Barbara Cassin, filósofa y filóloga francesa: “Ninguna identidad está cerrada sobre sí misma”

Barbara Cassin es conocida por haber dirigido una monumental obra filosófica, en la que concurrieron durante doce años cerca de 150 especialistas de unas 15 lenguas actuales y antiguas: el Vocabulario Europeo de Filosofías (Seuil-Robert, 2004), también llamado ‘Diccionario de Intraducibles’. Galardonada con la mayor distinción para filósofos de su país (Grand Prix de Philosophie de l’Académie Française, 2012), Cassin también sabe moverse fuera de tierras académicas.

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Enrique Dussel: “La única sede del ejercicio del poder es el pueblo”

Estuvo en Chile en agosto de 2017 para participar del primer coloquio de Filosofía de la Liberación en el país y en su visita recibió el grado de Doctor Honoris Causa. Teólogo, filósofo, historiador y académico, Dussel fue y sigue siendo uno de los líderes del pensamiento latinoamericano que rechazaron el enfoque tradicional eurocéntrico y giraron la mirada hacia nuestro continente.

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Eduardo Engel, economista: «La calidad de vida de uno depende de la calidad de la democracia en la que vive»

Cuando Eduardo Engel encabezó el Consejo Asesor Presidencial contra los Conflictos de Interés, el Tráfico de Influencias y la Corrupción, que se constituyó el 2015 para crear un marco que regulara el financiamiento de la actividad política, lo hizo convencido de que las crisis son oportunidades reales para hacer modificaciones que mejoren la calidad de las instituciones y la confianza hacia éstas. A dos años de ese trabajo, en conversación con el también académico de la Facultad de Economía y Negocios, Daniel Hojman, destaca que las reformas aprobadas “tomarán tiempo en rendir todos sus frutos, pero pueden cambiar el equilibrio político de una sociedad y llevar a una mejor democracia”.

Por Daniel Hojman | Fotografías: Alejandra Fuenzalida

Existe una tradición intelectual y académica importante en temas de corrupción y transparencia, que enfatiza el rol de la calidad de las instituciones para el desarrollo económico y político. ¿Hasta qué punto son amenazas u oportunidades para nuestro desarrollo?

– La primera decisión que tomamos en la comisión fue concebir los escándalos que motivaron la creación de la comisión como manifestaciones de debilidades institucionales. Fue así como enmarcamos el informe que preparamos dentro de una larga tradición en ciencias sociales respecto de la importancia de las instituciones para el desarrollo de los países. Las propuestas que hicimos apuntaron simultáneamente a los síntomas de estos problemas y a sus causas más profundas. Además, si uno mira la experiencia comparada, la mayoría de los grandes avances para fortalecer las instituciones democráticas suceden luego de escándalos de corrupción que se aprovechan para impulsar una buena agenda de reformas. Esto vale tanto para países desarrollados como para países en desarrollo. Así que la manera de entender la importancia de esta agenda es que se trata de aprovechar una oportunidad de hacer reformas del Estado que, bien hechas y manteniéndose en el tiempo, pueden hacer una diferencia muy grande, un antes y un después en el desarrollo de Chile. Son reformas que toman tiempo en rendir todos sus frutos, pero que pueden cambiar el equilibrio político de una sociedad y llevar a una mejor democracia.

Cuando uno leía estadísticas hace unos 10 ó 15 años, Chile siempre aparecía entre los 25 mejores países del mundo en los índices de Transparencia Internacional y ciertamente por lejos el mejor de la región. Desde un punto de vista comparado, ¿hasta qué punto lo que estamos viviendo en Chile es algo distinto, especial? ¿Podríamos decir que Chile sigue siendo un país poco corrupto con respecto al resto de la región, del mundo?

-Se comenzó a construir indicadores para medir corrupción hace poco más de 15 años. En esos indicadores, efectivamente Chile desde un principio estaba muy por encima de lo que sugería su ingreso per cápita, el gran misterio era por qué Chile no era más desarrollado dados los buenos indicadores que teníamos en las distintas dimensiones de gobernanza, entre ellas el control de la corrupción. Eso no ha cambiado después de los últimos escándalos. A la gente le cuesta creerlo, pero Chile sigue con indicadores que, junto a Uruguay, lo sitúan muy por encima del resto de América Latina, en tercer lugar viene Costa Rica, claramente por debajo de Uruguay y Chile, y después otro salto grande para pasar al resto de la región. Lo anterior no quita que los desafíos que tenemos en esta etapa de nuestro desarrollo sean más complejos que aquellos que enfrenta el resto de América Latina, que se encuentra en una etapa anterior de desarrollo. Estamos mucho más cerca de ser un país desarrollado que el resto de la región, salvo Uruguay, con pocas experiencias en que inspirarnos, dado que muy pocos países han hecho la transición que queremos hacer en los últimos 50 años. En ese contexto, tener una democracia mucho más representativa, donde los ciudadanos sientan efectivamente que quienes han sido elegidos representa sus intereses, puede ser un elemento central para contribuir a encontrar las políticas que necesitamos y lograr que tengan la legitimidad que haga posible que se lleven a la práctica con éxito.

Lo que aparece como parte de estas agendas tiene un componente democratizador bien importante.

– Sí, y es un fin en sí mismo porque la calidad de vida de uno depende de la calidad de la democracia en la que uno vive, pero también es un medio para avanzar en temas que tenemos pendientes como sociedad. La manera en que se originan las políticas en los tiempos que estamos y que la gente las perciba como legitimas detereminan si una democracia funciona bien o no.

Ciudadanía y delación compensada

– En suma, en materia de corrupción, Chile seguiría estando en un nivel relativamente de avanzada en la región, pero hay cierta decadencia que aparece como crítica en esta etapa de desarrollo. Al mismo tiempo, los escándalos florecen en otros países América Latina. ¿Por qué ahora? ¿Nos jodimos o es un fenómeno más global? Una hipótesis es que hay cambios culturales asociados a una ciudadanía que no está dispuesta a tolerar impunidad, que está más alerta y más educada. Tal vez la tecnología, el acceso a Wikileaks, Panamá Papers o los propios requerimientos de transparencia crecientes hacia el Estado, hacen que estemos más conscientes de cosas que pasaban igual, pero no conocíamos. Una historia sería que no nos jodimos, que éramos igual de corruptos, pero ahora nos damos cuenta más de la cosas. Otra, es que las formas de funcionar de nuestro capitalismo reciente se asocian con prácticas más corruptas. ¿Hasta qué punto hay fenómenos que nos han llevado a tener mayores grados de corrupción? ¿O somos igual o menos corruptos, pero los cambios culturales y tecnológicos hacen la corrupción más visible y menos tolerable que antes?

– Partamos por lo que está pasando en América Latina. Si uno mira el indicador de control de la corrupción del Banco Mundial, que es el que más me gusta, hay seis países de 20 en la región –un 30%- que están en su peor momento. En cambio, en el resto del mundo sólo un 9% está en su peor momento, entonces hay algo en América Latina que es distinto. Para tratar de explicarlo postulo una combinación de dos factores. Primero, un factor a nivel mundial es que hoy es mucho más fácil para la ciudadanía movilizarse que hace 15 ó 20 años, porque con las redes sociales y nuevas tecnologías de la información el costo de la acción colectiva es mucho más bajo que antes. Basta con ver lo que pasó en Chile cuando se anuncia que se ha aprobado el Proyecto Barrancones el 2010 y a las pocas horas hay miles de personas protestando en la calle, tomando por sopresa a todo el mundo político. Por otra parte, está el costo de reprimir, que es mucho más alto que antes porque cada manifestante es un periodista en potencia, que con su celular puede fotografiar a un policía que lo está reprimiendo. Más fácil coordinarse, más difícil reprimir y es así como en el 2011 tenemos manifestaciones masivas en todo el mundo.

De hecho, el personaje del año de la revista Time del 2011 fue el manifestante.

– Efectivamente. Me acuerdo que para una columna que escribí en La Tercera revisé todas las ediciones del Economist de 2011, y hubo más de 40 países que aparecían con manifestaciones multitudinarias ese año. La primavera árabe, los estudiantes en Chile, los indignados en España, etc. Ahora al segundo factor, particular de América Latina. En tiempos recientes emerge una clase media que ha crecido notablemente, que es más educada y más exigente con la calidad de los servicios que provee el Estado y la calidad de la política. El rol de la prensa y el sistema judicial también contribuye. Antes, cuando había escándalos, muchas veces no los conocíamos porque había menos periodismo de investigación. También, en algunos países como Brasil y Chile, fueron importantes reformas del sistema procesal penal, que llevan a sistemas judiciales más autónomos y con más herramientas. Un ejemplo de lo anterior es la incorporación de la delación compensada como herramienta jurídica.

Eso ha sido muy importante en Brasil y en la colusión acá.

– Cuando fueron las manifestaciones masivas del 2013 en Brasil, justo antes del mundial, Dilma Rousseff intenta una serie de reformas y una de las pocas que aprueba el Congreso es aquella que incorpora la delación compensada. Esta fue clave para conocer todo lo que sabemos en el caso Petrobras. En Chile, hace diez años, cuando se supo que había colusión en el mercado de los pollos, quienes estaban involucrados durante cinco años negaron su participación y cuando la Corte Suprema los declara culpables ya casi nadie está siguiendo el tema; en cambio cuando se destapa el caso del papel tissue se conocen de inmediato los detalles de lo que sucedió y los involucrados no pueden legarlos, ya que dichos detalles los han provisto ellos como parte de un acuerdo de delación compensada, para reducir sus penas y sanciones. Concretamente, el mismo día que conocemos del caso de colusión del papel tissue sabemos que hubo laptops arrojados al Canal San Carlos, partes de matrimonio ficticios que contenían los listados de precios de la colusión, etc. En este escenario el grado de indigación que provocan estos escándalos es mucho mayor.

Muchas veces la gente ve en casos de colusión que, a partir de la delación compensada, al momento de las penas hay ciertas dudas: la condena no parece ir de la mano de la falta. Queda una sensación de impunidad que puede ser desmoralizadora y generar desconfianza y deslegitimación de las elites e instituciones. ¿Piensas que las penas de cárcel pueden ser algo útil tanto en los delitos económicos como en casos asociados a faltas de probidad pública y política?

-La ley chilena en temas de competencia es un ejemplo interesante de cómo, a punta de casos notorios de colusión, fuimos avanzando, lentamente, para llegar a una legislación que está a la altura de las mejores del mundo, incluyendo la posibilidad de que en los casos más graves hayan penas de cárcel. A la gente involucrada en estos escándalos no les duelen las multas porque son gente de muy alto patrimonio. En cambio, la posibilidad de ir a la cárcel sí les importa; aunque sean periodos cortos como seis meses o un año, el efecto disuasivo es muy potente. El motivo para tener penas de cárcel es que los acuerdos colusorios causan un daño enorme a toda la economía, mucho más allá de los consumidores afectados, porque deslegitiman un sistema que bien regulado tiene las mejores posibilidades de llevar al desarrollo de un país.

Me da la impresión de que hay un tremendo potencial para la sociedad civil, desde las ONG hasta la educación, la educación cívica en la escuela o ampliar el razonamiento moral en la formación universitaria.

-La gran paradoja es la siguiente: la ventana de oportunidad para estas agendas se da luego de escándalos de corrupción, pero quienes deben liderarla están debilitados precisamente por los mismos escándalos que abren la ventana. Aunque tengamos actores clave en el Ejecutivo y el Legislativo, estos tienen poco capital político para sacar adelante la agenda de reformas, porque se encuentran debilitados por los escándalos de corrupción. La sociedad civil es siempre importante y ahora mucho más todavía porque puede contribuir a empujar la agenda con fuerza, compensando la debilidad de otros actores. Y eso es lo que ha pasado en Chile: un círculo virtuoso entre líderes claves del mundo político y la sociedad civil. A lo cual agregaría el rol de la prensa, denunciando los escándalos e informando cada vez que la agenda se empantanaba, logrando así remover las trabas.

Porque esta agenda no es un tema en que estemos divididos los chilenos, el 99% de las medidas son apoyadas por el 99% de los chilenos, entonces el tema es cómo lograr que la ciudadanía pueda hacerle seguimiento y manifiestar su apoyo.

Entre los proyectos de ley y una serie de medidas administrativas aprobadas como parte de la agenda de probidad y transparencia del gobierno, destaca el regreso de la educación cívica a las escuelas. El rol de la educación es contribuir a que los cambios que conllevan los cambios legales se transformen, con el paso del tiempo, en cambios culturales. Y esos proyectos de ley aprobados, donde queremos que eventualmente lleven a cambios culturales, incluyen exigencias mucho mayores de transparencia y democracia interna para los partidos políticos, nuevas regulaciones de financiamiento de la política, declaraciones de intereses y patrimonio de las autoridades con mucho más información que en el pasado y que serán fiscalizadas, y una reforma importante del Sistema de Alta Dirección Pública, entre otras.

¿Cuál crees tú que puede ser el rol de los académicos en discusiones de política pública relevante para nuestro país?

Lo primero que les digo a mis colegas jóvenes es que no participen en la discusión pública antes de tiempo, la tentación es muy grande porque el impacto de una línea de investigación ambiciosa toma años en ser reconocido. Dicho lo anterior, creo que en este mundo de la posverdad es más importante que nunca que los académicos participemos en la discusión de temas públicos, contribuyendo a acotar los disensos y mejorar los consensos, promoviendo, por ejemplo que las propuestas se basen en la mejor evidencia disponible.

Una batalla contra la ignorancia

El siguiente texto corresponde a la presentación que el astrónomo y Premio Nacional de Ciencias Exactas 1998, José Maza Sancho, realizó para su libro Somos Polvo de Estrellas. Cómo entender el origen del cosmos, con ocasión de su lanzamiento la noche del 7 de abril pasado en el Sky Costanera.

Yo creo que Chile es un país en guerra y no nos hemos dado cuenta. Yo no he escuchado nunca a nadie hablar con esa crudeza, pero esta guerra es contra la ignorancia y llevamos 200 años perdiendo la guerra. Se han dado muchas batallas en esta guerra contra la ignorancia. Pero en el siglo XIX ésta siempre ganó. Yo creo que Chile ha tenido el récord del país más ignorante del planeta en el siglo XIX. Y después, en el siglo XX, en 1920, 110 años después de la declaración de independencia, hay una ley de instrucción primaria obligatoria que dice que no va a ser legal ser analfabeto. Porque el 70 u 80 por ciento de analfabetismo que teníamos en el siglo XIX no le extrañaba a mucha gente. Esa fue una de las pocas batallas que le hemos ganado a la ignorancia.

En esta lucha, Andrés Bello, Pablo Neruda, Ignacio Domeyko, Gabriela Mistral, Nicanor Parra, han sido los generales que han ido tratando de vencer este océano de ignorancia que baña nuestras costas y que amenaza nuestros valles como una especie de vaguada costera que se mete y le va nublando el cerebro a todo el mundo. Y de repente nos aparecen tsunamis que nos traen horóscopos, nos traen tarot y nos traen una serie de reality shows, como para poner en duda a los que ya están más o menos convencidos de que la cultura es importante, la ignorancia nos ataca con nuevos métodos. Y cada vez que creemos que ganamos una batalla vuelven otros ataques de este océano de ignorancia.

Este libro es un pequeño rayo de luz para disipar esta neblina mental; es un granito de arena frente al océano de la ignorancia.

Pero cuando el 50% de los ciudadanos en Chile cree en fantasmas, y cuando más del 50% no es capaz de resolver una operación aritmética, -25 menos 30, ¿cuánto es? Eso no lo contesta nadie en el Transantiago- es obvio que estamos muy lejos de ganar esta guerra. Y parafraseando a Churchill, diré “esto no es el final de la guerra, no es ni siquiera el comienzo del final”. Yo creo que es, con suerte, el final del principio de la guerra contra la ignorancia.

Así que nos quedan muchas batallas y en estas batallas ciertamente yo me iré para el otro mundo, si es que hay otro mundo, haciendo un aporte, un granito de arena. Y este libro va en esa dirección.

Elegimos este día porque Júpiter está en oposición al sol. Si no hubiera nubes se debería ver Júpiter muy bonito, el más capo del sistema solar, el más grande de los planetas, entonces es un homenaje. Júpiter en otra época era el dios de todo; Júpiter antes se llamaba Zeus, que es más impresionante.

En el libro indico los porcentajes del cuerpo humano que son materia. Si yo pesara 70 kilos, el oxígeno de mi cuerpo serian 45 kilos, el 65% del cuerpo: la molécula del agua tiene un oxígeno y ese oxígeno está en todo el cuerpo. 12,5 kilos de carbono, siete kilos de hidrógeno, dos kilos de nitrógeno. El cuerpo nuestro es oxígeno, carbono y nitrógeno. En este libro cuento que, como corresponde, todos tenemos un padre y una madre, pero, en este caso, varias madres. El padre es el Big Bang: cuando todo se originó hace 13.800 millones de años, en el Big Bang, lo único que aparece es hidrógeno y helio. Por suerte eran tres cuartas partes de hidrógeno y un cuarto de helio.

El helio es el elemento más tonto de la tabla periódica. Es un gas noble, no se mete con nadie. Y el hidrógeno, aburrido, le metía conversa al helio, pero no pasaba nada: el helio realmente mantiene su filosofía de ser autista. En ese universo, que surgió hace 13.800 millones de años, no hay ninguna posibilidad de que jamás hubiera habido vida. Y el universo se expandió, se expandió, no hallaba qué hacer. Los átomos de hidrógeno se aburrían porque no tenían ningún amigo, el helio andaba por otro lado. Y sin embargo, cuando se aglutinan las nubes de gas –porque el universo inicial es todo gaseoso- empiezan a formarse grupos de estrellas.

Y las estrellas son la gran maravilla, porque en su interior apelotonan todo y lo dejan bien calentito, y empiezan a hacer reacciones nucleares. Y las estrellas, en vez de hacer conversar al hidrógeno con el helio, lo primero que hacen son reacciones que al hidrógeno lo transforman en más helio. Pero por ahí no está pasando nada en ese universo, está todo fome.

Eso fue hace 13.800 millones de años, tal vez 12.500 millones de años, cuando empiezan a formarse las primeras estrellas. Y cuando las estrellas agotan el hidrógeno en el centro, los átomos de helio que no hacían nada se empiezan a achurruscar, porque ahí queda toda la parte central de la estrella de helio puro. Y el helio de repente sacaba a bailar a otro helio; le proponía matrimonio, pero era un matrimonio que duraba menos que un Candy, porque dos helios forman un berilio 8: separación express, una centésima de millonésima de segundo más tarde estaban separados. Y ahí, cuando la temperatura del centro de la estrella llega a como 100 millones de grados, arman un trío y ese trío es estable: tres atomitos de helio se agarran de las manos, producto de que la estrella estaba tratando ahí de que algo pasara, y forman un átomo de carbono. Ahí viene la maravilla y de ahí vamos a salir nosotros.

El helio no servía para nada, pero en tríos forman carbono. Y el carbono de puro aburrido se come un canapé de helio y hace un átomo de oxígeno. No a todos los carbono les gusta el canapé de helio, así que se comen dos protones y forman un nitrógeno 14. Entonces en el corazón de una estrella, Fonasa nivel 1, va a quedar un cuesco de carbono, con un poquito de oxígeno y un poquito de nitrógeno. Y los átomos de carbono, que son bien sociables, de repente se toman de las manos con cuatro hidrógenos y forman una molécula de metano, un CH4. Y el oxí- geno, para no ser menos, se agarra a dos hidrógenos y forma un H2O, más conocido como agua. Y el nitrógeno, que es el tercero en el trío, agarra tres hidrógenos y forma una molécula de amoníaco, NH3. Y muchos átomos de carbono se toman de la manito y hacen una cadena y forman un granito de polvo, una partícula de grafito. Así que el título del libro no es metáfora.

El polvo que se forma en el interior de una estrella sale volando al espacio. En esa micro se van moléculas de agua, de amoníaco, de metano. Y ese polvo se mezcla con las nubes. Esto ocurre durante 9.000 millones de años. Y ahí de repente, en un lugar cuyo nombre no quiero acordarme, se forma el sol con sus planetas. Y en este planetita, el tercero, hay carbono, hay nitrógeno, hay oxígeno y todo el resto de los elementos. Las estrellas Fonasa Nivel 1, como el sol, forman carbono, nitrógeno y oxígeno; pero las estrellas grandes, las ABC1, de más de ocho masas solares, al final explotan como supernova. Y en el interior de la estrella y en la explosión de la supernova se generan todos los elementos químicos: los elementos que están más allá el hierro se forman en la supernova. Y los que llegan hasta el hierro se forman tranquilamente en el interior de la estrella.

Qué les puedo decir. Somos polvo estelar diluido con un poquito de hidrógeno. Quiero decirles a todos que los extraterrestres existen. Los extraterrestres somos nosotros. Porque de la cabeza a los pies no tenemos nada que no venga del cosmos. Y a los niños les cuento que ellos son igual de viejos que yo, porque no tienen ningún átomo del cuerpo que sea menor a 5000 millones de años. Y yo tampoco. Así que a nivel atómico somos igual de viejos. Y parafraseando un cuento de Bradbury, donde un niño preguntaba, ¿y dónde están los marcianos?, al final el papá lo lleva y lo pone a mirar en un espejo de agua y le dice “los marcianos están ahí”. Yo les digo, esta noche vayan a verse a un espejo y verán al extraterrestre más cercano.

Proyecto de ley de universidades estatales: Reacciones ante los vacíos de la nueva ley

El reciente anuncio del gobierno del proyecto de ley que regirá las universidades estatales gatilló la inmediata reacción de parte de la comunidad universitaria. Los reparos están en la propuesta de estructura de gobierno universitario, que iría en detrimento de la autonomía alcanzada por la U. de Chile desde la reforma de sus estatutos, la precarización de la situación laboral del personal de colaboración de la institución y la insuficiente propuesta de financiamiento a la educación pública superior, que dejaría a las universidades del Estado nuevamente a merced de la búsqueda de autofinanciamiento.

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Julio Pinto, Premio Nacional de Historia 2016: “No se va a resolver la crisis de verdad si no se hacen transformaciones profundas»

La historiadora Azun Candina conversó con el Premio Nacional 2016 Julio Pinto para analizar el momento actual que atraviesa el país. La desconfianza en las instituciones y quienes las dirigen, los movimientos sociales, las nuevas generaciones, los viejos temores y las posibles salidas políticas que se vislumbran para el futuro, a la luz de escenarios similares que se dieron en nuestro pasado republicano.

Por Azun Candina | Fotografías: Felipe Poga y Sofía Brinck

–Desde la perspectiva de la historia contemporánea reciente, ¿crees que lo que estamos viviendo es un fenómeno de crisis a nivel institucional, partidario o de política social?

–Creo que si definimos una crisis como un estado en que el sistema deja de funcionar como debería -no quiero decir bien, porque a veces hay sistemas que están diseñados para funcionar malestamos en una crisis política. Hay una deslegitimación de las instituciones, de la clase política en general, en términos de su capacidad conductora, y una dificultad que hasta aquí se ha expresado como incapacidad para que surjan propuestas alternativas que aprovechen la crisis para realizar cambios más de fondo.

–Cuando tú hablas de crisis de legitimidad de la política, ¿a qué te refieres específicamente?

–Hay una noción de que para que un Estado pueda existir y seguir funcionando, debe contar por lo menos con el consentimiento de aquellos a quienes gobierna. Consentimiento no significa necesariamente entusiasmo, adhesión doctrinaria. Significa “confiamos en que las autoridades van a hacer lo que deben hacer, que es conducir la cosa pública de una forma aceptable”. Cuando la población o la sociedad deja de sentir que eso está ocurriendo, el Estado, el régimen político, pierde legitimidad. Y creo que es eso lo que estamos experimentando hoy en Chile.

–¿En qué tipo de fenómenos tú dirías que esto se muestra o tiene una emergencia en lo público? A partir de la emergencia de los presidenciables, que parecen aumentar y aumentar, ¿tú dirías que allí hay una relación con la crisis de la política?

–Uno de los síntomas de la crisis de la política es un desconcierto generalizado respecto de para dónde va este país en términos de proyectos, de conducción, de nociones de futuro. En una parte de la sociedad hay un descontento que no es nuevo, que viene de bastante atrás, respecto de las características del modelo que nos rigió desde la dictadura hasta acá. Estoy pensando en el modelo en su fase económica, individualista, ultra mercantilizado, donde las vidas personales se rigen por el éxito material y donde cada cual tiene que defenderse con sus propios medios. Hay un descontento respecto de esa forma de concebir la convivencia social. Y se expresa en demandas como las del movimiento estudiantil, el sistema previsional, se expresa todavía un poco inorgánicamente también respecto del sistema de salud. No estoy tan seguro de que ese descontento se traduzca automáticamente en la búsqueda de un modelo radicalmente distinto; no creo que de este descontento vaya a emerger plenamente formado el socialismo. En muchos casos hay un descontento porque el sistema no les está dando todos los retornos que supuestamente les prometió. Yo creo que muchos de los que apoyan el movimiento NO + AFP, su problema es que sus propias pensiones van a ser muy bajas, no el principio que estructura el sistema, que es el de la capitalización individual.

–¿Tú crees que esta crisis se parece a otras crisis del siglo XX, que significaron cambios de rumbos, cambios de modelos políticos, de modelos sociales? Estoy pensando en lo que pasó por ejemplo en los años ‘20, en lo que pasó en la década del ‘50 con la llegada de Ibáñez al poder, con un populismo que se cuela en medio de un sistema de partidos.

–Crisis económicas y políticas ha habido a lo largo de toda la historia de Chile y de la humanidad. Tú lo sabes bien como yo, la historia no es un continuo de armonía y menos de progreso ininterrumpido. Es una alternación entre momentos de auge, de cambio, momentos de estabilidad y crisis. Y en ese sentido los dos momentos que tú nombras, la crisis de fines de los años ‘20 y de principios de los ‘50, fue frontal crisis política, que tuvieron salidas distintas. En los años ‘20 lo que entró en crisis fue el sistema político y económico, que es lo que sustentaba lo que actualmente se llama la república oligárquica o salitrera y que se llamaba antes el Chile parlamentario. Ahí hubo una profunda crisis de ese sistema que en un momento permitió incluso entrever la alternativa revolucionaria como una salida posible. Por algo la izquierda de Chile nace en esa coyuntura, porque hay un momento en el cual hay personas dentro de Chile, las más castigadas, las más descontentas respecto a ese sistema, que vislumbran la posibilidad de un recambio más profundo, de la forma de convivencia social que hay. Esa no es la resolución que finalmente se impone. El sistema no se hunde, pero sí tiene que experimentar una cirugía profunda. El sistema político y económico que emerge de la crisis de los años ‘20 va a ser bien distinto al oligárquico parlamentario salitrero, aun cuando los que los conducen tal vez sigan siendo muchos de ellos los mismos. Pero el libreto al cual se ciñen es otro. A principio de los años ‘50 ese sistema tiene un momento de crisis, en que parece agotarse. Y se traduce un poco como ahora, en un escepticismo generalizado, una desconfianza respecto de las instituciones y los partidos políticos que habían conducido ese proceso. Y ese vacío permite que irrumpa una alternativa que era un poco extra sistémica, como es lo que tú llamas el populismo ibañista, aunque Ibáñez es el gestor de este modelo en alguna medida.

–Pero que se presenta como tal: “yo vengo de afuera”, la política de la escoba, yo no soy parte de este mundo.

–Pero a la larga el experimento ibañista no lleva a nada, no transforma radical ni siquiera medianamente el modelo que se venía desplegando desde principios de los ‘30. Y lo que viene después es una continuidad de ese sistema, donde se instala con mucha más fuerza un horizonte revolucionario. Parte de la izquierda de esos años dice: “la verdad es que ninguna crisis del sistema imperante en Chile se va a resolver del todo si no es mediante una revolución”. Y ahí se incuba la experiencia de la Unidad Popular, que es otro momento de crisis en el siglo XX.

–Hay un historiador que nos miró desde afuera. Alan Angell, en su libro “Chile, desde Alessandri a Pinochet, en busca de la utopía”, una de sus tesis centrales es que estos cambios de proyectos políticos desde los ‘50, pasando por Alessandri, luego el experimento de la Democracia Cristiana, la Unidad Popular, Pinochet; cada uno de ellos se explica porque promete ese cambio estructural profundo, ese salto al desarrollo. No lo logra y viene el modelo siguiente. Yo podría decir, porque Alan Angell llega solamente hasta Pinochet, que la Concertación también hace esa promesa: “salimos de la dictadura, ahora sí vamos a superar la pobreza”. Y actualmente nos encontramos otra vez con el desencanto de esas promesas incumplidas.

–El diagnóstico que se haga de la Concertación tiene que partir del profundo trauma que viven los conductores de ese proyecto, justamente a propósito del desenlace que habían tenido estos experimentos sociales de los años ‘60. Si vemos a la Concertación como una alianza entre la Democracia Cristiana y sectores más “moderados” de la izquierda, creo que lo que ambos comparten, habiendo estado en trincheras distintas el año ‘73, es la noción de que con la política y la sociedad “no se juega” y que el intento de instalar grandes diseños sociales lleva a la catástrofe.

–Terminó en el horror y la muerte

–Exacto. Entonces creo que es imposible entender a la Concertación sin ese diagnóstico detrás. En función de ese diagnóstico y contrariamente a lo que había sido una crítica bastante fuerte de estos sectores al modelo que instala la dictadura, el modelo en sus rasgos esenciales se mantiene. El propósito es, “vamos a humanizar este modelo que hasta aquí ha funcionado de manera salvaje”. Entonces hay un poco más de sensibilidad hacia los grandes dramas sociales que se heredan de la dictadura, se le confiere al Estado una función un poco más protectora que antes. Mirado en términos globales, la propuesta de la Concertación no es de grandes cambios en la política. Apuestan a “nosotros redemocratizamos el país y valorizamos la democracia en sí misma, no como un instrumento en función de otra cosa. Y vamos a hacer lo que sea para que la democracia no vuelva a hundirse en Chile”. Lo cual, quienes vivimos la dictadura, sabemos que no es algo menor, no es indiferente que uno pueda salir a la calle a marchar y no terminar torturado en una mazmorra o muerto. No quiero minimizar ese componente de la política concertacionista. Pero no veo que haya una agenda de cambios más profundos en esa apuesta.

Conducciones visionarias

–Usaste un concepto clave, que es el de trauma, como este elemento incapacitante; un golpe tan fuerte, que colapsa la capacidad de reacción y muchas veces provoca actitud defensiva y de miedo, de no dar ese paso siguiente. ¿Qué pasa con las nuevas generaciones, que superan este trauma y se integran de otra manera a la política?

–Estas generaciones nuevas no cargan con la mochila de cosas que no vivieron y de las cuales no fueron responsables, lo cual les da una postura más valiente, más desprejuiciada y más frontal para hacerse cargo de los problemas que a ellos les va a tocar resolver como generación.

–Hay una entrevista que diste el año pasado, donde te preguntaban para qué servía la historia como disciplina. Y tu respuesta fue: la historia, su gran utilidad, es que de alguna manera desnaturaliza aquello que se considera que es así. Y de hecho usaste el ejemplo del que va a la marcha contra las AFP. Alguien que sale a la calle a protestar en contra de un sistema que está instalado hace cuarenta años es alguien que cobra conciencia de la historicidad, que actúa sabiendo que la historia existe y las cosas son de cierta manera, pero pueden ser cambiadas también. 

–El tema de las AFP es algo muy central porque no es algo que se vaya a resolver muy fácilmente. Porque en las AFP no solo está comprometido el tema de la previsión personal de cada uno de nosotros, sino que sobre ellas descansa en gran medida el modelo económico. Entonces meterse con eso implica provocar reacciones muy fuertes de los más poderosos, que no van a desentenderse de esa estructura así, tan fácilmente. Claramente para lo que se creó ese sistema, discursivamente, que fue para mejorar nuestras pensiones, no está ocurriendo, más bien al contrario. Estas generaciones más jóvenes dicen, “bueno, si no está funcionando hay que cambiarlo”. Y se atreven a decirlo con mucha más fuerza y prestancia de lo que tal vez tendrían si cargaran con el peso del trauma de la dictadura. Las motivaciones son muy distintas. No es yo quiero arreglar mi propia situación previsional, sino que “yo quiero arreglar el país”. Y eso tal vez implique meterle mano a engranajes mucho más serios que lo que se podría hacer a través de cambios cosméticos.

–Sé que los historiadores no estamos para hacer predicciones. Pero no tanto como predicción, sino como análisis: ¿cuáles podrían ser las posibles salidas para el momento en que estamos ahora? ¿Una salida populista, revolucionaria, o una reformulación de este sistema y estos grupos en el poder?

–Una de las características fundamentales de la historia es que uno nunca sabe lo que va a pasar mañana ni menos pasado mañana. Hay una anécdota maravillosa de Herbert Hoover, el presidente norteamericano en 1929, que el día antes de la quiebra de la bolsa de Nueva York decía: “el capitalismo está más fuerte que nunca y el futuro va a ser de miel sobre hojuelas hasta donde puede ver la predicción humana”. Y al día siguiente quiebra la bolsa y entra el capitalismo en una de sus crisis más prolongadas. Uno nunca sabe lo que va a pasar. Uno puede imaginarse escenarios en función de lo que ha pasado anteriormente, yo creo que todos esos son posibles, tal vez menos el revolucionario en este minuto. Hay un escenario, el más catastrófico, de caos total: que el sistema entre en una especie de empate catastrófico de largo plazo y caigamos en situación de desgobierno y desintegración político y social aguda. Que es un escenario posible y con el cual los sectores gobernantes asustan a la población. Está el escenario populista, que es muy peligroso porque uno no sabe en qué puede terminar. Por definición no tiene una propuesta programática clara.

–Y tiende a definirse por la negación. Vamos a terminar con la corrupción, pero ¿por qué la vamos a reemplazar?

–Y se asocia a figuras carismáticas que concentran mucho poder y es bien peligroso. Yo tirito todos los días cuando veo lo que está pasando en Estados Unidos. No hay cómo prever lo que puede hacer el gobierno de Trump. Está la salida más sistémica que es decir “vamos a parchar algunas de las cosas que están funcionando más mal, pero sin comprometer los pilares fundamentales del sistema”. Que es un poco lo que ocurrió en los ‘20 y los ‘30. Cuando uno usa la palabra parche puede sonar un poco peyorativa, pero esos fueron parches importantes y que funcionaron. Para asumir esa salida se requieren conducciones bastante más visionarias que las que estamos viendo actualmente en nuestro país. Finalmente lo que pasó en los ‘20 y los ‘30 fue que hubo grupos que fueron capaces de decir, “si queremos resolver esta crisis en serio, tenemos que exponernos a un cierto grado de pérdida y dolor. Y vamos a tener que enfrentar intereses creados muy poderosos que se van a defender”. Esas conducciones más visionarias yo no las veo en este minuto en la política chilena. Lo que veo como más remoto, y desde mi punto de vista es triste, es la salida revolucionaria. Porque en una revolución se tira toda la carne a la parrilla y eso implica que segmentos grandes de la sociedad estén dispuestos a emprender esa aventura. Si en Chile hubo una experiencia como la de la UP, que contó con apoyo social masivo, fue en parte porque muchas personas se creyeron el cuento y dijeron, “esto sí puede pasar y por lo tanto yo me la voy a jugar”. Y se sumó a eso que lo que Allende prometió fue que la revolución se iba a hacer sin grandes costos, se iba a hacer pacíficamente y por la vía institucional.

–¿Qué opinas de estos nuevos grupos políticos que tienen antecedentes de los años noventa, como la SurDA, pero que han venido a hacer relecturas del escenario político, que no se identifican con el duopolio y que están tratando de levantar alternativas de izquierda? ¿Crees que puedan tener un rol relevante en esa crisis?

–Me alegro que existan esos grupos y se esté debatiendo en serio en este país la refundación de la política, que es la única forma por la cual vamos a salir de la crisis. En una crisis hay que tomar el timón y moverlo hacia algún lado, si no vamos a seguir dándonos vuelta en lo mismo. Lo que me gusta a mí de estos nuevos grupos es que no priorizan esa visión tecnocrática de la política, sino que aprovechan la crisis para profundizar en su crítica. Es bueno que se empiece a plantear en serio que hay un modelo que tiene ciertas características que no son saludables para la convivencia social, por lo tanto no se va a resolver la crisis de verdad si no se hacen transformaciones profundas. Y que eso se empiece a debatir y a hablar en serio creo que es de las pocas cosas positivas que vemos en el momento político del país.

Rodrigo Márquez, sociólogo del PNUD: “A las comunidades territoriales les falta pasar de la resistencia a los proyectos”

Mientras los sucesivos alzamientos territoriales les complican la vida a las industrias emblemáticas del Chile exportador, obligando a un debate sobre los costos sociales y ambientales del modelo, Rodrigo Márquez, coordinador del Informe de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD), prepara junto a su equipo un nuevo informe que se pregunta por el potencial político de este fenómeno.

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Diálogo con María Emilia Tijoux: La crueldad del racismo como marca de la historia

De sus motivaciones para estudiar las migraciones, las huellas que dejaron en su aproximación la infancia y el exilio, y la gravedad de los discursos xenófobos en boga conversamos con María Emilia Tijoux. Para comprender el rechazo al extranjero en Chile, sostiene, debemos situarlo a la luz del racismo heredado y aún practicado contra los indígenas. Y para combatirlo, añade, son necesarias las armas de todas las disciplinas. La Universidad, coinciden entrevistada y entrevistadora, ambas académicas de la Universidad de Chile, no puede ser espectadora.

Por Ximena Póo / Fotografías Alejandra Fuenzalida

Diciembre en Santiago de Chile, muy cerca de La Moneda, donde se discute el devenir de la República. Ahí, en los extramuros del bullicio, decidimos conversar con María Emilia Tijoux, Doctora en Sociología de la Universidad de París 8 y con una trayectoria que inspira estudios sobre migraciones, cuerpo, racismo, vidas cotidianas y la condición humana. Hace una década leí por primera vez sus textos y desde la comunicación y las humanidades comencé a investigar, mapeando calles para comprender cómo la inmigración intrarregional es para Chile una oportunidad de dar vuelta la cámara y reconocernos en este espacio del mundo. En mi calidad de Doctora en Estudios Latinoamericanos comencé mi búsqueda. Sin embargo, para ambas la búsqueda se inició mucho antes, desde la crueldad del exilio para ella y desde el desasosiego de la migración para mí. Ella en París y yo en Madrid, donde conviven los primeros y cuartos mundos contenidos en metrópolis. Y se inició aquí, en un Chile que aún se resiste a sus derivas latinoamericanas, persiguiendo la blancura de lo imposible. Ambas comprometidas con la diversidad, la interculturalidad, los derechos humanos y la necesidad de que la migración no sea secuestrada por el discurso fascista. La historia ya nos ha enseñado que, como reguero de pólvora, ese discurso sólo termina en odio, violencia y exterminio.

Hoy estamos expectantes. Mientras Trump anuncia muros, aquí se promete una nueva ley migratoria –que debía estar redactada en agosto de 2015 para terminar con la decretada por la dictadura en 1975– y Europa es recorrida por una ola xenófoba que no sabe qué hacer con un mar Mediterráneo mecido por la muerte y con caminos alambrados por donde miles de refugiados intentan avanzar bajo la no-promesa de un futuro.

Cuando era niña, María Emilia Tijoux creció en un barrio obrero de Santiago. Desde ahí que no ha dejado de mirarse en otros, como lo hace hoy en los ojos de una de sus grandes amigas, inmigrante, con trabajos esporádicos, intelectual y fuerte. En su infancia, María Emilia, cuenta, “escondía los zapatos para andar a pie pela’o, igual que mis amigos del barrio; siempre trato de pensar en esa costra en los pies, ésa que se forma por el contacto directo, repetido, cotidiano y directo con la vida. Pienso también en el gueto de Varsovia, donde resistieron armados. Quienes lograban salir, escabullirse, eran los niños. Era ese sufrimiento social el que les había permitido inventar y resistir”. En los barrios obreros aprendió a escabullirse y a trajinar. Y eso jamás se le ha olvidado, menos hoy, cuando investigando sobre racismo en Chile –desde hace más de una década- no pierde un día sin estar en terreno, movilizando a estudiantes de doctorado, magíster y pregrado, educando contra el racismo.

El camino ha sido largo. En Francia, desde su exilio en 1975, comenzó a trabajar en la calle “porque estaba como educadora en barrios denominados de inmigrantes, donde los chicos que vivían allí, malamente denominados de segunda o tercera generación de inmigrantes, eran colocados en un lugar aparte, negado”. Siendo chilena, se insertó rápidamente. “Llegué en condición de refugiado político, pero siempre fue una voluntad nuestra no colocarnos en ese lugar y vincularnos a la sociedad francesa, y así fue que participamos en movimientos por la lucha del pueblo marroquí, por Nicaragua, en la lucha por distintos pueblos. Además comenzamos a trabajar como los inmigrantes cuando llegan, planchando ropa, haciendo aseo, lavando copas, cantando en bares, dando clases particulares de español, siendo secretaria de un grupo de dentistas y médicos”, me dice y yo le cuento que mientras cursaba un magíster en la Universidad Complutense y cubría el “caso Pinochet”, en la noche salíamos a pegar publicidad de una cerrajería de urgencia por cada calle madrileña. Sólo un ejemplo de los trabajos –y de los buenos; tuvimos suerte- que más de un millón de chilenos que han emigrado hoy, seguro, realizan repartidos por el mundo. María Emilia “había estudiado Filosofía y eso allá valía nada. Yo no tenía una conciencia de lo que estaba pasando, salvo que tenía que trabajar rápidamente. Me fui especializando como educadora y luego estudié Sociología. La vida se regularizó medianamente en Francia. Nunca fue un lugar sentido como de castigo. Naturalicé que hacer aseo y ese tipo de cosas, como la mayoría de los inmigrantes aquí, era un trabajo para mí. La mejor enseñanza de mi padre fue que una tiene que hacer de todo en la vida. Y lo que una hace había que hacerlo bien. Yo vengo de la clase obrera y no podría haber sido de otro modo”.

Al regreso a Chile, en los ‘90, le llama la atención que los inmigrantes peruanos en Santiago pasaran largas horas “a los pies de la Catedral, como buscando una suerte de protección de la Iglesia; principalmente mujeres, en situación bastante pobre, que vendían en la calle”. Ahí fue ella. A observar en la plaza y llevar una bolsa plástica grande, como lo hacían sus compañeras de escaños. “Ahí me di cuenta de que algunas eran profesionales y que la mayoría había venido debido a la crisis política en Perú. Ya habían llegado los argentinos por la crisis económica, pero ellos se insertaban rápido de uno u otro modo, sobre todo en el sector de ventas”, cuenta María Emilia.

Comenzó, desde allí, a trabajar en migraciones, investigando las transformaciones sociales, políticas y culturales de familias de inmigrantes. Se interesa por el concepto de viaje, ese viaje no proyectado, la fisura que trasciende cada trayectoria de vida al momento de decidir migrar. Quien ha migrado, incluso si vuelve a su país de origen, nunca deja de ser migrante.

“Me importaba cómo esas vidas cotidianas se iban transformando al ser mal tratadas, ignoradas, insultadas. Y luego viene una investigación con niñas y niños en escuelas de Santiago, y es ahí cuando comienzo a hablar de racismo. Qué otra cosa era que le dijeran a los niños ‘come palomas’, ‘cholo feo’. Y había un enredo entre el origen indígena vinculado con la historia de la guerra”. Y así, continúa, “al buscar en los albores de la República te das cuenta de que hay una marca brutal, y no por la guerra misma, sino porque el origen indígena es un origen negado, maltratado. Y eso vale para el que viene de afuera así como para los que están dentro del país”. Se encontró con la marca de quien la impone para blanquear, higienizar, civilizar desde la fuerza y la negada humanidad.

Después de ese estudio, indagó –entre otras investigaciones relacionadas con campamentos, pobreza, cuerpo, género- en las trayectorias laborales exitosas de inmigrantes peruanos. “Las entrevistas eran a gerentes, dueños de grandes empresas, restaurantes; en un comienzo siempre decían que no habían tenido problemas en Chile, pero cuando uno insistía más en sus vidas cotidianas, lo que aparecía era el racismo. Algo detonaba el origen indígena, aunque no lo fueran”. Mientras buscaba estas respuestas, en el Instituto de la Comunicación e Imagen buscábamos cómo los medios se constituían en dispositivos que reproducían relatos discriminatorios que lograban constituirse en un discurso xenófobo, clasista, naturalizando el lugar común que construye a Otro desde el espacio de la criminalización o desde la victimización; desde un lugar inferior.

Ir más atrás para mirarnos

Para mirarnos hay que ir más atrás, desde una mirada interdisciplinaria que devuelva a la academia esa posición crítica que demanda la sociedad. “Somos colonizados y somos una mezcla de distintos lados, pero la más problemática de las mezclas es la anterior a la inmigración del siglo XIX, que tiene que ver con la obsesión por la blancura, los lazos con Europa. Nosotros ya estamos en un lugar negado desde antes y basta con viajar para que nos demos cuenta de que no somos los europeos que pensábamos ser, sino que somos chilenos y chilenas con origen indígena también”, dice María Emilia, mientras comentamos sobre las deportaciones en el aeropuerto, las tratas de personas en las fronteras del norte y de la zona austral. Pensamos en cómo Chile está al debe con los mismos tratados internacionales que ha firmado y que deberían resguardar a quienes migran al país.

“La llegada de inmigrantes afrodescendientes, especialmente de piel negra, nos instala en un espacio necesario para mirarnos en ellos. La diferencia es una producción política”, enfatiza, y por eso no hay que dejar de lado la noción de que “hay una historia construida en el racismo, anterior a lo que estamos viendo ahora. Está sostenida en una antropología racista del siglo XIX y en una filosofía que también lo plantea desde el dualismo cartesiano. Cuando los españoles llegan a estos territorios hablan de los indígenas como habitantes sin alma. La cuestión del alma la resolvían evangelizándolos. Es decir, si son dominados. Pero, ¿qué pasa con el que se rebela y no acepta entrar en este juego civilizatorio de dominación que se da con mucha brutalidad según los territorios y según el tipo de españoles que llegaron?”. Hoy estamos en un contexto globalizado de desplazamientos de personas debido a la pobreza, las persecuciones, las guerras. Estamos en un cambio de paradigma. Las personas nos desplazamos, insistimos, ya no de sur a norte, sino que en todas direcciones. En el norte se desplazan del este al oeste; desde el norte de África a Europa; hay desplazamientos de sur a sur. María Emilia no habla de flujos; yo tampoco.

Al deconstruir los conceptos que están detrás de la historia será posible destrabar lo que nos pasa hoy; la academia, piensa, debe “examinar los conceptos de base para desnaturalizar sentidos comunes que ya se han fijado, incluso, como científicos, validados y legitimados desde la instrumentalización de una razón que ha justificado incluso los genocidios”. Y esto tiene mucho que ver con cómo se legitima el castigo contra la gente y con cómo el concepto de “clase” no se puede separar del concepto de “raza” y tampoco del concepto de “nación”. “Desde ahí vienen todos los posicionamientos diferenciados para situarnos como personas. Y es ahí donde algunos quedan más abajo que otros; las naciones se quedan unas sobre otras”, reflexiona María Emilia antes de acotar que “el otro concepto asociado es “género” en esta trama de clase-‘raza’-nación. En todas las construcciones del racismo y el fascismo hay patriarcado. Si no vemos eso en conjunto no vamos a lograr destrabar la historia y seguirán matando mujeres, persiguiendo a inmigrantes y seguirá habiendo trata de personas”.

Investigar y acoger

Como académicos y académicas, sostiene y concuerdo, “no podemos dedicarnos sólo a hacer ensayos. Me parece que son interesantes, pero cuando se trata de problemas tan duros la investigación tiene mucho más sentido. Y ojalá fuera lo más rigurosa posible, sea ésta cualitativa o cuantitativa. Veo muy difícil poder construir un discurso potente, argumentado, seguro, si no se hace investigación y no se va a terreno. Si no se hace un trabajo empírico, ojalá interdisciplinario, porque los ojos que hay que ponerle al problema a veces quedan chicos. Para el caso del racismo y el clasismo necesitamos investigación interdisciplinaria desde la medicina, las humanidades, las ciencias sociales, la comunicación, la educación, las artes”.

Y lo necesitamos cada vez con más urgencia. Estamos en un momento de inflexión pre-electoral que nos ubica en un escenario de populismos donde el Estado sigue ausente. “Los últimos dichos de Sebastián Piñera y Manuel José Ossandón son demasiado graves al vincular migración con delincuencia. No basta que se hagan unos cuantos memes y la gente se ría de que Piñera no maneje ciertos conocimientos culturales. Lo que él hizo está pensado, es algo racional que iba a tener efectos en unos sentidos comunes muy potentes, especialmente en los medios de comunicación, y que después iba a tener efectos en todos los sectores sociales más abandonados por el Estado, que están viviendo situaciones de soledad, endeudamiento, cesantía”. Toda esa rabia tiene que buscar culpables y, ya se ha visto aquí, en Europa y Estados Unidos, que “los culpables tienen que venir de afuera”.

Esta construcción ha sido transversal y ha quedado en evidencia, por ejemplo, cuando Alejandro Guillier habla de “seleccionar” migrantes. “Selección”, se detiene María Emilia, “es la palabra de los nazis. Hay un lenguaje de guerra para tratar a un enemigo”. Y volvemos a los conceptos. Por ejemplo, ¿por qué hablar de amnistía migratoria si estar indocumentado o sin papeles no es un delito, sino sólo una falta administrativa? ¿Por qué hablar de ilegales si ningún ser humano es ilegal?

Así es como surge otro concepto en este diálogo, el de “crueldad”; la crueldad fascista, racista, y le recuerdo algunos posteos en medios, esos comentarios que se ubican debajo de las noticias y que, para el caso de noticias relacionadas con inmigrantes en Chile, son de una violencia extrema. Deberían estar prohibidos por ley, decimos mientras abrimos alguna página de La Tercera o El Mercurio. Y ahí están. Hay torturas, asesinatos, violaciones, ensañamientos; están escritos en clave de deseo. “Alientan a ser crueles; la brutalidad del racismo que vi en Francia era mayor que acá y por eso me preocupa que aquí llegue a esos niveles”, dice María Emilia al tiempo que pensamos en la resistencia, el concepto que viven a diario quienes sufren estos discursos y sus efectos. “Ese deseo de aniquilar –insiste- se puede canalizar desde otros lugares: pedir selección para que sólo entren los buenos inmigrantes, leyes más duras, pedir que se hagan exámenes para saber si traen enfermedades. Ahí se expresa el deseo de tenerlos en el lugar del enemigo, en el lugar de la guerra, en el lugar del contaminante”

Discusión de gratuidad en Educación Superior por glosa presupuestaria: Opiniones sobre la ausencia de una ley larga de educación

A fines de noviembre, en Comisión Mixta del Parlamento se logró resolver la discusión que evitó que la oposición llevara la decisión sobre gratuidad en Educación Superior al Tribunal Constitucional y que permitirá financiar la educación de los estudiantes más vulnerables del país. El acuerdo, que homologa los aportes vía becas a planteles privados y estatales, implicó una ardua negociación sobre la que los parlamentarios involucrados aún guardan sus dudas y aprensiones, y reafirman la necesidad de contar, al fin, con una ley larga de educación para el próximo año.

Por Ana Rodríguez | Fotografías: Alejandra Fuenzalida y Felipe Pizarro

Andrés Zaldívar, Senador DC:

“Ojalá antes del presupuesto del próximo año tengamos una ley de financiamiento a la Educación Superior como debemos”

La solución que se dio fue la más realista que se tenía a mano. Quedar expuesto al Tribunal Constitucional era un tema que había que evitar y creo que lo que lograron los ministros de Hacienda, Educación y Secretario General de la Presidencia fue un logro realista y positivo. Esto hay que contemplarlo, por supuesto, en una ley larga definitiva y no tener que recurrir a la Ley de Presupuesto nuevamente. Ojalá antes del presupuesto del próximo año tengamos una salida, una solución y una ley de financiamiento a la Educación Superior como debemos, que está pendiente en el Parlamento.

Hubo una concesión en cuanto al aumento de cupo de becas, pero que yo creo que si hubiéramos ido al Tribunal Constitucional hubiese sido mucho más complejo, con mayores costos. Además logramos una cosa que es muy importante, que la agenda no ha valorizado, que es la gratuidad en los Institutos Profesionales y Centros de Formación Técnica, con cuatro años de acreditación y que no tengan fines de lucro. Creo que es un gran avance que va a beneficiar a miles de estudiantes, normalmente los más vulnerables.

¿Comparte la idea de que en esta pasada las universidades estatales han sido apartadas de la mano del Estado?

No estoy de acuerdo con esa tesis porque creo que se logró algo que es también importante, la aprobación de un plan de fortalecimiento de la educación de los establecimientos estatales. También hay ahí puntos de apoyo donde tenemos que seguir insistiendo en que se fortalezca la educación de las universidades estatales sin que ello signifique desmedro de las otras universidades que cumplen también una función pública y que históricamente así ha sido, las llamadas G9 más las universidades que pertenecen al G9 y al Cruch, como la Alberto Hurtado, la Silva Henríquez, o la de Concepción. Tenemos que reconocer que si bien no son estatales, históricamente han cumplido una función equivalente a las universidades estatales.

¿Qué le parece a usted que el Estado dé la posibilidad a las universidades estatales de recibir un financiamiento estable que les permitiera, más allá de las becas por cada alumno que ingresa, desarrollar investigación y extensión y que esos ítems no dependan del número de alumnos captados por año?

Lo que hay que darle a las universidades estatales es una mayor capacidad de gestión. Porque también tenemos que exigirles calidad y acreditación. Y en cuanto a recursos, por supuesto que tendrá que hacerse un plan de apoyo a las universidades estatales, pero que también sea correspondido con acciones concretas en mejoría y calidad de la educación. Creo que hay que evitarles burocracia, hay muchos controles de la Contraloría que no corresponderían y además la capacidad de endeudarse para determinados efectos, para hacer inversión en infraestructura y que además haya un plan especial de apoyo a las universidades estatales.

Carlos Montes, Senador PS:

“Hace años que las universidades estatales han estado perjudicadas respecto al resto”

“Podría haber habido un presupuesto consistente con la opción que tiene una parte importante de la Nueva Mayoría de fortalecer las universidades estatales. No fue así. Se esperaba que este año fuera así, no nos resultó. Y eso nos dejó muy su – jetos a la decisión final y lo que se logra es bastante limitado. Hace años que las universidades estatales han estado perjudica – das respecto al resto. Justamente se trata de comenzar a revertir esto, de comenzar una recuperación. A mí me parece mal que esto no se haya logrado, por razones políticas, construir un vínculo más fuerte con las universidades estatales. El Estado tiene la posibilidad de apoyar proyectos interesantes y también a los estudiantes. Creo que no fue un buen paso, al contrario”.

Jaime Bellolio, Diputado UDI:

“No creo que un bien público solamente pueda ser entregado por las universidades que son estatales”

(La discusión de este año) nos ha dejado como aprendizaje que el Ejecutivo no puede hacer discriminación arbitraria, tiene que tratar de igual forma a estudiantes que son vulnerables. La discusión más larga puede ser que por qué algo que era tan fundamental para la Educación Superior, como la gratuidad y como la entrega de las becas, solamente está siendo legislado año a año a través de la ley de presupuesto y no a través de una ley larga de Educación Superior.

La razón por la cual no hemos legislado todavía es que el Gobierno se disparó en ambos pies. Primero se dispara cuando se presenta un proyecto que en mi visión es completamente atrasado, que tiene una visión nostálgica de lo que fue la universidad hace 40, 50 años, que no responde a una idea de universidad, ni siquiera a una idea de Educación Superior que quiera promover por los próximos años. Transversalmente fue rechazado y entonces hace un grupo de propuestas para indicaciones, que a su vez también es rechazado. Entonces ahí termina por dispararse en el otro pie. Y yo me imagi – no que lo que ahora va a querer hacer es gobernar no solamente para una minoría, sino que quieren hacerlo para la mayoría de los ciudadanos, con una visión de largo plazo y no con una mirada nostálgica de lo que ya fue la universidad.

¿A qué se refiere con una visión nostálgica de lo que fue la universidad?

Se nota demasiado cuando en las presentaciones se refieren a la universidad foucaultiana como la única posible. Es decir, una que sea compleja, que se dedique a la investigación de manera central, que tenga todas las áreas presentes. Esas universidades en el resto del mundo son contadas con los dedos de una mano. Y este proyecto estaba hecho como que todas las universidades chilenas tengan que atender a ese modelo, lo cual es completamente absurdo. En ese nivel quedarían solamente la Universidad de Chile y la Católica. Es una visión cómodamente nostálgica y que no responde a las necesidades del futuro.

Sin embargo, universidades que sí se han dedicado tradicionalmente a la investigación, como la U. de Chile, quedan un poco a la deriva en cuanto a esas áreas cuando se mantiene el criterio de gratuidad por becas.

El Gobierno se metió en un zapato chino al querer decir que hay que separar el financiamiento de la docencia del de la investigación y la extensión. Significa que son ellos quienes pueden saber mejor que las universidades cuánto cuesta hacer esa docencia. Entonces entregan estos aranceles regulados para la gratuidad, que sabemos que le producen déficit a las instituciones. Tanto así que la Universidad Diego Portales, la Alberto Hurtado, la Católica y la misma U. de Chile dicen que si siguen tal cual, no pueden seguir con el mismo nivel de calidad de sus proyectos educativos. Ahí hay un zapato chino y creo que hay que hacer una separación entre el tratamiento del Estado hacia las universidades que son propiedad del Estado versus el resto de las universidades. Lo que no creo es que un bien público solamente pueda ser entregado por las universidades que son estatales. Pero como en las instituciones estatales el mandante es el Estado, tienen que preocuparse de tener un gobierno corporativo de tal forma que no queden capturadas por un grupo de profesores, estudiantes, o un grupo político para que haya pluralismo al interior de ella y represente a la sociedad. Y sí creo que puede haber fondos dedicados a universidades estatales porque tienen proyectos de investigación, regionales. Pero en el tratamiento de los estudiantes creo que es distinto. Y ahí sí que no puede haber en mi opinión un tratamiento desigual, es decir, que tengan ventaja si es que van a una universidad del Estado y desventaja si van a una universidad que no es del Estado.

Alberto Robles, Diputado PRSD:

“Lo que (los gobiernos de los últimos años) han hecho es impulsar a las universidades del Estado a actuar como si fuesen universidades privadas y eso es un sinsentido”

No me gusta legislar con glosa de presupuesto cosas que son tan relevantes, como la Educación Superior de nuestro país. Desde el año pasado mi planteamiento es que debiéramos haber tenido esto resuelto en la ley de Educación Superior. Lamento mucho la presión ejercida por la derecha para entregarles más aportes a las instituciones privadas amenazando ir al Tribunal Constitucional. Esa es una forma de hacer política que yo no comparto, me parece poco correcto resolver temas de tipo político con presiones de este tipo. Y no respaldado en temas más valóricos, sino más bien en defensa de instituciones privadas.

El problema más importante de la discusión anual en glosa presupuestaria es que no resuelve el tema de la gratuidad en su conjunto, en forma concreta. La gratuidad hay que financiarla en forma adecuada, permanente, no año a año. Tiene que ser una política pública permanente. Las leyes permanentes son las que aseguran políticas públicas permanentes. Lo que hace una glosa es simplemente discutir cómo y cuánto se va a entregar y no da certezas ni a las instituciones de Educación Superior ni tampoco a las familias que requieren de la gratuidad para educar a sus hijos.

Creo que las que más perdieron, para ser franco, en esta discusión, fueron las universidades privadas del Cruch. Todas ellas tienen un desarrollo histórico en nuestro país de aporte a la Educación Superior durante muchos años y además son todas instituciones de gran calidad. Se aumentó el número de becas, pero principalmente para universidades privadas y no necesariamente las del Cruch. Me parece que ahí hubo una mirada un poco inadecuada, por decir lo menos.

El trato que el Estado de Chile ha dado a sus universidades a través de los gobiernos de los últimos años ha sido inadecuado. Lo que han hecho es impulsar a las universidades del Estado a actuar como si fuesen universidades privadas y eso es un sinsentido. Estoy convencido de que las universidades del Estado deben ser apoyadas, fortalecidas muy importantemente, no sólo en el financiamiento, sino también desde el punto de vista de la acción del Estado con sus universidades. Permitiendo que éstas trabajen en red, se articulen, se colaboren y sean instituciones que, si bien es cierto están una en cada región, no es menos cierto que todas deben confluir en un objetivo común, en términos de brindar educación de calidad a todos los chilenos sin distinción de ningún tipo.

Camila Vallejo, Diputada PC:

“Es vital que el Estado refuerce el vínculo con sus instituciones”

El hecho de que la gratuidad haya sido discutida por una glosa en vez de en el marco de una reforma integral a la Educación Superior tiene el problema de dejar fuera de la discusión aspectos fundamentales como la regulación y democratización de las instituciones de Educación Superior. En ese sentido, el problema es que el debate se centra en el acceso, pero no se considera el tema globalmente. Si bien es positivo que más jóvenes puedan ingresar a la Educación Superior de manera gratuita, al hacerlo mediante una glosa en la Ley de Presupuesto y no en el marco de la reforma a la Educación Superior, corremos el peligro de poner más recursos públicos a instituciones que no cuentan con una regulación adecuada. Por eso es necesario que la gratuidad sea tratada en el marco de una reforma que contemple la regulación y democratización de las instituciones de Educación Superior.

Me parece bien que jóvenes vulnerables tengan la oportunidad de estudiar en instituciones privadas sin fines de lucro y debidamente acreditadas. El problema es que la actual legislación no asegura que efectivamente se cumpla con el requisito de no lucrar y también hay falencias en cómo medimos la calidad de la educación que estas instituciones entregan, entonces existe el peligro que dineros públicos no vayan efectivamente a educación, sino al bolsillo de los dueños. Por esto mismo es que urge que temas de financiamiento sean vistos en el marco de una reforma a la Educación Superior que tenga como eje el derecho a la educación desde una institucionalidad pública, democrática y pluralista. Soy una convencida de que es un deber del Estado hacerse cargo de sus universidades y ahora también lo será de sus Centros de Formación Técnica. Este hacerse cargo no pasa sólo por aumentar la cantidad de recursos (que sin duda debe hacerse), sino velar porque efectivamente la educación pública superior, tanto universitaria como técnica, sea de la mejor calidad y ofrezca reales oportunidades de desarrollo para las y los jóvenes, pero que también sea un pilar fundamental de desarrollo para el país, en materia cultural, científica y tecnológica. En este sentido, es vital que el Estado refuerce ese vínculo con sus instituciones, impulsando la colaboración entre ellas.