Fue la organización que trajo el concepto femicidio a Chile, cuando ni cultural ni jurídicamente se reconocían los asesinatos de mujeres como crímenes por motivos de género. A través de la reflexión permanente, la Red Chilena ha reconocido y nombrado diversas manifestaciones de la violencia contra las mujeres, como el castigo y el suicidio femicida. En esta entrevista, Lorena Astudillo, abogada y una de las voceras de esta organización, habla sobre los 30 años de la Red Chilena y se refiere a los desafíos que enfrenta el movimiento feminista en la actualidad. “Hay que historizar el movimiento y poner en cuestión la ética feminista”, asegura.
Por Bárbara Barrera
«Querer saber se parece a la rebeldía», escribía Julieta Kirkwood en Ser política en Chile (1986). La socióloga y activista feminista sostenía que “el hacer feminista muchas veces se separa de lo que su saber descubre y descrifra”, e insistía en la necesidad de vincular la acción y la reflexión. Ese principio feminista ha regido el actuar de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres desde sus inicios, cuando nacía como Red Chilena contra la Violencia Doméstica y Sexual en 1990, junto con la apertura democrática.
En el fragor de la demanda feminista por democracia en el país y en la casa en plena dictadura cívico-militar, el problema -históricamente privado- de la violencia contra las mujeres se volvió público. A partir de entonces y con la promesa de la democracia, diferentes organizaciones de mujeres a lo largo de Chile decidieron articularse y crear la Red, tras compartir las experiencias de violencia que atravesaban sus vidas.
Para la abogada feminista y vocera de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, Lorena Astudillo, el hecho de que las mujeres reconocieran la violencia intrafamiliar, que no la concibieran como un problema privado e interpelaran a la institucionalidad, es uno de los mayores aportes del feminismo. “Las feministas señalaron que este es un problema político, y a mí me parece que eso es un avance enorme y es de las feministas”, asegura.
La reflexión permanente al interior de esta organización hizo que tempranamente profundizaran en el problema de la violencia contra las mujeres, identificando que no sólo se trataba de violencia doméstica en el marco de relaciones de pareja, sino de una violencia ejercida en el marco de un sistema patriarcal y que se manifiesta de diferentes maneras. A partir de dicha reflexión, el año 2009 la organización decidió modificar su nombre a Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres.
El posicionamiento en Chile de la marcha del 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, y de la campaña “¡Cuidado! El machismo mata”, que el pasado 6 de agosto conmemoró su 14° lanzamiento, marcan dos de los principales hitos al interior de esta organización, al igual que el haber traído el concepto de femicidio –desarrollado en 1976 por la activista feminista sudafricana Diana Russell, recientemente fallecida– y haberlo instalado en Chile cuando los crímenes contra mujeres por motivos de género no eran reconocidos ni en el orden cultural ni en el jurídico.
Desde el pacto de la transición, hasta la marcha del pasado 8 de marzo cuando más de 2 millones de mujeres salieron a marchar en una nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer, la historia de la Red Chilena atraviesa los últimos 30 años del movimiento feminista en el país, marcado por hitos como la primera legislación de Violencia Intrafamiliar en 1994 y la promulgación de la Ley de Divorcio en 2004.
“Las feministas salían a buscar firmas al Paseo Ahumada, cartas y cartas con firmas. Hoy día nos parece muy extraño, pero había una férrea oposición al divorcio, para las mujeres hace algunos años el vínculo matrimonial era un compromiso culturalmente muy potente. Por lo tanto, mientras seguías casada con ese hombre, seguías teniendo este vínculo casi obligatorio y él seguía pretendiendo que se involucraba en tu vida. Yo diría que el divorcio fue algo potente por lo simbólico, por lo que representaba para las mujeres el matrimonio y lo que representaba romper con ese vínculo totalmente”, cuenta la abogada feminista.
Otro de los principales hitos en los últimos 30 años del movimiento feminista chileno fue el denominado “pildorazo”, masiva manifestación en contra del Tribunal Constitucional que amenazaba con prohibir no sólo la píldora de anticoncepción de emergencia, sino también anticonceptivos erróneamente tildados de “abortivos”. Lorena Astudillo recuerda que “cuando se fue al Tribunal Constitucional la marcha por la píldora del día después fue enorme, tremenda, y no hay que olvidar que el ministro del Interior era Harboe y fue él quien mandó el guanaco y a los pacos a reprimir duramente a las mujeres y fue en un gobierno, supuestamente, de izquierda”.
En 2001 la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, junto a la Corporación La Morada y el apoyo de ONU Mujeres, desarrollaron la primera investigación “Femicidio en Chile”, publicada en 2004. El reconocimiento de este tipo de crímenes trajo consigo las primeras marchas contra el femicidio. Al respecto, la abogada señala que “las feministas no teníamos un acuerdo sobre si queríamos que la legislación recogiera conceptos nuestros para luego devolverlos a la pinta de ellos, como si esa fuera la verdad, porque eso es algo que suele pasar”. Pese a ello, sostiene Lorena Astudillo, el reconocimiento social, cultural y jurídico del femicidio fue algo muy importante.
– La Red Chilena ha creado conceptos para nombrar manifestaciones específicas de la violencia contra las mujeres, como es el caso del suicidio femicida, que en la actualidad ha sido muy utilizado por organizaciones feministas y la opinión pública a partir de la historia de Antonia Barra. El concepto “continuo de violencia” también ha sido posicionado por la Red. ¿Cuándo empiezan a hablar de este último concepto y por qué?
La reflexión permanente y constante ha hecho que desde la Red nos anticipemos a muchos conceptos que comienzan a ser utilizados después, y esto es solamente reflexión y recoger las experiencias de las compañeras de todo el país. Así como nosotras nos adelantamos, por ejemplo, a hablar de una educación no sexista, a conceptualizar la violencia como algo mucho más amplio, a traer el concepto femicidio, a hablar de suicido femicida, yo diría que del continuo de violencia estamos hablando aproximadamente desde 2011-2012, entendiendo que la violencia no son episodios que una vive, sino que nos atraviesa a lo largo de la vida cuando, por ejemplo, desde antes de nacer te asignan colores simplemente porque ven en una ecografía que tienes vagina o pene, hasta adulta mayor, cuando eres tratada de “abuelita”, “mamita”.
– ¿Y a qué se refieren con que la violencia contra las mujeres es un problema estructural?
Una vez que nosotras nos dimos cuenta de que esto era un continuo, dijimos ‘bueno, pero esto va acompañado de algo’.Y analizando nosotras, yo diría que hace unos cinco o seis años atrás, empezamos a hablar de estas estructuras, de que la violencia es estructural y que el patriarcado tiene bases sólidas. Desde ahí nosotras también empezamos a darnos cuenta de cómo la estructura en la que está construida la sociedad se basa en la idea del sometimiento y la discriminación de las mujeres. De todas maneras, todavía nos falta reflexión acerca de la violencia estrucutral, hemos escrito, pero sentimos que todavía nos falta más, que se requiere más conversación feminista.
– La Red Chilena ha sido protagonista de los últimos 30 años del movimiento feminista en Chile. A partir del “retorno a la democracia” podríamos hacer un análisis de la relación entre la institucionalidad y las mujeres en Chile. ¿Qué creen que significó para las feministas el pacto de la transición, que muchas feministas lo han calificado como un “pacto patriarcal”?
Yo diría que el significado es diverso. Existía mucho en los 90 esta idea de las institucionales y las no institucionales. Algunas de verdad pensaban que este pacto podía aportar, así lo sentían sobre todo las feministas que estaban en partidos políticos. Pero también había compañeras feministas que les parecía que no se podía hacer ningún tipo de pacto, que no podía caerse en la utilización permanente de los partidos políticos porque, efectivamente, este pacto patriarcal lo que buscaba era nuevamente una utilización permanente de las mujeres, ofreciéndoles caramelos de vuelta, como lo fue el Servicio Nacional de la Mujer, haciéndolas sentir que ahora sí iban a estar incluidas, pero condicionando el apoyo, condicionando algo que nunca debió haber sido condicionado. Pero me parece que hoy día, 30 años después, nosotras podemos hacer esa reflexión. Es fácil mirar para atrás y decir que en realidad fue un pacto patriarcal. Efectivamente lo fue y ya hemos aprendido que siempre es así, por lo tanto, no confiamos en esa institucionalidad. Pero había una sensación distinta en esa época, pensando que iba a ser imposible derrocar la dictadura, y se encuentran con esto que fue una esperanza.
– ¿Creen que se lograron avances en términos institucionales y/o judiciales durante los gobiernos de la Concertación? Te lo pregunto porque ustedes son bien críticas respecto a lo que ha significado, por ejemplo, la Ley de Violencia Intrafamiliar que se promulgó en 1994 y reformó en 2005.
La institucionalidad se ha quedado atrás de una manera horrible, pero las mujeres hemos avanzado de manera distinta. Julieta Kirkwood avizoró este despertar de consciencia y siento que las mujeres hemos tenido este despertar, por eso el 8 de marzo fuimos 2 millones en la calle. La institucionalidad no ha querido avanzar porque no le conviene que las mujeres sean sujetas de derecho por muchos aspectos: porque la estructura social es patriarcal y se basa en la dominación de las mujeres, porque que nosotras tengamos este despertar de consciencia significa cambiar todas las estructuras y eso implica cambiar el modelo económico, las prácticas actuales y la jerarquización de la institucionalidad. Y ahí es donde se hacen los que sí y los que no, como que nos dan un poquito y después pareciera que hemos avanzado porque hay una Ley de Violencia Intrafamiliar, pero hace un cuarto de siglo que se comprometieron a hacer una ley integral y todavía no la tenemos. Hoy día están discutiendo una ley integral cuando otros países, que se obligaron al mismo momento de Chile, ya están corrigiendo los errores que cometieron en esas leyes integrales.
– ¿Cuál es la lectura que hacen desde 2016 con el movimiento Ni una menos en adelante y todo lo que se empezó a fraguar ahí en términos de mujeres irrumpiendo nuevamente en el espacio público, con demandas cada vez más amplias respecto a la violencia contra las mujeres?
El año 2016 viene a ser la explosión de todo lo que ya se había gestionado a través del feminismo y que no se notaba. El trabajo permanente de las feministas comienza a mostrarse en distintos lugares porque las feministas estamos en todas partes; estuvimos en las marchas de las y los estudiantes, en las marchas de las AFP, con los movimientos sociales. Me parece que ya en 2016 se había hecho este trabajo de hormiga de ir repartiendo conocimiento feminista y esto se conjugó con agresiones a nivel mundial que fueron muy impactantes. Las feministas fuimos poniendo los conceptos y a las mujeres ya les hacían sentido cuando aparecen estas violaciones colectivas en Argentina y Brasil.
– Al interior de la academia existe una insistencia por hablar de violencia de género, en vez de hablar de violencia contra las mujeres. ¿Por qué ustedes como organización nunca han hablado de violencia de género?
Compartimos esta idea de que el género es como sacarle la cafeína al café para hablar de violencia contra mujeres, como suavizarlo para que así nadie se sienta y convoque a más gente. Nosotras no tenemos que descafeinar nada, las cosas nos gusta nombrarlas como son. El género, además, abarca los diversos géneros y nosotras hablamos de violencia hacia las mujeres porque en eso trabajamos y porque el género nos invisibiliza, ¿dónde estamos las mujeres ahí? Cuando se quiere hablar de violencia hacia las mujeres debe ser nombrada como tal, porque tiene motivaciones específicas que son el machismo y la estructura patriarcal en la cual está enraizada nuestra sociedad, por lo tanto, para poder erradicarla tenemos que basarnos en sus motivaciones y recoger la experiencia de las mujeres.
– ¿Cómo definirías el momento actual? Vemos un movimiento feminista que no ha dejado de manifestarse y luchar contra la violencia hacia las mujeres, tanto en el contexto de pandemia como en casos que han sido pésimamente abordados en términos mediáticos como el de Ámbar Cornejo.
El momento actual es un momento donde el concepto feminista se ha vuelto muy masivo. Me parece muy bien que seamos millones, pero creo que requiere una responsabilidad porque el feminismo es reflexión y acción, sí o sí. Tenemos la responsabilidad de estar permanentemente reflexionando y cuestionando con otras, porque en esta masividad del feminismo también puede ser que llegue solamente el concepto y el resto quede vacío, y ahí nos encontramos con aberraciones como Jacqueline Van Rysselberghe diciendo que es feminista porque ella se siente con el patudo derecho de decidir lo que es feminismo. Es una falta de respeto enorme hacia las feministas. Es lo mismo que yo dijera ‘si ser UDI significa que apoyo el matrimonio homosexual y que puedan adoptar, y que las mujeres podamos abortar cuando queramos, entonces soy UDI’. Así, así de patudas son. Tenemos que poner los contenidos del feminismo para que mujeres tan patudas y tan irrespetuosas como la Van Rysselbergue o la Zalaquett no salgan a pensar que por el solo hecho de tener vagina, y porque ellas creen que hay que ser buenas con las mujeres, son feministas.
– ¿Qué les han parecido los cambios de ministras de la Mujer y Equidad de Género? En un principio tuvimos a Isabel Plá, después a Macarena Santelices que finalmente dejó el cargo tras ser sumamente cuestionada en su gestión, y en la actualidad a Mónica Zalaquett.
Tenemos que reconocer que este es un gobierno de derecha. Un gobierno, además, liderado por Sebastián Piñera, por lo tanto, sus ministras y ministros representan lo que él es. A mí no me sorprende que ponga a Santelices, a la Plá o a Zalaquett. Cuando decían ‘no tenemos ministra’, nosotras tampoco compartimos esa idea porque habiendo gobierno de derecha, tampoco la íbamos a tener, y habiendo gobiernos de la Concertación, tampoco la tuvimos mucho porque ellas se deben a su partido político. Sabemos que esta institucionalidad nos falla a las mujeres porque primero es más servil al partido político y al gobierno que las puso en ese lugar, y después, dentro de lo posible, y de lo que el partido político y el gobierno les permite, comienzan a recoger lo que las mujeres podríamos estar demandando.
– ¿Por eso la Red no se posiciona del lado de ningún partido político?
Los partidos políticos tienen una estructura que es patriarcal, son jerárquicos, y nosotras pensamos en la horizontalidad, que así debieran ser las relaciones y los partidos políticos están muy distantes de tenerlas, luchan por un poder y luego se instalan en ese poder para seguir replicando prácticas patriarcales. Sí reconocemos el trabajo de algunas compañeras feministas, si así lo eligen y así lo deciden, que militan en un partido, por supuesto que ellas pueden aportar mucho más que otra mujer que no es feminista en esos espacios.
– ¿Cuáles son los desafíos para las feministas en esta coyuntura? ¿Cuáles son las cosas o espacios que habría que disputar?
Para nosotras la articulación entre mujeres es esencial y hoy día la pandemia así lo ha demostrado. Las instituciones no han llegado, pero las feministas ya estábamos dándoles apoyo a otras compañeras. Me parece que ir a disputarle algo a la institucionalidad es difícil porque la institucionalidad es la que tiene las lucas y la que tiene la capacidad de llegar a todo Chile. Ahora, yo diría que dentro de los desafíos que podríamos tener como feministas es justamente reunirnos, hay una historicidad del movimiento feminista que me parece que hay que recoger y conocer porque el feminismo no partió ahora. No podemos no tomar en cuenta estas prácticas feministas que han mantenido el feminismo vivo en Chile. Entonces creo que esos son los desafíos que nos hacen falta: historizar el movimiento y también poner en cuestión la ética feminista. Hay una ética que no podemos saltarnos como feministas y que debiéramos discutir entre todas en qué consiste, cómo va a ser este trato entre feministas, cuáles van a ser nuestras prácticas feministas para hacernos cada vez más fuertes.