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Imágenes requeridas

Malqueridas, el primer largometraje de la directora Tana Gilbert, trata sobre mujeres privadas de libertad que son madres. “Esta película conforma un archivo de la resistencia, con relatos marginados e imágenes prohibidas, que logran montarse en un relato coral, coherente y conmovedor”, escribe Laura Lattanzi.

Por Laura Lattanzi

Cada vez que en algún festival de cine o función especial se exhibía Malqueridas (2023), previo a su estreno comercial, las salas se llenaban y los conversatorios tras las proyecciones eran entusiastas. La película de Tana Gilbert convocaba a un público —cinéfilos en su mayoría, pero también algunos jóvenes y adultos en búsqueda de programaciones culturales— que no necesariamente suele ser efusivo. ¿A qué se debe este ánimo en los espectadores?, ¿un entusiasmo feminista?, ¿una preocupación por la situación carcelaria?, ¿la necesidad de revisar otros modos de pensar la maternidad?, ¿lo atractivo de ver una película realizada a través de cámaras de celular?, ¿su condición de imágenes prohibidas o destinadas a su ocultamiento? Posiblemente un poco de todo ello, y veo en estas ganas de reunirse a observar imágenes sobre la convivencia de mujeres en las cárceles una suerte de demanda —más o menos consciente— por un encuentro de afectividades extendidas, heterogéneas, que escapan a los patrones hegemónicos y/o desalmados, y que tanto estamos necesitando. La película convoca desde su temática y su formato —en un contexto dominado por la crueldad en las redes “antisociales” y sus modos visuales y textuales— a un público dispuesto a salirse de sus dispositivos para ir a un espacio compartido: el de la sala de cine.

Malqueridas es un documental sobre mujeres privadas de libertad que son madres. El filme registra a les niñes que nacen en la sección materno-infantil de la cárcel, quienes pueden quedarse ahí hasta los dos años. Expone cómo se vive esa difícil separación con sus madres, y cómo ellas intentan mantener el contacto desde la prisión; así como también la forma en que es posible hacer una cotidianeidad como reclusas, generando y explorando afectos mediante relaciones en que las propias compañeras se transforman en madres o hijas sustitutas, e incluso en camaradas de vida.  

La película está enteramente realizada con fotografías y videos que hicieron las mujeres al interior de la cárcel con celulares. Se trata de “imágenes pobres”, en términos de Hito Steyerl, ya que son de baja calidad, grabadas de manera amateur, muchas veces movidas, desenfocadas, con poca luz. Pero también son prohibidas, ya que el registro en imágenes no está permitido en las cárceles chilenas, por lo que pueden ser requisadas o fácilmente perdidas, condición que impulsó a la directora —como menciona al inicio del documental— a darles un espacio material permanente. Para ello, imprimió todos los videos y fotografías con el fin de generar una suerte de archivo que garantice su resguardo. Todas son imágenes realizadas, además, en formato vertical, rescatadas de sus varias marginalidades: la de ser capturadas por mujeres que registran su propia vida de exclusión, la de no estar permitidas, la de ser grabadas con cámaras de baja calidad. 

Malqueridas
Chile, 74 minutos
Dirección: Tana Gilbert
Guion: Tana Gilbert, Paola Castillo Villagrán, Javiera Velozo, Karina Sánchez 
Narración: Karina Sánchez
Productoras: Dirk Manthey Film y Errante Producciones

Malqueridas está narrada por una de las prisioneras, Karen Sánchez (hoy en libertad), quien cuenta la experiencia de ser madre en la cárcel, y si bien lo hace en primera persona, todo el relato es una combinación de vivencias colectivas, en la que diversas reclusas aportan desde su propia biografía. Se trata, de hecho —y según su directora—, de una película colectiva, ya que está compuesta por varias historias, pero también porque contó con un equipo de producción comprometido que exploró un trabajo más horizontal, en un proceso que duró siete años.  

La vida dentro de la prisión ha sido una temática abordada dentro del campo cinematográfico del Cono Sur contemporáneo. Películas de ficción argentinas como Leonera (Pablo Trapero, 2008), Las ranas (Edgardo Castro, 2020) o La visita (Jorge Leandro Colás, 2019) son algunos ejemplos de ello (dejando de lado el género de las series), así como también, dentro del campo documental chileno, la ópera prima de Francina Carbonell El cielo está rojo (2020), la cual se centra en el incendio ocurrido en la cárcel de San Miguel en 2010. Tanto en la película de Carbonell como en la de Gilbert existe un interés por hacer públicas las injusticias que se viven en las prisiones de Chile, exhibiendo las complejidades del fenómeno. Para ello, se valen de diversas estrategias documentales, narrativas, estéticas y performáticas. En ambos casos, además, se trabaja con un archivo. Pero si Carbonell recurría a uno existente (el expediente judicial) para desmontarlo y montarlo con el fin de desplegar las contradicciones que llevaron a una injusticia, Gilbert construye uno, en este caso, marginal y afectivo. Se trata, entonces, de un “archivo inusual” realizado con imágenes pobres, prohibidas, personales; compuesto desde las emociones y vitalidades de sus productoras, quienes elaboran una memoria que se hará pública a partir de sus relatos biográficos e íntimos; cargados también de los sentimientos de sus vínculos como madres y compañeras en la prisión.  

Propongo pensar que esta película conforma un archivo de la resistencia, con relatos marginados e imágenes prohibidas, que logran montarse en un relato coral, coherente y conmovedor; encarnando la crudeza y el cariño que viven estas mujeres, a quienes no solo se las priva de su libertad, sino también de la posibilidad de compartir sus miradas y voces. Son, según comenta la directora, 32.640 imágenes, que, en el caso de los videos, fueron impresos a 8 fotogramas por segundo. En sus palabras, se trata de una película y un archivo que quiere resguardar, activar y hacer circular. Malqueridas hace público este material a través de imágenes que pueden ser pobres, pero que se vuelven potencia, que conviven con las de alta calidad del cine, de los archivos e imágenes de la cultura dominante, y nos ofrecen así otros modos de mirar, de conocer y de encontrarnos, en la sala de cine y más allá de ella.