Esta nueva investigación sobre la vida de Violeta Parra da cuenta del “amor intenso, posesivo y complejo” entre la artista y el suizo Gilbert Favre, pero también del fervor de Parra por su trabajo. “Violeta es una mujer libre y apasionada, que no le teme a su temperamento sensual, y [que] (…) jamás traicionará a su obra”, escribe Faride Zerán sobre el libro Violeta y Gilbert. Una historia de amor, locura y música, de Patricia Díaz-Inostroza.
Por: Faride Zerán
Violeta y Gilbert. Una historia de amor, locura y música (2023, Memoriarte) no es una novela de amor, como podría pensarse por su título y portada; tampoco una novela, en tanto género literario, aun cuando el texto de más de 300 páginas se lea con fluidez y atrape gracias a la buena pluma de su autora, Patricia Díaz-Inostroza; periodista, musicóloga, doctora en Estudios Americanos por la Universidad de Santiago y magíster en Gestión Cultural por la Universidad de Barcelona, quien ha publicado siete libros que giran en torno a la música chilena, al canto nuevo y a algunos de sus cultores.
Y es que estamos ante una especialista en la materia, una materia cultural y patrimonial poco abordada y difundida en el Chile pragmático y neoliberal que ha relegado a la cultura a un espacio marginal, secundario, como si esa rica diversidad y densidad cultural no fueran precisamente nuestras mayores fortalezas como sociedad.
Porque siempre es bueno recordar que nuestros dos Nobeles no son en economía sino en literatura, y que la potencia creadora de músicos, cineastas, artistas plásticos y de todo el ámbito del arte sigue abriendo fronteras, aunque en Chile muchas veces se les invisibilice u omita.
Entonces, estamos ante un sólido libro de no ficción que puede adscribirse a la mejor tradición del periodismo narrativo o literario, ese que se escribe con datos irrebatibles, con fuentes diversas y contrastada, con material bibliográfico, archivos, entrevistas directas, cartas, etcétera, y que utiliza la descripción detallada, la creación de atmósfera, el diálogo, la metáfora y todo aquello propio de la mejor ficción para dar vida, en este caso, a un texto apasionante y conmovedor.
No es fácil escribir sobre una figura central e icónica de la cultura chilena como es Violeta Parra, menos cuando la preceden decenas de libros, películas, documentales y textos que nos remiten a ella, a su obra, a su talante, a su pasión. Por ello resulta un acierto este libro, cuyo origen está en la admiración e interés de la autora por la figura de Violeta, a quien estudia e investiga durante décadas, para luego indagar en torno a esta relación amorosa/musical que parte en 1960 con Violeta en Puerto Montt y Gilbert Favre en Ginebra, y que culmina seis años después con Violeta disparándose en la sien en el interior de su carpa ubicada en La Reina.
El relato está estructurado en diez capítulos que narran los encuentros y desencuentros de ambos hasta la muerte de Violeta, seis años después, y que va dando cuenta de un amor intenso, posesivo y complejo entre una Violeta por sobre los cuarenta, con hijos y en plena ebullición creadora, y un suizo veinte años menor, desgarbado, de ojos claros y muy tímido, tanto que sueña con ser Alexis Zorba, el personaje exuberante y extrovertido de la novela de [Nikos] Kazantzaki, intentando ser un pájaro errante que quiere emprender vuelo hacia la aventura total.
Pero es precisamente en el contexto de los avatares de ese nudo amoroso que Patricia Díaz-Inostroza va documentado con detalles que eluden el lugar común o la cursilería, donde está el atractivo mayor de este libro.
Porque a la pasión de Violeta por su Gilberto —como le decía la artista—, a las penas y alegrías que van poblando esa relación, se opone otra pasión que la autora exhibe y documenta con el mismo rigor que la amorosa. Esa pasión intensa y obsesiva por su trabajo, por su obra, por su pulsión creadora, en definitiva, por su arte.
Porque Violeta vive en primer lugar para su arte, y esas vivencias las va volcando en las letras de sus canciones, que la autora de este libro despliega a través de estas páginas, ilustrando de esta manera no solo el tremendo talento de una creadora vital y comprometida con las luchas de su pueblo, que denuncia la injusticia, sino también sus estados de ánimo, y sus alegrías y frustraciones cotidianas.
De esta manera, nos acercamos a los contextos de creaciones icónicas como “Volver a los 17”, “Gracias a la Vida” o “Run Run se fue pal norte”.
Y es que Violeta es una mujer libre y apasionada, que no le teme a su temperamento sensual, y si bien puede serle infiel a su Gilberto, jamás traicionará a su obra. Ella se sabe una artista única. Cree en su talento y lucha por abrirse paso para difundirlo. Por ello parte sola a Europa, luego se queda en París donde invita a su gringo cuando el Louvre le abre sus puertas para exponer sus tapices.
Es talante y es talento. Es genio y es demonio, pero por sobre todo una artista. Esa es la Violeta que emerge de este libro, que también documenta el surgimiento de la Nueva Canción chilena, y de figuras como Rolando Alarcón, Patricio Manns, Víctor Jara; que ilumina la génesis y el impacto de la mítica Peña de los Parra de Carmen 340; que nos ilustra acerca de cómo la música andina se instala como fenómeno en la escena musical chilena. De los inicios musicales de Isabel y Ángel Parra, de la locura etílica del tío Roberto, o de la relación con Nicanor, tan cerca tan lejos.
El origen de la carpa de La Reina, de 40 metros de diámetro forrada con madera hasta la mitad y el resto con lona en forma de cono, como una carpa de circo, es el último proyecto de Violeta y también su última morada. En ella juegan un rol importante su amigo el fotógrafo Sergio Larraín, y el alcalde Fernando Castillo Velasco. Allí también están los esfuerzos de Gilbert junto a Roberto por levantarla, y cuando su gringo ha partido, aparece el Zapicán, el uruguayo que se instala para ayudarla.
Personaje extraño, narrado en mil versiones, en este libro de Patricia Díaz-Inostroza el Zapicán adquiere matices de oscuridad reflejados no solo en su mutismo exasperante sino además en la carta que Violeta le manda a su amigo y confidente, el Gitano Rodríguez, donde narra el encuentro sexual entre ambos:
“…recibí su hoja otoñal. Un paseo por debajo de los árboles y un contacto físico a través de su dedo pulgar sobre mi mano, acto que se prolongó por más de una hora y que reventó como una violenta flor al medio del invierno, cuando su sangre y la mía empezaron a echar a andar todos los engranajes de su motor y el mío”.
Pero Zapicán no responde al acuerdo con Violeta de albergarlo a cambio de trabajar en la carpa, como le reclama al Gitano en otra carta:
“Yo recibí a tu amigo, y de una ojeada vi que se trataba de un hombre enfermo y mi error fue creer que a lo mejor mis cuidados podía hacer algo por esta alma en pena. Qué ganas de que me crea que para la cama tengo todos los hombres que yo quiero, incluso tú si no tuviera respeto por la peladita. Pero la carpa no tiene ni un solo hombre. Nadie ha sido capaz para ella, ni revolucionario ni antirrevolucionario. Solo yo soy capaz de resistirle”.
Violeta está cansada, la carpa no se llena, los vecinos reclaman. Zapicán no ayuda, la carpa se llueve, se cae, se inunda. Es la pobreza, y Violeta se acerca a los 50 años, su cuerpo no responde y su gringo ya no está. Son momentos amargos, precarios, que vaticinan la tragedia y que son narrados en estas páginas con lucidez y maestría.
Violeta y Margot Loyola son amigas, a ambas las mueve la pasión por la investigación y registro de la música popular, por difundirla, por estudiarla. Ambas hablan de la muerte, un tema que a Violeta empieza a rondarle en la convicción de que la muerte no llega, sino que hay que salir buscarla.
Ella es así, quiere decidir incluso su muerte. Por ello, cuando la noche del domingo 5 de febrero de 1967 Margot Loyola soñó que su amiga se le acercaba y le decía: “Comadre, he muerto y te vengo a avisar que sí hay otra vida, así que te voy a venir a buscar muy pronto”, esperó que amaneciera en el pueblito del norte grande donde estaba para correr hacia un quiosco de diarios, donde vio el titular que daba cuenta que Violeta Para se había suicidado.
Violeta y Gilbert, una historia de amor, locura y música, de Patricia Díaz -Inostroza, es un texto imprescindible que documenta con solvencia y dominio narrativo la vida, pasión y muerte no solo de una relación, sino del talento de una de las más grandes creadoras, quizás la más grande, de nuestro país.
* Este texto fue leído el 12 de diciembre de 2023 en el lanzamiento de Violeta y Gilbert. Una historia de amor, locura y música en Corporación Cultural de La Reina.