría de que Piñera no maneje ciertos conocimientos culturales. Lo que él hizo está pensado, es algo racional que iba a tener efectos en unos sentidos comunes muy potentes, especialmente en los medios de comunicación, y que después iba a tener efectos en todos los sectores sociales más abandonados por el Estado, que están viviendo situaciones de soledad, endeudamiento, cesantía”. Toda esa rabia tiene que buscar culpables y, ya se ha visto aquí, en Europa y Estados Unidos, que “los culpables tienen que venir de afuera”.

Esta construcción ha sido transversal y ha quedado en evidencia, por ejemplo, cuando Alejandro Guillier habla de “seleccionar” migrantes. “Selección”, se detiene María Emilia, “es la palabra de los nazis. Hay un lenguaje de guerra para tratar a un enemigo”. Y volvemos a los conceptos. Por ejemplo, ¿por qué hablar de amnistía migratoria si estar indocumentado o sin papeles no es un delito, sino sólo una falta administrativa? ¿Por qué hablar de ilegales si ningún ser humano es ilegal?

Así es como surge otro concepto en este diálogo, el de “crueldad”; la crueldad fascista, racista, y le recuerdo algunos posteos en medios, esos comentarios que se ubican debajo de las noticias y que, para el caso de noticias relacionadas con inmigrantes en Chile, son de una violencia extrema. Deberían estar prohibidos por ley, decimos mientras abrimos alguna página de La Tercera o El Mercurio. Y ahí están. Hay torturas, asesinatos, violaciones, ensañamientos; están escritos en clave de deseo. “Alientan a ser crueles; la brutalidad del racismo que vi en Francia era mayor que acá y por eso me preocupa que aquí llegue a esos niveles”, dice María Emilia al tiempo que pensamos en la resistencia, el concepto que viven a diario quienes sufren estos discursos y sus efectos. “Ese deseo de aniquilar –insiste- se puede canalizar desde otros lugares: pedir selección para que sólo entren los buenos inmigrantes, leyes más duras, pedir que se hagan exámenes para saber si traen enfermedades. Ahí se expresa el deseo de tenerlos en el lugar del enemigo, en el lugar de la guerra, en el lugar del contaminante”

Discusión de gratuidad en Educación Superior por glosa presupuestaria: Opiniones sobre la ausencia de una ley larga de educación

A fines de noviembre, en Comisión Mixta del Parlamento se logró resolver la discusión que evitó que la oposición llevara la decisión sobre gratuidad en Educación Superior al Tribunal Constitucional y que permitirá financiar la educación de los estudiantes más vulnerables del país. El acuerdo, que homologa los aportes vía becas a planteles privados y estatales, implicó una ardua negociación sobre la que los parlamentarios involucrados aún guardan sus dudas y aprensiones, y reafirman la necesidad de contar, al fin, con una ley larga de educación para el próximo año.

Por Ana Rodríguez | Fotografías: Alejandra Fuenzalida y Felipe Pizarro

Andrés Zaldívar, Senador DC:

“Ojalá antes del presupuesto del próximo año tengamos una ley de financiamiento a la Educación Superior como debemos”

La solución que se dio fue la más realista que se tenía a mano. Quedar expuesto al Tribunal Constitucional era un tema que había que evitar y creo que lo que lograron los ministros de Hacienda, Educación y Secretario General de la Presidencia fue un logro realista y positivo. Esto hay que contemplarlo, por supuesto, en una ley larga definitiva y no tener que recurrir a la Ley de Presupuesto nuevamente. Ojalá antes del presupuesto del próximo año tengamos una salida, una solución y una ley de financiamiento a la Educación Superior como debemos, que está pendiente en el Parlamento.

Hubo una concesión en cuanto al aumento de cupo de becas, pero que yo creo que si hubiéramos ido al Tribunal Constitucional hubiese sido mucho más complejo, con mayores costos. Además logramos una cosa que es muy importante, que la agenda no ha valorizado, que es la gratuidad en los Institutos Profesionales y Centros de Formación Técnica, con cuatro años de acreditación y que no tengan fines de lucro. Creo que es un gran avance que va a beneficiar a miles de estudiantes, normalmente los más vulnerables.

¿Comparte la idea de que en esta pasada las universidades estatales han sido apartadas de la mano del Estado?

No estoy de acuerdo con esa tesis porque creo que se logró algo que es también importante, la aprobación de un plan de fortalecimiento de la educación de los establecimientos estatales. También hay ahí puntos de apoyo donde tenemos que seguir insistiendo en que se fortalezca la educación de las universidades estatales sin que ello signifique desmedro de las otras universidades que cumplen también una función pública y que históricamente así ha sido, las llamadas G9 más las universidades que pertenecen al G9 y al Cruch, como la Alberto Hurtado, la Silva Henríquez, o la de Concepción. Tenemos que reconocer que si bien no son estatales, históricamente han cumplido una función equivalente a las universidades estatales.

¿Qué le parece a usted que el Estado dé la posibilidad a las universidades estatales de recibir un financiamiento estable que les permitiera, más allá de las becas por cada alumno que ingresa, desarrollar investigación y extensión y que esos ítems no dependan del número de alumnos captados por año?

Lo que hay que darle a las universidades estatales es una mayor capacidad de gestión. Porque también tenemos que exigirles calidad y acreditación. Y en cuanto a recursos, por supuesto que tendrá que hacerse un plan de apoyo a las universidades estatales, pero que también sea correspondido con acciones concretas en mejoría y calidad de la educación. Creo que hay que evitarles burocracia, hay muchos controles de la Contraloría que no corresponderían y además la capacidad de endeudarse para determinados efectos, para hacer inversión en infraestructura y que además haya un plan especial de apoyo a las universidades estatales.

Carlos Montes, Senador PS:

“Hace años que las universidades estatales han estado perjudicadas respecto al resto”

“Podría haber habido un presupuesto consistente con la opción que tiene una parte importante de la Nueva Mayoría de fortalecer las universidades estatales. No fue así. Se esperaba que este año fuera así, no nos resultó. Y eso nos dejó muy su – jetos a la decisión final y lo que se logra es bastante limitado. Hace años que las universidades estatales han estado perjudica – das respecto al resto. Justamente se trata de comenzar a revertir esto, de comenzar una recuperación. A mí me parece mal que esto no se haya logrado, por razones políticas, construir un vínculo más fuerte con las universidades estatales. El Estado tiene la posibilidad de apoyar proyectos interesantes y también a los estudiantes. Creo que no fue un buen paso, al contrario”.

Jaime Bellolio, Diputado UDI:

“No creo que un bien público solamente pueda ser entregado por las universidades que son estatales”

(La discusión de este año) nos ha dejado como aprendizaje que el Ejecutivo no puede hacer discriminación arbitraria, tiene que tratar de igual forma a estudiantes que son vulnerables. La discusión más larga puede ser que por qué algo que era tan fundamental para la Educación Superior, como la gratuidad y como la entrega de las becas, solamente está siendo legislado año a año a través de la ley de presupuesto y no a través de una ley larga de Educación Superior.

La razón por la cual no hemos legislado todavía es que el Gobierno se disparó en ambos pies. Primero se dispara cuando se presenta un proyecto que en mi visión es completamente atrasado, que tiene una visión nostálgica de lo que fue la universidad hace 40, 50 años, que no responde a una idea de universidad, ni siquiera a una idea de Educación Superior que quiera promover por los próximos años. Transversalmente fue rechazado y entonces hace un grupo de propuestas para indicaciones, que a su vez también es rechazado. Entonces ahí termina por dispararse en el otro pie. Y yo me imagi – no que lo que ahora va a querer hacer es gobernar no solamente para una minoría, sino que quieren hacerlo para la mayoría de los ciudadanos, con una visión de largo plazo y no con una mirada nostálgica de lo que ya fue la universidad.

¿A qué se refiere con una visión nostálgica de lo que fue la universidad?

Se nota demasiado cuando en las presentaciones se refieren a la universidad foucaultiana como la única posible. Es decir, una que sea compleja, que se dedique a la investigación de manera central, que tenga todas las áreas presentes. Esas universidades en el resto del mundo son contadas con los dedos de una mano. Y este proyecto estaba hecho como que todas las universidades chilenas tengan que atender a ese modelo, lo cual es completamente absurdo. En ese nivel quedarían solamente la Universidad de Chile y la Católica. Es una visión cómodamente nostálgica y que no responde a las necesidades del futuro.

Sin embargo, universidades que sí se han dedicado tradicionalmente a la investigación, como la U. de Chile, quedan un poco a la deriva en cuanto a esas áreas cuando se mantiene el criterio de gratuidad por becas.

El Gobierno se metió en un zapato chino al querer decir que hay que separar el financiamiento de la docencia del de la investigación y la extensión. Significa que son ellos quienes pueden saber mejor que las universidades cuánto cuesta hacer esa docencia. Entonces entregan estos aranceles regulados para la gratuidad, que sabemos que le producen déficit a las instituciones. Tanto así que la Universidad Diego Portales, la Alberto Hurtado, la Católica y la misma U. de Chile dicen que si siguen tal cual, no pueden seguir con el mismo nivel de calidad de sus proyectos educativos. Ahí hay un zapato chino y creo que hay que hacer una separación entre el tratamiento del Estado hacia las universidades que son propiedad del Estado versus el resto de las universidades. Lo que no creo es que un bien público solamente pueda ser entregado por las universidades que son estatales. Pero como en las instituciones estatales el mandante es el Estado, tienen que preocuparse de tener un gobierno corporativo de tal forma que no queden capturadas por un grupo de profesores, estudiantes, o un grupo político para que haya pluralismo al interior de ella y represente a la sociedad. Y sí creo que puede haber fondos dedicados a universidades estatales porque tienen proyectos de investigación, regionales. Pero en el tratamiento de los estudiantes creo que es distinto. Y ahí sí que no puede haber en mi opinión un tratamiento desigual, es decir, que tengan ventaja si es que van a una universidad del Estado y desventaja si van a una universidad que no es del Estado.

Alberto Robles, Diputado PRSD:

“Lo que (los gobiernos de los últimos años) han hecho es impulsar a las universidades del Estado a actuar como si fuesen universidades privadas y eso es un sinsentido”

No me gusta legislar con glosa de presupuesto cosas que son tan relevantes, como la Educación Superior de nuestro país. Desde el año pasado mi planteamiento es que debiéramos haber tenido esto resuelto en la ley de Educación Superior. Lamento mucho la presión ejercida por la derecha para entregarles más aportes a las instituciones privadas amenazando ir al Tribunal Constitucional. Esa es una forma de hacer política que yo no comparto, me parece poco correcto resolver temas de tipo político con presiones de este tipo. Y no respaldado en temas más valóricos, sino más bien en defensa de instituciones privadas.

El problema más importante de la discusión anual en glosa presupuestaria es que no resuelve el tema de la gratuidad en su conjunto, en forma concreta. La gratuidad hay que financiarla en forma adecuada, permanente, no año a año. Tiene que ser una política pública permanente. Las leyes permanentes son las que aseguran políticas públicas permanentes. Lo que hace una glosa es simplemente discutir cómo y cuánto se va a entregar y no da certezas ni a las instituciones de Educación Superior ni tampoco a las familias que requieren de la gratuidad para educar a sus hijos.

Creo que las que más perdieron, para ser franco, en esta discusión, fueron las universidades privadas del Cruch. Todas ellas tienen un desarrollo histórico en nuestro país de aporte a la Educación Superior durante muchos años y además son todas instituciones de gran calidad. Se aumentó el número de becas, pero principalmente para universidades privadas y no necesariamente las del Cruch. Me parece que ahí hubo una mirada un poco inadecuada, por decir lo menos.

El trato que el Estado de Chile ha dado a sus universidades a través de los gobiernos de los últimos años ha sido inadecuado. Lo que han hecho es impulsar a las universidades del Estado a actuar como si fuesen universidades privadas y eso es un sinsentido. Estoy convencido de que las universidades del Estado deben ser apoyadas, fortalecidas muy importantemente, no sólo en el financiamiento, sino también desde el punto de vista de la acción del Estado con sus universidades. Permitiendo que éstas trabajen en red, se articulen, se colaboren y sean instituciones que, si bien es cierto están una en cada región, no es menos cierto que todas deben confluir en un objetivo común, en términos de brindar educación de calidad a todos los chilenos sin distinción de ningún tipo.

Camila Vallejo, Diputada PC:

“Es vital que el Estado refuerce el vínculo con sus instituciones”

El hecho de que la gratuidad haya sido discutida por una glosa en vez de en el marco de una reforma integral a la Educación Superior tiene el problema de dejar fuera de la discusión aspectos fundamentales como la regulación y democratización de las instituciones de Educación Superior. En ese sentido, el problema es que el debate se centra en el acceso, pero no se considera el tema globalmente. Si bien es positivo que más jóvenes puedan ingresar a la Educación Superior de manera gratuita, al hacerlo mediante una glosa en la Ley de Presupuesto y no en el marco de la reforma a la Educación Superior, corremos el peligro de poner más recursos públicos a instituciones que no cuentan con una regulación adecuada. Por eso es necesario que la gratuidad sea tratada en el marco de una reforma que contemple la regulación y democratización de las instituciones de Educación Superior.

Me parece bien que jóvenes vulnerables tengan la oportunidad de estudiar en instituciones privadas sin fines de lucro y debidamente acreditadas. El problema es que la actual legislación no asegura que efectivamente se cumpla con el requisito de no lucrar y también hay falencias en cómo medimos la calidad de la educación que estas instituciones entregan, entonces existe el peligro que dineros públicos no vayan efectivamente a educación, sino al bolsillo de los dueños. Por esto mismo es que urge que temas de financiamiento sean vistos en el marco de una reforma a la Educación Superior que tenga como eje el derecho a la educación desde una institucionalidad pública, democrática y pluralista. Soy una convencida de que es un deber del Estado hacerse cargo de sus universidades y ahora también lo será de sus Centros de Formación Técnica. Este hacerse cargo no pasa sólo por aumentar la cantidad de recursos (que sin duda debe hacerse), sino velar porque efectivamente la educación pública superior, tanto universitaria como técnica, sea de la mejor calidad y ofrezca reales oportunidades de desarrollo para las y los jóvenes, pero que también sea un pilar fundamental de desarrollo para el país, en materia cultural, científica y tecnológica. En este sentido, es vital que el Estado refuerce ese vínculo con sus instituciones, impulsando la colaboración entre ellas.

Chile, país viejo

El acelerado envejecimiento nacional, que proyecta que un tercio de la población tendrá más de 60 años en 2030, ha puesto a prueba a las autoridades y a los investigadores, quienes enfrentan el desafío de hacer de Chile un país que desde lo médico, lo social y lo político esté a la altura de una tercera edad empobrecida y con urgentes problemas de salud. ¿Qué hacer? Trabajar transdisciplinariamente, responden los especialistas en este ámbito, quienes aseguran que la confluencia de miradas es la única forma de avanzar en propuestas de largo plazo.

Por Jennifer Abate | Fotografías: Alejandra Fuenzalida y Felipe Poga

Chile es un país viejo. Suena exagerado, pero las cifras lo corroboran. Según el informe World Population Data Sheet, elaborado por la Oficina de Referencia de la Población de Estados Unidos y publicado hace algunos días, en 2030 la población nacional habrá llegado a los 20 millones de habitantes, de los cuales un tercio corresponderá a mayores de 60 años.

Esto se explica por la menguada tasa de natalidad (1,8 hijos por mujer, una de las más bajas del Cono Sur) y por la mejora de las condiciones sanitarias de nuestro país, que en pocas décadas erradicó la desnutrición infantil y disminuyó notoriamente la muerte por enfermedades infecciosas. Sin embargo, eso aumentó dramáticamente el padecimiento de enfermedades crónicas asociadas a la vejez, que, en palabras del Doctor Sergio Lavandero, Director del Centro de Estudios Avanzados en Enfermedades Crónicas (ACCDiS), solían ser “un patrimonio de los países desarrollados. Antes uno podía calificar a un país como desarrollado o subdesarrollado en base a las enfermedades que tenía. Nosotros teníamos enfermedades infecciosas, nos moríamos, teníamos desnutrición”. Ya no. Hoy los problemas más urgentes están radicados en patologías como el cáncer y las afecciones cardiovasculares y neurodegenerativas, propias de un país que envejece.

Estas últimas, sobre todo, han tenido un gran aumento en el país. Según el Primer Estudio Global de Carga de Enfermedades, realizado por el Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington y la Fundación Bill y Melinda Gates, que analiza la evolución de las enfermedades en el mundo, el Alzheimer es la causa de muerte que más aumento ha tenido en Chile. En sólo dos décadas, la enfermedad pasó de ser la 29ª causa de muerte a la quinta, lo que representa un alza de 526%.

Por cierto, el drama no es sólo médico, sino también, y quizás sobre todo, social. El aumento de enfermedades de este tipo, que pueden inhabilitar a las personas, comienza a configurar un panorama en el que confluyen la falta de especialistas, la pobreza y sistemas de pensiones, transporte y salud, por nombrar algunos, que no están preparados para este desafío.

Las alertas en Chile comenzaron en los ‘90. A mediados de la década el Estado creó la Comisión Nacional para el Adulto Mayor, que se convirtió en el Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama) en 2002. Esto también incentivó que el envejecimiento comenzara a considerarse de manera más recurrente por los investigadores nacionales, ávidos de encontrar soluciones para un país en cambio.

Sólo en la Universidad de Chile, el Programa Interdisciplinario de Estudios Gerontológicos, el Observatorio Social de Envejecimiento y Vejez en Chile y el Programa de Estudios Sistémicos en Vejez y Envejecimiento, por nombrar algunos, fueron instancias precursoras para abordar la problemática. Sin embargo, faltaba un esfuerzo extra.

Fue por eso que en junio de 2014 y a petición del Rector Ennio Vivaldi, La Universidad creó la Red Transdisciplinaria sobre Envejecimiento, apoyada por la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo, con un fin claro: plantear, desde lo público, una solución para los problemas que acarrea el aumento de la esperanza de vida, que en nuestro país alcanza la cifra más alta de América Latina.

Actualmente, en la red dirigida por el Doctor Benjamín Suárez, académico de la Facultad de Medicina de la Universidad, confluyen 51 profesionales, expertos y académicos provenientes de disciplinas como nutrición, humanidades, medicina, economía, sociología, sicología, arquitectura, ciencias y odontología. La unión hace la fuerza, dice el refrán. Y fuerza es poco comparado con lo que requiere el país a la hora de buscar soluciones públicas acordes a los desafíos que hoy impone el envejecimiento.

Tarea urgente: políticas públicas

Según la encuesta Casen 2013, actualmente las personas mayores representan el 16,7% de la población, equivalente a 2.885.157 habitantes. La cifra es alta, pero semejante a la de los países desarrollados. Lo realmente preocupante es la velocidad con la que Chile ha alcanzado estos números. Mientras Francia demoró 115 años en doblar su población de adultos mayores de 65 años (de 7% a 14%), se espera que en Chile este proceso tome menos de tres décadas.

Esto impone a nuestro país una “doble carga”, sugieren los expertos. En Europa o Estados Unidos, por ejemplo, primero se conquistó el desarrollo y luego vino el envejecimiento acelerado. Es decir, primero solucionaron los problemas de la pobreza más acuciante y luego envejecieron. En nuestro país tenemos que hacer frente a los dos problemas al mismo tiempo.

“En Chile se nos viene una debacle económica porque nos vamos a llenar de viejos”, dice el Doctor Claudio Hetz, miembro de la Red Transdisciplinaria y Director del Laboratorio de Estrés Celular y Biomedicina. “Se van a empezar a enfermar y no tenemos un sistema social que se haga cargo de los viejos. Ahora son las mismas familias las que se hacen cargo de ellos, entonces finalmente hay que preparar a la sociedad y al país para generar políticas a largo plazo, porque este problema está a la vuelta de la esquina”.

Según Hetz, Estados Unidos le destina sólo al Alzheimer el 20% del presupuesto nacional en salud, lo que implica alrededor de 120 billones de dólares. Además, dice, “cuando se tiene un paciente con Alzheimer, alguien de la familia tiene que dejar de trabajar para cuidarlo, por lo que el costo se duplica y hablamos de más de 200 billones. Estados Unidos estima que en el 2050 el costo va a ser de un trillón de dólares”. Ciertamente, Chile no está preparado para enfrentar cifras de ese tipo.

Pero los investigadores quieren dar la pelea. Y juntos. Hace un año la Universidad de Chile se adjudicó un Fondap revolucionario, llamado Geroscience Center for Brain Health and Metabolism, que en ese momento fue clasificado por su subdirectora, la neuróloga y acadé- mica de la Facultad de Medicina Andrea Slachevsky, como “el primer gran esfuerzo que se hace a nivel nacional para empezar a investigar en torno al tema del envejecimiento y en particular a nivel cerebral”.

Si bien el centro dirigido por el Doctor Christian González-Billault, de la Facultad de Ciencias, tiene una clara impronta médica (de hecho, una de sus principales lí- neas de trabajo es desarrollar células madre capaces de generar cultivos neuronales humanos de pacientes chilenos con el fin de estudiar a nivel cerebral la evolución de las enfermedades mentales), sus objetivos van mucho más allá y buscan describir, además, cómo los aspectos sociales afectan la calidad del envejecimiento.

Según la Doctora Slachevsky, quien además es Vicepresidenta de la Corporación Profesional Alzheimer y otras Demencias (Coprad), esto “no se puede hacer sin una mirada transdisciplinaria. Si uno ve las trayectorias de envejecimiento y sólo observa las variables clínicas sin considerar las variables psicosociales, uno va a tener una visión muy parcial de las cosas. Si uno no considera el conjunto, lo multidisciplinario, no va a entender los problemas”. Las redes sociales, la historia laboral y la exposición al estrés, además de la neurobiología celular, serán elementos a analizar a la hora de determinar las trayectorias patológicas asociadas al envejecimiento y cuáles son sus factores de riesgo.

Precisamente para socializar y contribuir con resultados como los que se esperan de este Fondap y muchas otras investigaciones relacionadas con la Red Transdisciplinaria sobre Envejecimiento, este año la Universidad de Chile firmó un protocolo de colaboración con el Senama, que formaliza un trabajo colaborativo que ya venían realizando ambas instituciones, centrado en la visibilización del tema y, por cierto, en la investigación e innovación con la que puede contribuir la Universidad al país.

Así lo valora el Director Nacional del Senama, Rubén Valenzuela, quien señala que “la investigación científica desarrollada por esta Casa de Estudios es sin duda un insumo para la toma de decisiones informada. Estoy convencido de que la coordinación entre nuestras instituciones creará un círculo virtuoso entre la generación de conocimiento y la pertinencia de las políticas públicas, más si ambos procesos están concebidos con la participación activa de las personas mayores del país”.

Para Valenzuela es crucial trabajar en conjunto. “Cuando nos referimos a la multidimensionalidad de la vejez y a la multidisciplinariedad del conocimiento, la relevancia del trabajo intersectorial y transdisciplinario es creciente, debido a las demandas sociales que implican la concepción del sujeto a partir de su integralidad”.

Trabajar de este modo es urgente, ya que interconectar distintas disciplinas para conocer a cabalidad las características y el comportamiento de la población con la que se está trabajando permite, a la larga, una cuestión clave: la prevención tanto de las enfermedades como de las crisis sociales asociadas a ellas. Es simple: si se detalla por qué ocurre algo, es mucho más fácil prevenirlo.

Es por eso que el Fondap en el que Claudio Hetz y Andrea Slachevsky participan ha decidido trabajar con el concepto de “gerociencia”. “Lo que la gerociencia plantea es que la inversión mayoritaria no tiene que ir al enfermo, porque cuando estás enfermo ya pasó lo que tenía que pasar. Te enfermaste de Alzheimer o de Parkinson y la mayoría de las neuronas afectadas ya murió. En términos de políticas públicas se está pensando atacar las etapas previas a la enfermedad”, explica Hetz.

A lo mismo apunta el Doctor Sergio Lavandero, Director del ACCDiS, un centro entre cuyos objetivos está identificar los elementos comunes que vinculan a las principales enfermedades crónicas, fuertemente relacionadas con el envejecimiento, a fin de desarrollar estrategias de prevención.

“Nuestro sistema está más orientado al tratamiento de las enfermedades cuando la persona ya las tiene. Un aspecto que nosotros descuidamos y donde podemos hacer la diferencia es en la prevención, que es lo más barato y lo más efectivo”, dice Lavandero. El ACCDiS, administrado en conjunto por la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica de Chile, se enfoca en lo más urgente, es decir, en las enfermedades cardiovasculares y cáncer, que representan más del 55% de la causa de muerte en Chile.

Lavandero explica que “asociados a estas enfermedades hay una serie de factores de riesgo. Hay algunos modificables y otros que no lo son; por ejemplo, nuestra genética no la podemos cambiar, pero hay otras cosas que sí, como el sedentarismo, los hábitos alimenticios”.

Con eso en mente, se puede prevenir, sobre todo en la población más vulnerable, ya que como señala el especialista, “todas estas enfermedades tienen un contexto; no da lo mismo según el estrato social el impacto que tiene. Tienen un impacto mucho mayor en personas que son de estratos socioeconómicos más bajos”.

Para mapear ese efecto, el ACCDiS inició el estudio poblacional Mauco (Maule Cohorte), focalizado en la ciudad de Molina, que durante 10 años observará y evaluará la historia natural del cáncer y las patologías cardiovasculares, cuya incidencia en la zona es de las más altas de Chile. Sus más de 200 investigadores ya han dado a conocer hallazgos relacionados con los biomarcadores que pueden contribuir a la detección de enfermedades como insuficiencia cardiaca y cáncer gástrico.

Flavio Salazar, Vicerrector de Investigación y Desarrollo:

Los aportes que los investigadores de la Universidad de Chile están haciendo resultan fundamentales para el abordaje del tema del envejecimiento poblacional de nuestro país. Vincular la excelencia científica, que es un sello institucional, con la pertinencia temática requiere, a mi juicio, de una articulación política y académica y en ese esfuerzo nos encontramos en VID. Trabajamos en un esfuerzo conjunto con las unidades, facultades e institutos, generando espacios de cooperación y diálogo que ya están dando frutos.

Un ejemplo es la red de envejecimiento, que agrupa a investigadores de disciplinas diversas, desde la medicina a la arquitectura, pasando por las ciencias sociales y la ingeniería. De esta forma se genera una visión integrada que permite un diálogo mucho más productivo con los organismos del Estado encargados de implementar las políticas públicas. Esto se corrobora en la excelente relación de colaboración con el Senama y en el diálogo con Conicyt que se tradujo en un nuevo concurso Fondef específico para la temática de envejecimiento. Esperamos que este ejemplo se transfiera a otras temáticas como desastres socionaturales, energía y alimentos saludables, entre otros.

No + AFP: En la medida de lo posible

Dos han sido las marchas multitudinarias que la agrupación “No + AFP” ha realizado en menos de un mes. De estas manifestaciones nacionales, a las que ha concurrido un público transversal, no ha emergido una tesis única respecto al modo de mejorar el sistema, pero sí una conclusión compartida: los chilenos no pueden vivir con las pensiones que ofrecen las AFP tal como las conocemos.

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Crónica de una participación (des)encantada

Cuatro fueron las fases de participación ciudadana que sentarán las bases del proyecto de Constitución que el Gobierno presentará al Congreso. En total, casi 83 mil personas respondieron la consulta individual online, algo más de 100 mil participaron en los Encuentros Locales Autoconvocados, 12 mil 852 en los Cabildos Provinciales y en los Cabildos Regionales se estima que fueron 10 mil. A la espera de la síntesis que se presentará en octubre, dos ciudadanas, mujeres santiaguinas, participantes del proceso, madre e hija, representantes de distintas formas de mirar la política, reflexionan sobre este inédito ejercicio de la democracia y manifiestan sus aprehensiones sobre lo que viene.

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Marco Zago: «Las universidades públicas deben apoyarse y promover la ampliación de su matrícula»

La Universidad de São Paulo es una de las mejores instituciones públicas del mundo. Generalmente aparece en los rankings internacionales como la primera de Sudamérica, aunque su Rector, el Doctor Marco Antonio Zago, dice que esos indicadores no miden toda la complejidad de una universidad y que deben ser considerados con cuidado. De todos modos, advierte que uno de los desafíos de las universidades públicas es demostrar su calidad académica y contribución a la sociedad. En esta entrevista aborda el contexto de la Educación Superior brasileña en relación con Chile y el resto del continente.

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Universidades del Estado: «Este proyecto busca consolidar la mercantilización del sistema de educación superior»

En estos años, el endeudamiento de los estudiantes ha aumentado explosivamente y es por eso que hoy todos esperan con ansias el proyecto de ley de Educación Superior anunciado por el Gobierno. La promesa, desde la campaña de Michelle Bachelet, era el reposicionamiento de la educación pública y, por eso, la expectativa sobre un trato distinto para las universidades estatales era alta. Sin embargo, al cierre de esta edición los rectores del Cuech no sólo están desilusionados de lo que conocen del proyecto, sino que se declaran “en alerta” e incluso evalúan no apoyar el documento.

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