A sus 45 años, el artista visual que ha hecho carrera como docente e investigador en la U. de Chile llega a reemplazar a Francisco Brugnoli, quien estuvo 23 años a la cabeza del Museo de Arte Contemporáneo. Cruz sueña con revivir la historia del edificio de Parque Forestal, convirtiéndolo en un laboratorio de artistas que muestren su quehacer, y con acondicionar la sede de Quinta Normal para formatos multimedia y experimentales. Tiene claros sus principales desafíos: sortear el escuálido presupuesto y consolidar al MAC como un museo nacional.
Por Denisse Espinoza A.
Daniel Cruz (1975) reconoce que, probablemente, las razones por las que su nombre se impuso sobre otros para asumir como nuevo director del Museo de Arte Contemporáneo tengan más que ver con su currículum académico en la Facultad de Artes de la U. de Chile —de la cual depende el museo— que con sus redes de contactos en la escena artística local e internacional.
Quizás por eso solo dos días después de que asumiera oficialmente el cargo, una nota de prensa lo calificó como “poco conocido en el sector”. Pero lo cierto es que Cruz, un artista visual de mediana trayectoria que ha participado en innumerables exposiciones colectivas de arte y bienales internacionales, y que incluso impulsó la creación en 2011 del concurso Matilde Pérez, Arte y Tecnologías Digitales, es sobre todo conocido en su sector, el sector de la investigación artística, la experimentación y la educación.
“Creo que llegaron a mi nombre porque me ha tocado este año y medio, desde mi función anterior como director académico de la Facultad de Artes, tener mucha presencia en distintas instancias de la universidad, haciendo presentaciones relativas al arte en consejos universitarios, en relaciones entre la facultad y vicerrectorías. Mi nombre no aparece de la nada”, afirma Cruz. “De inmediato muchos artistas importantes a nivel nacional me escribieron entregándome apoyo y ánimo frente a este desafío y poniéndose a disposición para lo que necesitara. Esa es la contratapa que no consigna el titular del diario”, agrega.
En sus 23 años a cargo del MAC, Francisco Brugnoli desarrolló una tarea titánica: levantó el edificio del Parque Forestal, que estaba en ruinas desde el terremoto de 1985, consiguiendo en 2004 fondos directos por cerca de 1.750 millones de pesos del gobierno de Ricardo Lagos. Hizo crecer la colección de 1.700 piezas a más de 3 mil y trajo muestras de importantes artistas internacionales que marcaron hito a nivel local como Yoko Ono en 1998; la performance de Spencer Tunick en 2002; el movimiento Fluxus en 2005; la venida de la Bienal de Sao Paulo entre 2004 y 2007 y la retrospectiva de Michelangelo Pistoletto en 2018.
Sin embargo, hoy Daniel Cruz debe hacer frente a una crisis latente de presupuesto en la que siempre ha vivido la institución, que Brugnoli no pudo revertir y que hoy se agudizó debido a la pandemia. “Llevamos 14 meses cerrados, entonces mi primera tarea es echar a andar con el equipo el plan retorno. Hemos empezado a abrir para hacer labores de limpieza de las salas y hemos retomado el contacto con todos los artistas que deben exponer en el segundo semestre. Tenemos 29 exposiciones comprometidas para inaugurar”, señala.
En cuanto a los recursos, el artista reconoce que son deficitarios. “Recibimos cerca de 600 millones de pesos al año, que, comparativamente con otros espacios culturales, es muy acotado, sobre todo para la cantidad de metros cuadrados que tenemos repartidos en dos sedes y la cantidad de exposiciones que desarrollamos. Piensa que el GAM [la Galería Gabriela Mistral] obtiene 1.300 millones de pesos y su espacio y programación es mucho más reducida”, plantea.
—¿De qué forma piensa afrontar el problema de los recursos que recibe el museo?
—Creo que esta es una pregunta que como Universidad [de Chile] tenemos que abordar, entendiendo que el museo no es solo un dispositivo de la Facultad de Artes, sino un centro extensional de carácter universitario, pero de relevancia nacional. El MAC tiene que ser considerado tan importante y necesario como otros espacios que tiene la misma universidad, como el Hospital Clínico o el Centro Sismológico. Hoy todo el presupuesto proviene de la Facultad de Artes, pero estamos ya barajando otras posibilidades para generar una inyección que no sea solo de la Universidad. El arriendo de los espacios del museo para productoras y otro tipo de eventos ha sido una forma histórica en la que se levantaba fondos, y que es un modelo que se hace en otras partes del mundo, no es algo solo del MAC, pero ahora por la pandemia tampoco ha sido posible. Creo que el MAC es un lugar interesante y querido por los artistas, si no fuera así no tendríamos 29 muestras que inaugurar. La mayoría de estos artistas levantaron ellos mismos sus fondos para exponer, no son fondos del museo. Nuestra parrilla programática tiene compromisos hasta el 2022.
Entre las exposiciones que se esperan para el segundo semestre en Parque Forestal están Leaking women, de Soledad Pinto y Paula Salas, y Líquida superficie sólida, de Alejandro Leonhardt, mientras que en abril de 2022 se montará Delira de Nicole L’Huillier y Post escultura, integrada por 10 artistas y curada por Luis Montes Rojas. Mientras que en Quinta Normal está programada una selección de fotografías del acervo MAC, a partir de un proyecto financiado por el Fondo de Mejoramiento Integral de Museos, del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, y Geometría emocional, una propuesta de Juan Castillo con curatoría de Andrea Pacheco González.
Cruz cuenta que el plan retorno está fijado para mediados de agosto, pero siempre sujeto al Plan Paso a Paso. De cualquier manera, no será una apertura total como lo era antes de la pandemia. “Tenemos una cantidad de protocolos que hay que cumplir. Las inauguraciones no existirán como tal, serán otro tipo de acciones, el asistir al museo no será tan libre, habrá que agendar, habrá un acompañamiento para definir la trazabilidad de la gente que entra y sale, habrá un horario para recorrer el museo por turnos y no abandonaremos las muestras virtuales”, afirma.
Un edificio para el MAC
Formado en pregrado y magíster en la Universidad de Chile y con una especialización en el Harvestworks Digital Media Art Center, de Nueva York, Daniel Cruz pertenece a la generación de artistas de fines de los 90 que, como él dice, vivieron “la resaca” de la dictadura: criados bajo el miedo a la represión y la esperanza en un modelo económico que terminó fallando por completo. Al igual que Iván Navarro, Patrick Hamilton, Mónica Bengoa, Voluspa Jarpa o Cristián Silva Avaria, Daniel Cruz egresó cuando las ferias de arte hacían furor en la región y el Fondart se instalaba como la herramienta para producir arte en Chile.
Sin embargo, el nuevo director del MAC es escéptico del mercado y jamás ha participado de una feria de arte. Quizás eso explica que tenga más interés en el proceso, la investigación, las materialidades y las lógicas de trabajo que en el objeto artístico en sí mismo.
“Creo que poner el foco en la legitimación de la obra terminada es un error, es importante hablar de los procesos de creación también. ¿Cuántos coleccionistas de arte hay y cuántas obras por encargo existen? En un país de 18 millones de personas, muy poco, el mercado local no existe. Hoy quien se hace llamar artista está haciendo una declaración de principios política en contra de este sistema, es un ser indisciplinado. Tiendo a pensar, además, que el artista no es un ser instantáneo, y que todo lo que hemos vivido en estos últimos dos años de revuelta es algo que no vamos a terminar de ver ahora mismo. Es interesante leer esa secuencia que tiene que ver con los recorridos y no necesariamente con una respuesta inmediata. Hay un peligro también en que la obra de arte se transforme en un relato de contingencia que puede ser panfletario, a mí me cuesta leer esas respuestas tan inmediatas. Tengo la sensación de que el artista está observando y tiene otros tiempos de administración y lectura. Mis propios proyectos tienen una trama de tres a cuatro años”.
Su última muestra, desarrollada entre abril y junio de 2019 en el MAC de Quinta Normal, se tituló Espesores tisulares y reunió una serie de objetos entre fotos, videos, pintura en spray, instalaciones reactivas, textos y aplicaciones móviles que hablaban sobre “el significado de estar en red, la era de la tecnología e información” y “los conceptos de privacidad, invisibilidad, transparencia, seguimiento y traza”.
Antes, el artista había desarrollado otras obras como Robotype y Océano de 1cm de profundidad —exhibidas ambas en el MAC de Parque Forestal, en la Bienal de Artes Mediales y en el Centro de Arte Nacional Cerrillos—, donde utilizaba búsquedas de palabras claves en Twitter que luego eran materializadas por un sistema robótico en un piso de arena. Todo era manipulado por el propio espectador.
—¿Cuál es la línea curatorial que quiere imprimirle al museo y cuál será su forma de trabajo en ese sentido?
—Me interesa mucho el ámbito interdisciplinar como un elemento que está también en mi práctica y que tiene que ver con el ejercicio del arte en un sentido ampliado —danza , música, artes escénicas—, donde lo interdisciplinar habla de la contemporaneidad. El MAC debiera proyectarse hacia allá. Estamos en un trabajo muy arduo con el equipo, ya hemos conformado un pequeño comité editorial interno para levantar el nuevo modelo de convocatorias que vamos hacer a la comunidad artística nacional e internacional. No soy curador y no pretendo serlo ahora. Soy artista visual, me encanta hacer docencia, me encanta hacer investigación, me encanta trabajar con las personas, hacer equipos y aperturar conversaciones. Hasta ahora, el museo funcionaba con Francisco como único curador, pero lo que yo propongo es que tengamos una postura como museo y no yo como única persona. Tampoco veo el MAC como plataforma para mi obra. También hay una línea que tiene que ver con prácticas más emergentes, con espacios que queremos empezar a habilitar en Quinta Normal, específicamente. Hay un subterráneo muy atractivo para el trabajo lumínico, proyecciones, instalaciones que requieren de una lógica muy contemporánea que no necesariamente es la del cubo blanco, como una galería. Y por otro lado mi idea es activar el perímetro exterior de Quinta Normal que está protegido y que sería interesante para ciertas obras. Abrir el museo y atraer al público con algo más que un simple pendón que diga MAC. En el caso del edificio de Parque Forestal, me parece importante que sea el lugar para la lectura del acervo del museo, relevar una conversación de las obras históricas de nuestro recorrido cultural como país, pero también dar la posibilidad para que artistas jóvenes puedan instalarse allí y establecer un espacio de laboratorio, preguntarnos cómo podemos apoyar el desarrollo de sus investigaciones y de sus obras. Hoy hay mucho desconocimiento de ciertas técnicas y materiales y el museo puede dar soporte en ello y, en esos términos, por ejemplo, hacer cruces con otras disciplinas de la universidad como la ciencia. Creo que ahí cumpliríamos con el rol universitario de construir un acompañamiento para los artistas no solo en la exhibición y, de paso, que el público pudiese ver cómo los artistas trabajan.
—Esa idea coincide mucho con lo que fue el edificio del MAC en su origen, ligado a la Escuela de Bellas Artes ¿Le gustaría homenajear esa época?
—Creo que hay una concepción del arte como si fuese un ritual mágico, una cuestión oculta que creo hay que transparentar. Justamente esa concepción de los talleres de artistas como espacios de exhibición desaparece y todos los talleres son trasladados al campus de Las Encinas, donde estoy seguro muchos aún no saben que hay una escuela de arte. Creo que con Francisco hubo una apertura grande del museo a artistas que no eran de la Chile, a artistas internacionales y a prácticas amplias, pero aún el MAC debe abrirse más, sobre todo a regiones. Que sea realmente un museo nacional.
—Otro debate abierto que siempre vuelve es la relación del MAC con el Museo Nacional de Bellas Artes y el problema de que compartan edificio. ¿Cuál es su postura frente a este tema?
—Es un deseo muy relevante a nivel de universidad y necesaria para el museo crecer en metros cuadrados, pero la decisión que se tome saldrá de ahí, no será algo que yo decida. Hoy en día ninguna de las propuestas de traslado del MAC ha sido validada y el proyecto [Gonzalo] Mardones [iniciativa privada que implicaba construir bajo tierra una extensión del museo hacia el Parque Forestal] fue desechado de plano por el propio rector.
—¿Merece el MAC quizás su propia infraestructura contemporánea?
—Esa es una bonita pregunta que deberíamos reflexionar en la universidad. Si lo piensas, el edificio del Museo de Bellas Artes fue concebido como museo, igual que el Museo de la Memoria. En nuestro caso, ninguna de nuestras sedes ha sido pensada para el arte contemporáneo. Es interesante esa reflexión porque hoy los programas de exhibición requieren de una infraestructura que no tiene que ver solo con los metros cuadrados sino con una propuesta técnica, que va de la mano con el diseño. También están las áreas de restauración y conservación que necesitan mayor atención. Siempre están ingresando nuevas obras y el trabajo de catalogación es fundamental y los materiales siempre van cambiando. Hace un año y medio me tocó donar una obra para el Harddiskmuseum, que es un disco duro, o sea, lo que doné fue un software, una programación. Sería bonito que el MAC se abriera a ese tipo de donaciones, obras hechas en una materialidad de orden binario. Entonces, cuando veo que se levantan nuevos lugares para el MAC, como el ex Correo o el edificio de TVN, me doy cuenta de que no hay un sentido de pensar el museo desde esa conciencia contemporánea, en torno a los debates de lo que realmente se requiere para exhibir arte contemporáneo hoy de manera adecuada.
—Y, ¿qué sucede con el rol del MAC en los debates que hoy toman la atención del país como es el proceso constituyente?
—Sería interesante que el MAC fuera plataforma para esos debates. Poner a los constituyentes discutiendo en el hall, proponiendo, también para visibilizar que hay constituyentes vinculados a las artes, como Malucha Pinto e Ignacio Achurra, y yo esperaría que haya una representación de ellos con un relato de pertenencia y pertinencia. La cultura ha sido bastante marginada en esta crisis, como tantos otros sectores. Creo que nosotros tenemos que seguir proponiendo y quizás levantar más la voz. Quizás no hemos tenido la capacidad total de hacer propuestas a la ciudadanía o de transmitir la importancia del arte para el país, de su rol más allá de la entretención.