Enfrentados a un contexto social y político incierto, marcado por el proceso constituyente, la inseguridad, la crisis económica y la pandemia, chilenos y chilenas esperan soluciones de parte de la clase política. Así lo han demostrado los diálogos organizados por la iniciativa Tenemos que Hablar de Chile, donde más de 20 mil personas han participado para compartir sus preocupaciones y malestares. Compartimos aquí algunas de las claves ciudadanas para entender las visiones de las y los ciudadanos sobre el presente y el futuro de Chile.
Valentina Rosas
Entre agosto de 2021 y noviembre de 2022, la plataforma colaborativa de diálogo, participación e incidencia ciudadana Tenemos que Hablar de Chile, impulsada por la Universidad de Chile y la Universidad Católica, realizó cinco procesos participativos en torno al proceso constitucional concluido en 2022 y a las expectativas de la ciudadanía sobre el futuro del país. En base a la participación de más de 20 mil personas a lo largo de todo el país, se realizó una serie de informes que fueron entregados a autoridades, representantes y dirigentes sociales, políticos y académicos, con el objetivo de alimentar la toma de decisión de las autoridades y los procesos deliberativos del país.
A partir de este trabajo se rescataron algunas claves ciudadanas para entender las visiones de las y los ciudadanos sobre el presente y el futuro de Chile, construidas a partir de una serie de narrativas que surgieron con fuerza en miles de diálogos y consultas. Se trata de ideas que van emergiendo naturalmente frente a preguntas abiertas, que se repiten, toman forma y un cierto significado común.
En los diálogos realizados en los primeros meses del debate constituyente se observó una gran preocupación por temas como salud y educación, como ha sido la tónica en otros de nuestros procesos y en otras múltiples encuestas. Sin embargo, en los diálogos realizados hacia el final del proceso aparecen menciones recurrentes a la delincuencia e inseguridad, con una preocupación especial en torno a la violencia. Aparecen también la inseguridad económica, la inflación o la percepción de la posibilidad cada vez más real de perder el trabajo.
“Uno de los desafíos, es algo que se está dando en todas partes, que es la seguridad, por la delincuencia. No sé qué acción estará realizando para solucionar este tema, pero la violencia es extrema, además los medios de comunicación son super sensacionalistas y resaltan todas las cosas malas y todos los días ves delincuencia y uno no está protegido sobre eso, en cualquier momento nos puede pasar”, opinó una participante de 31 años desde la comuna de San Joaquín, Región Metropolitana.
Además, se da cuenta de nuevas preocupaciones vinculadas específicamente al proceso constituyente y la propuesta redactada por la Convención Constitucional en 2022. Dudas respecto a la propiedad de la vivienda, de los fondos de pensiones o sobre el sistema de justicia, comenzaron a aparecer con frecuencia en nuestros registros.
Asimismo, los chilenos y chilenas describen su experiencia cotidiana como dura, compleja, insatisfactoria y tendiente al descontento o al malestar. Al consultar sobre las emociones que genera el momento que vive el país, los participantes mencionaron sentimientos negativos y de alta intensidad, como incertidumbre, preocupación, frustración, ansiedad o miedo con una mayor frecuencia que sentimientos positivos.
No solo la frecuencia relativa a los sentimientos negativos es mayor, sino también las causas asociadas a ellos. Si en 2020 observábamos que la sensación de fragilidad relativa a los proyectos de vida se concentraba en torno a la pandemia y el estallido social, dos años después esa incertidumbre se ha potenciado y diversificado producto de cuatro grandes factores: (1) la situación política y social en Chile debido al proceso constituyente; (2) la percepción de inseguridad debido al aumento de la delincuencia y otras formas de violencia; (3) la percepción de una desmejorada situación económica del país, y (4) la pandemia.
En esta línea, al preguntarles a los participantes sobre su percepción de los desafíos-país, estos señalan que enfrentamos los mismos o más desafíos que hace dos años. Los describen como iguales o más intensos que antes, potenciando la sensación de malestar e incertidumbre.
“Yo creo que la emoción general es que hay mucha incertidumbre, hay mucha información corriendo sobre la Constitución y también han ocurrido cosas en simultáneo: subida del dólar, subidas de precios, la guerra en Europa, y eso también está generando más incertidumbre. La discusión está difícil, pero a la vez, estoy muy contento de que esto ocurra”, dice un joven de 27 años desde la comuna de Arauco, región del Biobío.
El proceso constitucional es nombrado como causa de sentimientos tanto positivos como negativos. Para algunos participantes, las declaraciones de preocupación o miedo van íntimamente ligadas a las sensaciones de división y enfrentamiento, además de la incertidumbre que genera el cambio constitucional y el detalle de su texto respecto a proyectos personales. Para otros participantes, ante las múltiples angustias del día a día, una nueva constitución sería la herramienta principal para enfrentar los desafíos del país.
Desde Tenemos que Hablar de Chile buscamos que las ideas plasmadas en miles y miles de conversaciones a lo largo del país se canalicen, finalmente, en políticas que mejoren las vidas de todos y todas. Esto requiere poner atención al cómo viven las personas el su día a día de sus proyectos de vida y las emociones que esto acarrea, los que normalmente se traducen en una sensación permanente de que son castillos de naipes. Frágiles y desprotegidos frente a los embates de la vida. En este contexto de necesidades y urgencias cotidianas, la percepción de incertidumbre o inestabilidad toma un rol fundamental. Cabe preguntarse, entonces, cómo el nuevo proceso constituyente y los demás procesos políticos que corren en paralelo ofrecen soluciones mientras interactúan con dicha incertidumbre en función de reducirla y no necesariamente aumentarla.
Ante la incertidumbre, el diálogo
La percepción general de estos desafíos país va asociada a discursos que piden acciones que generen estabilidad. En concreto, se espera que al abordarlos se fortalezcan los proyectos de vida de las personas. De esta forma, en medio de la sensación de inestabilidad y dificultad, surge la idea de que quienes toman las decisiones en el país deben abrirse a escuchar al que piensa distinto y a buscar caminos para llegar a acuerdos. Nuevamente, sin haber un solo camino o un consenso claro sobre cómo resolver los problemas.
“El sistema está tan polarizado que no hay consenso en las fuerzas políticas, e independiente de que se implante la nueva constitución, a finales de cuentas, si en el Congreso no existe consenso político, va a ser muy difícil avanzar”, afirma un participante de 20 años desde Talca, Región del Maule.
Cabe destacar que las personas, desde sus realidades e intereses, reflexionan en torno a la política, y en concreto sobre una nueva constitución, con ideas y lenguajes distintos, porque sus prioridades son distintas. De esta manera, la conversación en torno a eventuales cambios no sería principalmente una conversación política conceptual o teórica, sino más bien práctica. Ocurre obviamente en algunos casos, pero mayoritariamente se acerca a lo que ilustra el refrán “cada uno sabe dónde le aprieta el zapato”.
De esta manera, cuando las personas se ven inmersas en la incertidumbre demandan acuerdos transversales para lograr transformaciones que entreguen garantías y alternativas a las condiciones actuales. Se exige resolver temáticas que afectan la vida cotidiana, como la economía o la seguridad, junto con cuestiones estructurales como el acceso a una salud y educación de calidad.
Asimismo, las personas dicen valorar la convergencia de los diversos sectores políticos para la búsqueda de soluciones equitativas para todos y todas, y castigan la resistencia que ven en algunos sectores para encontrar caminos comunes y llegar a resultados. Toma fuerza la idea de que las soluciones deben llevarse a cabo dialogando con otras partes, incluyendo a la ciudadanía en la toma de decisiones.
A pesar de la sensación general de malestar y de múltiples necesidades, la conversación sobre el futuro también aborda a cómo responde la institucionalidad, el Estado y la política a estos temas. Se trata, entonces, de una conversación donde la vía institucional sigue presente. El camino democrático e institucional es el camino más valorado, pero no como un cheque en blanco, ya que hay preocupaciones importantes que cuidar y flancos que resguardar.
“La política no se trata de darnos en el gusto, sino de poder llegar a acuerdos”, afirma, desde Chillán, un participante de 35 años desde la comuna de Chillán, Región de Ñuble. Y es que ante la incertidumbre, las personas esperan que quienes tienen la responsabilidad de conducir el país estén dispuestos a salir de su trinchera, a dialogar con quienes proponen caminos distintos a los propios y construir soluciones conjuntas. Nada más y nada menos.