​​Corolarios de una derrota: consideraciones críticas sobre la denostación de la «política identitaria»

“Este libro representa la necesidad de pensar las deficiencias políticas diversas que incidieron en la derrota electoral”, afirma Claudia Zapata en la presentación del volumen De triunfos y derrotas: narrativas críticas para el Chile actual, editado por Faride Zerán (LOM), el que reúne una decena de ensayos de figuras del mundo social, académico y político; de los feminismos y pueblos originarios. En esta intervención, realizada el 11 de abril de 2023 en el Centro Cultural GAM, la directora del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la U. de Chile destacó el aporte que hace este libro para «elaborar una memoria política que sea capaz de advertirnos y resguardarnos ahora y en el futuro». 

Por Claudia Zapata

La experiencia personal es un punto de partida inevitable a la hora de comentar un libro como este, que trata sobre nuestra atropellada historia reciente. Se trata de una experiencia que no tiene nada de singular, porque está marcada por sentimientos compartidos tras la derrota electoral del 4 de septiembre de 2022: desazón, desorientación, decepción, pero sobre todo, necesidad de entender, más que de juzgar. Eso se expresó en la negativa a escribir, o al menos no escribir tan rápido, pues sentí que había que vivir la experiencia de la incomprensión, de allí que miré con sospecha los diagnósticos instantáneos, rotundos, acabados y llenos de certezas (me costó leer lo que apareció al día siguiente, finalmente desistí de hacerlo).

Este libro me llega en un momento en el que siento que ya puedo leer un mayor volumen de análisis sobre la revuelta popular, el momento constituyente y el plebiscito, aunque se trató, como no podía serlo de otro modo, de análisis inestables. El libro que compila Faride Zerán y en el que participan destacadas y destacados autores, tiene el valor de ofrecer interpretaciones a cierta distancia temporal. Otro valor fundamental, es que incorpora las autorías de personas que participaron directamente en la Convención Constitucional, ya sea como constituyentes o asesores. Es así como se reúnen en este volumen distintas voces, trayectorias, generaciones y lugares de habla: el activismo, la militancia, la investigación, el quehacer intelectual, etcétera, mostrando en parte la heterogeneidad de aquello que llamamos izquierda o izquierdas, lo que sin duda es un acierto de la editora. Esa heterogeneidad también se manifiesta en este libro a la hora de calibrar el proceso político que hemos vivido desde la revuelta popular de octubre de 2019.

A modo de característica general, impera la reflexión crítica y en algunos casos autocrítica, aunque con distintos énfasis. Una cuestión que me parece destacable es que todos los textos eluden algunos lugares comunes que han servido para obviar las cuestiones que nos involucran a las distintas izquierdas, especialmente la tesis de una responsabilidad exclusiva de los medios de comunicación hegemónicos. El énfasis de las y los autores va por otro lado, el de tratar de entender y explicar por qué esa campaña virulenta de la opción Rechazo hizo sentido. No se trata de minimizar el peso de esta embestida comunicacional que se volvió incontrarrestable, sino como bien sostiene Nelly Richard, de asumir que eso era predecible precisamente porque no era la primera vez que ocurría (en este país sabemos que las fake news no son una cuestión de la era de las redes sociales, sino que marcaron el clima previo al golpe de 1973, para transformarse luego en la política comunicacional de la dictadura).

De triunfos y derrotas: narrativas críticas para el Chile actual, editado por Faride Zerán
LOM Ediciones, 2023, 178 páginas.

Otro hilo que hilvana los textos, es el convencimiento de que los partidos, los movimientos y las organizaciones que componen el heterogéneo mundo de la izquierda, carecen de arraigo popular masivo, y que resolver esa distancia asoma como la tarea más titánica de todas. También se coincide en que hubo déficits comunicacionales serios; en que fuimos crédulos y confiados (no sé si eso es un pecado); en que no supimos administrar la sensación triunfalista que nos acompañó en varios momentos, a pesar de que sabemos racionalmente que los triunfos son la excepción más que la regla para el campo popular, como apunta con lucidez Pierina Ferretti en su contribución.

Concuerdo también con Karina Nohales en que falta mucho para elaborar diagnósticos sopesados, con mayores evidencias y antecedentes para responder, aunque sea parcialmente, la pregunta sobre los factores más gravitantes que incidieron en la derrota electoral. Por lo tanto, todo lo que se pueda decir ahora tiene un carácter inevitablemente precario. En razón de esto, pienso en la necesidad urgente de construir nuestros propios relatos en torno a lo ocurrido, algo fundamental para elaborar una memoria política que sea capaz de advertirnos y resguardarnos ahora y en el futuro. Me preocupa sobremanera este asunto porque noto en las izquierdas —y también en este libro— ciertas reproducciones acríticas de argumentos que arrancaron del campo oligárquico (los Think Tank de la derecha y la centro-derecha) y que en mi opinión no tienen asidero en el proceso que hemos vivido, ni tampoco en la historia reciente de algunos de los movimientos sociales que concurrieron a la cita constituyente por medio de algunas de sus vertientes. A ello se suma la reproducción de ciertos prejuicios anclados en la izquierda intelectual para analizar y dialogar con actores sociales que, si bien pertenecen a este campo, se conformaron planteando problemáticas que anteriores discursos emancipadores no reconocían, como los movimientos de mujeres, de los pueblos indígenas y sectores sociales racializados en general. Y no es que no tenga que existir la crítica ni el análisis sopesado sino al contrario, que esos análisis deben estar alimentados por un mayor conocimiento de las trayectorias de estos movimientos y, sobre todo, por el diálogo con ellos, precisamente porque no se trata de un análisis cualquiera, sino de uno con implicancias políticas relevantes. Hay en este punto un nivel de colisión entre los textos en el que quisiera centrar mi reseña e integrarme con ella a esa discrepancia. Este se refiere a la política desplegada por los movimientos denominados “identitarios” y al carácter de sus reivindicaciones, tema que hace rato me viene incomodando, por lo que tomo el espacio de este comentario como la oportunidad, tal vez tardía, de referirme a un asunto tan espinudo.

¿La política identitaria es política identitaria? ¿Qué política no es identitaria?

Son varios los textos reunidos aquí que replican uno de los tópicos que más ha resonado desde la instalación de la Convención Constitucional hasta hoy. Este es el de señalar a la denominada “política identitaria” como uno de los factores gravitantes de la derrota electoral del 4 de septiembre (fundamentalmente los de Diamela Eltit, Manuel Canales y Nelly Richard, aunque no los únicos). En ellos se manifiesta preocupación frente a un tipo de política desplegada por movimientos cuyas causas refieren a la experiencia de discriminación de ciertos sectores sociales, cuyas luchas estarían orientadas a conseguir políticas de reconocimiento de esa diferencia. Se nos dice que otras características fundamentales de esa política identitaria sería la ausencia de una dimensión universal y de una perspectiva de clase. Serían, por lo tanto, diferencias ensimismadas, de origen y de destino. En algunos casos se asume que estas experiencias de opresión han sido poco atendidas por las izquierdas más tradicionales, pero se insiste en comprender la práctica política de estos actores y movimientos como “política de la identidad”.

Desde mi punto de vista, ese juicio reitera uno de los problemas históricos de ciertas izquierdas, que es el reduccionismo a la hora de hablar sobre estos movimientos. En primer lugar, porque se omite que no existe relación unívoca entre una diferencia histórico-cultural, una causa y un movimiento, sino que estos últimos constituyen campos políticamente heterogéneos y con trayectorias de varias décadas como es el caso de los movimientos de mujeres y los diversos feminismos; así como el de los pueblos indígenas y de los sectores racializados en general. Además de las luchas medioambientales que por lo que veo también fueron incluidas en esta suerte de pack de las diferencias. Y digo que la categoría de “política identitaria” opera en el análisis de la coyuntura constituyente como etiqueta reduccionista, precisamente porque omite estas trayectorias y heterogeneidades, pero también porque —según mi observación— las vertientes más identitarias y culturalistas de estos movimientos no son las que llegaron a la Convención Constitucional, independiente de que se expresaran allí ciertas retóricas identificables con ellas.

Para desarrollar esta discusión partiría por una cuestión obvia pero necesaria y de común omitida: ¿qué política no es identitaria si vamos a entender esta como el vehículo que moviliza intereses sociales específicos en una sociedad? Una primera interrogación crítica que cabe hacer aquí es por qué hemos reducido lo identitario a estas causas, pasando por alto que la política de los sectores sociales dominantes es pura identidad de clase, que todo su universalismo y nacionalismo no es otra cosa que interés particularista disfrazado de interés general (para qué voy a ahondar en algo tan largamente estudiado). Una segunda cuestión preocupante, es la negación de la dimensión universal de las denominadas luchas identitarias, estén o no planteadas con claridad en estos movimientos. Un primer impacto relevante que cabe reconocer, es el que han tenido en las propias izquierdas, por su aporte en la ampliación de los horizontes emancipatorios, cuestión que se produjo a lo largo de todo el siglo XX y que fue clave en la incidencia del otrora Tercer Mundo en la perspectiva revolucionaria a nivel mundial: movimientos que mucho antes de la era del multiculturalismo y de la actual globalización debatieron con las perspectivas rígidas de la clase social, sosteniendo que la cuestión de la racialización, el género y las experiencias de subordinación asociadas a permanencias coloniales se entramaban con la condición de clase y que todo aquello constituía las historias nacionales y globales.

Las luchas feministas e indígenas no pueden ser circunscritas a la era del multiculturalismo, pues son herederas de estas tradiciones y acumulados históricos. Hay huellas del período posrevolucionario y de la pos Guerra Fría, qué duda cabe, pero ni más ni menos que las que también se constatan en todo el espectro de las izquierdas que, o se replegaron en anquilosados esquemas teóricos, o declararon obsoletas las narrativas emancipadoras generales, derivando en celebraciones de los márgenes, diferencias, fragmentos (sorprende sobremanera que desde esas veredas teóricas surjan ahora críticas a una supuesta carencia de perspectiva universal). Discrepo rotundamente de estos análisis, no porque no tenga que existir la crítica, sino porque resulta perniciosa e injusta aquella que parte de prejuicios teóricos previos tan arraigados en la izquierda, y más discrepo aún de esas críticas que están reiterando los juicios vertidos por los Think Tank de la derecha y que han encontrado impresionante eco tanto en la izquierda gobernante como en la izquierda intelectual.

Pero sobre todo, tengo serias distancias con las lecturas del texto constitucional formuladas desde esas premisas. No porque no se hayan desplegado identidades particulares en la Convención (de todos los sectores, insisto), sino porque esas identidades fueron un punto de partida pero no necesariamente de llegada. Hubo acuerdos, hubo negociaciones arduas —con los respectivos berrinches e intervenciones desafortunadas, como ocurre en todo órgano democrático— y, sobre todo, no podemos olvidar que tanto las feministas como los escaños reservados indígenas no ejercieron su labor solo votando por lo que se relacionaba con sus causas, sino que estuvieron presentes en todas las comisiones y en las votaciones de todos los articulados. Cabe destacar aquí que, a diferencia de otras constituciones, el reconocimiento de estas causas no se remite a uno o dos artículos, ni se restringió a cuestiones de reconocimiento meramente cultural o simbólico, como algunos de los textos aquí compilados sostienen, sino que constituyeron miradas transversales, que no se entienden sin la lógica redistributiva que tiene el texto rechazado, en la que se imbrican cuestiones económicas, políticas y territoriales, además de las culturales.

No es esta una defensa cerrada de los movimientos que tantas descalificaciones están recibiendo por estos días, pues estos tienen deficiencias como cualquier otro, pero no creo que sean las que se les están endosando. Noto allí cierta caricatura y cierto desconocimiento sobre cómo estos movimientos operan: en el caso indígena, por ejemplo, es recurrente la retórica sustancialista y autoexotizante, que actúa como mecanismo de legitimación frente a sociedades que los comprenden como otredad cultural y les exigen pureza, pero otra cosa es la política que despliegan, ni qué decir las distintas vertientes que hay en su seno y que en esta coyuntura fue evidente, con una vía política institucional de un lado, y una vía política insurgente del otro, por señalar solo el trazado más grueso.

Cabe aquí un paréntesis sobre la plurinacionalidad, devenida en “leprosario” como tan descarnadamente lo expresa Claudio Alvarado en su texto, tratada por la intelectualidad de derecha y de izquierda como producto académico y hasta decolonial. Esta corresponde a la forma más articulada que ha asumido esa vía institucional en América Latina, cristalizada como modelo político en la región andina pero cuyo sustento es una lucha indígena continental y mundial de los pueblos indígenas en torno a las demandas de autonomía territorial y autodeterminación política al interior de los Estados nacionales (tal vez una crítica que se podría hacer hoy es el uso de un concepto que pudo no haber sido necesario para expresar esas demandas largamente arraigadas en el movimiento mapuche surgido de la posanexión forzosa). La plurinacionalidad es producto de un pensamiento político indígena construido durante décadas, mientras que el uso de la palabra puede ser rastreada desde fines de los 80 en los circuitos de los movimientos, tanto nacionales como trasnacionales. He visto el uso en, por ejemplo, la Declaración de París, de 1991, y sobre todo en la Tesis Política de la CONAIE, una publicación de 1994 —disponible en internet hace muchos años— que reúne a su vez los acuerdos del Congreso Nacional de esa supra orgánica indígena realizado en 1993. Digo todo esto para discutir con datos una de las tesis más curiosas: que la plurinacionalidad sería un producto de la teoría decolonial (la tesis es de Aldo Mascareño, auspiciada por el CEP y puesta en circulación en febrero de 2022, con una cálida acogida de la prensa del duopolio, y por lo visto, también por una parte de la izquierda intelectual). Si las fechas que proporciono aquí hacen insostenible esa paternidad decolonial (corriente que entra al ruedo académico bastantes años después), no menos grave es pasar por alto que dicha corriente no dialoga con el pensamiento político indígena, mucho menos con el plurinacional, precisamente porque un proyecto que tiene como horizonte la refundación de los Estados monoculturales y la disputa del poder político, gobiernos incluidos, no tiene cabida en una perspectiva primitivista y antimoderna como la decolonial. Eso sin contar la gravedad del desconocimiento que las sociedades nacionales siguen teniendo de los pueblos indígenas y sus trayectorias tanto teóricas como políticas, que termina concediendo la autoría de esos constructos a los académicos blancos y famosos de turno.

Más allá de estas precisiones, me gustaría destacar que los movimientos indígenas son también campos de debates y deliberaciones, donde la política identitaria ha sido materia de análisis críticos desde hace ya bastante tiempo. La plurinacionalidad o, más ampliamente, las demandas de autonomía territorial y autodeterminación política son justamente la vereda contraria al reconocimiento multicultural centrado en aspectos simbólicos, culturales y en reparaciones menores que eluden sistemáticamente la cuestión territorial y de la opresión racial. Esa es la vertiente política que llegó a la Convención tras ganar a otras candidaturas de escaños reservados que iban en otra línea.

Para cerrar este punto, dos cosas: primero, recomendar encarecidamente los textos de Claudio Alvarado y Karina Nohales en este volumen, brillantes en cuanto a análisis crítico y prueba palpable de la existencia de dimensión universal y perspectiva de clase de las vertientes indígenas y feministas que arribaron a la Convención. Lo segundo, es más bien una pregunta: ¿por qué tenemos que asumir que la plurinacionalidad fue tan decisiva o por qué tenemos que relatar los resquemores que efectivamente levantó de acuerdo a los códigos discursivos del campo oligárquico? Habiendo pasado algo de tiempo, creo que si no era la plurinacionalidad iba a ser cualquier cosa y que lo gravitante, al final, ni siquiera fueron los temas (siempre existe la posibilidad de aprobar para luego cercenar y hacer de las leyes letra muerta, como tantas veces ha ocurrido aquí y en el mundo), sino la urgencia de cortar de cuajo la posibilidad de una política con pueblo y con los pueblos, para regresar a su territorio exclusivo de profesionales y expertos en el que están ahora. Allí adquiere sentido el descrédito y la ridiculización a la que tenemos la obligación ética de salirle al paso, algo en lo que concuerdo plenamente con Alvarado.

Epílogo

Al pensar una cuestión tan compleja como la derrota, creo que podemos coincidir en que confundimos la fuerza de las ideas con la fuerza política (una vez más). Fue así como a pesar de que un mínimo de conocimiento histórico nos decía lo contrario, quisimos creer que la revuelta popular abrió un camino de transformación lineal, pero el resultado del 4 de septiembre nos dijo que el asunto era algo más complejo y de largo aliento, y esto en caso de que el ciclo no esté ya completamente cerrado, como bien se pregunta Manuel Antonio Garretón en este libro y como muchos sospechamos también desde hace rato. Sobre el plebiscito mismo, me inclino a pensar en el peso abrumador de una coyuntura que se tornó desfavorable por múltiples factores que se indican en los textos, lo que activó las capas estructurales de la desigualdad, como el racismo, la misoginia y la precariedad extrema, expresada en el temor a perder lo poco que se tiene. Frente a estos resultados y sobre todo frente a los apresurados juicios al voto popular, me preguntaba ¿qué sociedad que se ha embarcado en procesos de transformación, incluidas las revolucionarias, no ha sido a su vez racista y misógina? (incluyo a los países donde se aprobaron constituciones plurinacionales). No parece que esas sean las claves para explicar lo sucedido, y que la pregunta histórica debería ir más bien por indagar cómo y por qué ese racismo y esa misoginia se activaron.

Pero la interrogante más compleja sea tal vez la que apunta Faride Zerán en el texto que cierra el volumen: ¿la izquierda intelectual y la partidista va a abandonar las causas que está calificando de identitarias en aras de una economía de votos? A lo cual agrego, ¿en la necesaria crítica a los esencialismos vamos a esencializar de contrabando el denominado “sentido común popular” de un lado o los lenguajes de la derecha por el otro? Y lo más importante: ¿quién reivindica hoy, a pesar de las críticas que podamos tener, que la izquierda avanza con esos movimientos y con esas causas o no es tal? ¿Quién se coloca hoy del lado de los más perseguidos y denostados, incluidos las y los migrantes, sobre cuya persecución se ha tendido un manto vergonzoso de silencio?

Este libro representa para mí la necesidad de pensar las deficiencias políticas diversas que incidieron en la derrota electoral sin tomar distancia de ellas, mucho menos culpando a los mismos de siempre. Tampoco de cuestionarnos de manera autodestructiva sino para esperar/construir nuevos momentos; para que toda esta experiencia tan esperanzadora como dolorosa constituya una memoria colectiva y un aprendizaje. Las crisis son momentos de universalización en sociedades abigarradas, de encuentro, como bien dijo el desaparecido René Zavaleta, ese marxista boliviano que Claudio Alvarado invoca de manera tan precisa. En la revuelta y en la Convención comenzaron a producirse esos encuentros y esa es una ganancia que nunca tenemos que olvidar.

La vitrina web • marzo

Pensar con otros

“Cuando los historiadores culturales quieren introducirse en un periodo del pasado, generalmente estudian las revistas culturales, porque en ellas se debaten los imaginarios de época”, explicó el sociólogo Tomás Peters en Palabra Pública. Un buen lugar para tomarle el pulso a estos tiempos es la nueva revista Barbarie, creada a fines de 2022 por un grupo de autores, periodistas y académicos —entre ellos, Constanza Michelson, Catalina Mena y Florencia Abadi— que quisieron abrir un espacio virtual para la cultura y el pensamiento. Se trata de un medio digital colaborativo “construido desde las amistades y las admiraciones cruzadas”, se lee en el sitio, en el que se publican ensayos, crónicas, poemas, entrevistas y críticas de autores como la propia Michelson, Fernando Pérez-Villalón, Jonnathan Opazo, Daniel Hopenhayn, Paz López, Laura Wittner y Pablo Toro, entre otros nombres. El sitio es actualizado periódicamente con textos que abordan asuntos diversos como la literatura de Annie Ernaux, la obra de Bruno Latour, la poesía de Jorge Teillier o la figura de Jennifer Coolidge, la protagonista de The White Lotus. Como dice el eslogan de la revista, Barbarie es un bello lugar para “pensar con otros”.

Evelyn Erlij. Revista Barbarie. https://www.barbarie.lat/

Crear comunidades lectoras

Un año antes de que se convirtiera en una de las buenas librerías que tiene Providencia, Alma Negra (Nueva de Lyon 63) fue una tienda virtual y una plataforma de talleres y clubes de lectura que se dio a conocer, en parte, por el boca a boca. Quienes andaban detrás de libros de pensamiento crítico, humanidades, ciencias sociales y artes —en particular de editoriales argentinas y españolas— al fin tenían un lugar donde encontrarlos, y no solo eso: también podían reunirse y crear comunidad en torno a los libros y la cultura. Durante el primer semestre de 2023, y desde abril, la librería será sede de nueve talleres y clubes a cargo de distintxs autores y académicxs, en los que se abordarán asuntos como “Cuerpos, ética y cuidados: Propuestas y dilemas en las epistemologías feministas”, a cargo de María Jesús Ibáñez y Camila Stipo; “Imágenes pandémicas: los cuerpos plurales en el cine de David Cronenberg”, impartido por Cristóbal Durán Rojas, o Vaquera invertida, el último libro de Mckenzie Wark, en colaboración con Caja Negra. Las inscripciones son hasta el 28 de marzo.

Sofía Brinck. Talleres y clubes de lectura de Alma Negra. Más información aquí.

Nuestro pasado revisitado

Para David Graeber, el antropólogo y activista estadounidense fallecido en 2020, autor de una obra destacada y a quien se le atribuye el lema “Somos el 99%” del movimiento Occupy Wall Street, el relato que se ha contado sobre la humanidad contiene una serie de mitos. Su último libro, publicado póstumamente en colaboración con el arqueólogo David Wengrow, desmiente la idea de que nuestra especie se originó en bandas igualitarias de cazadores-recolectores. Descubrimientos arqueológicos recientes y un sinfín de fuentes históricas prueban lo contrario: las sociedades anteriores a la agricultura y al surgimiento del Estado eran complejas. Sus formas de organización no jerárquicas sirven hoy de modelo para pensar “un orden social o económico alternativo”. ¿Cuáles son los orígenes de la desigualdad, la propiedad, las ciudades, la burocracia y la civilización? ¿Cuánto de nuestros actuales ideales de libertad, igualdad y democracia dependen de nativos americanos anteriores a la Ilustración? Este extenso y sugerente libro contribuye a responder estas preguntas.

—José Núñez. El amanecer de todo. Una nueva historia de la humanidad, de David Graeber y David Wengrow. Editorial Ariel, 2022. 848 páginas.

La vitrina web • febrero

Cuentas alegres

En una sociedad donde todo se reduce al cálculo, la riqueza y las finanzas, una familia decide comprar un poeta. Como si se tratara de una mascota, debe alimentarlo y proveerle de accesorios, entre ellos, cuadernos, bolígrafos y libros. Con este argumento inusual, Afonso Cruz (Figueira da Foz, Portugal, 1971), escritor, ilustrador, músico y audiovisualista construye una novela llena de humor e ingenio. El autor, que ha incursionado en diversos géneros y publicado más de 30 libros, conduce a sus personajes por un arco que los lleva del escepticismo y la incomprensión —junto a un exceso de literalidad con resultados humorísticos—, al descubrimiento de la belleza y la creatividad: “Me di cuenta de que estaba cada vez menos utilista y que pensaba en cosas solo por su belleza y no quería saber de su valor monetario”, dice la protagonista, luego de pasar cada vez más tiempo con el poeta. Esta sátira, escrita en una prosa que se lee con avidez, es un elogio a la poesía y al valor de lo inútil.

—José Núñez. Vamos a comprar un poeta, de Afonso Cruz. Editorial Hueders, 2022, 96 páginas.

Memoria digestiva

La literatura joven argentina lleva años dando buenas sorpresas —ahí están Nadine Lifschitz, Ana Montes, Matías Méndez, Dolores Gil y un largo etcétera—, y en Chile tenemos la suerte de que haya editores con ganas de publicar a autores nuevos del otro lado de la cordillera. Está el ejemplo de Laurel, que reeditó Los sorrentinos, el primer libro de Virginia Higa (Bahía Blanca, 1983), una suerte de “memoria familiar gastronómica” entrañable sobre los Vespolini, la familia italiana que emigró a Argentina e inventó los sorrentinos, esas pastas rellenas hoy tan famosas y que bautizaron así en homenaje a su ciudad de origen, Sorrento. Una novela en tono de comedia (italiana, por supuesto) que, además de ser un pequeño espejo de la historia argentina del siglo XX, es un recordatorio hermoso de que la memoria familiar también se escribe desde y con el estómago, a punta de sabores, olores y recuerdos digestivos.

Evelyn Erlij. Los sorrentinos, de Virginia Higa. Laurel Editores, 2022, 168 páginas. 

Imaginarios generacionales

En Frágil, expuesta, la escritora y periodista chilena Romina Reyes (Santiago, 1988) entrega un nuevo registro, al explorar el lenguaje y el formato de la poesía. Luego de experimentar con el cuento y la novela en sus libros anteriores (Reinos y Ríos y provincias, respectivamente), la autora se aventura a narrar una serie de experiencias personales de los últimos años, en que la cotidianidad se mezcla con grandes cambios y procesos, aunque sin perder el énfasis en lo común. La migración, los feminismos, las drogas y el amor son algunos de los temas que Reyes aborda en el libro, el que, a pesar de ser una suerte de diario —y por ende, un compilado de apuntes que a ratos rozan lo íntimo y lo ordinario—, es también el reflejo de una generación atravesada por la incertidumbre y los miedos. Todo esto, en la voz de quienes están en la tercera década de vida, afrontando la adultez con su particular forma de vivir. Una lectura-espejo para muchos lectores jóvenes este verano.

Francisca Palma. Frágil, expuesta, de Romina Reyes. Ediciones Libros del Cardo, 2022, 82 páginas.

La vitrina web • enero

Las huellas del colonialismo

En sus tres décadas de historia, Teatro a Mil nos ha enseñado mejor que nadie que las artes escénicas pueden tomarse las calles. Y no solo a través de los espectáculos masivos de compañías como La Machine o Royal Deluxe, sino también con intervenciones en la ciudad, como ocurrió hace unos años con The Walks o AppRecuerdos, proyectos a cargo de los berlineses Rimini Protokoll. Siguiendo esa senda, este mes el festival presenta La mirada decolonial, de la compañía alemana Kampnagel, una experiencia digital al aire libre en la que el espectador, armado con su smartphone y audífonos, se sumerge de  forma original y sorprendente en las múltiples dimensiones del colonialismo, entre ellas, sus raíces y sus huellas —visibles e invisibles— en el presente. La dramaturgia está a cargo de Nadine Jessen y el chileno Mauricio Barría, que no por casualidad trabajó con Rimini Protokoll en el pasado y que, en esta ocasión, además estuvo a cargo de la realización sonora. Para participar, hay que inscribirse y bajar una aplicación desde decolonialgaze.com.

Evelyn Erlij. La mirada decolonial, capítulo 1: Salitre. Del 17 al 21 de enero en Santiago. Más info en teatroamil.cl

Retrato de los márgenes

El fotógrafo Max Donoso vivió años en Valparaíso sin tomar una sola foto de la ciudad, hasta que en 2014 descubrió un show callejero montado por un grupo de travestis en una plaza. A partir de ese encuentro, comenzó un trabajo de ocho años que culminó en la exposición Mar Negra, exhibida primero en Valparaíso y luego en Santiago. A través de un lente cercano que ofrece la ilusión de entrar en una intimidad ajena, las imágenes muestran fragmentos de las realidades del grupo de travestis, los integrantes de un circo y habitantes de una casa okupa. Donoso busca las marginalidades, aquellas personas de mundos precarios que existen fuera del sistema, “seres anónimos que constituyen un relato de dolor y belleza”, en sus propias palabras. La exhibición está compuesta por 57 fotografías análogas en blanco y negro, que él mismo revela y amplía en su taller en Valparaíso. La sala cuenta también con material audiovisual que complementa la exposición: uno es un montaje de registros personales de Donoso, hechos con su celular; y el otro es una pieza audiovisual realizada por la artista Klaudia Kemper.

Sofía Brinck. Mar Negra. En Galería Concreta, en el Centro Cultural Matucana 100. Hasta el 22 de enero, entrada liberada. 

La experiencia de vivir

El nombre de Vicente Undurraga es familiar para quienes leen las secciones de cultura y opinión en la prensa: ha escrito columnas —llenas de humor e ironía— en The ClinicQué PasaLa Tercera, y hoy es colaborador en las revistas SantiagoGuion Bajo y Eterna Cadencia. Como editor del sello Lumen, ha estado a cargo de libros de grandes poetas chilenos, como Vicente Huidobro, Enrique Lihn, Nicanor Parra, Verónica Zondek, Raúl Zurita y Elvira Hernández. Todo puede ser, su primer libro, está compuesto de diecisiete ensayos donde el eje de cada texto es un verbo en infinitivo —“en estado puro”, dice su autor—. Con un lenguaje llano, no exento de cierto lirismo, Undurraga escribe sobre la experiencia de vivir: sus frustraciones, excesos, contradicciones y vacilaciones. La observación casual, de carácter exploratorio, da paso hacia el final del libro a una reflexión profunda sobre la muerte, en un recorrido donde la capacidad de abdicar, la necesidad de tocar, el hábito de recaer, de reír y leer sugieren formas de “relacionarse sin rigidez con las ideas, los hechos y las personas”. 

—José Núñez. Todo puede ser, de Vicente Undurraga. Mundana Ediciones, 2022. 150 páginas.

La vitrina 27

Rodrigo Fluxá, el orfebre

En 1993, un cine en decadencia en Santiago centro fue comprado por un empresario de locales nocturnos y nació la Blondie, la discoteca de los márgenes góticos, punkies o new wave; de quienes eran golpeados o detenidos solo por vestir de negro o usar bototos. La Blondie fue la disco “del reponedor del supermercado, el vendedor de Falabella” y donde “no importaba cómo era tu vida, cómo había sido tu semana”. Gente común. Una historia oral de la Blondie es una historia de violencias, una historia de amores y una historia de libertades; es una saga de peleas y maravillas y personajes tan increíbles que solo pueden ser reales. La opción de Rodrigo Fluxá fue la del orfebre. Abordó decenas de testimonios y su trabajo fue engarzar esas palabras diversas que a veces se contradicen y a veces se ríen de sí mismas, una opción difícil pero correcta, porque esta historia solo puede ser contada así, a retazos y a muchas voces. Una lectura imprescindible sobre una sociedad tan asustada de sí misma que jamás se decide al destape, y donde la libertad solo se ejerce en los refugios.

—Azun Candina. Gente común. Una historia oral de la Blondie, de Rodrigo Fluxá. Catalonia, 2022.

Violeta Parra, artista integral

De acuerdo a un artículo de La Tercera, en 2019 las colecciones de cinco importantes espacios destinados a las artes visuales en Chile presentaban una grave inequidad: un 75% de las obras en sus colecciones eran de hombres y solo un 20% de mujeres. La visibilización y representación de artistas mujeres es un asunto ineludible para instituciones culturales, y es por eso que resulta tan pertinente (y urgente) la alianza recién anunciada entre la U. de Chile y la Fundación Museo Violeta Parra, institución que se vio afectada durante el estallido de 2019, tras lo cual sus obras se resguardaron en el Museo de Arte Contemporáneo. A partir de 2022, MAC Quinta Normal acoge a la FMVP, que en octubre inauguró Amigos tengo por cientos, una selección de obras del acervo de la fundación. Cada trabajo revela a Parra como una creadora integral, que cruza música, literatura y artes plásticas. Queda en evidencia también su espíritu sociable, pues su práctica se nutrió del intercambio con muchas figuras del mundo intelectual, artístico y popular.

—Domingo Fuentes. Sala Museo Violeta Parra. De martes a sábado de 11 a 17.30 en MAC Quinta Normal. Entrada liberada.

Derroteros ante el tiempo congelado

El camino recorrido por el psicoanalista francés Jean-Max Gaudillière se desplegó en el seminario Locura y lazo social, en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, desde 1976 hasta 2015, año de su muerte. Dictado semanalmente en alternancia con Françoise Davoine, da cuenta de la elaboración de un andamiaje teórico en constante diálogo con disciplinas y producciones que exceden el campo de los saberes psi. En un trayecto que porta el sustrato de la experiencia como psicoanalista en un hospital psiquiátrico, Gaudillière asiste al encuentro con la historia y lo traumático, y aborda distintos tipos de catástrofes donde el lazo social queda comprometido con algo que no pudo ser dicho, y donde el silencio del tiempo congelado puede disiparse cuando se concurre al encuentro con la locura. Esta entrega traducida por Roberto Aceituno y Millaray Lobos nos presenta los primeros siete años de enseñanza de esta conversación fecunda entre psicoanálisis, literatura, filosofía y dramaturgia, y que tiene como interlocutores a Kenzaburo Oe, Toni Morrison, August Strindberg, Hannah Arendt, entre otros.

—Cristian Solar. Lecciones de la locura. Seminarios 1-7, de Jean-Max Gaudillière. Social-ediciones, 2021.

“El cobre y el litio” del futuro

La producción masiva de datos mediante dispositivos electrónicos y la creación y desarrollo de algoritmos cada vez más eficientes para obtener información, provoca un vuelco inesperado en el sujeto de la ciencia. De un día para otro, esta debe adoptar una mirada interdisciplinaria para abordar nuevos problemas. En Una mirada a la era de los datos, Jocelyn Dunstan, Alejandro Maass y Felipe Tobar —investigadores del Centro de Modelamiento Matemático de la U. de Chile— logran describir los conceptos clave de estos tiempos, y nos muestran, con una perspectiva histórica, los elementos de la inteligencia artificial y el aprendizaje de máquinas que experimentamos en lo cotidiano. Los autores presentan no solo las maravillas de estas nuevas tecnologías, sino que hacen ver las debilidades en los fundamentos y los problemas éticos que su uso puede llevar consigo. Los autores llaman a comprender la importancia de los datos y los algoritmos públicos para su análisis, porque los datos son “el cobre y el litio” del futuro. Asimismo, emplazan a influir en las decisiones políticas que permitan que esta nueva riqueza sea usada para el desarrollo pleno de todos y todas.

—Patricio Felmer.Una mirada a la era de los datos, de Alejandro Maass, Jocelyn Dunstan y Felipe Tobar. Ed. Universitaria, 2022.

Una ruta infranqueable

El segundo tomo del libro Infranqueables surge de las reflexiones en torno a la respuesta del Estado frente a la revuelta social de 2019, que Claudio Nash, abogado y coordinador académico de la Cátedra de Derechos Humanos de la U. de Chile, caviló durante la pandemia. El texto analiza los informes de organismos internacionales respecto a la crisis vivida en Chile, los que coincidieron en la descripción y gravedad de las violaciones de derechos humanos perpetradas desde el 18 de octubre de 2019. Nash hace un análisis riguroso de la oportunidad histórica que suponía el proceso constituyente chileno, al ubicar los derechos humanos como foco transversal en el diseño constitucional. Asimismo, analiza el impacto de la pandemia y de las medidas adoptadas por las autoridades en términos de afectación a los derechos humanos y civiles. Estas páginas son una invitación a construir comunidad ciudadana y así continuar en la ruta infranqueable de los derechos humanos.

—Bárbara Azcárraga. Infranqueables. Lecciones sobre la protección de los derechos humanos en tiempos autoritarios. Tomo II, de Claudio Nash, Ed. Universitaria, 2022.

Algo más que libros

Además de contar con espacios como el Palacio García y la Casa de la Cultura (que en agosto inauguró su propia sala de cine), la Corporación Cultural de la Municipalidad de Ñuñoa dispone de una librería y cafetería, cuyo recinto ha sido remodelado para acoger diversas actividades culturales. El Espacio Literario Ñuñoa es actualmente un centro de fomento lector que busca vincular a la comunidad con la cultura mediante lanzamientos de libros, conversatorios, clubes de lectura y talleres gratuitos. Una de las iniciativas con mayor convocatoria es Noche de letras, instancia de música y lectura en vivo en la que han participado destacados escritores: Jazmina Barrera, Nona Fernández o Alejandra Costamagna junto a músicos como Chini.png y Niña Tormenta. Los talleres en barrios —Fanzine Pop Up, Bitácora de escucha, Crónica barrial—, proyectos de acceso gratuito a los libros, un completísimo catálogo y un equipo especializado de baristas y mediadores de lectura convierten este lugar en un panorama imperdible para todo público.

—José Núñez. Espacio Literario Ñuñoa, en Jorge Washington 116.