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Machismo en las orquestas: las mujeres pelean por la batuta

Pese a que a lo largo de la historia el desarrollo profesional de las músicas chilenas ha estado marcado por la falta de oportunidades, referentes y visibilidad, talentosas músicas comienzan a organizarse para romper las barreras históricas del machismo y posicionarse en la dirección de las orquestas, así como en diferentes espacios laborales y académicos de este ámbito que hasta hace poco eran habitados exclusivamente por hombres.

Por Bárbara Barrera Morales / Fotografías: Felipe Poga

“Hoy día siento que necesitamos un sonido más robusto. Cámbiense de voz, como ejercicio. Lo único que tenemos que lograr es no equivocarnos”. Alejandra Urrutia eleva ambas manos y los instrumentos comienzan a sonar: violines, violas, contrabajos y cellos, todos siguiendo las instrucciones de su nueva directora. Alejandra los para en seco. “No está afinado eso. Vamos a hacerlo varias veces hasta que sintamos que estamos tocando como orquesta, escuchando todos los sonidos”, les ordena a sus jóvenes músicos y músicas que ya se encuentran a la espera de la nueva señal de entrada.

Alejandra Urrutia Borlando (42) es la primera y única directora de orquesta profesional en el país, desde que en 2015 el ex ministro de Cultura del gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, Ernesto Ottone, la nombrara directora titular de la Orquesta de Cámara de Chile (OCCH), agrupación musical nacida en la década de 1950. En junio de este año, Alejandra asumió la dirección de la Orquesta de Cámara del Municipal de Santiago, consagrándose como la primera mujer en el cargo desde su fundación en 1993.

La irrupción el pasado 18 de junio de una Orquesta de Mujeres en la Casa Central de la Universidad de Chile, que acompañó la entrega del petitorio unificado de las estudiantes feministas de la institución al Rector Ennio Vivaldi, buscaba visibilizar precisamente esto: en un ámbito más en que el género no implica ninguna diferencia, las mujeres no son consideradas a pesar de que su incursión en la música es casi tan antigua como el nacimiento de la República. Esta tuvo lugar a inicios del siglo XIX con los primeros “colejios de señoritas” establecidos en la década de 1820 y un impulso significativo bajo la figura de la compositora e intérprete madrileña Isidora Zegers, perteneciente a las cúpulas aristocráticas del Chile decimonónico. Sin embargo, su desarrollo a lo largo de la historia ha sido complejo: los roles de género, la falta de oportunidades en puestos de poder y la invisibilidad de su trabajo por la historia, los medios y la academia son las principales barreras a la hora de ser música profesional en Chile.

Invisibilizadas por la historia

La importancia de Isidora Zegers en la historia nacional de la música es indiscutible: participó en la fundación del primer Conservatorio Nacional de Música, del cual surgió la Academia Superior de Música en 1852, y contribuyó al establecimiento de la ópera en Chile gracias a la difusión que realizó del arte lírico italiano, del cual era admiradora. Sin embargo, no fue la única mujer destacada en el ámbito musical durante el periodo.

Pese a que durante la primera mitad del siglo XIX la composición estuvo dominada principalmente por hombres, el académico y musicólogo Luis Merino destaca en Los inicios de la circulación pública de la creación musical escrita por mujeres en Chile que si bien la figura de Zegers ha sido imponente, no ha sido la única, pues entre 1856 y 1869 hubo 39 obras musicales publicadas por mujeres, que el autor atribuye a la educación sistemática de aquellas pertenecientes a las cúpulas aristocráticas, el desarrollo de la edición impresa y la distribución pública de la música en Chile.

El licenciado en Filosofía de la Universidad de Chile y magíster en Estudios de Género, Leonardo Arce, sostiene en Compositoras en Chile: una historia recortada que parte de la invisibilidad de las compositoras durante el siglo XIX tiene relación con el abordaje realizado por historiadores, quienes presentan a las músicas y compositoras como “alumnas de”, “mujeres de” e “hijas de”, “invisibilizando la historia propia y relegándola meramente a su genealogía biológica, eludiendo de esta forma dar cuenta de autonomía creativa o productiva más allá de los lineamientos que el parentesco permite atisbar”, señala Arce.

Un estudio realizado en enero de este año por Bachtrack, sitio web dedicado a la música clásica, arrojó que de los cien compositores más tocados del mundo sólo tres son mujeres. Al respecto, la compositora y jefa de Extensión del Instituto de Música de la Universidad Católica de Valparaíso, Valeria Valle (39), asegura que dentro de la composición “siempre tildan que la mujer compone como cositas simples, más sentimental, que la mujer no es para componer, es para investigar y hacer clases”.

Valle explica que en la docencia las mujeres compositoras están sometidas a una serie de cuestionamientos que se traducen en, por ejemplo, la obligatoriedad de dar exámenes de conocimientos que sus colegas hombres no tienen que rendir. “A mis colegas no los evalúan o los clasifican para hacer la clase. A mí me ha tocado llorar, porque te da rabia, porque a mí me evalúan y ¿por qué al resto no? ¿Por qué a mí me ponen tantas condicionantes y al resto no?”, se pregunta.

La ausencia de profesoras en la enseñanza universitaria es otro de los principales problemas: en la actualidad no existe ninguna mujer que imparta cátedras de composición o de análisis orquestal de música contemporánea. “Yo hice una postulación a la Universidad Católica de Chile el año pasado aludiendo que era necesaria una presencia femenina en un ámbito en el que hay que hacer una equidad de género y no me fue bien. Yo creo que pasa porque me he ganado el eslogan de ser la ‘feminazi’ de la composición, que yo voy a derrotar a los hombres y no entienden que el tema es equilibrar la formación, que tenga una mirada tanto masculina como femenina”, explica Valeria.

Músicas contra el machismo

Los cánticos de mujeres estudiantes que marchan por la Alameda se escuchan de a poco en las oficinas de la Casa Central de la Universidad de Chile. Trabajadores y trabajadoras corren la voz por las oficinas: “¡vienen llegando las chiquillas!”, e inmediatamente se vacían. En los pasillos suenan tacones, todos en dirección al patio Andrés Bello que se viste poco a poco de morado con lienzos, banderines y pañoletas sujetadas al cuello de las estudiantes.

Es 18 de junio de 2018, apogeo del movimiento feminista en las universidades y en el patio de la Casa Central hay alrededor de 40 sillas dispuestas en forma coral con una tarima al centro. Cuerdas, vientos y percusiones se acomodan en sus respectivos puestos para iniciar el repertorio liderado por el Himno de la Universidad de Chile. La obra de Julio Barrenechea y René Amengual comienza a sonar a manos de mujeres cuando la directora de la orquesta, Ninoska Medel, da la primera señal con la batuta. Diez segundos de instrumental y el coro de mujeres irrumpe: “Egresada, maestra, estudiante / vibre entera la Universidad” cantan las estudiantes que finalmente han logrado un petitorio conjunto que desean entregar a las autoridades.

La formación de una Orquesta de Mujeres nació por iniciativa de Ninoska Medel Suazo (26), licenciada en Artes mención Teoría de la Música de la U. de Chile, en una asamblea de mujeres en el marco de la movilización feminista de los últimos meses, donde se habló de generar cambios transversales fuera y dentro de la Casa de Estudios. Además de ser la impulsora de este proyecto, Ninoska es la directora de la Orquesta Regional de Aysén creada por la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles (Foji), organización del Estado que promueve el movimiento orquestal juvenil en el país.

Tocando en la Orquesta de la Municipalidad de Pudahuel, Ninoska se interesó en la dirección de orquesta. Ensayando violín se percató de que nunca la había dirigido una mujer; si bien había tres directoras, éstas se dedicaban exclusivamente a impartir clases a niños y niñas aprendices. Ese episodio fue crucial para que decidiera comenzar a formarse por su cuenta en dirección de orquesta: “Me dijeron que era difícil y que las mujeres no tenían casi cabida en la dirección. Por eso elegí la carrera”, cuenta.

Para ella, el machismo es una de las principales barreras de las mujeres en la música. “Es extraño, es incómodo para un gran porcentaje de músicos, machistas, que venga una mujer a decir cómo se hace la música, que más encima escribió otro hombre en la mayoría de los casos”, asegura. En más de alguna ocasión le dijeron que tocaba como niña cuando, por ejemplo, no lo hacía tan fuerte. “Estás dirigiendo como mujer”, le criticaron años más tarde cuando iniciaba su carrera como directora durante un ensayo en el que lo hizo mal. “Una vez, como elogio, después de que dirigí, supongo que bien, me dijeron que ya nadie iba a poder decir que dirigía como mujer”, recuerda.

Ninoska y Valeria concuerdan en que todos los referentes que se estudian en las universidades, tanto en composición como en dirección, son hombres. Ninoska, por ejemplo, cursó dos años de literatura musical y en ninguna de las sesiones el profesor mencionó a una compositora. “Me dijo ‘pucha, lo siento, es que no hay. O sea, deben haber, pero es que no son las que marcaron la historia’. Y fue triste, porque en realidad no se esfuerzan mucho en buscar y en visibilizar”, afirma.

Nuevas referentes

El mismo estudio de Bachtrack reveló que de los cien directores más ocupados del mundo sólo cinco son mujeres, un leve aumento considerando que la misma investigación en 2013 arrojó que sólo una mujer integraba este Top 100. Sin embargo, actualmente existen talentosas directoras de orquesta alrededor del mundo que han hecho historia en diferentes agrupaciones profesionales por ser las primeras mujeres a cargo.

Entre ellas destacan la mexicana Alondra de la Parra, actualmente directora de la Orquesta Sinfónica de Queensland; la estadounidense Marin Alsop, titular de la Orquesta Sinfónica de Baltimore; la brasilera Ligia Amadio de la Orquesta Filarmónica de Montevideo; y la chilena Alejandra Urrutia, directora de la Orquesta de Cámara del Teatro Municipal.

Con un oído excepcional cultivado desde pequeña por su padre, a quien habitualmente acompañaba a sus ensayos de contrabajista, Alejandra supo a los 12 años que quería ser violinista. Producto de su talento, a los 16 se ganó una beca para estudiar violín en el Columbus College –actual Columbus State University– y ahí obtuvo su primer título. Cinco años más tarde, con tan sólo 24 años, egresó de la Universidad de Michigan con un master y un doctorado en violín en la mano.

La directora asegura no haber vivido episodios explícitos de discriminación, sin embargo, en pequeñas sutilezas ha sentido diferencias. “Yo era firme y decidida como directora y había cosas que no se hacían”, relata. También recuerda un encuentro de directoras mujeres en Sao Paulo en el que la trataron de “mijita” y no lo podía creer. “Yo no soy ‘mijita’, soy la directora de la orquesta”, pensó en ese momento.

En abril del año pasado Alejandra viajó a Amsterdam a un concierto de Ivan Fischer, director de la Budapest Festival Orchestra y de la Konzerthaus Berlín. En la presentación, la chilena conversó con Fischer y comenzaron una relación de cordialidad que más tarde se convirtió en una oportunidad laboral para Alejandra. En noviembre la directora viajó nuevamente a Europa, esta vez a trabajar como asistente del destacado músico. Este año repetirá la experiencia en ambas orquestas. “Si yo fuera un hombre, eso estaría en todos los titulares”, señala.

Mientras Alejandra consagra su carrera a nivel internacional, Ninoska busca consolidar la Orquesta de Mujeres para visibilizar y potenciar el talento femenino en la música y Valeria trabaja desde su Casa de Estudios realizando un catálogo de obras de compositoras chilenas para el estudio e investigación de estudiantes, como el existente en el Archivo Central Andrés Bello de la U. de Chile, que reúne partituras entre 1847 y 1930. Paralelamente, nuevas estudiantes, compositoras, intérpretes y directoras se desarrollan en diferentes espacios e instancias de aprendizaje para músicas con el objetivo de romper estereotipos, erradicar el machismo y luchar por la igualdad de oportunidades en sus profesiones.