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Filmando a Nicanor

El cineasta Marcelo Porta era un estudiante en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile cuando tuvo la osadía de fotografiar y, luego, filmar las clases de Nicanor Parra en 1993. Este fue el punto de partida para construir un andariego documental —a estrenarse este año— sobre la estadía del poeta en Oxford y la “antientrega” de un solemne reconocimiento; todo con llamadas telefónicas como puente narrativo.

Por Cristóbal Chávez Bravo | Foto principal: Marcelo Porta

Se ocultaba de las cámaras de video. Se ensimismaba frente a los micrófonos. Evitaba las fotos. Desde finales de los años 80 dejó de dar entrevistas —al menos con periodicidad—. Decía que cobraba mil dólares el segundo porque en una ocasión le extendieron un cheque de 30 mil dólares por grabarlo medio minuto para un comercial que promovía el consumo de leche. Aunque, a veces, cuando asomaba el lente de una filmadora, jugaba con ella. Aparecía y desaparecía como un espectro; ubicaba su mano cerca de la máquina o en su cara, para esconderse. La performance del antipoeta. La performance de Nicanor Parra.

Pero hubo alguien que obtuvo su confianza para retratarlo. No fue un fotógrafo ni un cineasta. Fue un estudiante.

Marcelo Porta estudió física e ingeniería en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile entre fines de la dictadura y los albores de la democracia. Esta escuela tuvo el célebre Departamento de Estudios Humanísticos (DEH), un espacio pionero en América Latina donde los futuros matemáticos, físicos o ingenieros aprendían humanidades, al estilo de las academias en el norte del mundo. En estas aulas dictaron cátedras Enrique Lihn, Patricio Marchant, Mario Góngora, Roberto Torretti —su primer director— y el mismo Parra, por nombrar a algunos. En la actualidad, el DEH es ETHICS (Estudios Transversales en Humanidades para las Ingenierías y Ciencias).  En dictadura, el DEH fue uno de los escasísimos espacios donde se mantuvo el pensamiento crítico, atomizado por los uniformados. Implícitamente, se transformó en un refugio para el intelecto y los intelectuales.

En Beaucheff —calle donde se levanta la Facultad de Ingeniería—, motivado por sus sinuosos intereses entre el arte y la ciencia, Porta, de 18 años, tomó el curso “Literatura I” de Parra, de 74 años, en 1988. En la “Chile” conoció a sus compañeros Darío Villalón, con quien montó un taller de pintura en esta escuela, y a René Dintrans, quienes lo invitaron como fotógrafo al “Comando Autónomo”, una camarilla propagandística que tenía como propósito promover a Parra para el premio Nobel de Literatura con rayados en la ciudad y otras acciones callejeras poéticas.

En 1993 se enteraron de que Parra dictaría su último curso. Porta se enfundó de valor y le propuso al poeta fotografiar sus clases. El autor de “El hombre imaginario” aceptó el proyecto que se transformaría en uno de sus legados visuales más importantes.

“Al principio yo le sacaba fotos solo a las pizarras y después Nicanor se embaló y me dio permiso para que le sacara fotos a todo. Son unas 200”, recuerda Marcelo Porta.

Las alargadas pizarras eran verdaderos artefactos poéticos embadurnadas con la grafía parriana: sus “artefactos”. “Poema–Problema o tarea para la casa: ¿Cuánto vale la Tierra a $ el gramo? y el que no me crea que la pese”, escribió con tiza en esa vetusta sala de Geología que era como un anfiteatro; pupitres en una pendiente que apuntaba al pizarrón. Es muy probable que algunos de sus poemas popularizados en años posteriores provengan del imaginario de estas clases, como el afamado “hay dos panes. Usted se come dos, yo, ninguno. Consumo promedio: un pan por persona”, que no aparece en ningún texto del antipoeta.

Porta fotografió con una cámara Olympus en blanco y negro unas diez clases del seminario: “Hamlet, Príncipe de Dinamarca”. En esa época estaba haciendo la traducción al español de El rey Lear. Parra tenía 79 años, pero mantenía el mismo tesón de 1972, cuando comenzó a hacer clases de Literatura en esta Facultad.

Nicanor Parra en el Departamento de Estudios Humanísticos. Crédito: Marcelo Porta

Hablaba de Shakespeare, Duchamp, Ginsberg, Rimbaud, Lihn, Baudrillard, Nietzsche, pero lo cruzaba con Einstein y con él mismo. Un antiprofesor.

Luego de cada clase, Parra iba a almorzar a una “picada” en la calle Ejército con los alumnos que lo acompañasen. Ahí, Porta nuevamente se envalentonó y le pidió filmar su última clase. Lo convenció.

“En una picada comíamos y conversábamos con él. Nos fuimos haciendo como más amigos. En esa vuelta yo estaba haciendo un taller interfacultades de cine en la Cineteca de la Universidad de Chile y había empezado con las primeras cosas relacionadas con el cine y ahí pedí una cámara de 16 milímetros”, recuerda.

Su profesor de la Cineteca Osvaldo Bustos le prestó su cámara Bolex y lo acompañó a filmar la clase con una lata de unos ocho minutos y una grabadora de audio de mano.

La clase de Parra era precedida por el ramo de Algebra Lineal del profesor Eric Goles, que ese 1993 recibió el premio Nacional de Ciencias Exactas. El académico en algunas ocasiones no borraba las ecuaciones en la pizarra, las que servían para que el antipoeta hiciera una simbiosis con la literatura. El día de la grabación, Porta le pidió a Goles que no limpiara sus ejercicios y que terminara unos 15 minutos antes su lección para montar los equipos. Parra, que casi nunca ocupaba corbata, llegó ese día ataviado con una. 

“Hay que desconfiar de todo tipo de discurso, yo diría que esa es la conclusión de este seminario”, reflexionó Parra en esa grabación.

Esa cinta es parte de la aventura de Porta con Parra que quedó retratada en Llamadas telefónicas a Nicanor Parra, un documental cuyo avance fue estrenado en septiembre del año pasado en la Casa Central de la Universidad de Chile y que este año, según su autor, verá la luz definitiva.

Oxford se hizo para perder el tiempo

El documental toma las clases de Parra como arranque, pero explora una relación mucho más profunda. En su último seminario, el poeta puso su número de teléfono y la dirección de su casa en Las Cruces para que sus estudiantes lo fueran a visitar.

“Yo lo fui a ver un par de veces a Las Cruces y le propuse hacer un documental. Él reculó un poco, porque no le gustaban las cámaras”, comenta el fotógrafo y cineasta. Así es como, tras varios rechazos, desistió de la idea.

Un lustro más tarde, una amiga de Porta, que estudió en Inglaterra, le contó que tuvo como profesor al célebre Robert Pring-Mill, uno de los expertos de la literatura latinoamericana en la isla europea y profesor en la Universidad de Oxford, donde Parra cursó un doctorado de Cosmología en su juventud. El cineasta se puso en contacto con Pring-Mill y retomó la idea del documental.

Porta le contó a Parra que iba a ir a grabar los terruños donde él vivió en Oxford y este le confeccionó un detallado mapa a mano del primero de los dos lugares que habitó, en el 9 de la calle Pembroke, colindante al college Christ Church y con vistas a un cementerio. En Inglaterra, el cineasta llamó varias veces al poeta para que lo ayudara a identificar su residencia. Aprovechó el equipo de audio que portaba y grabó los contactos. Así, el documentalista registró varias llamadas telefónicas con Parra que más que tratarse de conversaciones sobre literatura, como sus clases en la Universidad de Chile, son valiosos diálogos mundanos del poeta que sonorizan las escenas de su película.

Parra fue becado en la Saint Catherine’s College de la Universidad de Oxford para realizar un doctorado en Cosmología en 1949. Pero con el devenir de las clases sus intereses mutaron. Descubrió en profundidad la literatura británica, como T. S. Eliot y el mismo Shakespeare. En esta atmósfera recibió la inspiración para esbozar sus primeros antipoemas, con los que llegaría a Chile y publicaría el fundamental Poemas y antipoemas (1954). Con su renovada afición, el poeta se declaró un “alumno irregular” ante el British Council y puso en riesgo su estadía en la ciudad europea. En este proceso fue trascendental el apoyo de su profesor Edward Arthur Milne, conspicuo astrofísico. En una reunión con el Consejo, confesó que ocupaba su tiempo para versificar. Finalmente, le renovaron la beca hasta 1951, asegurándole que no hay nada de lo que tenga que preocuparse porque “Oxford se hizo para perder el tiempo, claro, de la manera más provechosa posible”.

“No quiero que me graben”

Porta se reunió con el profesor Robert Pring-Mill en los estertores del pasado milenio y le refrescó la obra de Parra. Inconscientemente, el cineasta ayudó a que le otorgaran al poeta el premio Honorary Fellow Saint Catherine’s College, —que entrega Oxford a exalumnos o profesores destacados—, del año 2000, que también han recibido intelectuales como Noam Chomsky. “Se ha derribado el Muro de Berlín porque Pring-Mill era ahora fan de él”, dice entre risas Porta, porque el profesor británico era nerudiano, en las antípodas poéticas de Parra.

El documentalista logró traer a Pring-Mill a Chile para que se reuniera con Parra. Porta los lleva en auto a Cartagena, a la tumba de Vicente Huidobro —descartaron naturalmente la de Neruda—.

“Yo había llevado una cámara para grabar y al principio Nicanor me dijo que mejor no grabara, pero eso me pasaba siempre. Después, saqué la cámara y él empezó a hacer cosas como que se escondía detrás de la tumba, que sacaba la pata para un lado; empezó a actuar un poco con la cámara. Ahí sigo grabando”, cuenta Porta.

Imagen del documental. Crédito: Marcelo Porta

Sin embargo, entre el tira y afloja para filmar al vate, Porta olvidó conectar el micrófono y esa cinta quedó muda.

“Fui solo. El sonidista no fue porque Nicanor no quería que grabaran. Le decía ‘voy a ir con tal sonidista’, y él me decía: ‘no, de ninguna manera, no quiero, no quiero sonido, no quiero nada’”, recuerda.

Porta le consiguió al poeta pasajes en primera clase para viajar y recibir el premio de Oxford, pero un día antes del traslado, Parra lo llamó.

“Yo no voy a viajar, no me siento bien para viajar”.

Y no viajó.

“Eso nos distanció un poquito. Primero, porque Robert nunca más habló con Parra; le dieron el premio igual, porque eso ya está otorgado por el grado académico, pero no viajó nadie a recibirlo. Parra me dijo: ‘vayan ustedes’. Pero ¡Cómo íbamos a ir nosotros! La gracia era ir con él, grabar allá, filmar, acompañarlo y al final eso fue la segunda escaramuza del documental. Después yo de frentón me dediqué a otras cosas y dije, bueno, a don Nicanor no le gusta mucho que uno haga estas cosas”.

Con todo este material, Porta editó un corto que circuló en festivales de Brasil y Francia, donde se quedó a vivir por un tiempo. Entre 2008 y 2009, aún en París y después del vericueto con el poeta, el documentalista llamó desde Francia a Parra y le contó que estuvo en la habitación de Rimbaud.

“¿Qué somos, Marcelo? ¿Somos yanaconas? ¿Somos metecos? Estas son cargas de profundidad, ¿me entiendes?, disculpa mi tono apocalíptico, ¡hay que volver a lo que estudiábamos en las clases de la Escuela de Ingeniería”, dice el poeta en esas conversaciones que también fueron registradas.

El documental es una urdimbre, cuyos hilos son las llamadas, como el libro de cuentos de Roberto Bolaño Llamadas telefónicas, compuesto con relatos que tienen como punto de unión contactos por teléfono de sus personajes. Sobre Parra, Bolaño dijo antes de morir “le debo todo”. Y Parra, cuando murió Bolaño, le dedicó un artefacto —citando a Hamlet—: “Good night, sweet prince”.

Otro hilo de la cinta pertenece a la rockera estadounidense Patti Smith, que aparece en la entrega del Premio Cervantes a Parra en 2012, el más importante en habla hispana, ceremonia de la que también se ausentó el poeta. Smith es una ferviente lectora de Bolaño y Parra.

No me explico, Sr. Rector

Aunque en el Internado Nacional Barros Arana era un humanista innato, Parra estudió Matemáticas y Física en el Instituto Pedagógico, cuando pertenecía a la Universidad de Chile, para “demostrarles a todos esos desgraciados que no sabían nada de matemáticas”, como le contó a la periodista argentina Leila Guerriero en un brillante perfil sobre el poeta. Su tesis para optar al grado de profesor de 1940 es una especie de corriente de la consciencia titulada: “René Descartes. Datos biográficos, estudio de su obra, juicios”.

“La expresión más acabada de la ley es la fórmula matemática. La fórmula matemática nos resuelve un conflicto de cantidad. Y a todo esto: ¿Seremos felices cuando conocemos la ley madre de todas? ¿Se habrán acabado en ese día los absurdos soldados? ¿Quemará ese día su guitarra el poeta?”, escribió en la que podría ser considerada su primera obra y que está archivada en la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, en el campus Juan Gómez Millas.

Parra murió el 23 de enero de 2018 a los 103 años, una vida ligada en buena parte a la Universidad de Chile, aunque con accidentes, porque, en una entrevista de 1998 con la periodista y premio Nacional de Periodismo Faride Zerán, el poeta esbozó que antes de su jubilación comenzaron a circular unas listas de los profesores “viejos, ineficaces y caros… ¡y yo estaba en esa lista!”.

Crédito: Marcelo Porta

“Yo había pedido un poco antes de una manera insistente y un poco antipática que me perdonaran las clases, que me dejaran hacer lo que yo quisiera, pretextando de que yo había dado señales de buena conducta, pero me dijeron nones”, indicó.

El poeta recordó que le pidieron hacer un informe “un verdadero mamotreto (…) cien preguntas, doscientas. A todos los profesores nos pidieron lo mismo, pero me pareció que yo podía darme el lujo de no contestar eso. Y cuando al final decía total de horas trabajadas, yo puse cero. Cero horas trabajadas, y esto creo que no cayó bien. ¡Me extraña mucho porque sigo pensando que es un buen chiste!”.

El avance del documental Llamadas telefónicas a Nicanor Parra se exhibió en septiembre de 2024 en el Salón de Honor de la Universidad de Chile, el mismo lugar donde pronunció el discurso “No me explico, Señor Rector” tras la entrega de la Medalla Rectoral en 1999.

“No me explico, Señor Rector, las razones que pudo tener el jurado para asignarme a mí, que soy el último de la lista, una medalla de tantos quilates. Hay por lo menos una docena de candidatos, que con razón se sienten postergados. El Juez de Letras que fue Don Andrés los absuelva. Yo por mi parte me querellaré contra quienes resulten responsables”, vociferó Parra en el registro que cierra el documental de Porta.

En el Salón de Honor citó a Hamlet, garabateó autógrafos y se tomó fotos con los y las estudiantes, contrariando su fama de arisco con las cámaras o, más bien, las cámaras profesionales.

“Parra no llegó a Oxford, no llegó al Premio Cervantes, pero sí llegó al Aula de la Universidad de Chile a dar su conferencia, a recibir ese premio. Ese material está muy bonito. Creo que es emocionante vincularlo con los alumnos”, concluye el cineasta.