Por María Cecilia Hildago / Fotografía: Fotos Naín Nómez/ Vicerrectoría de Vinculación con el Medio de la Universidad de Santiago de Chile
El año 2015 la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) concluyó que Chile tenía que avanzar hacia una sociedad del conocimiento para potenciar su desarrollo social y económico. En este artículo presento mi visión sobre cómo la situación actual de la ciencia en nuestro país nos limita para realizar este avance y cómo las universidades estatales podrían contribuir a solucionar este problema.
Escaso número de investigadores. Nuestro país tiene actualmente siete veces menos investigadores por millón de habitantes que el promedio de los países de la OCDE, definiendo como investigadores a quienes generan nuevo conocimiento y lo comunican en publicaciones. Esta escasez de investigadores, que es aún más grave en las ciencias sociales, las humanidades y las artes, limita la generación de conocimiento, pues carecemos de la masa crítica necesaria para generar el conocimiento que requiere nuestro país y así poder influir en forma importante en su desarrollo. Por lo tanto, es urgente e imprescindible implementar medidas para aumentar la cantidad de científicos que trabajen en Chile. Esto permitiría potenciar un modelo de desarrollo más amplio y equitativo, centrado no sólo en aspectos económicos, pues es imprescindible generar nuevos conocimientos en aspectos sociales y culturales que nos permitan eliminar la gran desigualdad económica y social que exhibe nuestro país.
Una forma lógica y efectiva de aumentar nuestra pequeña comunidad científica sería incorporar a los científicos formados en el país y recuperar a quienes han salido a perfeccionarse al extranjero, financiados con programas como Becas Chile. Si bien este programa ha permitido que muchos jóvenes chilenos hayan tenido la oportunidad de completar su formación de postgrado en prestigiosas instituciones extranjeras, no se generó un programa paralelo reinserción-Chile que velara por la reinserción de los becados en nuestro país. Como consecuencia, estamos perdiendo, y corremos el riesgo de seguir perdiendo a futuro, toda una generación de jóvenes talentosos y con una excelente formación que requerimos con urgencia para impulsar nuestro desarrollo. El conjunto de universidades estatales podría jugar un papel decisivo en la inserción de jóvenes científicos tanto formados en Chile como en el extranjero, especialmente si se constituye el Consejo de Coordinación propuesto en el proyecto de ley de universidades del Estado. Insertar nuevos investigadores en esta red a través de un bien diseñado programa de reinserción permitiría ampliar y compartir la actividad científica para generar nuevos conocimientos e impulsar la innovación.
Falta de valoración de la actividad científica creativa. A mi parecer, como sociedad no valoramos actividades que son centrales para avanzar hacia el desarrollo, pues no apreciamos a nuestros científicos y educadores ni a nuestros técnicos. Sabemos que posibilitar el acceso masivo de nuestra población a una educación de calidad, de preferencia estatal, es una forma demostrada de disminuir la desigualdad cultural, social y económica de nuestros habitantes, y permite, además, potenciar el desarrollo de futuros talentos científicos. Si no cambiamos esta perspectiva, será difícil que contemos con los profesores que se necesitan para formar a nuestros futuros investigadores, y con las personas con formación de calidad que se requieren para brindar apoyo técnico efectivo a la cadena de generación de conocimiento.
Falta de apoyo económico e institucional a la actividad científica creativa. Existe consenso en torno a que un fuerte apoyo a la ciencia caracteriza a todos los países desarrollados, sin excepción alguna, y cuando hablo de ciencia incluyo a todas las disciplinas que generan nuevo conocimiento. Nuestro país, que cuenta con una sólida tradición en investigación científica centrada en su gran mayoría en algunas de sus universidades, ha mostrado un avance notable en los últimos 30 años pese al exiguo apoyo financiero público y privado y al escaso número de investigadores nacionales. La calidad y el impacto internacional de las publicaciones chilenas, que destaca respecto a la de otros países de América Latina, motivó que nuestro país fuera mencionado por Nature Index, Rising Stars 2016 como uno de los 10 países del mundo, y el único de las Américas, que pese a su pobre inversión en ciencia, tecnología e innovación presenta un notable avance en el desarrollo de su ciencia, principalmente en astronomía y en menor grado también en ciencias biológicas.
No obstante, hoy el desarrollo científico y tecnológico de Chile enfrenta una aguda crisis, originada por una nociva política científica nacional, economicista y carente de visión, y que además ha sido ineficaz en impulsar el desarrollo de la ciencia y en lograr que los conocimientos generados por nuestros científicos impacten y contribuyan al desarrollo del país. Esta ideología, que ha privilegiado la ciencia por propósito en desmedro de la ciencia básica, omite los importantes efectos benéficos que esta última aporta a la sociedad en términos de educación, cultura e innovación. No apreciar el aporte de la ciencia básica al desarrollo del país es nefasto, pues nos debilita como país creador y nos lleva a la pérdida de talentos y de posibles aplicaciones del conocimiento generado, lo que restringe el avance hacia el anhelado desarrollo integral de Chile.
La inversión que hace actualmente Chile en ciencia, tecnología e innovación, que representa cerca del 0,38% del Producto Interno Bruto (PIB), está muy por debajo de la inversión que presentan los países de la OCDE, que en promedio es superior al 2%, e incluso es menor que la inversión que realizan otros países de América Latina, como Argentina, Brasil y México. Más aun, hasta hoy la institucionalidad científica chilena presenta un alto grado de fragmentación, lo que resulta en una gran dispersión de los programas públicos de inversión destinados a investigación y desarrollo. Por lo tanto, urge generar una nueva institucionalidad que represente a los científicos frente a quienes toman las decisiones sobre el desarrollo de la ciencia en el país. La Presidenta de la República, Sra. Michelle Bachelet, anunció la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología en enero de 2016. La comunidad científica espera que la creación de este ministerio, que incorpora también innovación basada en conocimiento científico, contribuya a resolver los problemas urgentes que he mencionado en este artículo; no obstante, existen también temores de que este ministerio se transforme en otra institución estatal más, con poca efectividad real y escaso financiamiento.
Falta de difusión de la actividad científica. Y por último, otro desafío que enfrentamos es el hecho de que como los científicos que trabajamos en Chile somos muy pocos, es difícil llevar a cabo una importante tarea en la cual estamos en deuda como comunidad con nuestra sociedad. Tenemos que explicar y convencer a la población de nuestro país de que la generación de conocimiento es clave para asegurar nuestro desarrollo. En consecuencia, tenemos que responder en forma convincente y clara la pregunta ¿por qué es importante hacer ciencia en Chile? Las universidades estatales tienen un papel central en esta materia, especialmente si se genera el Consejo de Coordinación, pues han demostrado que, pese a las limitaciones del sistema, han sido capaces de generar conocimiento mediante investigación científica con la mirada puesta en el desarrollo del país y el bienestar de sus habitantes.
El papel de la ciencia no puede limitarse a perfeccionar el actual modelo de desarrollo, que sólo busca fortalecer la tecnología o la innovación para mejorar la productividad de los sectores exportadores de recursos naturales u otras áreas estratégicas de la economía. Por el contrario, debemos impulsar un amplio concepto de desarrollo científico que fomente tanto la investigación motivada por curiosidad como por propósito, en todas las áreas del conocimiento y con recursos y visión a largo plazo. Así se podrá transformar nuestro actual modelo de desarrollo en un modelo que asegure el bienestar, la educación y la salud de todos sus habitantes, y que logre generar soluciones para los desafíos de hoy y del futuro. Tenemos lo esencial: una comunidad de científicos bien preparados, activos y conectados con el mundo; comprometidos con su quehacer y deseosos de trabajar en Chile generando nuevos conocimientos y dispuestos a encarar los múltiples problemas que enfrentamos como país y como habitantes de este planeta. El país debe apostar por apoyar a sus científicos si queremos que Chile sea un país desarrollado. Si no cambia radicalmente la política actual y no aumenta significativamente el apoyo estatal y privado a la ciencia, incluyendo un fuerte apoyo a la generación de conocimiento en las universidades estatales presentes a lo largo del país, se corre el riesgo cierto de perder todo lo logrado en las últimas tres décadas. En particular, se corre el riesgo de perder toda una generación de investigadores que ha tomado muchos años formar tanto en el país como en el exterior.