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Eliana Furman, directora teatral: “En esta sociedad la madre que cuestiona su rol es vista como una mujer desagradecida”

La actriz, cofundadora de la compañía Teatro Club Social y discípula de Vivi Tellas —figura fundamental del teatro latinoamericano y fundadora del concepto de biodrama— vuelve al teatro con la obra (Puerperio), un proyecto colectivo que explora, a partir de una larga investigación y recopilación de casos reales, esa etapa silenciada que viven las mujeres después de dar a luz: el puerperio. A partir de ahí, aborda también el aborto, las miradas edulcoradas hacia la maternidad, la soledad de las madres y la violencia obstétrica.

Por Evelyn Erlij

En enero de 1892, la revista literaria estadounidense The New England Magazine publicó un cuento titulado “El tapiz amarillo”, sobre una mujer que, luego de dar a luz a su hijo, va cayendo poco a poco en un estado de locura. El texto, firmado por la escritora  Charlotte Perkins Gilman, describe la “cura de reposo” que un médico le impone a la joven madre para sanarla de su crisis nerviosa: vivir una vida lo más doméstica posible, confinarse, descansar y no tomar un lápiz o un pincel bajo ningún motivo, ya que la actividad intelectual estaba contraindicada. “Si un médico prestigioso, que además es tu marido, le asegura a amigos y parientes que lo que le pasa a su mujer no es en realidad nada grave, sólo una ínfima depresión nerviosa transitoria (tal vez una ligera propensión a la histeria), ¿qué se puede hacer? (…). Personalmente, estoy en desacuerdo con sus ideas. Personalmente, creo que un trabajo agradable e interesante me sentaría bien. Pero ¿qué puede hacer uno?”, se pregunta la protagonista.

(Puerperio). Foto: Andrés Maturana.

“El tapiz amarillo” es un relato feroz que es considerado una de las primeras —o más explícitas— alusiones a la dureza del puerperio o posparto, un período emocional y físicamente turbulento que comienza con el nacimiento y puede terminar hasta dos años después, cuando el organismo de la madre vuelve a su estado original; un tramo de vida del que poco se habla a nivel social y que en las artes tampoco ha sido demasiado tratado. Hay excepciones, como algunos poemas desgarradores de Sylvia Plath, la novela No, mamá, no, de Verity Bargate, o el ensayo “Leche”, de Margarita García Robayo, en el que apunta: “yo escribo desde el puerperio y para las puérperas; las primerizas; las que dudan por default; las que se creen débiles, las que lo son; las que quisieron pero no alcanzó; las de la pregunta constante ¿por qué nadie me dijo?”.

Esa misma interrogante, junto a otros asuntos que afectan la forma en que una mujer vive esta etapa —desde la depresión posparto hasta la violencia obstétrica—, son los que la directora chilena Eliana Furman quiso abordar en la obra teatral (Puerperio), quien luego del embarazo de su primera hija, y en colaboración con un grupo de artistas escénicas, comenzó a investigar y a hacerse preguntas en torno a este tema.

“Se trata de un tramo crítico del cual nadie habla, que transforma para siempre la vida de la madre, dejando profundas cicatrices físicas y emocionales —explica el equipo al detallar los fundamentos de la obra, que estará en cartelera hasta el 28 de noviembre en Taller Siglo XX Yolanda Hurtado—. Creemos que el desconocimiento del puerperio en específico y de la experiencia de la maternidad como un todo, incluyendo su elección, es algo que perjudica significativamente a la sociedad y en especial a la mujer. En el desconocimiento social de los aspectos más sombríos de la maternidad, se aísla a las mujeres que lo viven. Así, muchas mujeres viven algunos de sus procesos de maternaje avergonzadas y en soledad”.

(Puerperio) es un montaje que, desde una visión crítica y feminista, cuestiona las miradas edulcoradas de la maternidad y pone sobre la mesa temas como el linaje femenino, el aborto, la decisión de ser madre y la violencia obstétrica, descrita por la OMS como “la violencia ejercida por profesionales de la salud hacia las mujeres embarazadas, en labor de parto y el puerperio”, y que en Chile afecta a una gran cantidad de mujeres. Según la primera “Encuesta nacional sobre violencia obstétrica” realizada por el Colectivo Contra la Violencia Ginecológica y Obstétrica, un 80% de las entrevistadas afirmó haber sido víctima de ella. 

En la primera etapa de investigación, la directora recolectó testimonios de más de cien mujeres y trabajó ese material junto al colectivo (Puerperio) siguiendo los métodos del biodrama, corriente teatral centrada en la exploración de la vida de personas reales —no actores—, a partir de lo que se construyen piezas biográfico-documentales. Furman viene recorriendo este camino desde hace varios años: luego de egresar de la Universidad de Chile y especializarse en dirección teatral con la argentina Vivi Tellas —creadora del concepto de biodrama—, fundó junto a María Luisa Vergara el colectivo Teatro Club Social, con el que trabajaron temas como la inmigración (40 mil kms), la vida de los adultos mayores (Club social) y la realidad carcelaria (Belleza) junto a actores no profesionales.

“En términos de lenguaje teatral, en (Puerperio) utilizamos las técnicas del biodrama y del teatro documental. El guion dramático se basó en las biografías de las artistas escénicas que están en la obra, en una mixtura que incluye algunos testimonios de otras mujeres entrevistadas y material de archivo como fotografías, partes médicos y videos”, explica la directora.  

No se habla lo suficiente de lo oscuro y solitario que puede ser el puerperio, y es extraño y desconcertante tomar conciencia de que media humanidad ha pasado por eso. ¿Por qué ahora estamos hablando de esto? Y en particular en tu caso, ¿por qué decides embarcarte en este tema?

—No sé si ahora estamos realmente hablando del tema. Sí creo que ha habido un avance en algunos aspectos del cuidado de la gestación, del parto y del posparto en las discusiones socioculturales, pero todavía hay mucho desconocimiento del puerperio. De hecho, cuando empecé con la investigación, noté muchas veces que las personas ni siquiera conocían la palabra. Personalmente decido embarcarme en este tema cuando llegó mi puerperio, esa grieta profunda que vivimos las mujeres al convertirnos en madres. Ese desconocimiento total de lo que vino después del parto me hizo pensar en la profunda necesidad de visibilizar la temática. 

En (Puerperio) se presentan diversas experiencias de maternidad. ¿Cómo dirías que se conectan entre ellas? ¿Con qué te encontraste cuando investigaste sobre el tema, qué fue lo que más te sorprendió?

—Creo que las experiencias de maternidad se conectan entre todas. Ya sea en mayor o menor medida, la locura, las fantasías del puerperio y la ambivalencia con la que se enfrenta el mismo proceso de maternar, fueron experiencias que identifiqué en gran parte de las mujeres que participaron de la investigación y compartieron sus testimonios. De todos los relatos que recopilé, lo que más me sorprendió es la soledad que hemos vivido todas las mujeres en el proceso del puerperio. Esa soledad profunda que a veces, en circunstancias extremas, puede desencadenar serios episodios de psicosis puerperal en los que podemos ver casos como el de  una madre que llegó a imaginar incluso que ahogó a su hija mientras mamaba, que es un testimonio real que mostramos dentro del montaje. Obviamente la mayoría de los puerperios no llegan a psicosis, pero si este momento de la vida estuviera cuidado, contenido y abrazado, probablemente sería menos duro.

Además de tu experiencia y los testimonios que recolectaste a lo largo de todos estos años, ¿qué referencias literarias o teatrales leíste o viste para este montaje?  

—Un libro que me marcó mucho es El nudo materno, de la escritora estadounidense Jane Lazarre. Es un texto autobiográfico escrito en los años 70 que ahonda precisamente en la ambivalencia de la maternidad, en sus luces y sombras. Leerlo fue muy inspirador porque vi reflejada mi historia y la de tantas mujeres que apoyaron el proyecto. En el ámbito teatral, me inspiró el trabajo de la compañía alemana Rimini Protokoll, específicamente la utilización que hacen de las pantallas y la forma en que estos elementos tecnológicos dialogan con el elenco. Sin duda esto fue un referente al momento de resolver, por ejemplo, cómo llevar a escena el testimonio de las madres de las actrices, algo crucial dentro del montaje.  

(Puerperio). Foto: Andrés Maturana.

Con el embarazo, una toma conciencia de que no se trata solo de una, sino de una historia familiar, de una suerte de cordón umbilical que nos conecta con el pasado. ¿Hasta qué punto la reflexión de una como madre es la reflexión de una como hija? Te lo pregunto por ese momento de la obra en que se dice: “Cuando me entra el miedo / Pienso en las mujeres que hicieron esto antes que yo”.

—Cuando fui madre surgió con fuerza el relato histórico de mi propio linaje femenino. Como bien dices, apareció ese cordón umbilical que nos conecta. En lo personal, llegado el momento del parto traje a mi memoria a todas esas mujeres que me precedieron y entregaron la fortaleza que define a esta nueva persona en la que me convertí al ser madre. Creo que más allá de la relación que las mujeres tengamos con nuestras madres, en oposición o en imitación, su relato emerge con fuerza cuando vives la maternidad. Entonces creo que la carga histórica que nos determina como hijas, nos determina también como madres, que las vivencias se funden cuando pasas de ser mujer-hija a ser mujer-madre.

Quizás lo más extremo de la maternidad llega cuando nace el hijo y empieza esa montaña rusa en la que no hay tiempo ni de pensar. Muchas mujeres empiezan a escribir ahí para parar, para tratar de entender la vorágine que las arrastra. ¿Cambió en algo la maternidad la forma en que te acercas a los procesos creativos?

—Sí, la maternidad fue crucial en mis procesos creativos en todos los aspectos. Esa vorágine trajo cuestionamientos profundos de cómo se vive el hecho de maternar, de qué pasa con la mujer que era y la que soy, del quiebre emocional y psíquico tan hondo que se produce al parir. De hecho, desde que me convertí en madre todos los nuevos proyectos que vinieron están ligados a la temática. Hoy estamos pensando en dos montajes que hablarán de otros aspectos de la maternidad, siempre obviamente tratando de abarcar su lado más oscuro y menos visibilizado.

Hay un silencio en torno a la dureza de la maternidad. No se oyen mucho las quejas de las madres, o no se oyen con la fuerza suficiente: la madre que se queja es una potencial “mala madre”. ¿Crees que las artes están abriendo un espacio que en la sociedad sigue bloqueado?  

—Es que en esta sociedad que romantiza la maternidad hasta lugares insoportables, la madre que cuestiona su rol y que expresa su sufrimiento y dolor, es criticada y se le mira como una mujer desagradecida, que, teniendo lo más maravilloso del mundo, se queja. Y ese dolor, esa dureza, también es parte de la maternidad y en la medida que se normalice se vivirá con menos culpa y vergüenza. Y sí, creo que el arte nos permite reconfigurar la vida, que abre un lugar sensible y libre para cuestionar aquello acerca de lo que en el espacio cotidiano evitamos hablar, que tiene la capacidad de hacernos reflexionar e inspirar nuevas ideas sobre el mundo y sobre nuestro propio ser.

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(Puerperio)
De Eliana Furman y Colectivo (Puerperio)
Funciones presenciales y por streaming hasta el domingo 28 de noviembre en el Taller Siglo XX Yolanda Hurtado.
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