El periodista y académico de la Universidad Alberto Hurtado -autor de libros como Cecilia, la vida en llamas, La secreta vida literaria de Augusto Pinochet, Los fusileros– reflexiona sobre el estallido social y cómo la revuelta se conecta con su más reciente obra: Jóvenes pistoleros que recorre la vida de Ricardo Palma Salamanca, condenado como autor material del asesinato del senador Jaime Guzmán y prófugo de la justicia desde 1996, cuando logró huir de la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago. Peña ha recibido galardones, tales como el Premio Lorenzo Natali de la Comisión de Desarrollo de la Unión Europea, el Premio de Excelencia de la U. Alberto Hurtado en diferentes años y el Premio mejor reportaje de la Fundación Nuevo Periodismo.
Por Jennifer Abate | Fotografía de portada: Universidad Alberto Hurtado
Tu libro Jóvenes pistoleros, que narra la vida política a inicio de los 90 y los avatares que enfrentaba en ese momento el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, Autónomo, se lanzó antes del 18 de octubre ¿Cómo te enfrentas a tu relato post-estallido social?
Bueno, para mí fue bien sorprendente que el relato del estallido social, haya estado referido a la transición a la democracia, a través de esta consigna que no son 30 pesos si no que 30 años, porque lo que está en cuestión ahí es el modelo de transición a la democracia y que es justamente lo que abordo en mi libro, desde el lugar de este grupo armado, que se opuso por las armas a este modelo de transición que pacto gobernabilidad a cambio de impunidad para el dictador; a cambio de la mantención de amplios poderes para él y los suyos, en el congreso, en las FFAA, en las altas cortes de justicia. Si bien no hubo, me parece a mí, una suerte de pacto secreto, sí hubo una voluntad de las nuevas autoridades civiles de mantener el modelo económico, negarse a retrotraer las privatizaciones que habían sido hechas de la noche a la mañana por los mismos que oficiaron y se quedaron con esas empresas y recursos del Estado.
-Cuando se habla de que “no son 30 pesos, son 30 años” , efectivamente se está delegando completamente la responsabilidad a los gobiernos democráticos, pero ¿qué pasa la influencia de los 17 años de dictadura?
Creo que esto no está sólo referido al modelo político y económico, si no que a algo que ha estado más presente que nunca, y que ha encendido todavía más los ánimos, que es la represión de carabineros. Si hoy tenemos la policía que tenemos, se debe en gran medida a que cuando vino el cambio de gobierno, no hubo en ese gobierno ni en los que siguieron, una real toma de conciencia de las implicancias de tener una policía militarizada, que se auto determinaba, que se mandaba sola, con escasísimo control del poder civil y donde los actos de corrupción, y los actos de violaciones a los DDHH eran pan de cada día a principios de los 90. Hay que recordar que recién en el gobierno de Lagos, en 2004, hubo una reforma constitucional que permitió que las autoridades civiles, es decir, los presidentes pudieran remover a los comandantes en jefe de FFAA y de carabineros.
-Al margen de que el gobierno insiste en hablar de grupos organizados tras la movilización, lo cierto es que el movimiento no parece organizado, al menos en términos clásicos ¿Por qué crees que no ha existido en esta vuelta de la historia, una organización que haya tenido por ejemplo, una respuesta con el poder del fuego en medio de esta movilización como se ve en Jóvenes pistoleros?
Bueno, porque me parece que no lo hay, no hay ninguna organización subversiva que tenga hoy día un poder de fuego de relativa importancia. Me llama mucho la atención que hasta antes del estallido social para la conmemoración del Joven Combatiente, uno veía acciones armadas en algunas poblaciones como Villa Francia y habían tiros de respuesta a la política aunque fuese con “mata gatos”, con armas muy rudimentarias. En otros lados también se veía un mínimo poder de fuego. Hoy ha habido, pero no de manera proporcional a lo que uno podría haber apostado. No quiero arriesgar datos o cifras porque además son dudosas, respecto a las que da carabineros de sus heridos, pero no se han visto carabineros heridos a bala y si se han visto son muy puntuales. La resistencia ha estado más bien expresada a través de actos épicos como la conformación del capucha, de la primera línea, que está lejos de ser un cuerpo armado.
-Como tú planteas, si confiamos en los datos la única certeza que tenemos de heridos de bala o de gravedad por ese tipo de armamento, son civiles en manos de militares y carabineros en esos periodos de emergencia.
Exacto, o sea lo que más quiere el gobierno, es tener un dato, un dato que le permita digamos, comprobar o instalar con hechos la actuación de grupos organizados, con influencias extranjera, con poder de fuego, este enemigo poderoso e implacable. Lo mismo se ha intentado explicar a través de los grupos narco, eso es un punto interesante y que hay que verlo con cuidado, porque hasta ahora ha habido evidencias muy aisladas que no permiten construir o explicar de qué manera han operado lo que son los grandes saqueos o por ejemplo, en el metro, pero sin duda y a propósito de lo que hablamos, si alguien tiene poder de fuego, que no son policías y FFAA son los narcos.
«Si bien Jóvenes pistoleros es una historia con un telón de fondo político, es también la historia de amor guerrillero, de dos jóvenes. En el fondo es revisar la historia no sólo sobre los hechos más visibles y públicos, sino también más íntimos y privados»
-Pero los narcos probablemente no estén interesados en dar una disputa política en representación de un movimiento social.
Exactamente, pero tampoco están interesados en que surjan grupos políticos que les disputen el poder en los territorios. Entonces llama la atención, algo que a mí me comentó, por ejemplo, gente de La Victoria, que habían lugares en que estaban súper tranquilos o también en La Pincoya, en que han habido acciones violentas, pero no al nivel que se veían para el Día del Joven Combatiente. Ahí están pasando cosas que me parece que desmienten la versión oficial, en la que el narco está propiciando el caos, la destrucción, la violencia masiva, sistemática y me parece que al narco no le conviene el escenario que se abre desde el 18 de octubre en adelante, más bien lo que le conviene es el orden que había previo al 18 de octubre.
-Volviendo a tu investigación periodística ¿Qué hay detrás de las historias del Frente Patriótico, que llama tanto tu atención? Sin duda son historias interesantes, apasionantes, pero que también esconden asesinatos y crímenes como el secuestro de Cristián Edwards.
Cuando yo comienzo a trabajar en este tema primero, sabía muy poco y me parecía que era una historia maltratada en el modo en que había sido contada. El tema de la violencia esta satanizado, era un tema tabú y de una mirada reduccionista, como si la violencia no fuera también una pulsión. En ese sentido me interesaba ir a las biografías de los protagonistas, y no necesariamente al de los de la primera línea o de la jerarquía. En Los fusileros fueron 20 hombres y una mujer que atentaron contra Pinochet y yo tomé la historia de uno de ellos, que es Sasha para contar qué había sido del Frente, desde un lugar político, pero sobre todo íntimo y humano. En Jóvenes pistoleros, existe una censura mucho mayor, porque el contexto es muy distinto.
-¿Es un contexto que no justificaría esa violencia?
No y tampoco hay un apoyo popular como el que había en los 80 para el Frente. El mismo Frente el año 90 saca un documento conocido como El Manhattan, donde hacen una autocrítica muy dura de lo que había sido la política militar del frente, y ellos dicen que ‘mientras la realidad iba para un lado nosotros íbamos para el otro’, o sea hay un reconocimiento de la pérdida de noción y cálculo y de muy mala lectura de la realidad. Me interesaba entrar en ese terreno, donde no era mi papel defender nada, ni justificar nada, pero sí entender las motivaciones de los personajes y en particular, esta historia. Este libro está centrado en la historia de Ricardo Palma Salamanca y su pareja y cómo un muchacho que en 1990 tiene 20 años y que viene de una familia de clase media, de izquierda ilustrada, termina protagonizando uno de los hechos de violencia subversiva más célebre de la transición a la democracia.
-No existe una justificación de los hechos, pero sí hay una decisión, que tú mismo comentas, de contar la historia de Silvia Berzovich, “la Misca” y de Ricardo Palma Salamanca, de una forma que además es bella, donde se recrean las cartas de amor, donde se cuenta este triángulo amoroso que se sufre.
Para mí eso fue lo más difícil, porque si bien es una historia con un telón de fondo político, es también la historia de amor guerrillero, de dos jóvenes. En el fondo es revisar la historia no solo sobre los hechos más visibles y públicos, sino también más íntimos y privados. Fue muy sorprendente descubrir, por ejemplo, que Palma Salamanca estaba contrariado y se opuso a ejecutar a Jaime Guzmán, no obstante terminó haciéndolo y obedeciendo a su contexto, ya que estaba en una organización militar, lo mismo con su participación del secuestro de Edwards. Él está absolutamente contrariado, con un conflicto emocional grande y se opone a participar en esa acción, pero al final se siente empujado por razones que no son políticas. Son factores emocionales, humanos, el amor ni más ni menos que lo lleva a estar en ese papel y el conflicto es tan grande que lo arruina, pegándose un balazo a sí mismo para no tener que volver a la casa donde tenían secuestrado a Cristián Edwards. Si uno no escarba y explora en la motivación de los personajes, sólo quedas con dos tipos zafados, cabros extremistas que los mandan a matar a un senador el año 91, porque eran cabeza de pistola y tenían ganas de hacerlo. La historia es mucho más compleja.
–En tus investigaciones has dado cuenta de una parte de la historia de la izquierda en Chile ¿tienes alguna lectura del rol que está ocupando la o las izquierdas hoy?
Creo que está muy destrozada la situación para la izquierda, por diferentes motivos. Hay una hiperventilación, hay cálculos muy mezquinos, hay egos brutales y una tentación de sacar ventaja, me parece que es muy equivocada y muy riesgosa, porque a final de cuentas esta competencia de quien es más de izquierda está desacreditando a la propia izquierda, es un discurso anti sistémico de partido, anti institución, anti democracia liberal y eso ha sido fatal y patético en muchos episodios que hemos visto en las últimas semanas, mientras uno ve a la derecha aliada en un mismo discurso. Es muy riesgoso jugar con ese discurso, en Brasil vimos cómo resultó, y cómo causó procesos no tan distintos a los que comenzaron en Chile, donde se está desacreditando la función, la negociación y la discusión política de instancias constitucionales.
Esta entrevista se realizó el 21 de diciembre de 2019 en el programa radial Palabra Pública, de Radio Universidad de Chile, 102.5.