Tocó la puerta de la Universidad en 2013 pidiendo acceso a algunas de las instantáneas que él mismo tomó durante los treinta años en que fue jefe del Servicio de Fotografía. En el Archivo Andrés Bello llevaban un buen tiempo buscándolo: Ulloa era una pieza clave para develar el contenido de los más de 70 mil negativos que este organismo atesora, y entre los que estaba el material de “Rostro de Chile”, la exposición fotográfica más grande en la historia de nuestro país y Latinoamérica, realizada por cuatro fotógrafos —entre ellos, Ulloa— que recorrieron todo Chile por encargo de la Universidad. 62 años después, y tras años de investigación, la muestra es rescatada en un libro de descarga gratuita editado por el Archivo Andrés Bello. Rescatamos esta entrevista que en 2015 le hizo la periodista Francisca Siebert a Domingo Ulloa, quien falleció en 2018.
Por Francisca Siebert
Fotografías: Felipe PoGa
Domingo Ulloa (89) se define como técnico en fotografía. “No tengo otra aspiración”, dice. Empezó trabajando en 1943 —la era de la prehistoria, según él— en una empresa de publicidad. A la Universidad de Chile llegó por insistencia.
—Me iban a ver a la casa y yo dije varias veces que no me interesaba. A mediados del año 51 fueron a decirme que el rector, don Juvenal Hernández, quería hablar conmigo. Hicimos una cita en la Casa Central y me propuso que yo fuera el Jefe Técnico del nuevo Servicio de Fotografía. Me daban el dinero que fuera necesario para comprar equipos, tener un laboratorio, preparar funcionarios ¡todo era fantástico! Ahí empecé— recuerda.
En esa época, sus compañeros de trabajo eran mayores. Tenían alrededor de 25 años y no les gustaba que alguien recién llegado les explicara que lo que llevaban haciendo por años no seguiría. Con el tiempo, las asperezas se fueron suavizando. Ulloa los recuerda como buenos compañeros.
—Trabajábamos con reflectores, con trípodes, con cámaras grandes; no se hacía todo tan fácil como ahora. Además, cuando salíamos a tomar fotografías, llevábamos chasis con placas. No es como ahora, que usted puede tomar cientos de fotos de cualquier situación, incluso ráfagas. En ese tiempo había que tener la foto, esperar el instante, estudiar muy bien la hora de luz— dice Ulloa.
El fotógrafo vivió una época gloriosa de la Universidad. Sobre todo, dice, por el equipo de “gente maravillosa” que llegó.
—Además de Roberto Montandón y Antonio Quintana, estaba Mario Guillar, que luego se fue a Estados Unidos y llegó a ser el fotógrafo oficial del equipo donde jugaba Pelé. Patricio Guzmán, que murió hace poco. Muchos se fueron a Estados Unidos, Brasil, España, Alemania. Y allá fueron personajes, les fue muy bien.
En ese tiempo, recuerda, existía la Dirección de Extensión Musical, la Dirección de Extensión de Artes Plásticas, la Dirección de Extensión Nacional. Había salones de exposiciones en Bellas Artes, escuelas de temporada, el Teatro Experimental; era un tiempo de mucha actividad. Un tiempo en que todo estaba funcionando y en que Ulloa fue pieza importante del proyecto “Rostro de Chile”, que, con motivo de los 150 años de la independencia de Chile, registró el país a nivel geográfico y humano. Además, el trabajo de Ulloa destacó por sus fotografías del paisaje y arquitectura de Santiago en las décadas del 50 y 60, por su registro del ballet de Erns Uthof, de la Universidad de Chile, de los astilleros del Maule; por sus retratos de Pablo Neruda y por la exposición con motivo de los 200 años del natalicio de Andrés Bello.
Con el Golpe Militar se notó el cambio, dice el fotógrafo:
—Yo no tenía ninguna participación en cosas políticas, pero la cantidad de gente que echaron, los alumnos, ¡quedó la desbandada! Hubo gente, sacerdotes, por ejemplo, que eran alumnos y que delataron a todos los compañeros que participaban en cosas políticas. Había un sacerdote que después era periodista en la Radio Agricultura, y él echó al agua a todos los compañeros de su curso y de los otros cursos.
Ulloa sufrió permanentes allanamientos en su casa. Como había hecho clases en el Pedagógico, suponían que “algo de eso se le habría pegado”. Buscaban armas. Ulloa, que estaba casado y tenía hijos, cuenta que mientras hacía las tareas con los niños, los militares irrumpían en su casa, dejaban el desorden y volvían al mes siguiente.
Entre las cosas más impactantes que recuerda de su trabajo en la Universidad está haber fotografiado operaciones al cerebro que realizaba el doctor Asenjo.
—A mí me tocaba ver operaciones de Parkinson, ahí esa gente estaba semiconsciente, permanentemente mirando a los ojos y sentados. Y perforaban por aquí, metían unos instrumentos, y los brazos que estaban bailando de repente se quedaban quietos. ¡Era un milagro! Eran cosas espectaculares que uno veía —cuenta.
Finalmente, se jubiló. Con los militares, dice, estaba “hasta aquí”. Un ejemplo: en la Escuela de Periodismo le entregaron pautas sobre cómo debía comportarse con los alumnos para tenerlos siempre ocupados:
—Para que no piensen, decían. ¡Imagínese las cuestiones! ¿Qué trabajo les doy para que no piensen? ¡Era una barbaridad! —recuerda.
Así dejó la casa de dos pisos y enormes galpones, iluminaciones y telones con que contaba el Servicio Fotográfico.
—El Servicio de Fotografía se vino al suelo, se acabó todo. Después de mí, el diluvio. Me siguió el señor Manuel Danemann, después Darío Osses, y así empezó a pasar gente. En algún momento necesité ver fotos y ya no existía nada de eso. Me dijeron: “está todo ahí, en la Casa Central”. Cuando fui a ver, me encontré con que en un sucucho estaba metido Pepe (José) Moreno y más adentro había una salita donde había un laboratorio. Eso fue tétrico, no quise saber más del asunto. A eso se llegó, se había acabado todo— dice.
Un día, cuenta Ulloa, a la gente de la Biblioteca Nacional se le ocurrió hacer un libro con sus trabajos. Él quiso incorporar a la publicación cosas que se quedaron en la Universidad de Chile. Así llegó al Archivo Andrés Bello, se presentó y preguntó si podía tener acceso a algunas de las fotografías que había hecho.
—Empezamos a mirar, y de todo lo que iba apareciendo, decía “¡esto es fabuloso! ¡Estas tareas son fabulosas!”. Y ahí llegamos al ballet y les pareció que eso era espectacular, entonces dije: “vamos a hacer un libro sobre el ballet”—cuenta.
Ahora, reconoce Ulloa, comenzó a dársele gran importancia a lo que él hizo en la Universidad. Mirándolo a la distancia, dice, cree que sí fue muy relevante la labor del Servicio. —Pero en ese tiempo, como era la Universidad de Chile, ¡todo lo que hacíamos era tan normal! En ese tiempo todo lo que hacíamos nosotros nadie lo podía hacer mejor. Eso era lo que teníamos.
Editado por el equipo del Archivo Central Andrés Bello con la colaboración de Domingo Ulloa, «Rostro de Chile. Exposición de la Universidad de Chile, 1960» reconstruye la aproximación más cercana a lo que fue la muestra, que contenía 410 fotografías en 87 paneles. Fue inaugurada en la Casa Central de la Universidad de Chile el 13 de octubre de 1960 y fue visitada por más de 50 mil personas en sus dos primeros meses. Luego, comenzó una itinerancia por otros lugares de la capital, otras regiones del país, y luego por 14 países durante nueve años, incluyendo México, Estados Unidos y Japón, entre otros. Descarga el libro aquí.