Vale la pena_ PP24

El hada del cine

Libro Memorias 1873-1968 (2021), de Alice Guy. Editorial Banda Propia. Ha tomado siglos hacerle justicia a las mujeres olvidadas de la historia, pero por suerte nunca es tarde. Se ha dicho que los Lumière inventaron el cinematógrafo y que Méliès creó el lenguaje del cine, pero ese día de 1895, cuando aquel aparato fue exhibido, en el público había una joven que pronto haría magia con él. Se trataba de Alice Guy, secretaria de Gaumont, quien pidió permiso para usar la máquina y así dar vida a El hada de los repollos (1896), una de las primeras películas que se conocen. Guy filmó más de mil piezas, dirigió películas cuando aún no existía el voto femenino en Francia y en Estados Unidos fue la primera y única mujer en diseñar y dirigir su propio estudio de cine, cuenta Tiziana Panizza en el prólogo de Memorias 1873-1968, texto que vio la luz luego de la muerte de la creadora francesa. Solo hace algunas décadas su nombre fue reinstalado en la historia del cine, y este libro, publicado en una bella edición por la editorial Banda Propia, desempolva su nombre y la instala en el lugar que le corresponde: el de la primera cineasta y el de una mujer revolucionaria que creó en el cine el espacio de libertad que la sociedad le negó. —Evelyn Erlij.

Nostalgia y desapego

Exposición Geometría emocional, en MAC Quinta Normal. Hasta el 22 de enero de 2022.   Huacherías fue una serie de exposiciones realizadas entre 2015 y 2017 por Juan Castillo (1952), en las que indagó en las vivencias, frustraciones y anhelos de migrantes, material que usó para sus obras visuales. Ahora, en Geometría emocional, el artista toca una fibra más personal: las historias de exiliados chilenos que, como él, se instalaron en Suecia tras el golpe de Estado. El artista, exintegrante del grupo CADA, convierte las doce entrevistas en pinturas, videos e intervenciones en el espacio público. Usa té y harina, materiales vinculados a su infancia en las salitreras, para escribir las frases con que los exiliados responden a la pregunta “¿Qué piensas cuando piensas en Chile?”. Son relatos que despiden nostalgia, tristeza y desapego; sentimientos que llegan a su clímax cuando se muestran los videos con las entrevistas completas. En un momento en que abundan los discursos de odio, Castillo nos recuerda que la identidad puede estar marcada por los devenires geográficos y no por el invento de las nacionalidades; que en los años más oscuros del país, miles de chilenos se volvieron inmigrantes y nunca más dejaron de serlo. —Denisse Espinoza.

Pensar la realidad local

LibroUniversidad pública, crisis y democracia (2021). Varios autores. Editorial Universitaria/Vexcom U. de Chile. Universidad pública, crisis y democracia es el libro que inaugura la colección Universidad, ideas y debates, de Editorial Universitaria y la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile, a través de la que se busca ofrecer una discusión, en el contexto actual de crisis y definiciones políticas, sobre el rol de la universidad pública en la promoción y acompañamiento de las transformaciones que enfrenta nuestra sociedad. Tomando como punto de partida las movilizaciones sociales de 2019 y las expectativas sobre el trabajo de la Convención Constitucional, esta compilación reúne miradas de reputados autores, autoras e intelectuales chilenos para analizar los cambios desde la universidad pública en ámbitos que abarcan la educación, la cultura, la sociología, las ciencias y más. Premios Nacionales como María Olivia Mönckeberg, María Cecilia Hidalgo y Manuel Antonio Garretón, y renombrados intelectuales como Carlos Ruiz Encina, Claudia Zapata, Alejandra Castillo y Federico Galende, entre muchos otros, entregan un panorama de la realidad chilena que pone a la educación pública como centro y al debate de ideas como la piedra angular. —Jennifer Abate.

Los desplazamientos de Dron

Al poeta y lingüista peruano Mario Montalbetti no le fue fácil entender de qué se trataba Dron, el último libro y poemario de Christian Anwandter. Luego de varios intentos, encontró la puerta de entrada: la noción, fundamental en la poesía, de desplazamiento. Esta obra, sobre los códigos digitales, está cruzada por desplazamientos —verbales, humanos, psicológicos y de lectura— que sitúan ante un abismo: el de lo lecturable y lo pensable.

Por Mario Montalbetti

Busco una puerta de entrada a Dron , de Christian Anwandter, desde mi analfabetismo digital. En general, los códigos de computación, la jerga digital, los “trucos de la persuasión tecnológica”, me abruman y no logran ser compensados por esa cierta belleza formal que emana de los sistemas binarios. Luego de varios intentos, encuentro la puerta buscada. Se trata de uno de los grandes temas de la poesía misma que es la noción de desplazamiento. Y Dron los tiene en varios niveles. El más obvio, el que me abre la puerta, es el desplazamiento de masas de texto de un lugar a otro. Puede tratarse de traducción, paráfrasis, metonimia, interpretación o metáfora, un texto siempre lleva a otro texto. Pero, ¿qué ocurre en el trayecto de un lugar a otro?, ¿qué ocurre en el desplazamiento mismo? Y, ¿qué es ese otro lugar, ese otro texto, al que llegamos? Ese siempre fue el problema de la metáfora: “a es b” y no sabemos muy bien qué hacer una vez que llegamos a “b”, que trascendemos “a”.

Pascal Quignard tiene observaciones importantes sobre los peligros de “quedarse en b” e ignorar “a”; es decir, de los peligros de los desplazamientos puros. Quignard cita ideas de griegos antiguos asentados en Turquía para confirmar que pensar es un movimiento de ida y vuelta, que el pensamiento se completa con el regreso. Pensar es alejarse del lugar en el que estamos, viajar; pero pensar se completa, se perfecciona, solamente en el camino de vuelta al lugar del que partimos. Para bien o para mal, un explorador no es un pensador. Aplicado a la metáfora: solo es posible pensar cabalmente una metáfora (“a es b”) si el desplazamiento de “a” hacia “b” se completa retornando a “a”.

Por supuesto, la pregunta a la que regresaré al final es: ¿a dónde es que debemos regresar de ese gran desplazamiento que es Dron para pensarlo cabalmente?

Pero los desplazamientos en Dron no son solo de masas de textos, también hay extraños desplazamientos humanos. Está la cueva de Chauvet desplazada hacia su copia, al extremo de que ahora la copia pasa por real perfeccionando así la idea de simulacro a la Baudrillard. Pero está también el desplazamiento del pueblo de Fuerabamba (Apurímac, Perú), al que la minera Las Bambas convenció de mudarse a otro lugar para facilitar la extracción de cobre en la zona. El nuevo lugar es un pequeño Houston andino: hospitales, viviendas, calles, parques, todo diseñado con la asepsia de un juego virtual (SimCity viene a la mente). Nueva Fuerabamba, ése es el nombre del poblado desplazado, guarda una relación peculiar con Fuerabamba, que a estas alturas debe ser un hueco de cobre.

Dos desplazamientos similares merecen recordarse. El desplazamiento del poblado de Uchuraccay (Ayacucho, Perú) luego de que sus pobladores mataran en 1983 a un grupo de siete periodistas que habían viajado de Lima a reportear las actividades de Sendero Luminoso en la zona. El poblado de Uchuraccay desapareció (así como la mayoría de sus pobladores) y fue trasladado a pocos kilómetros del original, que hoy es una pampa vacía. El otro desplazamiento que merece mencionarse es el que ocurrió en la calle Tarata en el distrito de Miraflores (Lima, Perú). Un atentado de Sendero Luminoso destruyó ese céntrico pasaje miraflorino en 1992, ocasionando graves pérdidas humanas (25 muertos, 5 desaparecidos) y la destrucción de edificios enteros de vivienda. Lo curioso de este caso es que el desplazamiento de la calle Tarata fue hacia sí misma: el pasaje se repobló (de restaurantes, tiendas, servicios), convirtiéndose en un centro turístico de moda. Allí donde Uchuraccay dejó un vacío, Tarata llenó el vacío con una suerte de mall al aire libre; y Fuerabamba también terminó siendo un hueco que una vez que se consolide la extracción de minerales, será un vacío más.

Hay otro desplazamiento que simplemente mencionaré pero que sospecho puede contener pistas de lectura fructíferas: el desplazamiento hacia la infancia (pero ¿de qué, de quién?), a la distancia psicológica.

Finalmente está el desplazamiento del autor respecto de su poema y del poema respecto del lector. Una cosa es escribir un texto como Dron, otra es leerlo. Regreso a Quignard: el poema se completa, se ejecuta plenamente, se piensa, cuando a través de su lectura regresamos a él. Eso es lo que impone Dron, una lectura que vuelva a él. Pero el regreso se complica porque Dron está al borde de lo lecturable.

Todos estos desplazamientos (el verbal, el humano, el psicológico, el de su lectura) abren una puerta de entrada a un texto que, entonces, aparece como perturbador. Personalmente, uno de los signos de esta perturbación es la completa ausencia de preguntas en Dron. Miento, hay dos preguntas, pero ambas están en el texto inicial que trata de contextualizar Dron: en Dron mismo no he encontrado una sola pregunta. ¿Por qué es esto perturbador? Porque preguntar es una de las operaciones más propiamente humanas que existen. Y solo podemos preguntar con lenguaje verbal. No podemos hacerlo con música, ni con pintura, ni con escultura, ni con flores, ni con ajedrez, etcétera. Renunciar a preguntar hace de Dron, hace del desplazamiento verbal de Dron, una reducción casi inhumana de nuestro lenguaje. Arribamos a un lenguaje que es preguntable (nosotros podemos preguntarle cosas, como lo estoy haciendo aquí), pero él mismo no pregunta. ¿Qué emerge de esto? ¿Consignas?, ¿descripciones?, ¿balbuceos?, ¿publicidad?

Lo cual me lleva a un punto más y final. La extraordinaria creatividad de los códigos digitales para producir, digamos, “textos poéticos”, se ve severamente minada por su casi imposibilidad de producir alguna lectura medianamente interesante de un texto cualquiera (aún del propio texto creado). En términos de Quignard, es un código de ida, pero sin retorno; un boleto de ida sin vuelta. Entonces, el código renuncia a pensarse a sí mismo, a completar el movimiento del pensar.

Es virtud y mérito de Christian Anwandter el ponernos de cara al abismo de estos desplazamientos. Y de haberlo hecho no como máquina, sino como poeta.

Dron
Christian Anwandter
Pez Espiral, 2021
118 páginas

Estrellas secretas

La escritora Nona Fernández reflexiona sobre el libro Revolucionarias. Historias y narrativas de mujeres rodriguistas, de Tamara Hernández y publicado por Ediciones Escaparate, que reconstruye el papel de las mujeres en la lucha del Frente Patriótico Manuel Rodríguez contra la dictadura de Augusto Pinochet a partir de testimonios de sus propias protagonistas. Una constelación de mujeres, dice Fernández, cuyos relatos no existían ni para la historia oficial ni para el lenguaje de la memoria.

Por Nona Fernández Silanes

La última vez que vi una constelación con cierta claridad fue hace años, en el norte de Chile, lejos del cielo contaminado de Santiago. Era una noche sin luna. El frío del desierto se colaba por las mangas de la chaqueta. Recuerdo un pequeño dolor en el cuello al mirar el cielo por largos minutos. Un astrónomo indicaba con un puntero láser distintas constelaciones. Mientras lo hacía nos explicaba que todas aquellas luces lejanas que vemos brillar sobre nuestras cabezas vienen del pasado. Según la distancia de la estrella que la emita, podemos hablar incluso de miles de millones de años atrás. Reflejos de estrellas que pueden haber muerto o desaparecido. La noticia de eso no nos llega aún y lo que vemos en el cielo es el brillo de una vida que quizá se extinguió sin que lo sepamos, pero que persiste, que titila, que sigue presente. Haces de luz que fijan el pasado ante nuestra mirada.

Hago este recuerdo porque Revolucionarias de Tamara Hernández Araya, este acopio de testimonios de mujeres rebeldes, no puede ser pensado si no es en la lógica de los recuerdos y las estrellas. Desde las primeras memorias que la humanidad tiene registradas, mujeres y hombres han observado el infinito para intentar ubicarse. La posición de las estrellas fue una herramienta de orientación donde el cielo se transformó en un verdadero mapa. Ese mapa astral era una guía para los navegantes y mercaderes cuando realizaban travesías durante la noche, ya fuera por el mar o por el desierto. Imaginando figuras con las que relacionaban los grupos de estrellas, y creando leyendas e historias de lo que representaban, les era más fácil identificarlas y recordar las rutas a seguir. Así nacieron las constelaciones. Como una brújula de luz en medio de la oscuridad.

Se me antoja pensar en las mujeres de este libro como un grupo de estrellas que titilan en el cielo de nuestro presente. La letra fija en el papel sus testimonios como en un verdadero mapa astral y leyéndolos se activa la brújula y se ilumina el ahora. Reconocer la memoria y la historia de las mujeres de Chile como parte fundamental de la construcción de una identidad es un desafío en el que hemos estado las feministas desde siempre. Reconocer a nuestras antecesoras en todas sus áreas de desarrollo para comprender la herencia de la que venimos y continuarla. Así intentamos configurar a nuestras desconocidas referentes. Hemos salido en búsqueda de quiénes fueron las científicas, políticas, intelectuales, deportistas, artistas, dirigentas, pensadoras que nos precedieron. Hemos salido a la caza de esas vidas y relatos escondidos. Sabemos también que el recorrido histórico del mundo doméstico, del espacio privado, territorio cedido a las mujeres desde siempre, ha sido ignorado en el momento de escribir relatos identitarios. Ese gran lazo que existe entre la cultura y las mujeres, como trasmisoras y agentes, las pone en un lugar protagónico cuando intentamos observar la realidad cultural. Y es en ese ejercicio cuando constatamos la falta de reconocimiento que hemos tenido a lo largo de la historia, y por ende evidenciamos el gran vacío en el que mujer y cultura se enredan. La invisibilización constante, el ninguneo, el borroneo, ha dejado una gran deuda en la tradición y la memoria y por ende un gran trabajo en términos de reconocimiento patrimonial. Pero si al problema de ser mujer le agregamos el ímpetu revolucionario, la liberación completa del paradigma, el compromiso con la lucha armada, ese borroneo del que hablamos se profundiza hasta transformarse en un completo vacío. Un verdadero agujero negro, para seguir con la jerga astral. Esos puntos inimaginablemente pequeños de densidad infinita que se encuentran en el universo. Puntos llenos de información, de vida, de luz, de material estelar aprisionado, ocupando el menor espacio posible y que de tan condensado se vuelve materia oscura. La luz no puede escaparse de un agujero negro. Todo lo que ahí cae, no saldrá jamás. Se vuelve materia fantasma. Presencias sin corporalidad. Estrellas secretas que están ahí sin que lo sepamos, como la constelación de mujeres de este libro, condenadas a la invisibilidad no solo por lógicas puramente patriarcales, sino también por las pesadas lógicas neoliberales y transicionales de la reconciliación y el pacto. Hoy el relato de las mujeres revolucionarias no existe para la historia oficial. Está encapsulado en un agujero negro.

Recordar es un verbo, una acción. Por lo tanto, es un hecho que ocurre en el presente. La memoria se construye a partir de las vivencias del pasado. Recordamos no por un mero acto de nostalgia. Lo hacemos para confrontar el recuerdo con este presente disconforme. Para encontrar en ese mapa que es el ayer las claves de comprensión y orientación para el hoy.

¿Pero qué pasa cuando el mapa está incompleto?

¿Qué pasa cuando parte de la información se ocultó?

Es imposible leer Revolucionarias de Tamara Hernández Araya sin confrontar todos estos testimonios del pasado, y las lúcidas reflexiones de su autora, con el absurdo escenario del hoy. Luego de una revuelta social inimaginable, luego del inicio de un proceso constituyente paritario, con la presencia de pueblos originarios, en el que se han dado algunas confrontaciones que en décadas no se habían generado en la institucionalidad. Luego de haber avanzado en dos años, en términos culturales, lo que no se había avanzado en cuarenta, hoy tenemos a un candidato pinochetista en la papeleta de las próximas elecciones. Las razones de esta circunstancia son múltiples, pero una importante tiene que ver con el borroneo histórico, con la invisibilización, con los agujeros negros que la democracia transicional dejó en el mapa de nuestra historia. En ese mapa incompleto la trama de estas mujeres rebeldes, soñadoras, valientes, capaces de organizarse, capaces de entregar su vida a una causa común, a un sueño colectivo y solidario, no se encuentra. El relato que ellas tejen en sus testimonios con las palabras amor, ética, justicia, lealtad, pertenencia, coherencia, resistencia, hermandad, entrega, pasión y cariño, no ha llegado hasta nosotras. En la construcción histórica solo hemos escuchado que al hablar del rodriguismo se utilizan las palabras extremistas, terrorismo, crimen organizado, miedo, violencia, muerte, desorden, y con estas palabras, que el poder ha cargado de un sentido negativo, de un completo prejuicio, clausuraron el lenguaje de la memoria y con ello nos robaron una parte de nosotras y nosotros mismos. Me pregunto si no será justamente esa parte de nuestra memoria, la que habla de la resistencia, la que habla de una organización que intentó poner límites claros y contundentes a la dictadura, una organización que no estuvo dispuesta a dialogar y a pactar con el pinochetismo, la que necesitábamos conocer para no estar hoy a punto de repetir otra vez la misma historia.

Sin embargo, nunca será tarde.

Esas mismas palabras pronunciadas por las mujeres de este libro nos alientan. Amor, ética, justicia, lealtad, pertenencia, coherencia, hermandad, entrega, solidaridad, pasión y cariño. Y es que para iluminar la memoria, siempre habrá un relato generoso que nos guíe en medio de la oscuridad. Nuestras hermanas y hermanos mayores completan, en una posta de memoria, todo aquello que no tenemos capacidad de recordar, todo aquello que desconocemos, incluso aquello que nos robaron. Como los primeros pueblos que se contaban historias para no olvidar la posición de las estrellas, como aquellos cuentos que circulaban dando vida a esas constelaciones que los guiaban en la noche, así los recuerdos transmitidos por nuestras hermanas mayores nos ubican, nos entregan un referente de dignidad, nos dan un lugar de pertenencia en el mundo, un punto de vista para seguir con el camino de la historia que aún no termina.

Hemos estado habitando el mapa dictatorial hace demasiados años. La constitución ilegítima de Guzmán organizando nuestras vidas es una prueba de ello. La militarización del Wallmapu, la persecución a los inmigrantes, las violaciones a los derechos humanos desde el año 1990, con el clímax de lo ocurrido en la revuelta social. La impunidad en la que han quedado los crímenes de los militares. La falta de justicia, verdad y reparación para absolutamente todas las víctimas de la dictadura. La negación a la existencia de presos políticos, con lo que justifican las condiciones inhumanas de un encierro como el que ha llevado, por ejemplo, Mauricio Hernández Norambuena, con una dignidad impresionante, durante tantos años. Todos estos signos, además del nombre del candidato pinochetista en la papeleta de las próximas elecciones, son la evidencia de que seguimos entrampadas y entrampados en el mapa dictatorial y que frente a eso lo único que nos queda para replantear las estrategias del futuro es mirar con urgencia el cielo en esta oscura noche sin luna.

El frío se colará por las mangas de nuestra chaqueta. Un pequeño dolor en el cuello nos molestará al levantar la vista por largos minutos. Y de pronto, ahí arriba, iluminándonos como un faro en esta oscuridad, las reconoceremos. Tatiana,  Mara, Tamara, Pola, Marión, Fabiola e Isabelle. Y con ellas todas las mujeres que pertenecen a esta constelación de Revolucionarias. Estrellas cuyas voces titilan, siguen presentes a través de este libro encontrando un espacio en el relato de nuestra agujereada historia. Afirmándose como las referentes que necesitamos para no repetir los errores del pasado, para seguir tejiendo futuro con esas palabras luminosas que reverberan en sus testimonios: ética, justicia, lealtad, resistencia, pertenencia, coherencia, hermandad, dignidad, entrega, pasión y cariño.

Revolucionarias. Historia y narrativas de mujeres rodriguistas
Tamara Hernández A.
Ediciones Escaparate, 2021