“La independencia comercial es una enorme oportunidad para desarrollar proyectos donde la creatividad, el pluralismo y, muy en particular, la libertad de pensamiento (…) se plasmen en un diálogo entre las radios universitarias y el conjunto de la comunidad”, escribe en esta columna Patricio López, director de Radio Universidad de Chile. Y agrega: “Ello requiere más que el respaldo institucional, que ya es importante. Deben sumarse también políticas públicas que fortalezcan la labor de estos medios, en tanto se reconozca el valor de su aporte al bien común”.
Patricio López
La radio en nuestro país nació desde el empuje de la Universidad de Chile, un hito que no solo inauguró una nueva época aquí, sino que también fue pionero a nivel mundial. El sábado 19 de agosto de 1922, los docentes e ingenieros de la Casa de Bello, Arturo Salazar y Enrique Sazié, realizaron la primera transmisión desde un equipo instalado en el Laboratorio de Electrónica de la Casa Central, desde el cual emitieron hasta las dependencias del diario El Mercurio, en cuyo hall se apostaron alrededor de 200 personas. Antes, solo en Estados Unidos y Argentina se había dado este paso que transformaría las comunicaciones en el mundo. La transmisión tuvo un alcance de unos 100 kilómetros y fue escuchada en las estaciones inalámbricas ubicadas en el Telégrafo del Estado, en el palacio presidencial de La Moneda, en la Escuela de Artes y Oficios y en el puerto de Valparaíso.
Este paso inicial se hizo en condiciones precarias y contó con los elementos que se harían habituales en las transmisiones radiales: música, locución, noticias y comentarios políticos. Según señala el sitio Memoria Chilena, “el inicio de la sesión constó de unas breves palabras de presentación, para escucharse a continuación la Apertura Tiperary, emitida desde una vitrola. Posteriormente se interpretó música en violín con Enrique Cabré y Nolberto García. La actualidad política se hizo presente mediante la lectura del texto de don Rafael Maluenda titulado “El perro de Alcibíades y el perro de Su Excelencia”, a lo que prosiguió nuevamente música, esta vez interpretada por la violinista María Ramírez Arellano y el cantante Jorge Quinteros Tricot. La transmisión concluyó con las últimas noticias del día, la Canción de Yungay y un cordial ‘Buenas noches’, modulado por el propio Quinteros Tricot, el locutor de la jornada”.
A pesar de las condiciones dificultosas, se abrió de inmediato la necesidad de crear empresas radioemisoras y masificar este novedoso y masivo medio de comunicación. Desde entonces, se generó una dinámica que suscitó el interés por la importación de equipos y en menos de una década ya había equipos receptores a la venta en las casas comerciales de la época.
Salazar fue profesor de Sazié en la Universidad de Chile y ambos se convirtieron en los padres fundadores de la radio en el país. La trayectoria de este último estaría fuertemente ligada a la radiodifusión, pues participó en la creación de varias radios, entre ellas Chilena, Universo y algunas institucionales.
El carácter fundacional de las radios universitarias en Chile seguiría forjándose en Valparaíso con la creación del primer medio de este tipo en América Latina: la radio Federico Santa María el 7 de abril de 1937. El decreto 1448 del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones le entregó la concesión en AM en esa fecha, proceso que continuaría con radios universitarias en otras regiones del país durante los años siguientes.
A la luz de estos primeros hitos, podemos decir con fundamentos que la radio le debe su impulso inicial a la voluntad de las universidades. No solo eso: durante las décadas siguientes, fueron las casas de estudio superiores las principales gestoras de la consolidación de la radio en el territorio nacional y, luego, del impulso creativo desde fines de los 50 del siglo pasado hasta el golpe militar de 1973.
¿Y hoy? En cada época, las radios pertenecientes a universidades se han preguntado qué las hace distintivas, en qué consiste su aporte particular. En el tiempo actual, sin duda, la respuesta a esta pregunta pasa por su carácter público. Algunos elementos para fundamentar esta afirmación son los siguientes:
En primer lugar, la inexistencia de radios públicas en el país. Durante la posdictadura tuvo lugar la venta de la Radio Nacional. Paradójicamente, se trató de la única experiencia de este tipo en Chile y ocurrió bajo la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet (1973-1990), que un año después de llegar al poder transformó en una radio estatal la otrora Radio Corporación, perteneciente al Partido Socialista. Más allá de que durante su existencia este medio fue usado como un mero organismo de propaganda del régimen de facto, las autoridades democráticas posteriores repitieron aquí la incomprensión de la función pública mediática, de modo que bajo la presidencia de Eduardo Frei-Ruiz Tagle la Radio Nacional fue privatizada.
En segundo lugar, asistimos a la desaparición de radios locales para ser absorbidas por cadenas que operan desde Santiago, además de la concentración de la propiedad por parte de consorcios extranjeros. En 2020, Javier García, investigador asociado del Observatorio del Derecho a la Comunicación, expresaba en una sesión de la Comisión de Transportes y Telecomunicaciones del Senado su preocupación por la situación de Ibero Americana Radio Chile, perteneciente al Grupo Prisa, dueño, entre muchos otros, del diario El País y de Editorial Santillana. En su comparecencia, García señaló que “este grupo acapara alrededor de 200 concesiones, eso haría algo más de un 10% del mercado… en algunas localidades llega a acaparar 30%, en ciudades importantes como Santiago, La Serena, Valdivia… me llama la atención que en los pronunciamientos del Tribunal de la Libre Competencia esto no haya generado más ruido”. A su vez, alertó que “estamos perdiendo diversidad en el tipo de información y en el tipo de agentes que están participando”.
En tercer lugar, es relevante el atosigamiento institucional hacia las radios comunitarias, maniatadas para poder cumplir con su rol de representar la realidad de los territorios en el espacio mediático, debido a que la Ley General de Telecomunicaciones tiene una concepción restrictiva respecto de estos medios, que en los hechos dificulta su financiamiento y su presencia más allá de algunos kilómetros alrededor de la antena transmisora (una potencia de transmisión mínima de 1 watt y máxima de 25 watts, con una antena de altura máxima de 18 metros).
En esas circunstancias, las radios universitarias se han convertido en el espacio único, o casi único, de desarrollo de proyectos mediáticos con vocación pública. Para ello han debido salir del espacio estrictamente universitario y avanzar hacia líneas editoriales que se hagan cargo de la realidad del conjunto de la comunidad en las que están insertas. Esta tendencia se ha manifestado más clara y crecientemente en los últimos años.
En este contexto, la independencia comercial es, al revés de un demérito, una enorme oportunidad para desarrollar proyectos donde la creatividad, el pluralismo y, muy en particular, la libertad de pensamiento propia del ethos de la universidad, se plasmen en un diálogo entre las radios universitarias y el conjunto de la comunidad. Ello requiere más que el respaldo institucional, que ya es importante. Deben sumarse también políticas públicas que fortalezcan la labor de estos medios, en tanto se reconozca el valor de su aporte al bien común.
Después de décadas de primacía de valores individualistas, los vientos ahora están soplando a favor de lo público. El proceso constituyente, entre otros fenómenos, es la expresión del deseo de reencontrarnos en torno a lo que nos es común. Aquello también se ha manifestado en el ámbito de las comunicaciones, con las demandas de incluir el derecho a la comunicación en la nueva Constitución y de que haya más ecuanimidad en el avisaje estatal. En estas circunstancias, entonces, se hace aún más necesaria la presencia de una red de medios públicos provenientes de las universidades, que pueda contribuir a un debate colectivo que no esté determinado por el peso de los intereses privados.
Este escenario es más que propicio para las radios universitarias, si saben leerlo. La demanda por una mayor presencia de lo público puede ser satisfecha de manera expedita y consistente por estos medios, proceso que se venía labrando hace años, pero que ahora puede cuajar más nítidamente. Ante la inexistencia de una red de radios públicas, las emisoras universitarias pueden serlo con toda propiedad.