Los distintos nos miramos

En el documental Bajo sospecha: Zokunentu, «Daniel Díaz muestra una reflexión íntima de la carrera y trayectoria de su tío, en la que recorre algunos de sus trabajos más relevantes y los procesos de creación asociados, a la vez que indaga en su propia identidad y la de toda su familia», escribe Laura Lattanzi

Elisa Loncon mencionó en su último discurso como presidenta de la Convención Constitucional que ese órgano nos permitió “vencer el miedo, el desconocimiento y la ignorancia, porque ahí estamos los distintos que necesitamos mirarnos”.

“Mirarnos” no es lo mismo que “ver”, no solo porque tiene la potencia de la primera persona del plural, sino también porque apela a nuestra voluntad. No toparse con un objeto —algo propio del “ver”—, sino enfrentarse a él, enfrentarnos a nosotros como colectivo de distintos. “La patria es el otro” es un lema similar que circuló en Argentina durante los gobiernos kirchneristas.

En un contexto en que se multiplican los discursos y las prácticas discriminatorias, donde no se reconoce lo distinto, o se lo estigmatiza, podríamos juzgar que hoy aquellas palabras de Loncon se presentan más como una promesa que como una realidad, un “ahí” que todavía resuena. Aunque las palabras, como las imágenes, no tienen necesariamente que corresponder con una realidad, sino que pueden tener también la potencia de contrastarla, señalar sus faltas, sus silencios, sus invisibilidades.

El documental Bajo sospecha: Zokunentu, de Daniel Díaz, explora las complejidades y conflictos de una definición cultural identitaria que se construye con miradas, desplegando los modos en que somos distintos. En este caso, se trata de ser mapuche en Santiago, una ciudad donde las culturas tienden a una mayor hibridación, pero donde se producen a su vez borraduras, exclusiones y estigmatizaciones. “¿Soy mapuche?”, se pregunta el director, “¿es mi familia mapuche?”. Las abuelas de Díaz tienen apellido mapuche, pero ese rastro ya no está en su nombre, y ello no solo por los dispositivos patriarcales, sino también por la estigmatización y violencia que se ha ejercido históricamente sobre este pueblo.

El disparador del relato, y lo que inicia la película, es la injusta detención que sufre su tío, el reconocido artista Bernardo Oyarzún, al que la policía confunde con un ladrón de apariencia supuestamente similar. “Tiene la piel negra, como un atacameño. El pelo duro, labios gruesos prepotentes, mentón amplio, frente estrecha, como sin cerebro”, dice el reporte policial, una descripción que se asemeja a los discursos de la antropología criminal que surge en el siglo XIX como un respaldo “científico” de los prejuicios que existían hacia los sectores populares. Este suceso es el mismo que Bernardo Oyarzún trabaja en la obra que lleva parte del mismo nombre que el documental —“Bajo sospecha”— y que fue incluido en la exposición que el artista instaló en la Bienal de Venecia 2017, invitado a representar a Chile —he aquí otra capa de las complejidades sobre la identidad y las representaciones—. Años más tarde, este suceso y obra inspiran a su sobrino.

En Bajo sospecha: Zokunentu, Díaz muestra una reflexión íntima de la carrera y trayectoria de su tío, en la que recorre algunos de sus trabajos más relevantes y los procesos de creación asociados, a la vez que indaga en su propia identidad y la de toda su familia, destacándose sobre todo la biografía de sus abuelos. Para ello se vale de diversos recursos cinematográficos. En primer lugar, está la voz en off del director, quien narra en mapugundún, decisión ética y estética que se añade al prisma identitario del film. “Vivir otra lengua es la única manera de habitar todo este inmenso despojo”, menciona Díaz en una declaración que busca justificar esta elección. También se vale de varios documentos de su archivo familiar para componer el relato: videos y fotografías de reuniones familiares, registros de su tío —de sus procesos creativos, de sus obras, de su testimonio—, y también algunos propios —en su mayoría registros hechos a sus abuelos y su tío—. El trabajo con estas imágenes de archivo es cuidadoso y atento, y tal como observamos en los documentales contemporáneos, los documentos de archivo se vuelven una superficie que nos permite mirar, mirarnos, identificar gestos y expandirlos en su sentido, denunciar los estigmas que se posan sobre ellos; en definitiva, convertirlos en un material performático que se activa en el montaje. Por ejemplo, cuando Díaz se detiene en los gestos de su abuelo al cantar, en el despliegue del cuerpo de su tío performando en sus propias obras, o en la voz de su abuela cuando explica los modos de tejer. A su vez, cita referencias heterogéneas, distantes a la cosmovisión mapuche, pero de las que él se siente cercano: Dragon Ball Z, el cantante Sandro o la música de Björk son también elementos que pueden traerse y combinarse. La identidad como un espacio continuo de reconstrucción parece ser la apuesta del director.

A primera vista, el documental es un retrato prismático sobre el artista Bernardo Oyarzún, pero sus motivaciones y preguntas exceden este objetivo, lo que quizás es una de las mayores fortalezas y debilidades de la película. Por momentos parece que estamos asistiendo a una presentación de la obra de su tío; en otros, a un retrato familiar, a los modos en que se constituye la identidad y los estigmas que se sufren en el proceso. Los entrecruces entre todas estas dimensiones no siempre son claros, aunque también se agradece la apertura y heterogeneidad de materialidades y reflexiones que la obra propone.

La categoría “bajo sospecha” puede ser pensada aquí como una doble operación: denunciar las identidades que se encuentran bajo sospecha por los dispositivos del poder dominante, pero también poner a la propia identidad en sospecha. En esa tensión es que surgen miradas de alteridad plebeya, que aún siguen interpelando a pesar de la derrota del Apruebo. Aceptar que lo que vemos nos mira, parafraseando a Georges Didi-Huberman; mirarnos como distintos, entender lo distinto como condición colectiva.

En los límites de la razón colonial

«En su tercer largometraje de ficción, Christopher Murray afina algunos temas que dibujan puntos fijos de su obra: la presencia intensa del paisaje, la fuerza de la creencia y la espera del “milagro” como mediación o represión de lo incomprensible», escribe Iván Pinto sobre Brujería.

Las primeras escenas de Brujería instalan el tono y el tópico central de la película. Un rebaño de ovejas aparece muerto en una casona de colonos alemanes en Chiloé, en lo que parecen ser los últimos años del siglo XIX. Rosa, una niña indígena que habla alemán y trabaja en la casona, observa cómo su padre es acusado de ello por el patrón y luego atacado por sus perros hasta matarlo. La escena es retratada con crudeza: las tomas trabajan con planos largos y sus movimientos van develando el espacio y la luz grisácea del ambiente, mientras notas graves de violonchelo construyen una atmósfera trágica e irreal.

Luego de acudir al alcalde, quien desestima realizar una investigación sobre el asesinato, la niña visita la casa de un poderoso brujo huilliche de la isla para pedirle justicia. El brujo, quien rechaza la cultura de los blancos, ayuda a la niña mediante hechizos y poderes sobrenaturales, haciendo desaparecer a un niño y controlando a los perros del colono. En medio de esto, comienza una persecución y un juicio contra los brujos. La película aborda la lucha entre estas dos fuerzas, la del orden colonial y la brujería, y se sitúa históricamente en el llamado “proceso a los brujos de Chiloé”, un litigio que se llevó a cabos a fines del siglo XIX entre el Estado y el grupo conocido como Recta Provincia o La Mayoría, una asociación de brujos repartidos a modo de república y a la que acudían los habitantes de la isla en busca de ayuda.

Rosa empieza un camino hacia la iniciación a través del bautizo y el acceso a “la cueva”, un ritual para acceder al saber de la brujería. Ella sirve de mediadora entre dos mundos —el orden blanco colonial y el mundo sobrenatural—, ya que es quien cambia el impulso vengativo del brujo por uno de justicia cuando el alcalde le pide ayuda mágica para salvar a su bebé de una enfermedad. Mientras el brujo mayor se niega, ella accede a ayudarlo como una forma —finalmente fallida— de establecer un vínculo entre ambos mundos.
La película muestra poderes sobrenaturales a los que recurre el hombre blanco cuando los necesita. Así, gran parte del filme desemboca en rituales y simbologías iniciáticas que llevan a largas secuencias, las que funcionan de forma irregular para el tratamiento estético, aunque otorgan ese ambiente de misterio y extrañeza cercano al de películas como The Witch (2015) y parte de la estética de la productora A24 (Lamb, El faro), particularmente al inicio y en las escenas con perros bajo hechizo. Así, el filme toma estas estrategias de género paranormal para hablarnos de la cultura y mitología chilotas.

En su tercer largometraje de ficción luego de Manuel de Ribera (2010) y El Cristo ciego (2016), Christopher Murray afina algunos temas que dibujan puntos fijos de su obra: la presencia intensa del paisaje, la fuerza de la creencia y la espera del “milagro” como mediación o represión de lo incomprensible. Si en el filme de 2016 esto lo lleva a crear una alegoría social sobre la fe, los sectores populares y la compasión, en Brujería hace algo similar en torno a la razón colonial y los pueblos originarios desde la perspectiva de la marginación colonial.

Como en otras películas recientes —Blanco en blanco (2019), Rey (2017)—, Brujería echa mano a la reconstrucción histórica para establecer una interpretación en torno a los procesos históricos y la cuestión colonial. A partir del caso de la Recta Provincia, el filme propone una relectura en clave alegórica sobre la imposible convivencia entre dos mundos: el de la razón y sus límites; el mundo de la cultura blanca, colonial y occidental, y el de las culturas originarias, más vinculadas al pensamiento mágico y a la resistencia frente a los códigos con los que los blancos intentan asimilarlos o dominarlos, encarnada aquí en el brujo huilliche. Este aspecto denota una cierta curiosidad o nota antropológica respecto de esas otras formas de comprender la relación humano/naturaleza, otorgándoles a sus elementos cuotas de fuerza y conexión cósmica.

En ese marco, la película se convierte en una fábula ilustrativa de los límites de la razón colonial moderna. Mientras Rosa parece ser un personaje mediador entre ambos mundos, son los propios acontecimientos los que cierran las puertas a esa posibilidad: luego de pedirle que salve la vida del bebé del alcalde, la niña es traicionada cuando se decide condenar a los brujos. Rosa se venga a través de los perros y después la vemos reunida con otros brujos. De esta manera, el filme presenta también la capacidad de agencia de esta comunidad para mantener su autonomía respecto de la cultura opresora y sobrevivir bajo las sombras de su dominio, utilizando sus poderes a su favor.

Brujería es otra muestra de los esfuerzos del cine chileno en su fase internacionalista por dar cuenta de problemáticas sociales, particularmente interrogando las historias de la nación y sus “otros”. Como ha pasado antes en algunas películas, se repite algo del estereotipo y el rasgo aún demasiado binario entre lo que sería la cultura blanca y su otredad, idealizando identidades con un sesgo paternalista (algo que aquejaba también a El Cristo ciego). Mientras podría considerarse un acierto la lectura de la historia de la Recta Provincia, sus mecanismos de representación acusan cierto estilo arty para un thriller que se regodea demasiado en la atmósfera, otorgando sentidos no siempre evidentes o abiertamente difusos, a medio camino entre un cine de narración y otro de vocación autoral. Aunque se aleja del “realismo mágico” al estilo del tratamiento en …Y de pronto el amanecer (2017), de Silvio Caiozzi, cabe preguntarse cuánto queda hoy de las dicotomías instaladas por ese género literario.

Una performance insurgente

«El documental de Videla, quien es también parte del elenco de la obra bajo la figura de Amnesia Letal, explora los vínculos entre espectáculo y política, entre afecto y expresión, entre la dimensión íntima y la comunitaria; al resignificar el proceso biográfico, político y sensible de un grupo de artistas-activistas», dice Laura Lattanzi sobre el documental Travesía travesti, de Nicolás Videla.

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Un arte de lo efímero

«Vicente Ruiz: A tiempo real es un documental que refresca el concepto de ‘documental de arte’, apelando a la exploración creativa del testimonio y del archivo desde la vocación plástica y gestual de la imagen. Un ‘archivo performático’ que logra movilizar percepciones y sensorialidades en lo contemporáneo», escribe Ivan Pinto sobre el trabajo de Matías Cardone y Julio Jorquera.

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Jan Svankmajer, de la alquimia al surrealismo

«El talento no existe, sólo hay que saber llegar al subconsciente que todos tenemos y que es la fuente de toda creación».

Jan Svankmajer
Por María Ochagavía y Pablo Inda

Marionetista, creador de máscaras, poeta, escultor y cineasta, Jan Svankmajer nace el 4 de septiembre de 1934 en Praga, capital de la entonces Checoslovaquia. El mismo año de su nacimiento la selección de fútbol de ese país obtuvo el segundo lugar en la Copa Mundial de Fútbol realizada en Italia. Cincuenta y cuatro años más tarde, en su cortometraje Juegos Viriles, dedicará una escalofriante reflexión de las consecuencias sociales del desarrollo de esa pequeña victoria. En él expone su visión del fútbol como parte de la cultura hegemónica a una escala global y local, desde una perspectiva humorística y brutal. En un lenguaje irónico, retrata en el celuloide esta nueva versión del “opio del pueblo” como un espectáculo absurdo y masivo. Los goles se transforman en muertos, mientras un espectador, el protagonista del cortometraje, observa el juego a través de un televisor tomando cerveza y comiendo pastelillos, algo muy propio de la cultura de la Europa del este. El corto no puede dejar de sorprendernos por su hechura: desde las ubicaciones donde transcurren las escenas, los personajes, el montaje de la post producción, hasta el diseño sonoro. En este esfuerzo técnico y estético, intensamente elaborado, se destacan las particularidades centrales de su obra. Esas mismas fuerzas ciegas a su propia brutalidad, pero que dibujan la red de la realidad instituida, sólo pueden ser subvertidas por la potencia nutricia y vivificante de un arte y una técnica consagradas a la exploración del subconsciente y su inmenso poder de creación de imágenes y figuras. 

El cineasta Jan Svankmajer. Foto: Petr Novák, Wikipedia.

Pues adentrarse en el imaginario de Svankmajer es viajar por todos los rincones de aquel subconsciente, visitar el absurdo, pero también esa inquietud, casi natural, por aquello que conmueve e inspira la exploración de lo imaginario. Y es que en cada una de sus obras la interrogación por el poder liberador de la imaginación se fusiona con la búsqueda incansable del artista por el sentido de su quehacer. Así, la materia de su obra ha de ser encontrada en los rastros que el tiempo ha sabido despojar de significados instituidos. De ahí que el desprecio a toda práctica y moral establecida, y el consecuente encuentro con la inocencia de las motivaciones humanas, se exprese, en Svankmajer, como una profunda experimentación y reconocimiento de la multiplicidad de prácticas que le circundan culturalmente. Pues su concepción del surrealismo se desarrolló sobre otras manifestaciones de la tradición checa. Desde la alquimia hasta el teatro negro, pasando por el teatro de marionetas, las leyendas típicas como el Golem, la literatura de Kafka hasta el consumo de cerveza, cada una de estas expresiones es leída desde el desapego de un artista que no teme poner en riesgo la identidad, la propiedad y la razón, al punto de permitir el nacimiento de lo nuevo en el desatre mismo de los pilares de la cultura. A modo de anécdota, pero también en consonancia con este sentido del riesgo, en 1969 aproximadamente, luego de unirse, junto a su mujer Eva, al movimiento surrealista checo, Svankmajer fue encarcelado precisamente por su condición de artista surrealista. En medio de la efervescencia anti comunista, el surrealismo era considerado por el oficialismo como un movimiento contrario a las ideas y propósitos identitarios del gobierno pro soviético. 

Pues en Svankmajer la convicción de que imaginar es el acto subversivo por antonomasia es llevada hasta cada uno de los rincones de la experiencia y del pensamiento, y desde allí, justamente, es desde donde plantea su concepción de la especificidad del cine. Por una parte, el cine está ligado al oficio, al gesto artesanal en la factura de la obra; lo manual, lo humano y lo singular son categorías centrales de su propuesta artística. Por otro lado, la búsqueda de un efecto alquímico se materializa finalmente en el stop-motion, técnica de animación frame by frame (fotograma a fotograma), que en la práctica se realiza haciendo una toma tras otra, como si fuera una serie fotográfica, hasta lograr el efecto de dar movimiento a un objeto determinado. Sea el modelado, la escultura, el collage, el objeto cotidiano u orgánico, sea el actor o la marioneta, los elementos del stop-motion permiten el encuentro de lo imaginado con lo real. Sólo el montaje y la proyección cinematográfica pueden abrir paso a la imagen viva del inconsciente en el contexto de lo real y hacer aparecer en movimiento lo pequeño, lo invisible, lo imposible, trascendiendo las limitaciones perceptivas del hombre. 

A través de su trabajo con expresiones literarias que, en la forma de homenajes, articulan en gran medida su imaginario, Svankmajer explora el vínculo entre la imagen y el fondo creativo y liberador de ese basto mundo de figuras. La alquimia del cine conduce al hombre, desde su encadenamiento hacia el reencuentro con su naturaleza instintiva y con la dimensión onírica de su existencia. Así, en Lunacy (2005), film tributo (homage) al Marqués de Sade y a Edgar Allan Poe, se entremezclan dos singulares visiones literarias en una tétrica historia de amor y locura. Los personajes de un Marqués y un joven trastornado nos permiten observar la mutua motivación entre las perversiones del hombre y la moral, justo ahí donde, cautiva, la naturaleza reclama su lugar. En Faust (1994), Svankmajer hace una reinterpretación de la clásica leyenda germana a partir de marionetas a escala que interactúan, con total naturalidad, con personas de carne y hueso. El deseo de sabiduría, en cuanto deseo de poder, es examinado a la luz de sus efectos, es decir, del vaciamiento de sentido de la experiencia. Por su parte, en la comedia macabra El pequeño Otik (2000), conocida también como Otesánek o Greedy Guts (Tripas codiciosas), basada en el cuento del checo Jaomir Erben, relata la historia de una pareja vehementemente necesitada de responder al mandato social de paternidad, al mismo tiempo en que Otik es tallado, por quien será su padre, de la raíz de un árbol. Otik, el bebé-árbol, necesitado de comer carne humana proporcionalmente al veloz ritmo de su crecimiento, revela la monstruosidad en la que terminan convirtiéndose los dictámenes sociales, pero también permite abrir una exploración de lo extraordinario que subyace a la vida que pretendemos normal. En cada ocasión, el vínculo entre inocencia y horror, entre la manifestación natural y la pesadilla, apuesta por la posibilidad del encuentro con lo creativo, esa transmutación que sólo puede tener lugar en el pleno despliegue del sinsentido. Las motivaciones más oscuras y las disposiciones morales más escrupulosas del hombre se convierten, por la magia de la depotenciación del mal a su fundamento psíquico, en fuerzas fácilmente solubles en ese flujo creador de apariencias que congracia a la existencia consigo misma. 

«Una imagen destinada al juicio es una imagen que captura la imaginación en la norma y atrapa a la existencia en el mecanismo. El arte y su goce no sólo admite una verdad sin juicio, sino que abre un corazón a la experiencia.»  

Pero también, este arte, requerido de formas y abierto a la multiplicidad de la imagen, extiende su espíritu errante a los lugares más improbables. Junto a Eva, pintora, ceramista y escritora, con quien conecta tanto en lo amoroso como en lo artístico, expresan lo nuclear del concepto creando un gabinete de curiosidades en un castillo del siglo XVIII. A modo de artefacto estético, inspirado en los antiguos cuartos maravilla que constituyeron las primeras formas del museo, en el gabinete de curiosidades se descomponen las categorías tradicionales de lectura y ordenamiento del mundo. Otra de sus propuestas artísticas es el circo-teatro multimedial Wonderful Circus, para el teatro checo Laterna Magika. Se trata de una creación dirigida a público de todas las edades, en la cual transcurren en la pista central diversos actos surrealistas, donde se funde la proyección cinematográfica y la acción real del acto circense. Aquí, la imaginación del espectador juega como un factor fundamental dentro de la obra, dejando de ser un mero receptor para convertirse en parte activa del espectáculo. 

En último término, de lo que trata cada vez el arte es de esa espontaneidad inventiva que llamamos imaginación. Imaginar es vincular, más que nada vincularse, con las cosas, con los seres de la naturaleza, con el otro, todo ese fondo inconmensurable de la experiencia y, en este sentido, el vínculo más asombroso es el que podemos llegar a tener con ese enorme otro inconsciente en nosotros mismos. Hoy, la interrogación por los poderes que acompañan a las imágenes, suele considerar la importancia de ese otro, como contrapartida a la circulación económica de las imágenes, principalmente de índole publicitaria. Una imagen destinada al juicio es una imagen que captura la imaginación en la norma y atrapa a la existencia en el mecanismo. El arte y su goce no sólo admite una verdad sin juicio, sino que abre un corazón a la experiencia.  

Svankmajer realizó más de veinte cortometrajes y siete largometrajes, como Alicia (1988), Faust (1994), Conspiradores del placer (1996), El pequeño Otik (2000), Lunacy (2005), Sobrevivir a la vida, teoría y práctica (2010), una comedia psicoanalítica, e Insectos (2018). De su prolífico trabajo se crearon e influenciaron varias escuelas cinematográficas, resaltando los hermanos Quay, Tim Burton y Terry Gilliam como los más significativos. Recientemente, la obra cinematográfica completa de Jan Svankmajer fue restaurada y remasterizada en formato digital por Athanor Film Production Company (www.athanor.cz).


Pablo Inda es artista visual y licenciado en Ciencias de la Educación. Como productor, gestor y curador de eventos se ha dedicado fundamentalmente a la exploración de la forma en diversos soportes, en su mayoría obra gráfica.

María Ochagavía es doctora(c) en Filosofía con mención Estética y Teoría del Arte y magister en Metafísica de la Universidad de Chile. Se ha especializado en problemas de la filosofía contemporánea asociados a la experiencia y el lenguaje.

«Hater»: Un ejército de noticias falsas

Hater, el más reciente y aclamado filme del director polaco Jan Komasa (Poznań, 1981), se configura como una obra  multildimensional, en donde la información lo es todo y la superposición de capas narrativas describe la actual manipulación de masas a través de las redes sociales,  pero también nos hace preguntarnos por eventos tan alejados de Polonia como la relación entre la política y las barras bravas o el vínculo no aclarado entre la UDI y el grupo de extrema derecha Capitalismo Revolucionario.

Por Luis Cruz

Hater, el más reciente y aclamado filme del director polaco Jan Komasa (Poznań, 1981), se configura como una obra  multildimensional, en donde la información lo es todo y la superposición de capas narrativas describe la actual manipulación de masas a través de las redes sociales,  pero también nos hace preguntarnos por eventos tan alejados de Polonia como la relación entre la política y las barras bravas o el vínculo no aclarado entre la UDI y el grupo de extrema derecha Capitalismo Revolucionario.

Un Martín Rivas oscuro y torcido

Aunque la figura de Tomasz Giemza, el protagonista de Hater, ha sido comparada con Travis Bickle de Taxi driver y Patrick Bateman de American psycho, no deja de ser curioso que la premisa de esta obra remita a la primera novela moderna de nuestro país: Martín Rivas. Y es que la biografía de Tomasz posee algunas semejanzas notables con el héroe de Blest Gana. Talentoso joven provinciano de origen humilde llega a la gran capital para hacerse un nombre bajo la protección de una adinerada familia. Se enamora perdidamente de una de las hijas de sus benefactores, Leonor, pero la brecha de clases jugará en contra de las intenciones amorosas del protagonista, quien deberá realizar un despliegue de todos sus talentos para demostrar que está a la altura de su amada.  Para reforzar este paralelismo podemos agregar que ambos son estudiantes de Derecho.

¿Pero qué hubiese pasado con Martín Rivas si lo hubiesen expulsado de la carrera tras un evidente caso de plagio? Vayamos aún más lejos, ¿qué hubiese pasado en la novela de Blest Gana si los atributos de Martín no hubiesen sido la probidad y la integridad moral a toda prueba, sino, por el contrario, una frialdad y una capacidad de manipulación sobresalientes? ¿Hubiese conquistado el amor de Leonor? No podemos responder a esta pregunta sin arruinar la película. Pero lo que sí se puede decir es que, una vez caído en desgracia, Tomasz Giemza (Maciej Musiałowski) hará lo que mejor sabe hacer para conquistar el amor y hacerse un lugar en la sociedad: manipular y mentir.

Hater, la película de Jan Komasa (Poznań, 1981), es uno de los últimos fenómenos del cine polaco.

Miente, miente, que algo queda

Será el mundo del marketing y el manejo de redes sociales el lugar donde el ambicioso Tomasz encontrará un campo fértil para desplegar sus talentos, y, Beata Santorska (Agata Kulesza), la directora de la agencia de comunicaciones a la que ingresa a trabajar Giemza, su mentora y principal aliada. Resulta particularmente interesante la relación que establecen estos dos personajes. Beata es el arquetipo de la mujer fuerte y eficaz que domina su feudo con un liderazgo firme y despiadado, mientras que Tomasz asume el papel del discípulo talentoso y abnegado que está dispuesto a todo por hacerse un lugar. Lo que complejiza y da espesor a este binomio discípulo-maestro es la pulsión maternal y sexual que cruzará la relación de ambos personajes, pero también su capacidad para leer la realidad, manejar la información y sacar partido de esta. Es así como a lo largo de la película Beata estará siempre un par de jugadas más adelante que su protegido.

En este punto resulta necesaria una leve digresión. El personaje de Beata Santorska es parte de Sala samobójców (Suicide Room, 2011), trabajo anterior de Jan Komasa, en donde el director polaco reflexiona sobre el impacto que tienen las redes sociales en los adolescentes y que explica, en parte, el vínculo de protección que establecerá Beata con Tomazs en Hater.

Un oasis llamado Internet

Hacia fines de los 90, cuando Internet comenzó a masificarse en nuestro país, la red se vendía como una supercarretera de la información, un lugar en el que todo el conocimiento de la humanidad estaría a nuestra disposición. Las salas de clases se revolucionarían, los computadores volverían a nuestros niños más inteligentes y se cumpliría, por fin, la utopía de tener una sociedad del conocimiento horizontal y democrática.

Veinte años después, cuando el 59% de la población mundial tiene acceso a Internet (Global State Digital 2020), podemos decir que los smartphones se han vuelto un dolor de cabeza para los profesores, que  la mayor parte del flujo de información se divide entre las redes sociales, el streaming de video y la pornografía; que la red ha sido monopolizada por un par de empresas estadounidenses (Facebook, Alphabet/Google ), y que a partir de las filtraciones de Edward Snowden, recogidas y difundidas por Wikileaks, pero también del caso Cambridge Analytica, tanto en el Brexit como en la elección de Trump en Estados Unidos, tenemos la certeza de que Internet está lejos de ser un lugar neutral e inocuo. Por el contrario, la red –pero sobre todo las redes sociales– se ha vuelto tierra fértil para teorías conspirativas que han ido desde el terraplanismo y el fin del mundo en 2012 a la más reciente que señala que John F. Kennedy Jr. habría fingido su muerte. Junto a las teorías de la conspiración han surgido las llamadas fake news o noticias falsas, donde encontramos casos como la instalación de una trampa vietnamita en la casa de miembros de la Coordinadora Arauco-Malleco (CAM) difundida por el diputado (RN) Cristóbal Urruticoechea o el presunto indulto de Michelle Bachelet a Hugo Bustamante, el asesino de Ámbar Cornejo.

Lo interesante de Hater, y una de las razones por las que ha despertado tanto interés,es que nos muestra la forma en que son generadas estas noticias falsas, la manera en que operan y el efecto de bola de nieve que van logrando en la medida que escalan su popularidad. El primer trabajo de Tomazs será torpedear una exitosa bebida nutritiva a pedido de uno de los clientes de la agencia. Y lo hace generando múltiples noticias falsas. En las redes sociales basta con un par de montajes fotográficos bien hechos y un montón de cuentas falsas para destruir a la competencia, nos alecciona la película de entrada.

Tras el éxito de su primera misión, Tomazs escalará en su trabajo y comenzará a operar en la política. Es aquí donde el antihéroe echará mano a toda su capacidad de manipulación  para lograr su cometido: derribar a Paweł Rudnicki (Maciej Stuhr), candidato a la alcaldía de Varsovia, homosexual, liberal y proclive a abrir las fronteras de Polonia a los refugiados de Medio Oriente.

En este punto, la película nos muestra cómo la política se vale de los outsiders sociales para lograr sus fines sin mancharse las manos. Resulta imposible no recordar la relación entre la política y los barristas de los principales equipos de fútbol chilenos que son contratados como brigadistas durante las campañas políticas o los hechos ocurridos en una sede de la UDI que fue utilizada por un grupo de extrema derecha, Capitalismo Revolucionario, para confeccionar escudos que luego serían usados en las violentas marchas donde atacaron a transeúntes con diversos objetos contundentes. Vínculo que no ha sido aclarado hasta la fecha.

Sobresale aquí, y es quizás uno de los puntos más altos del guion de Mateusz Pacewicz                , la postura que adopta Tomazs, quien comenzará a jugar un rol de doble agente para situarse por sobre izquierdas y derechas, utilizando ambas facciones para lograr sus fines personales, dominando así el tablero, tal como en nuestro país lo hizo por años Julio Ponce Lerou al financiar campañas de todo el espectro político.Hater es una película que invita a reflexionar sobre el impacto que tienen las noticias falsas y las redes sociales en nuestras vidas, pero también sobre las élites, la política y las oscuras formas en las que estas operan. Sin duda, gran parte del atractivo de esta obra radica en la soberbia actuación de Maciej Musialowski, joven actor al que se le augura un futuro brillante en la pantalla grande, pero también a su guion, que sabe matizar la temática social con el drama de corte romántico y los entresijos del poder. Sin duda, un imperdible de esta temporada.