El enredo del tiempo

El pasado viaja en nuestra espalda, muy cerca del olvido, y sólo abrimos los ojos hacia el hechizo del futuro que nos aguarda. Se supone que avanzamos hacia él. Pero en este presente incierto que mantiene el mañana en pausa, quizá lo único que nos quede para sostenernos es mirar lo recorrido, hacer un repaso de lo hecho y encontrar ahí, a lo mejor, una idea de futuro

Por Nona Fernández Silanes

Escribir a ciegas, tanteando un punto donde afirmarse, en medio de un tiempo hecho pedazos. El futuro se puso en pausa, el presente se desbarató y con él la fantasía de control en la que creíamos movernos. Revuelta social y pandemia enredadas para suspender cualquier interpretación de la realidad. Todo razonamiento es frágil y se pone en crisis en cuanto se asoma. Imposible aferrarse a una certeza porque no sólo es improbable encontrarla, sino que parece no servir. Nada es claro y ese está siendo el desafío a la hora de pensarnos. Andar a tientas.

Las mujeres aymara cargan a sus hijos en la espalda. Con tejidos trenzados por ellas mismas los envuelven y los cuelgan atrás, resultando este gesto una representación simbólica del lugar en el que los aymara ponen el futuro. Ese pedacito de humano que encarna el mañana viaja en el revés de su madre, suspendido en la sombra del tiempo, en ese lugar desconocido que es imposible de ver porque aún no sucede. Para los aymara el futuro no existe, sólo le pertenece a los niños. Lo ubican en la espalda, como a sus hijos, porque prefieren dar la cara a lo que sucede, que es el presente y los sucesivos presentes que conforman el pasado. Lo que ha ocurrido es lo único que pueden ver con claridad, por eso lo disponen delante, como una forma de guiar el camino. Quizá en este ejercicio del intento en el que estamos, en esta búsqueda de una baranda donde afirmarnos para no caer, podríamos cambiar el eje de nuestra mirada y probar otro punto de vista. Siempre hemos dialogado con el tiempo al revés que los aymara. El pasado viaja en nuestra espalda, muy cerca del olvido, y sólo abrimos los ojos hacia el hechizo del futuro que nos aguarda. Se supone que avanzamos hacia él. Pero en este presente incierto que mantiene el mañana en pausa, quizá lo único que nos quede para sostenernos es mirar lo recorrido, hacer un repaso de lo hecho y encontrar ahí, a lo mejor, una idea de futuro.

La escritora Nona Fernández. Créditos: Gonzalo Donoso.

En la madrugada del 5 de septiembre de 1970, hace cincuenta años, el recién elegido presidente Salvador Allende Gossens se asomó en un palco improvisado de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile para dar el que sería su primer discurso como líder del país. “Nunca un candidato (…) usó una tribuna que tuviera mayor trascendencia”, dijo. “Porque todos lo sabemos: La juventud de la patria fue vanguardia en esta gran batalla”. Lo que comenzaba esa noche era un trabajo difícil. Lo sabían las y los jóvenes que, con la lucidez histórica que les caracteriza, con ese diálogo directo que siempre han tenido con el futuro, empujaban las grandes transformaciones sociales. Lo sabía Allende y lo sabían todas y todos quienes habían votado por él. El desafío avalado por las urnas implicaba cambios profundos que la oligarquía y las élites no estaban dispuestas a permitir. “Hemos triunfado para derrotar definitivamente la explotación imperialista, para terminar con los monopolios, para hacer una seria y profunda reforma agraria, para controlar el comercio de importación y exportación, para nacionalizar, en fin, el crédito, pilares todos que harán factible el progreso de Chile, creando el capital social que impulsará nuestro desarrollo.” Pero esa madrugada, pese a la conciencia de la dificultad venidera, todo era alegría y festejo. Se suspendió cualquier sospecha de terror futuro y se dispuso caminar con seguridad sobre la ruta trazada. “Sólo quiero señalar ante la historia el hecho trascendental que ustedes han realizado derrotando la soberbia del dinero, la presión y la amenaza; la información deformada, la campaña del terror, de la insidia y la maldad. Cuando un pueblo ha sido capaz de esto, será capaz también de comprender que sólo trabajando más y produciendo más podremos hacer que Chile progrese y que el hombre y la mujer de nuestra tierra, la pareja humana, tengan derecho auténtico al trabajo, a la vivienda digna, a la salud, a la educación, al descanso, a la cultura y a la recreación. Pondremos toda la fuerza creadora del pueblo en tensión para hacer posible estas metas humanas que ha trazado el programa de la Unidad Popular”.   

Casi cincuenta años después, el 18 de octubre de 2019, comenzamos a transitar el vértigo de la revuelta. La interrupción por las armas de aquel proyecto inconcluso, que se inauguró en 1970, dejó una grieta imposible de sellar que terminó alimentando la protesta. Las y los estudiantes secundarios, otra vez la lucidez de la juventud, saltaron los torniquetes del Metro y en ese gesto se abrió la gran caja de Pandora. Décadas de malestar subterráneo emergieron con fuerza. La revuelta de octubre cambió el escenario, los límites se corrieron, el punto de vista se amplió y con la caída de cada estatua de los supuestos próceres, evidenciamos el colapso de un orden que se vino abajo. La política dejó de estar encerrada en La Moneda y el Congreso y se activó fuera de los consensos pactados por los honorables hombres de la República. El ejercicio político resucitó en la calle, en la conversación larga de la esquina, en la sesión del cabildo de la plaza, en nuestras asambleas barriales, sectoriales, comunitarias, domésticas, y aparecieron nuevas ideas, propuestas, discursos, hablas, miradas que no habían sido atendidas y que, en parte, hacían eco de aquel programa anunciado en 1970. Un extraño sentimiento de comunidad comenzó a tejer lazos entre unas y otros, y el recuerdo de ese tiempo, no tan lejano, circuló como un fantasma resucitando imágenes que no todas ni todos habíamos vivido. Nuestras madres y nuestros padres lo percibieron con mayor claridad. También nuestros abuelos. Si bien las múltiples diferencias estaban a la vista entre el ayer y el hoy, las pancartas y los cabildos ciudadanos actualizaron ideas que se quedaron suspendidas en el año 1973 luego del golpe. La exigencia de los cambios que ya se habían propuesto como metas en un programa de gobierno que no pudo llegar a su fin. Otra vez se hablaba de desbaratar las diferencias sociales, de recuperar las riquezas del país para el beneficio de todas y todos, de fortalecer al Estado, de trabajar por una educación gratuita, pluralista, participativa, democrática; de establecer un sistema de salud popular, de ofrecer pensiones justas para los jubilados, de construir viviendas dignas sin reajustes que desintegren los ingresos de sus moradores, de conquistar una independencia económica, de ofrecer medio litro de leche para cada niño y niña de Chile, a los que se les debía y debe una infancia libre y feliz. Necesidades añejas que revivieron junto a otras nuevas, para mezclarse y enredarse en este presente disconforme, que dialoga con el pasado para intentar encontrar un camino hacia el futuro.

Wenu Mapu es el nombre que el pueblo mapuche le da al firmamento. La tierra de arriba, el lugar donde viven los espíritus de nuestros antepasados. Todos aquellos que alguna vez pisaron el mundo y que ahora, desde allá arriba, nos protegen. El lugar donde llegan los que no trasgreden el orden natural de las cosas, convirtiéndose en halcones o cóndores del sol. Para el pueblo mapuche los muertos son los poseedores de la sabiduría, los ubican arriba porque ahí la perspectiva es amplia y se ve mucho mejor. El pasado está por encima, protegiendo y entregando luz en un ejercicio activo. El pasado es fundamental en su manera de ver el mundo y tanta bandera mapuche circulando en la revuelta, reemplazando a las de los partidos políticos, quizá, entre otras muchas lecturas, tenga que ver con la importancia del pasado en la energía de la protesta. Naturalmente, sin que nadie lo organizara, sin que ningún partido lo mandara, sin que nadie pagara, la reunión callejera revivió cantos, consignas y planteamientos que creíamos sepultados. Los tiempos se enredaron y corrieron por pasadizos estrechos, de paredes porosas y difusas que filtraron el ayer y el hoy proponiendo una energía provocadora, porfiada y desobediente.

Pero de pronto, de un día para otro, en medio de ese torbellino de creatividad antigua y nueva, de ese diálogo temporal, caímos en el encierro por la crisis sanitaria y nos vimos privadas y privados del ejercicio de la calle y del estimulante intercambio en vivo. Las vidas quedaron en pausa, el intervalo se apoderó del tiempo y lo desbarató en una lógica que desafía nuestra propia neurosis por el control. Como si el virus hubiese heredado la energía caótica de la revuelta, o como si la revuelta se hubiese anticipado pavimentándole el camino, el descontrol de la naturaleza nos fuerza a ampliar la mirada, a situarnos arriba, en el Wenu Mapu, junto a nuestros antepasados que todo lo ven, y desde ahí observarnos como parte de un gran colectivo, de un universo orgánico que no gobernamos. Cayeron las estatuas de nuestros supuestos próceres y con ellas nuestra soberbia controladora poniéndonos en el lugar en el que la humanidad siempre se ha movilizado: el del caos. Y aquí estamos ahora, en medio de la incertidumbre, con la única seguridad de que no dominamos la naturaleza, sólo seguimos el orden natural de las cosas y en ese flujo quizá lleguemos a transformarnos en halcones o cóndores del sol.

La política del virus es ingobernable. Pero las políticas para la administración del virus no. De esas hemos sido testigos con asombro horrorizado. Y en ese ejercicio el desconcierto crece y nos hace juntar rabia y pena para afirmarnos en la idea que el virus nos regala, esa de ser parte de un gran organismo cuyas piezas no son autónomas. Dependemos unos de otras. Planteamiento que ya habíamos asumido en sintonía con el caos y orden natural de la revuelta. Ahí improvisamos la organización que hasta el día de hoy sostiene a muchas y muchos en un país fragilizado económicamente desde siempre y aún más por la pandemia. Ese tejido territorial, sectorial, gremial ha marcado una gran diferencia en la vivencia de la crisis sanitaria con el resto de los países latinoamericanos. Muchos de ellos eclipsados por el modelo económico chileno, construyendo serialmente la misma jaula de la que intentamos salir. Jaula construida y cerrada con múltiples candados luego de la suspensión por las armas de aquel proyecto anunciado esa madrugada de 1970. Pero hoy damos continuidad a muchas de las ideas lanzadas desde ese palco de la Federación de Estudiantes. Trenzamos redes de apoyo, lazos colaborativos, apasionados y cariñosos, que han sido la única forma de afirmarnos y seguir avanzando a tientas, sin caer.

Busco en el computador una fotografía de Salvador Allende aquella madrugada de 1970. Aparecen muchas y todas son diferentes. Tomas acotadas, no se ve bien el entorno, y en ellas el presidente viste ropas distintas. Supongo que ninguna es realmente de esa madrugada. Quizá era tan improvisado ese palco de la Federación de Estudiantes que la luz no daba como para fotos. O quizá sólo tengo mala suerte y no logro encontrar una que me parezca verídica. Como sea, en cada una de ellas Allende habla a la gente y con alguna de sus manos indica hacia adelante. Imagino que ahí sitúa el futuro. Que lo ve en frente, allá mismo donde está toda esa gente entusiasmada y feliz escuchándolo. “Les pido que se vayan a sus casas con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada. Esta noche, cuando acaricien a sus hijos, cuando busquen el descanso, piensen en el mañana duro que tendremos por delante cuando tengamos que poner más pasión y más cariño, para hacer cada vez más justa la vida en esta patria”.

Hoy su futuro es nuestro pasado.

Sabemos cosas que en ese momento él no imagina.

Podría acercarme a su oído y susurrarle lo que vino después, pero ni el tiempo ni la historia funcionan así. Sólo nos queda seguir mirando esta fotografía. Seguir la lógica aymara o mapuche y ubicarla delante o arriba nuestro. Para que nos ilumine. Y nos guíe.

Cómo la pandemia agudizó la crisis de los cuidados (y por qué puede ayudarnos a enfrentarla)

Históricamente, las mujeres han asumido en mayor medida el trabajo reproductivo y de cuidados. Una labor invisible, poco valorada, pero central. La pandemia evidenció el agotamiento del modelo que se sostiene únicamente sobre los hombros de las mujeres y aceleró la discusión sobre la corresponsabilidad social de los cuidados.

Por Pamela Barría Osores  

Una isapre le rechazó la licencia médica a Ariadna y ella no entiende cómo es posible después de todo lo que ha pasado. Para apelar tuvo que someterse a un peritaje psiquiátrico. Le explicó al especialista que no, que si bien no ha pensado en el suicidio, sí necesita descansar y reorganizar su vida, que está triste y agotada. Y cómo no, hace apenas dos meses murió su padre, a quien bañó, vistió y alimentó hasta sus últimos días.  

Desde marzo, producto de la pandemia, asumió sola su cuidado, también el de su madre adulta mayor y el de su hija, de nueve años. Para reducir los riesgos de contagio, la persona que la ayudaba con los quehaceres domésticos, otra mujer, no siguió trabajando en su casa. El papá de la niña estaba en cuarentena total hasta hace poco, y no siempre había permisos disponibles para padres separados en Comisaría Virtual. “Tenía tres jornadas laborales: la de mi trabajo, la del cuidado de mi papá y la de acompañar en el colegio a mi hija”, dice.  

La experiencia de Ariadna no es única. Histórica y globalmente, son las mujeres las que han asumido en mayor medida el trabajo reproductivo y de cuidados, es decir, todas aquellas tareas cotidianas destinadas a sostener la vida y atribuidas culturalmente a las mujeres. Un trabajo agotador como cualquier otro, pero invisible y no remunerado, una sobrecarga muchas veces brutal, justificada bajo el supuesto de un inagotable amor.  

Lorena Flores es economista y directora ejecutiva del Centro de Microdatos de la Universidad de Chile.

Esta realidad, en el actual contexto de pandemia, persiste con una magnitud preocupante. Así lo han advertido organismos como ONU Mujeres y Cepal, que en el informe Cuidados en América Latina y el Caribe en tiempos de COVID-19: hacia sistemas integrales para fortalecer la respuesta y la recuperación (agosto 2020), señalan que la crisis “ha demostrado la insostenibilidad de la actual organización social de los cuidados, intensificando las desigualdades económicas y de género existentes, puesto que son las mujeres más pobres quienes más carga de cuidados soportan y a quienes la sobrecarga de cuidados condiciona, en mayor medida, sus oportunidades de conseguir sus medios para la subsistencia”.  

Para Lorena Flores, economista y directora ejecutiva del Centro de Microdatos de la Universidad de Chile, lo más preocupante de esta crisis es el retroceso en la participación laboral femenina. “En marzo se notó un impacto inmediato en las mujeres. El 16 de ese mes cerraron los establecimientos educacionales, entonces la mujer que perdió el empleo se declaró inactiva, dejó de buscar trabajo, y eso tiene que ver con estar a cargo de los cuidados de otros y del hogar”, explica.  

La tasa de participación laboral de mujeres cayó 7,6 puntos, llegando a un 45%. “Es una cifra similar a lo que existía en 2004. En estos meses se ha retrocedido 16 años en participación laboral femenina y no sabemos cuánto va a durar, sobre todo porque la reactivación que se ha anunciado se dará en sectores que son mayoritariamente masculinos, como la construcción, logística y transporte. Los establecimientos educacionales tampoco están abriendo y eso hará que la decisión de las mujeres sea quedarse en la casa, que no salgan a buscar empleo si no está resuelto el tema del cuidado”, advierte Flores.  

Mujeres en primera línea 

“Las mujeres siempre somos carne de cañón en las crisis”, dice la doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, Carolina Franch. “Con el cierre de colegios, las madres hoy han tenido que ser coadyuvantes de la educación de sus hijas e hijos, una carga que no existía antes. Además, tuvieron que asumir tareas como la alimentación y la limpieza de la casa, domesticidad que un porcentaje de mujeres tenían resuelta a cargo de otra mujer de otra clase social”, describe.  

Precisamente, las trabajadoras de casa particular, quienes han reclamado por años el reconocimiento de sus derechos laborales, representan uno de los sectores altamente feminizados que se han visto más golpeados por la pandemia. La Coordinadora de Organizaciones de Trabajadoras de Casa Particular estima que se han perdido unos 120 mil empleos, correspondiente al 40% de los puestos de trabajo. Sin embargo, recién el 9 de septiembre, a medio año de iniciada la crisis, lograron que se aprobara el proyecto de ley que las incorpora al Seguro de Cesantía. “Es un sistema completo el que desvaloriza todo el quehacer femenino”, complementa Franch.  

La antropóloga apunta a otro factor, la corresponsabilidad. “Tras la pandemia no ha existido una corresponsabilidad en la redistribución de trabajo. Muchas veces ocurre que los hombres cierran la puerta de la pieza en la mañana y la abren a las 6 de la tarde, cuando terminan su jornada laboral. Mientras tanto, las mujeres no hicieron eso: tuvieron que abrir el computador desde la cocina, acompañaron a los hijos en el estudio, hicieron funcionar una casa a la vez que intentaban mantener un ritmo laboral. En los trabajos de los hombres también se asume que ellos pueden encerrarse y no atender nada más que el trabajo”, agrega.  

“El derecho al cuidado desde que naces hasta que mueres debe incluirse en los principios de la nueva Constitución, porque se debe organizar la economía y la sociedad en torno a la reproducción social de la vida”, asegura Teresa Valdés, coordinadora del Observatorio de Género y Equidad. 

Sin embargo, el problema está lejos de ser sólo individual y puertas adentro. La invisibilización de la división sexual de los cuidados compromete incluso la contención de la pandemia, porque está afectando a la primera línea de resistencia del Covid-19.  

“Más de un 70% de la fuerza laboral en salud son mujeres. Por los estereotipos de género que persisten, para las trabajadoras de la salud ha sido especialmente dura la pandemia, por la sobrecarga de cuidados y porque han debido mantener sus trabajos con mucha más carga asistencial. Nosotras hemos hecho una defensa de las médicas y, en colaboración con otros gremios de la salud, hemos empujado algunas alternativas legales, como por ejemplo que algunas de las trabajadoras que tienen hijos e hijas pequeños puedan acogerse a teletrabajo si es que no tienen a nadie con quien dejarlos”, cuenta Francisca Crispi, encargada de género del Colegio Médico de Chile.  

“La autoridad sanitaria ha sido bien ingrata con las trabajadoras de la salud. Hasta ahora, han entregado nulo apoyo a los cuidados, pese a que lo solicitamos. Nos dieron la opción de salvoconducto para cuidadoras y cuidadores, pero ha funcionado muy mal, tenemos más de 20 casos en que simplemente no se les respetó el salvoconducto”, detalla Crispi.  

Por otro lado, está el problema de los recursos. “Las médicas, en general, van a poder pagar a un tercero que cuide, pero es superimportante identificar qué integrantes de los equipos de salud no pueden costear en este minuto y dar un bono compensatorio para asegurar los cuidados, y también flexibilidad para adaptar los horarios laborales”, complementa.   

Un cambio obligado  

Según la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo del INE, de 2015, en el Chile prepandémico las mujeres dedicaban 5,89 horas al trabajo no remunerado por día, superando en más de tres horas a los hombres, quienes destinaban 2,74 horas a las mismas labores.  

En junio de este año, un estudio del Centro de Economía y Políticas Sociales de la Universidad Mayor, a cargo de la economista Claudia Sanhueza, determinó una pequeña variación en esa brecha en cuarentena: las mujeres dedican dos horas más por día que los hombres a las tareas domésticas. Mientras ellas suman 5,6 horas, ellos lo hacen 3,8 horas. 

Irma Palma, es doctor en Psicología, académica de la Universidad de Chile e investigadora principal del estudio “Vida en Pandemia”

La doctora en Psicología, Irma Palma, académica de la Universidad de Chile, está a cargo del estudio longitudinal Vida en Pandemia, que está monitoreando la forma en que la crisis sanitaria impacta a distintos grupos de la población en diversos temas.  

El segundo informe de la investigación, explica Palma, tiene el siguiente eje. “Cuando se iniciaba la crisis se formulaba una hipótesis -fundada en la experiencia histórica de crisis humanitarias y desastres naturales- que decía que con el cierre de escuelas se profundizaría la desigualdad entre hombres y mujeres en el trabajo no remunerado. Puestos en la desestabilización de la vida cotidiana, cuyo orden estaba basado en la desigual distribución de estas labores en perjuicio de las mujeres, ¿es que los hombres no asumirían nada o poco de la nueva carga debido a la crisis de más trabajo doméstico en los hogares, de cuidado de la niñez y del inédito trabajo educacional?”. 

Se les preguntó a hombres y mujeres cuánto habían hecho en las últimas dos semanas, si “mucho menos”, “menos”, “igual”, “más” o “mucho más” que en las primeras semanas de marzo. Entre los resultados, el 69% de las y los entrevistados hace “más” o “mucho más” en la crisis de las actividades como cocinar o hacer limpieza en su casa. No obstante, las mujeres han incrementado en mayor medida que los hombres la cantidad del trabajo doméstico que realizan: 52% de mujeres y 37% de hombres declaran hacer mucho más que en el pasado inmediato a la crisis. 

El informe también reporta que existe una brecha de género en la distribución del trabajo de cuidado infantil, en favor de los hombres, y que al mismo tiempo ha aumentado la cantidad de hombres que durante la crisis asumieron el trabajo de cuidado infantil. En cuanto al trabajo educacional en casa, también existe una diferencia de género: 67% de madres y 43% de padres, respectivamente, acompaña a niñas y niños en la educación en casa todos los días de la semana. 

“Observamos un hecho nuevo, un aumento del trabajo por parte de los hombres, y a esto hay que atender en el futuro, pues en las crisis multidimensionales, complejas y diferenciadas, emergen formas nuevas de hacer, de relacionarse y de pensar, y puede que esto vaya a ocurrir en el plano de la división sexual del trabajo no remunerado”, asegura Irma Palma. 

Un dato llamativo es que existe una diferencia entre lo que los hombres informan sobre su propia participación y aquella que sobre ellos declaran las mujeres. Sólo 23% de mujeres dice que el padre acompaña en la educación en casa todos los días de la semana, no 43% como aseguran los hombres, y 31% de mujeres informa que el padre no hace nunca acompañamiento, no 9% como declaran los hombres.  

En cambio, mujeres y hombres coinciden en el alto nivel de trabajo educacional de las madres: 65% de los hombres dice que la madre acompaña en la educación en casa todos los días de la semana, prácticamente lo mismo que dicen las mujeres sobre las madres (67%). 

“Es necesario explorar de qué modo en las nuevas condiciones de la vida cotidiana se reorganiza el trabajo no remunerado, si permanece intacta la división histórica o ésta misma se desestabiliza. No se trata de cómo se comportan las brechas en la crisis, aunque sea injusta, por cierto, la posibilidad de que crezcan. Observamos un hecho nuevo, un aumento del trabajo por parte de los hombres, y a esto hay que atender en el futuro, pues en las crisis multidimensionales, complejas y diferenciadas, emergen formas nuevas de hacer, de relacionarse y de pensar, y puede que esto vaya a ocurrir en el plano de la división sexual del trabajo no remunerado”, asegura Irma Palma. 

Los cuidados al centro 

“Pienso que estamos en un tránsito, en un momento de inflexión. O avanzamos hacia que los cuidados son responsabilidad de todos o reafirmamos el modelo anterior”, plantea Camila Miranda, directora de la Fundación Nodo XXI, quien apunta a algunas medidas urgentes e inmediatas para enfrentar esta crisis, por ejemplo, una encuesta nacional que se aplique a la brevedad. 

“Hay varios países que por ley realizan encuestas para visibilizar la división sexual del trabajo. Eso en Chile no está. La última es la del INE del 2015, sobre uso del tiempo, y ese tipo de cuestiones son importantes de producir, tanto para visibilizar el tema como para comprenderlo con exactitud”, explica. 

Camila Miranda, directora de la Fundación Nodo XXI

La directora de Nodo XXI también propone que desde ya se comience a articular un sistema integral de cuidados, en el que participen los ministerios de Salud, Educación, de la Mujer y Equidad de Género y de Desarrollo Social, “todas las institucionalidades que pueden apoyar en este momento en que no existe una institucionalidad central que se encargue de los cuidados, esa es otra pelea más a largo plazo”. 

Finalmente, la investigadora apunta al endeudamiento femenino derivado de los cuidados, por cuestiones básicas como la alimentación. “En ese sentido, se puede proponer la condonación de deudas por este concepto o un aporte basal que está en la lógica de la renta básica universal, y que se podría discutir en lo inmediato”, plantea. 

“Las políticas públicas deben ir hacia cómo se logra la corresponsabilidad social en el cuidado, tanto en el espacio privado como en el público, pasando por la comunidad. Se tiene que asumir que esa tarea no es de las mujeres ni es exclusiva de las familias, sino que la reproducción social es tarea común de la sociedad”, fundamenta la socióloga y coordinadora del Observatorio de Género y Equidad, Teresa Valdés. 

Una tarea que el feminismo ya ha puesto sobre la mesa de cara al debate constitucional que se aproxima. “El derecho al cuidado desde que naces hasta que mueres debe incluirse en los principios de la nueva Constitución, porque se debe organizar la economía y la sociedad en torno a la reproducción social de la vida”, agrega Valdés.   

Judith Butler: «Trump puede perder y va a ser un día hermoso»

Judith Butler fue parte de un ciclo de conversaciones fundamentales organizado a fines de julio último por la Universidad de Chile, en un momento en que los muertos por la pandemia se elevaban a más de 13 mil en el país y en Estados Unidos llegaban a más de 140 mil. En medio del confinamiento y de la perplejidad ante un virus que arrasaba con todas las verdades ocultadas —entre otras, la precariedad de los sistemas públicos de salud diezmados por otra pandemia, la de la voracidad del lucro y del neoliberalismo—y cuando en Estados Unidos la muerte de George Floyd evidenciaba la violencia policial y el racismo sistémico que el movimiento Black Lives Matter denunciaba convocando a masivas manifestaciones en todo el país, la presencia virtual de esta intelectual, activista y teórica del feminismo resultaba todo un estímulo que las comunidades feministas, académicas, queer e intelectuales agradecieron con entusiasmo. Todas ellas siguieron masivamente este encuentro a través de las redes, que también tuvo como invitada a Emilia Schneider, entonces presidenta de la FECH, estudiante de Derecho, militante del feminismo y activista de las disidencias sexuales, quien se sumó a una conversación de cerca de dos horas que en esta edición de Palabra Pública reproducimos en sus aspectos centrales.

Por Faride Zerán

Aguda, con una mirada que exhibe su sagacidad y un sentido político que se lo querría cualquier profesional del rubro, esta filósofa y académica de la Universidad de California en Berkeley, autora de libros como El género en disputa y Cuerpos que importan, entre muchos que han sido traducidos a varios idiomas, recordó esa tarde de invierno santiaguino su cercanía con la Universidad de Chile, que un año antes le había otorgado la distinción Honoris Causa, y sus fuertes vínculos con los movimientos feministas y culturales de nuestro país. “Me siento parte de esta comunidad”, me señaló al inicio del encuentro, y qué duda cabe, si ya en esos momentos las redes ardían con los saludos de sus fans, que aplaudían con entusiasmo la visita virtual de una auténtica rockstar.

Judith Butler, filósofa y académica de la Universidad de California, Berkeley. Foto: Felipe Poga.

Faride Zerán: hay un proverbio chino que dice “líbranos de los tiempos interesantes”. No sé si es una maldición o un deseo, pero hagamos un paralelo entre Estados Unidos y Chile, con la elección presidencial en noviembre de este año en Estados Unidos, y en Chile, el plebiscito de fines de octubre. Son tiempos interesantes, son tiempos terribles, son tiempos expectantes. ¿Cómo los vives? ¿Cómo ves este escenario político social y de crisis sanitaria?

Judith Butler: creo que son tiempos difíciles y son tiempos prometedores. Cuando entramos en cuarentena se nos obligó a estar en casa, a dejar de trabajar en nuestros espacios laborales. Al principio estábamos bastante impresionados, pero también optimistas de que quizás ésta era una oportunidad para detener la reproducción del mundo, del mercado, como los conocemos; de detener nuestro cotidiano para pensar en lo que es la igualdad y lo que es la justicia, repensar esas categorías. Era un tiempo para recrear el mundo. El problema es que ahora vemos que, en vez de reconstruir el mundo, nos están pidiendo que reiniciemos la economía, a pesar de que este reinicio viene asociado al costo de las vidas de las personas. Entonces, la pregunta es si la máquina capitalista se puede detener o no, si puede ser desmantelada de una forma u otra. Se ha visto de una manera nítida esta lógica que impulsa al capitalismo, la que vemos en Estados Unidos, pero también en otros países dominados por el ethos capitalista, por el deseo de restablecer la economía, restablecer las ganancias, lo que a veces implica un costo para los trabajadores en las economías de servicio, trabajadores que no tienen elección más que trabajar para obtener algún tipo de ganancia. Obviamente, debería haber instrumentos para que todos tengan ingresos y un sistema de salud, pero en Estados Unidos vemos la intensificación de la desigualdad social y económica: las personas que están en las calles, que no tienen un sistema de salud, y las personas que están bastante protegidas en sus primeras, segundas y terceras viviendas, y se mueven de una a la otra. Vemos el capitalismo de una forma impactante. Y estamos viendo a las mujeres, a quienes se les pide trabajar en la casa y, a la vez, que estén conectadas y que salgan a trabajar. Pero muy a menudo están en peligro por violencia en el hogar o porque no se les paga lo suficiente en su lugar de trabajo. Esta es una situación cada vez más clara. En Estados Unidos y en el resto del mundo vemos que la pandemia afecta mucho más a las comunidades mestizas, afrodescendientes, que a las caucásicas, blancas. ¿Por qué? Porque las comunidades mestizas y negras no han tenido acceso a un buen sistema de salud, no han podido costearlo o se han visto enfrentadas a la discriminación cuando han intentado obtenerlo. Pero me gustaría mencionar que en ciertos Estados vemos que el ataque al feminismo, el ataque a las personas trans se está enlazando con el Coronavirus; es lo que ocurre en Polonia, Hungría, en muchos países donde las comunidades trans, gay, lesbianas no tienen derecho a casarse. Este tipo de restricciones se están imponiendo repentinamente donde se supone que debería estar garantizado un sistema de salud para todas las personas. También, en relación al cambio climático, vemos que la economía se ha ralentizado, y mientras pasa eso, vemos la belleza, el cielo, la claridad del aire, la posibilidad del entorno de renovarse a sí mismo. Todos estos movimientos tienen que coordinarse para construir una visión distinta del mundo e insistir en nuestra visión a la luz de las formas del fascismo y de las políticas antidemocráticas que están surgiendo.

Faride Zerán: Emilia, ¿qué ocurre con el tema de las disidencias sexuales, trans, frente al Covid, al que alude Judith? ¿Qué has visto en Chile?

Emilia Schneider: lo que señala Judith sobre las personas trans nos permite replantearnos los horizontes políticos que ha tenido nuestro movimiento de personas trans, y los límites que tiene. Esto es algo que ya veníamos diciendo mucho: que la ley de identidad de género, las políticas más afirmativas no terminaron por garantizar los derechos, es decir, no lograron terminar con la violencia y la exclusión que vivimos. Me ha tocado ver cómo, en Chile, esto se cruza con otros elementos. Cómo la población migrante dentro de la población trans se transforma en una población precarizada que sufre la persecución policial porque su trabajo es considerado ilegal, pero la sociedad no le entrega otra posibilidad de insertarse a las personas trans. Es tremendo ver que, en los registros sociales, con esta tecnocracia ligada a los servicios sociales de los Estados neoliberales, las personas trans no figuran, los migrantes no figuran, porque somos parte de un grupo de personas que vivimos ilegales en el mundo. Hay una cifra que no se conoce, porque no somos una cifra para pensar las políticas públicas.

Faride Zerán: sin duda, el Covid ha develado realidades que estaban ocultas, disimuladas, lo digo a propósito de las desigualdades cuando Judith advierte que es probable que algunos aseguren su derecho a vivir a expensas de otros o que hay vidas que valen más que otras cuando se piensa en la reapertura de la economía. Pero eso conduce no sólo al desprecio de unas vidas en desmedro de otras, sino que también al miedo al otro. ¿Piensan que el Covid ha recrudecido las ideologías de odio?

Judith Butler: creo que para algunas personas hay un nuevo miedo en la vida social, el miedo a un extraño. Esta publicación, Sopa de Wuhan, no me gustó mucho porque no se trata de un virus chino; el virus está en todas partes. Pensé que el proyecto estaba en contra de Asia, fue algo más bien racista y les escribí y les dije que no me gustaba el nombre. También hay nuevas / antiguas comunidades de cuidado, porque en la comunidad queer, en la comunidad trans, siempre ha habido comunidades de cuidado, ha habido redes que ayudan a las personas a obtener acceso a la salud, a servicios legales, sobre todo si eres minoría, si has tenido alguna confrontación con la policía. Estas comunidades de cuidado no se restringen al hogar, se expanden hacia personas sin vivienda, que viven sin refugio fijo, que son migratorias en sus vidas. Y, obviamente, lo tenemos para las personas que viven con VIH, distintos tipos de sistemas de apoyo que no se articulan como familias heteronormativas nucleares o viviendas heteronormadas. Hay diferentes tipos de comunidades. Las formas de solidaridad social que hemos visto son extremadamente importantes y, por lo menos en Estados Unidos, tenemos que hacer la pregunta de cómo se enlazan al movimiento Black Lives Matter, que está exponiendo este racismo sistémico de la policía y oponiéndose el sistema carcelario, que es la institución más violenta en nuestras vidas. ¿Cómo entendemos estas dos cosas que trabajan al unísono?

Una ética feminista

Judith Butler: acá es donde vemos cierto tipo de ética y prácticas feministas que han elaborado el cuidado como un principio ético y político, mostrando cómo puede funcionar este cuidado como una organización social que no es igual a la familia o la vivienda. Es un nuevo enfoque que nos podemos dar unos a otros, los que buscamos que la vida sea más vivible, y, en ese sentido, el movimiento Black Lives Matter siempre ha incluido a las mujeres. Desde siempre, las mujeres feministas entienden lo que hacen desde un lente feminista, y tenemos a mujeres, hombres, negros, personas no binarias, queers, trans, en este movimiento; son muy importantes y vemos en las calles alianzas tremendas. No todos se quieren, pero las alianzas existen. Pienso en este llamado al sistema de salud universal, a un mayor apoyo para el sistema de salud, apoyo financiero, vivienda para los que no tienen vivienda. Estamos buscando un mundo de igualdad social radical, oponiéndonos a la violencia, dejando claro que todas las vidas importan por igual. Nos oponemos a esas métricas que señalan que algunas vidas deberían protegerse y otras son simplemente prescindibles. Nos oponemos a la idea de lo prescindible que pueden ser algunas vidas, como las de los indígenas, las de las personas trans… Tenemos que combatir esto para ver qué condiciones de vivienda queremos tener, cómo definimos la violencia para considerar todo tipo de violencia, puede ser violación, la cárcel, la policía, y obviamente necesitamos justicia económica y medioambiental. Ahora tenemos una oportunidad, las personas están en las calles, trabajando virtualmente, con sus cuerpos, para poder realizar estas alianzas. Todos sufrimos por este virus, tenemos menos acceso a la salud, pero hay un tipo de igualdad que implica el virus y somos nosotros los llamados articular esa visión.

Emilia Schneider, Judith Butler y Faride Zerán en el conversatorio «Pandemia, democracias y feminismos».

Faride Zerán: cuando señalas que el virus ha cobrado más vidas de afrodescendientes y latinos, pienso que aquí en Chile ha cobrado más vidas entre quienes viven en lugares populares, hacinados, donde el dilema es morirse de hambre o por el virus. En el caso chileno se combinan estallido, virus y esta necesidad de un horizonte de futuro. ¿Cómo ves el escenario en Estados Unidos, con esta crisis sanitaria y la crisis asociada a la movilización antirracista?

Judith Butler: hay dos buenas noticias. La primera es que Trump está bajando en las encuestas, y si tenemos una elección justa (no sabemos si la vamos a tener), puede perder y quizás lo vamos a desplazar del poder; va a ser un día hermoso y vamos a estar en las calles. La otra noticia importante es que el movimiento Black Lives Matter no se está deteniendo, no es un movimiento de un par de semanas, es un movimiento continuo e importante porque observa no solamente la violencia policial, los asesinatos de la población afrodescendiente, hombres, mujeres, niños, sino que se opone a un sistema de salud que no es costeable para personas que son mestizas, negras y pobres. En Estados Unidos, los casos más graves de Coronavirus doblan, en las personas afrodescendientes, los de las personas caucásicas; lo mismo con los latinos: un 38% de ellos están entre los casos más graves y sólo representan entre 18% y 20% de la población. Estamos frente a este tipo de desigualdad y vemos que las personas en las calles están luchando por sus vidas, por un sistema de salud. Estas formas de violencia están conectadas. En la crisis de los sistemas de salud vemos que los sistemas sanitarios dejan que las personas se mueran. A las personas mestizas, afrodescendientes, las dejan morir para que la economía se reinicie y sea una ganancia para los dueños de negocios o propiedades. Yo creo que lo que vemos en el movimiento Black Lives Matter es una crítica amplia a la desigualdad social, y creo que también estamos viendo el pensamiento negro feminista, que es cada vez más importante, no sólo la intersección de pensamiento de Patricia Hill Collins o Kimberly Crenshaw, sino que también las políticas de coalición de Ángela Davis, que nos recuerda que estas formas de desigualdad social suceden en todas partes del mundo y tenemos que hacer alianzas transregionales. La policía desarrolla técnicas en Oakland que está aprendiendo de otras policías militarizadas en Singapur, Israel, y a la vez, están capacitando a las fuerzas policiales en Portland, Oregon, donde están las llamadas fuerzas fronterizas. Ellos son los que ponen a los niños en jaulas, los que golpean a los migrantes.

Faride Zerán: Emilia, ¿eres tan optimista como Judith respecto del futuro de nuestra gente luchando por mejores condiciones de vida y por otros horizontes de futuro?

Emilia Schneider: soy optimista porque en Chile nos pilla con una revuelta social ya iniciada antes de la pandemia y que provoca mucha esperanza, como dice Judith, de un pacto social. Estamos en un momento de mucha impugnación al orden social y sí comparto que la misma pandemia bota o desestima algunos mitos neoliberales bastante incuestionables hasta el momento, como el individualismo: los empresarios son los primeros en tocar la puerta para el salvataje cuando no hay nada más funcionando que el Estado, como lo vemos en Chile, y se cae el mito de que los mercados son los únicos capaces de resolver la situación. Ahí asistimos a un momento contradictorio, paradójico, porque estamos en una fase de levantamiento popular como el de Black Lives Matter, y en Chile, por ejemplo, vemos el resurgimiento de un movimiento social de ollas comunes que nos recuerda la historia del siglo XX en nuestro país, con las cooperativas. Creo que se abren momentos de oportunidad, porque los discursos de la ultraderecha, como los de nuestro Gobierno y el de Trump, se debilitan a tal punto que la ultraderecha está en el caos, y la derecha chilena de los empresarios tiene que salir a defender sus derechos. Lo que se pone en el centro del debate es el mercado versus la vida, porque enfrentar esta pandemia ha dejado clara la barbarie en que nos tienen.

La carta, el debate y la tolerancia

Faride Zerán: a propósito de debates, surgió una carta firmada por 150 intelectuales sobre la naturaleza del debate en EE.UU., denunciando “un clima de intolerancia que se ha establecido por doquier. El libre intercambio de información e ideas, savia de una sociedad liberal, está volviéndose cada día más limitado. Era esperable de la derecha radical, pero la actitud censora se está expandiendo en nuestra cultura: hay una intolerancia a los puntos de vista contrarios, un gusto por avergonzar públicamente y condenar al ostracismo…”. ¿Qué opinas de esta carta publicada en la revista Harper’s, con firmas que van de Noam Chomsky a Salman Rushdie? ¿Por qué no firmó Butler?

Judith Butler: no, no hubo firma mía. La carta es problemática, empieza con “oh, sí, reconocemos que el movimiento Black Lives Matter es importante, nos hacemos parte de los pasos que se han dado”. ¿Quién es el nosotros que aprecia el movimiento en la primera oración? No había personas afrodescendientes firmando, es una carta paternalista. Es un movimiento importante, nos interesan los pasos que ha dado, pero nos diferenciamos y lo aplaudimos. Es paternalista y plantea: “tenemos que decirles algo: no nos gusta el lenguaje que utilizan, la rabia que tienen”. Entonces, si estás enfrentando la violencia policial, si te han silenciado por décadas, vas a tener rabia, vas a gritar, no te vas conformar con la idea de algo cívico o educado. Muchas de estas personas se sienten atacadas por la izquierda, ¿por qué? Porque han dicho cosas problemáticas, han exonerado a los acosadores sexuales, han participado en acosos sexuales. Todos hemos cometido errores: yo defendí a una persona en un caso de acoso sexual (no sabía en ese momento que era culpable), recibí las críticas, aprendí de mis errores. Esta carta es una defensa del elitismo, no de la conversación; es liberal, pero no es de izquierda, es antiizquierda, y tenemos que tener cuidado. Obviamente, me encanta conversar, me gusta tener buenas conversaciones, incluso cuando son un poco duras. Si alguien tiene que decirme algo duro, tendré que conversar y aprender. ¿Cómo nos transformamos? Escuchando. Creo que es una carta muy problemática y que fue fuertemente criticada por personas que defienden el movimiento Black Lives Matter. Es un movimiento pacífico, el 95% de sus acciones son pacíficas, las personas que están en las calles no sienten que ese sea su lugar, no sienten que la calle sea segura, uno sabe esto de boca de las feministas chilenas, que marchan y cantan Un violador en tu camino, todas esas mujeres, la comunidad trans que va a las calles. Algunas personas dirán: “eso no es muy cortés”, pero es una agresividad de la norma blanca. Creo que tenemos dificultad para tener algunas conversaciones, pero éstas deben ser reales. Si no, vamos a estar todos actuando como si fuéramos aristocráticos en una habitación donde nada interesa y nada se resuelve.

El feminismo no puede ser transfóbico

Faride Zerán: ¿qué rol cabe a los feminismos en estas luchas, procesos, acuerdos? ¿De qué manera los feminismos han revitalizado estos ideales de cambio social a propósito del descrédito de los partidos?

Judith Butler: pensemos un poco en esta sorprendente acción callejera que sucedió en Chile cuando las feministas levantaron el emblema feminista Un violador en tu camino. Ese fue un fenómeno global creado por las mujeres que salieron a la calle para oponerse a la violencia sexual. Ésta no fue una acción pequeña, de hecho, se esparció por el mundo. Ese fue un ejemplo del feminismo en su rol de liderazgo, de pensar en las calles como un lugar de violencia. Si analizamos los movimientos chilenos, si los oponemos a la violencia en Argentina, articulados, por ejemplo, con el movimiento Black Lives Matter, lo que vemos es una política callejera, donde las personas se están haciendo cargo, reclamando las calles en nombre de sus cuerpos y del derecho de vivir y mantenerse vivas, no solamente el derecho a vivir ahora, sino el derecho a las infraestructuras que permitirían vivir y que otros vivan. Cuando hablamos del neoliberalismo, una de las cosas de las que hablamos en Estados Unidos y en Chile son los servicios sociales. ¿Cómo los servicios sociales están externalizados? Por ejemplo, ayer mi correo estaba cerrado. El correo es una agencia federal, pero la propuesta ahora es que debería convertirse en un negocio privado, que todo va a ser privatizado. Los servicios que el Gobierno provee son externalizados a un negocio con contrato; no hay garantía de mandar una carta, de tener salud, educación, un refugio, precisamente porque esos son mercados. Veo el movimiento de las comunidades de cuidado, de pactos de solidaridad en la pandemia, como una forma de insistir en un mundo social, donde nos cuidamos y donde buscamos formas comunes de vida que aseguren salud, educación, refugio para el otro, para todos. Estamos haciendo lo que el Estado se ha rehusado a hacer, nos estamos tomando el poder de los procesos que el Estado ha abandonado. Si no somos anarquistas, deberíamos tener un Estado que provea todos estos servicios. Es una crítica activa que está en las calles, una crítica al sexismo, a la transfobia y a todas las manifestaciones violentas. Creo que el feminismo está pensando en las diversas formas de violencia hace bastante tiempo y tiene un rol de liderazgo, ha visto el cuidado y la división del trabajo y ha pensado por largo tiempo: ¿qué vidas importan y qué vidas no importan? Obviamente, el feminismo no puede ser una práctica transfóbica. El feminismo tiene que estar comprometido con la igualdad de género, con las disidencias sexuales; un feminismo transfóbico no es feminismo, eso no puede suceder. Tenemos una visión distinta de las interrelaciones, del mundo, de lo que debería ser la no violencia, y algún día vamos a poder pensar en qué es la justicia, porque no tiene que ver con la venganza y no está personificada en instituciones violentas como son las cárceles.

Judith Butler y Emilia Schneider en la actividad «Palabras Públicas: conversatorio con Judith Butler» (2019) en la Casa Central de la Universidad de Chile.

No podemos ser un cuerpo sin refugio

Judith Butler: en las crisis hay que pensar en el refugio. Creo que hay nuevas políticas de refugio que tienen que surgir, el refugio es un lugar arquitectónico, protegido, pero refugio es una manera de describir un lugar interdependiente. ¿Quién me va a dar refugio, dónde ir? Es algo que nos damos los unos a los otros con la propiedad que tengamos, que arrendemos, y el refugio tiene que ser un concepto más móvil ahora. En el mundo hay tantas personas que están viviendo sin un refugio adecuado y hoy hay que entender la vivienda pública como un bien social. No podemos ser un cuerpo sin un refugio, somos un cuerpo, tenemos que tener un refugio, es algo relacionado con la condición de la vida. Si tenemos derecho a vivir, debemos tener derecho a refugio.

Faride Zerán: ¿cómo percibes estos temas en Chile, Emilia?

Emilia Schneider: creo que todo lo que ha ocurrido en Chile, en particular con la pandemia, nos debe alertar, porque cada día se naturaliza más el autoritarismo, la militarización de nuestra vida cotidiana. Los confinamientos volvieron a poner eso en nuestra vida cotidiana y resulta muy peligroso si pensamos en la sociedad que viene para el futuro y, como decía Judith, cuando esas voces disidentes, críticas, se intentan acallar. Sobre el tema del refugio, vuelvo a la idea de que no es solamente el cuidado que cae en los hombros de las mujeres, sino que todas las condiciones de la reproducción para las y los trabajadores en general, y en eso está el derecho a la vivienda, educación, salud, que hay que cuidar. No se trata sólo de algo institucional, porque se dice con mucha liviandad que se necesita mucho Estado, pero la pregunta es qué Estado necesitamos. El problema de la violencia es muy complejo por el momento que vivimos y los niveles de injusticia. No debemos dejarnos seducir por el positivismo, por este llamado feminismo carcelario que Judith criticaba, porque ni la policía ni la cárcel nos protegen a las personas trans. El movimiento feminista tiene que servirse de otras formas, y desde el 2018 ha dado respuestas ante eso. Hubiera sido óptimo que en 2018 y mucho antes nos hubiéramos hecho cargo de construir una educación no sexista para hablar, politizar, desnaturalizar y discutir la violencia, la discriminación. Y ahora, que estamos en un momento de pensar el mundo del futuro, todo esto cobra mucho sentido.

Faride Zerán:Emilia, ¿una pregunta final para Judith?

Emilia Schneider: ¿podrías profundizar en cómo enfrentamos el tema de la injusticia del ordenamiento jurídico frente a la violencia contra mujeres y disidencias sexuales sin caer en el mero punitivismo? Con el caso de Antonia Barra, en Chile, se ha producido todo un debate sobre las legislaciones y dentro del movimiento feminista. ¿Cómo avanzar?

Judith Butler: no puedo decir qué es lo que debería pasar en Chile, sólo puedo aprender de mis aliados feministas queer, trans, en América Latina. Me encanta el proceso de aprender. Cuando me junté con Ni una Menos en Argentina vi que sus asociaciones y alianzas no eran sólo con estudiantes universitarios, hablaban con mujeres en iglesias, distintos lugares, en sindicatos, en todos los lugares de la vida. Eran alianzas no tan esperables, no todos habían leído los mismos libros, no fue un movimiento que simplemente llegó de la universidad, sino que llegó de los barrios, de sus situaciones, de sus trabajos, y creo que ese tipo de alianzas son las que permiten que entren las calles y denuncien muertes como la de Breonna Taylor, a quien la policía asesinó en su hogar, ella estaba durmiendo, estaban en la casa incorrecta y no preguntaron quién era. Estas formas de violencia impensable, masiva, se esparcen por la sociedad. Creo que continuamos haciendo estas alianzas regionales, interregionales. Hay problemas que traspasan las fronteras y aprendemos unos de otros. Siento que en Norteamérica estamos aprendiendo de ustedes, que son los movimientos transfeministas más poderosos, y eso ha cambiado la forma en que vemos a las personas para decidir cuáles son las acciones a tomar, cómo la gente se asocia y cómo podemos desafiar profundamente estas fobias y desigualdades enraizadas. Yo no les puedo decir qué hacer, solamente puedo aprender de ustedes.

La franja electoral bajo la lupa

Las propagandas televisivas del plebiscito constitucional no han estado exentas de críticas. El formato ha sido tildado de caótico y cuestionamientos al uso de diversas imágenes y símbolos han empañado el proceso. Ad portas de la votación, distintos especialistas analizan el impacto mediático y político de los mensajes de la franja.

Por Florencia La Mura

El de este domingo 25 de octubre será el primer plebiscito desde que Chile votó por terminar con la dictadura en 1988. Si bien la propaganda política no se ha detenido a lo largo de decenas de votaciones democráticas en los últimos treinta años, las franjas del plebiscito explican y defienden algo más amplio y complejo que una candidatura personalizada. La franja electoral comenzó el pasado 25 de septiembre informando e invitando a decidir sobre la posibilidad de escribir una nueva Constitución. Y aunque dicho espacio ha sido primordial en años anteriores, hoy se ve enfrentado a nuevos formatos digitales, a las redes sociales e internet.

Las expectativas puestas en la franja eran altas, muchos de los clips ya circulaban por redes sociales en las semanas anteriores a la emisión en televisión. Pero desde un comienzo aparecieron los problemas. Según una encuesta de Pulso Ciudadano, para su primera semana de emisión un 60% de la población no había visto la franja televisiva, esto a 25 días de las elecciones.

Dentro de los recursos más utilizados están los testimonios, personajes ficticios, jingles y analogías varias, todos esperando convencer a los votantes. Tanto el “Apruebo” como el “Rechazo” han recibido críticas por uso indebido de imágenes, tales como el logo de Carabineros, PDI y Fuerzas Armadas en un video de la Multigremial Nacional de las Fuerzas Armadas y policías en retiro apoyando al Rechazo, además del uso de una imagen de Felipe Camiroaga en la franja del Apruebo.

La discusión, sin embargo, debería estar en un punto anterior para la doctora en Ciencias Políticas, Jeanne Simon, quien considera que lo importante en estas votaciones es explicar qué se está votando e informar sobre todo el proceso constituyente: “hace falta mayor propaganda gubernamental informando, para así contextualizar la franja donde deben informar las razones de las distintas posiciones”.

Desde un punto de vista comunicacional, el director de cine y videoclips Cristian Galaz, hace hincapié en lo confuso y caótico de ambas franjas. Si bien destaca la necesidad de la franja, Galaz cree necesario “reformar la forma de entender una franja política electoral y dejar de depender de las empresas y partidos políticos tan absolutamente”.

Eduardo Santa Cruz, académico del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile: “Esta franja ha mostrado la distancia que hay entre lo social y lo político”

Eduardo Santa Cruz, académico del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile.

Mi impresión es que la importancia de la franja no es tanto su posible ‘efectividad’, es decir que pueda ‘convencer’ masivamente, sino que es un mecanismo de legitimación, es decir, su existencia performática da cuenta de la existencia de la democracia. Desde 1988, es parte del ritual, de una serie de acontecimientos que nos están dando la certeza de que vivimos en un régimen democrático.

Tengo la impresión de que, en su conjunto, la franja está tratando, por un lado, de probar que el plebiscito, como camino de solución de la crisis social y política de octubre, incluye a todos y todas los actores, que no hay nadie fuera. Y, por otro, tratar de dar la imagen de diversidad. Ahora bien, lo que surge de verla es, más bien, una heterogeneidad exacerbada, una suerte de estallido de voces, que no logra constituir un coro, sino más bien un parloteo que se hace muy difícil entender, porque no solamente hay una gran cantidad de ‘emisores’, sino que hablan en distinto plano, de cuestiones muy particulares o muy generales, o peor, de significantes vacíos, como apelar a valores en un plano abstracto sin contenido concreto: igualdad, justicia, diversidad o ‘quiero lo mejor para Chile’.

La intención de mostrar ‘diversidad’ genera una sensación más bien caótica. Se podría incorporar a actores sociales como sujetos de habla de otra manera. Además, hay una cuestión que es estructural con la que no estoy de acuerdo: la repartición de minutos por partido según su votación, eso es una especie de mecanismo de mercado que fomenta la concentración del poder. De todas formas, esta franja ha mostrado las diferencias y la distancia que hay entre lo social y lo político. Ha operado como un parche transitorio e ineficaz de esa grieta que es estructural y que está a la base de la crisis social y política sobre la cual estamos parados”.

Cristian Galaz, cineasta y director ejecutivo de la Fundación Víctor Jara: “Desde el punto de vista comunicacional, es la confusión máxima”

Cristián Galaz, cineasta y director de la Fundación Víctor Jara.

Es muy confusa, en general. No me atrevería a decir que hay dos franjas, sino una cantidad increíble, es rarísimo. Los mensajes son muy poco claros, hay franjas que ni siquiera dicen vote Apruebo o Rechazo, hablan de otras cosas. Es como una Torre de Babel donde no se entiende nada, nadie empatiza con nadie. Hay pocas que recogen algo de lo que ha estado pasando en el país, me refiero a la revuelta popular, que está presente en pocas oportunidades. Hay algunas organizaciones sociales que están dando mensajes coherentes, pero están metidas en un mar de confusión. Se intercalan de formas extrañas. En general, es una franja muy poco clara, con mensajes oscuros, poco elaborados y poco atractivos, no da vuelta a nada nuevo. Mantiene cierta verticalidad en la comunicación, lo que se siente anticuado. No es un aporte. Desde el punto de vista comunicacional, es la confusión máxima.

Creo que es necesario que la televisión tenga estos espacios, pero no es el único. Se entregó a la televisión como el gran vehículo de comunicación dependiente de la población. Se necesitan franjas radiales, en redes sociales, debiera ser algo más transversal y donde no sólo participen partidos políticos, quienes le ceden a organizaciones parte de su espacio. ¿Dónde está la sociedad civil expresándose? La televisión misma tiene una estructura que imposibilita la presencia de la sociedad civil: son o los partidos políticos o las empresas y se acabó. La crisis social, política y cultural del país es total, y por ende hay que reformar la forma de entender una franja política electoral y dejar de depender de las empresas y partidos políticos tan absolutamente.

Jeanne Simon, doctora en Ciencia Política y académica de la Universidad de Concepción: “Hay muchas posiciones que no comunican un mensaje claro y esa confusión seguramente generará menos interés en el proceso”

Jeanne Simon, doctora en Ciencia Política y académica de la Universidad de Concepción.

A pesar de los cambios que ha habido en la manera en que nos comunicamos, la franja televisiva todavía mantiene una cierta mística por el plebiscito de 1988 y por los límites de tiempo que exigen elaborar de manera creativa un mensaje político de manera estética, ofreciendo una interpretación del mundo actual y lo que se busca transformar. Debe tocarnos y motivarnos a participar. Idealmente, la franja apunta a las y los ciudadanos que se han marginalizado del proceso: las personas no informadas o indecisas. Es difícil motivar a las personas que no quieren votar a través de la franja.

En este caso, me parece aún más importante que se informe lo que se está votando. Debido a la falta de mayor información sobre las distintas etapas del proceso (plebiscito de entrada, elección de convencionales, plebiscito de salida), hace falta mayor propaganda gubernamental informando, para así contextualizar la franja donde deben informar las razones de las distintas posiciones. En ambos tipos de franja es clave lograr un mensaje claro, que informe, explique y motive. Las personas y candidatos participan, pero la franja debe buscar comunicar y persuadir a las personas indecisas de que vale la pena votar.

Respecto a la franja actual, creo que la gran diversidad de contenido genera confusión. Hay muchas posiciones que no comunican un mensaje claro y esa confusión seguramente generará menos interés en el proceso.

Desconfinar las voces de la niñez: ¿por qué excluir a niñas, niños y adolescentes del proceso constituyente?

A un año de la revuelta popular de octubre es ineludible hacer un ejercicio de memoria. Reconocer y recordar que el movimiento social impulsado por las y los estudiantes secundarios, que desafiaron el orden establecido de un modelo que ha precarizado la vida profundizando la desigualdad, la injusticia y el individualismo, sentó las bases que desencadenaron un proceso social y político que, el próximo 25 de octubre, nos dará la posibilidad de decidir como ciudadanía el inicio de un camino de construcción de una nueva carta fundamental.

Por Camilo Morales Retamal

¿Quién podría negar el protagonismo del movimiento social estudiantil en el posicionamiento de demandas sociales transversales, portadoras de un valor intergeneracional y que han permitido desafiar los torniquetes impuestos por el sistema neoliberal? Una fuerza inclasificable, que no se dejó confinar por las formas tradicionales que ofrece la institucionalidad adulta para la participación y organización de la niñez y la juventud. Una potencia que interpeló las promesas fracasadas del capitalismo encarnadas en las vidas precarizadas de sus madres, padres, abuelas y abuelos.

Este acontecimiento histórico ha permitido construir esperanzas y sueños en medio de una de las crisis institucionales más profundas de las últimas décadas, producto de los efectos de un sistema que ha deshumanizado la convivencia social y ha hecho del abuso de poder una experiencia cotidiana naturalizada. Pero también como efecto de la pandemia que ha dejado en evidencia la fragilidad y vulnerabilidad en las vidas de familias y comunidades. Expresiones de una cartografía del malestar social inscrito en los cuerpos y territorios del país.

Evasión de estudiantes secundarios en estaciones del metro, que detonó el estallido social de 2019.

En medio de una emergencia global sociosanitaria, el proceso que comenzará después del plebiscito condensa la promesa de un nuevo orden social. Uno que desmantele, a través de una movilización constituyente, las barreras institucionales vigentes que no nos han permitido avanzar en democracia, igualdad e inclusión. La oportunidad para redefinir las bases de una sociedad que garantice la dignidad de todas las personas. 

Ahora bien, el proceso constituyente también es un hecho que aloja una contradicción que no puede soslayarse, toda vez que queda de manifiesto la marginación, en diferentes niveles, de un grupo fundamental para la sociedad, pero que históricamente ha quedado excluido de tomar parte en este tipo de acontecimientos políticos, a saber, niñas, niños y adolescentes quienes a la fecha no podrán participar de este hito democrático trascendental para nuestro país.  

No sólo porque no podrán ejercer el derecho a voto en el plebiscito de entrada, sino porque hasta ahora no se han planteado mecanismos de participación ciudadana vinculantes que consideren de forma específica sus expresiones, experiencias y voces. Dicho de otra manera, la niñez y la adolescencia están siendo excluidas de participar en el proceso constituyente pese a la relevancia de su protagonismo social y su papel transformador en la cultura. ¿Cómo entender esta permanente exclusión de la vida social y política en el caso de niñas, niños y adolescentes?

Responder a esta pregunta implica analizar cuál ha sido el lugar la niñez en nuestra sociedad durante los últimos 30 años y si estamos en condiciones de afirmar que se han implementado, de forma efectiva, normativas y mecanismos institucionales que encarnen una visión de cuidado y protección integral que los reconozca en su dignidad como portadores de derechos, como sujetos sociales y políticos. 

«Una nueva Constitución es una carta abierta al futuro que no sólo nos brinda la posibilidad de elaborar democráticamente un nuevo contrato social donde niñas, niños y adolescentes sean reconocidos como sujetos titulares de derechos, como una forma de avanzar en su protección y reivindicación en tanto grupo históricamente excluido».

En los últimos años, no sólo hemos sido testigos de la violencia impune ejercida por la policía y por instituciones de protección públicas y privadas. También hemos podido observar la trama de obstáculos que han socavado el avance de iniciativas legislativas que son fundamentales para el ejercicio pleno de derechos. En nuestra sociedad y en los fundamentos de nuestro marco normativo, la infancia sigue siendo un objeto que hay que tutelar y normalizar. Un proyecto de persona, considerados incapaces y reducidos a formas contradictorias de estigmatización a través del imaginario de la vulnerabilidad o de la criminalización. Es imperativo preguntarnos, ¿cuál es el horizonte de posibilidades que ofrece esta sociedad a una generación que no se siente escuchada ni considerada en decisiones que les afectan en su vida cotidiana?

Junto con lo anterior, es necesario enfatizar que los meses de confinamiento han sido particularmente implacables en restringir el ejercicio de los derechos de la niñez. Pero también lo han sido a través de la circulación de discursos que alimentan los estigmas del proteccionismo y de la sospecha que operan sobre el campo de la infancia y la adolescencia cuando se les encasilla con el rótulo de vectores, culpabilizándolos, o se les celebra como héroes asignándoles cualidades excepcionales para resistir el encierro, pero sin reparar en sus pérdidas, miedos y sufrimientos. 

El confinamiento físico también ha sido un confinamiento de las subjetividades. Sus experiencias, saberes y voces siguen confinados. Una vez más, están quedado fuera de la historia oficial y de las prioridades políticas. Cómo entender que hayan sido los últimos en tener un permiso para salir, incluso después de las mascotas, o no se les esté considerando en el debate sobre el retorno a clases cuando son los principales protagonistas de los procesos de aprendizaje. La voz de la infancia y la adolescencia importa poco y sigue reducida a símbolos intrascendentes para montar simulacros de participación que responden a intereses adultos.

En el marco de la emergencia, el proceso constituyente, sin su participación, amenaza con seguir reproduciendo su invisibilización como actores sociales si no se les incorpora formalmente. No repetir la inercia de la exclusión de este grupo de ciudadanas y ciudadanos requiere de un compromiso social y político, sin precedentes, para ceder ciertas cuotas de poder e innovar en el modo en cómo se les escucha y se les hace parte del itinerario constituyente. 

Una nueva Constitución es una carta abierta al futuro que no sólo nos brinda la posibilidad de elaborar democráticamente un nuevo contrato social donde niñas, niños y adolescentes sean reconocidos como sujetos titulares de derechos, como una forma de avanzar en su protección y reivindicación en tanto grupo históricamente excluido. Es también una oportunidad inédita para abrir espacios de participación que reconozcan su diversidad a través de mecanismos deliberativos que sean respetuosos de sus propias formas de producción de significados. Una posibilidad para desarrollar un proceso intergeneracional de escucha, diálogo y reconocimiento donde efectivamente podamos soñar con un país para todas y todos.

Arte público agredido: ¿censura o ley de la calle?

Al igual que sucediera en junio con la proyección de la palabra “hambre”, censurada en el edificio Telefónica, el pasado 24 de septiembre el colectivo Delight Lab vio nuevamente interrumpida una de sus acciones lumínicas, esta vez en el Monumento a Baquedano en plena Plaza Italia. Los autores fueron Carabineros de Chile, quienes actuaron a pesar de que la intervención estaba apoyada por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Personas anónimas destruyeron también dos murales de mosaicos que rendían homenaje a Pedro Lemebel y al Negro Matapacos y otro mural pintado con la imagen de la cantante Mon Laferte fue borrado. ¿Qué tienen en común estas agresiones y qué las diferencia? ¿Cuándo es aceptable que el arte sea eliminado?

Por Denisse Espinoza A.

“Todos hablaron de la censura, pero nadie habló del significado de la obra”, reclama Octavio Gana, socio fundador del Colectivo Delight Lab junto a su hermana Andrea, quienes se han hecho conocidos desde el estallido social por sus intervenciones de arte lumínico con palabras simples, pero que apelan a mensajes sociales como “Chile despertó”, “Dignidad” o “Humanidad” proyectados en el Edificio Telefónica. En junio pasado, uno de ellos, “Hambre”, que aludía a las primeras manifestaciones en la comuna de El Bosque por la escasez de alimentos producto de la cesantía, sufrió la censura de personas que desde una camioneta y con potentes focos, apuntados directamente al edificio, cubrieron el mensaje. Una investigación de TVN, de la periodista Paulina de Allende, reveló que la camioneta sin patente había sido escoltada por efectivos de Carabineros y la PDI. Frente a eso, el colectivo de arte presentó un recurso de protección, declarado admisible por la Corte Suprema, y que hace dos semanas fue desobedecido.

La noche del 24 de septiembre, Delight Lab, en colaboración con Galería Cima, volvió a proyectar con luz, esta vez sobre el Monumento a Baquedano en Plaza Italia, una serie de frases que eran a la vez homenajes al artista Juan Luis Martínez y al poeta José Ángel Cuevas, además de una obra realizada en conjunto con el artista Caiozzama, la que sufrió directamente de censura, cuando un foco blanco proveniente de una patrulla de Carabineros hizo encandilar la proyección. La acción de arte, sin embargo, estaba en el marco de la Semana de las Artes Visuales, organizada por el circuito Barrio Arte y apoyada por el Ministerio de las Culturas. ¿Qué pasó entonces?

“Existe un proceso legal en curso por la primera censura y Carabineros simplemente desacató, lo que hace aún más grave el hecho, que además esta vez fue descarado. El mejor ejemplo para entender la censura es que la única persona que puede detenerse en el lugar e incluso sacarse una foto es Piñera, hoy nadie más puede acercarse a la plaza, porque de inmediato es reprimido y detenido y eso es justamente lo que pusimos en tensión. Esos son los horribles tintes de dictadura que está teniendo este gobierno y que convierten a Piñera en un dictador”, afirma Octavio Gana.

Intervención de Delight Lab frente al Monumento a Baquedano, Plaza Italia / de la Dignidad.

La reacción de la autoridad al día siguiente, a través de un tweet de la ministra de las Culturas, Consuelo Valdés, no aludió directamente al hecho: “La Constitución que nos rige actualmente consagra el derecho a la libertad de expresión. También uno de los principios de la ley de nuestro ministerio es el respeto a la creación”. Para Gana es insuficiente: “Si bien la acción estaba patrocinada por el ministerio, no fue financiada de ninguna forma y nosotros no recibimos honorarios. No hubo una condena a la censura ni mucho menos, entonces nos damos cuenta que, en la práctica, el Ministerio de las Culturas no existe, todo esto sigue hablando muy mal de nuestras autoridades”, agrega.

Pero, ¿qué había detrás de las obras proyectadas por el colectivo? ¿Eran peligrosas como para que hubieran motivos para que Carabineros interviniera sobre ellas? La primera -trabajada en colaboración con el colectivo Pésimo servicio, de Valparaíso- era un verso de un poema de José Luis Cuevas, de 2001, Destruir en nuestro corazones la lógica del sistema, que tiene que ver con una crítica descarnada al sistema capitalista neoliberal y sus manifestaciones: la irrupción de las tarjetas de crédito, el consumo desproporcionado, la alienación de los medios de comunicación. “Pensamos primero proyectarla en la Telefónica, pero hacía mucho más sentido hacerlo en el corazón de la manifestación, del despertar de los chilenos, que era alrededor del monumento a Baquedano”, comenta el artista.

La segunda era la adaptación de una de las obras de Juan Luis Martínez aparecida en La nueva novela -icónico y mítico libro de fines de los 70-, que es planteada como un problema lógico espacial. “El problema original habla de un punto A y B, y cómo pueden hacer B para desplazarse hacia A, sin que A se dé cuenta. Es una metáfora de lo que pasa hoy en la plaza, y es que nadie puede acceder a ella, porque están estos tipos de punto fijo que si se dan cuenta te reprimen y no te dejan pasar. En ese momento, habían cinco carabineros de turno, así que proyectamos cinco letras y cómo hacer para desplazarse sin que ellos lo notaran. Las siguientes intervenciones son las soluciones, la primera respuesta es la luz, con la luz poder entrar simbólicamente, y así proyectamos la imagen del perro Sogol en el monumento que es usado por Martínez en su libro”, explica Gana.

La segunda respuesta es la imagen de un laberinto que ilustra la portada del libro Aproximaciones a La Nueva Novela de Juan Luis Martínez, escrito por Pedro Lastra y Enrique Lihn, y que fue proyectado de tal forma que el perro Sogol atraviesa el laberinto. “Simbólicamente, fue muy interesante lo que ocurrió, porque en ese momento los Carabineros se sienten incómodos estando dentro de la proyección y deciden salirse del laberinto”, comenta el artista. Mientras que la tercera intervención estaba dedicada a proyectar algunas de las frases, consignas y expresiones gráficas aparecidas tras el estallido social, especialmente lo hecho por el artista Caiozzama, quien intervino con su interpretación de una nueva Constitución, ecológica y pluralista, en la que aparece un Buda conectado con su propio interior y con la naturaleza, además de la estrella del amanecer Wünelfe, el ícono de Leftraru, Lautaro. Esta fue la última acción interrumpida por el foco de Carabineros.

Según Carlos Gómez, académico del Departamento de Artes Visuales de la Universidad de Chile, toda la situación de la censura a Delight Lab habla de los tiempos que corren y de cómo operan las fuerzas de orden. “Es una escena bastante absurda, los Carabineros reaccionan bastante desorientados, sin saber qué hacer, y no es hasta el final que casi a modo de berrinche actúan, cómo diciendo ‘nosotros también tenemos una ampolleta’ y la usan, pero de una manera muy torpe. Esto da cuenta de qué manera opera la ideología y mentalidad de un sector que, en términos culturales, por así decirlo, tiene carencias para generar lecturas de fondo”, opina Gómez. “Por el otro lado está Delight Lab, un colectivo que ha demostrado tener estrategias muy brillantes en todo sentido. Lo que lograron esta vez creo que habla de una operación muy poética y sofisticada al mismo tiempo”.

Institucionalidad y ley de la calle

Delight Lab no fueron los únicos que, por esos días, sufrieron ataques a sus intervenciones artísticas. El 17 de septiembre, el colectivo Musa Mosaico se enteró por redes sociales de que su mural en homenaje a Pedro Lemebel ubicado en la intersección de calle Nataniel con Tarapacá, fue destruido. Le quitaron las piezas que eran parte de los ojos y la boca. Al igual que el del perro Negro Matapacos, ícono de la revuelta social y ubicado en la fachada del Centro Gabriela Mistral, que por segunda vez fue parcialmente desmantelado. “Primero fue el del Negro Matapacos, donde hay videos e identificamos a una persona que según nos han dicho, ha estado en las marchas del Rechazo, lo mismo que en el de Lemebel, donde aparecen por lo menos dos personas, una de ellas es Roberto Belmar, que tiene una cautelar y también es integrante de un movimiento llamado Capitalismo revolucionario”, cuenta Isabel González, mosaiquista y parte del colectivo Musa Mosaico y Mosaikombat.

Mural de Musa Mosaico en homenaje a Pedro Lemebel, atacado.

“Estos trabajos son instalados en la calle, son de ahí y asumimos los riesgos”, afirma la artista quien en 2017 comenzó con este grupo de mosaiquistas que varía entre cuatro o cinco miembros. La idea de Musa Mosaico fue rendirle tributo a personajes que si bien son reconocidos para ellos tiene poca representación en el espacio público. Partieron con Violeta Parra y Gabriela Mistral, instalados en calle Lastarria y la comuna de Cerrillos, respectivamente y luego han seguido con Rodrigo Rojas de Negri (Valparaíso), Lenka Franulic (Antofagasta), Andrés Pérez y la artista y activista Hija de Perra, que aún esperan muros para ser instalados. Mientras que en su versión Mosaikombat, la idea es desarrollar íconos más revolucionarios, siendo el primero el Negro Matapacos.

“La mayoría de quienes trabajan con obras en la calle, murales, saben que estos pueden ser rayados, borrados, destruidos, es parte de lo que sucede en las calles y por supuesto puede haber personas que lleguen y en un acto de rabieta pegarle al mural, pero en el caso de Lemebel hay un gesto bastante siniestro, porque con todo lo que hemos pasado desde el 18 de octubre, con las víctimas de lesiones oculares, que le quiten los ojos a Lemebel es una referencia muy clara. Lemebel es un personaje que pertenece a un mundo disidente que representa a la comunidad LGTBI, entonces puede ser leído como un acto homofóbico incluso. Acá sin duda hubo dolo con una intención ideológica detrás”, afirma Isabel González.

Sin embargo, ¿qué gravedad tiene cuando las personas involucradas son simplemente civiles? Para el académico de la Universidad de Chile, experto en espacio público, Francisco Sanfuentes, hay que diferenciar estos actos de agresión a lo que se vio con Delight Lab. “La relación entre el arte y el espacio público siempre va a ser conflictiva. El espacio público también es el espacio institucional, es el espacio del poder, el espacio público, a veces, es el espacio privado de una cantidad de vecinos que lo asumen como propio y deciden qué es lo que vale y qué es lo que no vale. Entonces, cualquier gesto de naturaleza artística en la calle está sometido a una espacio de fragilidad. Desde que lo sacaste a la intemperie, tu intención, tu deseo, tu trabajo, queda puesto en suspenso cuando está en la calle”, explica. “Por otro lado, aquel arte que está en el espacio público y que ha sido institucionalizado, léase monumento o muralismo institucional o esas obras que son gestionadas por el MOP, siempre van a ser más protegidas y cuidadas como patrimonio, lo que no quiere decir que aquellas que no estén institucionalizadas dejen de ser arte o expresiones artísticas válidas”, aclara Sanfuentes.

Sin embargo, para el académico hay una diferencia clara entre lo que se define como “ley de la calle” o la práctica entre grupos artísticos o personas individuales que borran manifestaciones artísticas para poner otras, “suerte de reescritura callejera a modo de palimpsesto”, y cuando son actos que vienen desde instituciones estatales. “Lo que pasó en el GAM, a principios de la pandemia, cuando la institucionalidad -sea el municipio, la Intendencia o Ministerio del Interior- tapó todas las expresiones gráficas que allí había, y que no necesariamente eran obras de arte en el sentido pomposo del término, se puede considerar bastante grave y patético de parte de esa autoridad”, dice.

¿Cuál es la responsabilidad que ,en ese sentido, le cabe a las instituciones culturales involucradas? Isabel González cuenta que desde la Municipalidad de Santiago nadie se puso en contacto con ellos, a pesar de que el alcalde Felipe Alessandri afirmó por la prensa sobre el mural de Lemebel que “ya nuestras cámaras tienen imágenes, estamos viendo con la Fiscalía y lo importante es recuperar este memorial, este mosaico que es tan importante, muy valorado por la comunidad”.

“Para nosotros son apoyos ficticios, porque en la realidad, nada. Tampoco esperábamos la ayuda de él o el apoyo del GAM, porque la verdad es que tampoco pedimos permisos para instalar nuestro mural ahí, ni sabemos lo que ellos piensan. Nosotros mismos gestionamos y financiamos todos los proyectos. Ya llevamos siete murales, cinco instalados y nunca hemos recibido apoyo externo. Eso sí, la reacción de la gente frente a los ataques nos sorprendió. Uno, a veces, no dimensionaba la llegada que puede tener un mural. En este caso el de Lemebel se había transformado en un pequeño altar, muy visitado, querido, la gente a veces le iba a poner velas, entonces por ese lado ha sido bonito darse cuenta del apoyo, y nos han llegado cientos mensajes de apoyo, colaboración y ofertas de dinero para repararlo”, cuenta Isabel, quien confirma que tienen planeado restaurarlo en el futuro, mientras que el del Negro Matapacos lo dejarán tal cual, “como registro de lo que pasó”, aunque instalarán nuevos murales del perro del pañuelo rojo en otros lugares.

Mural de Mon Laferte borrado, obra de Julio «Ros» Pizarro.

Para Julio “Ros” Pizarro, el artista detrás del mural de Mon Laferte, que estaba ubicado en Avenida Matta con Santiago Concha y que apareció borrado con pintura blanca y con la palabra “rechazo” a fines de septiembre, lo sucedido con el Colectivo Musa Mosaico es mucho más grave. “Encuentro más fuerte destruir una obra así que una como la mía. Lograr hacer el trabajo del mosaico es más pega que lo que hago yo y verlo destruido es muy triste. Vi un par de videos de unos tipos destruyéndolo con un martillo, esa es una acción super violenta, porque además la persona que hace ese trabajo no es que corte cerámica, y lo pegue y listo, es mucho trabajo. Horas que uno dedica, tiempo y dinero y eso nadie lo valora”, cuenta.

En junio del año pasado, el artista fue convocado por Ignacio Orrego, fotógrafo y director de Fotorock, para realizar un mural dentro de un festival dedicado a íconos de la música. La idea era hacer siete murales, pero sólo alcanzaron a hacer tres antes del estallido social, el de Mon Laferte, inaugurado en septiembre, el de Gustavo Cerati en Santa Isabel, que también fue rayado, y el de Chris Cornell, que aún sobrevive en barrio Italia.

“Nosotros no estamos en ninguna parada política, queremos puro expresar arte y adornar un poco la ciudad, el muro se politizó después. A mí no me interesa la política, yo estoy 100 por ciento dedicado al arte y a otros negocios”, aclara Julio “Ros” , quien cuenta que tiene además una panadería y en el plano artístico colabora con el colectivo Social Street Art, con quienes ha intervenido colegios y plazas públicas en barrios con riesgo social de comunas como San Bernardo y La Pintana.

“A mí me sorprendió que el mural durara tanto, fue más de un año y medio que estuvo y duró lo que duró. A todos nos pasa, el 100 por ciento de quienes pintan en la calle asume el riesgo de que sus trabajos sean destruidos, rayados, borrados, es la ley de la calle. Ahora, para mí esa ley también tiene sus reglas. La idea no es borrar por borrar, sino borrar con algo mejor. Si yo voy y veo un muro y hago una pieza encima con más horas de trabajo y se nota, el pintor puede decir ‘ah ya, esto está mejor que lo mío’, pero si viene gente equis y tapa con brochas y blanco, eso es ataque puro”, opina el muralista, quien también ya está gestionando los permisos para volver a intervenir el muro de Mon Laferte con una nueva imagen.

“Quedamos contentos, la verdad, porque para bien o para mal, generamos algo en la gente, no dejó indiferente, y creo que eso es importante. La ciudad se va renovando siempre, y que una obra esté ahí 10 o 20 años y nadie la pesque, tampoco es lo ideal”, agrega.

Francisco Sanfuentes cuenta que la renovación de murales por otros a modo de “guerrilla de artistas” es algo usual e incluso hay antecedentes en Chile. “No es nuevo, en Chile desde 1964 en adelante, con la elección de Frei Montalva, se armaron estas brigadas muralistas como la famosa Brigada Ramona Parra y que se describían a sí mismas como brigadas de choque’, porque efectivamente sucedía que la BRP conquistaba un muro y luego llegaban en una camioneta la brigada de la derecha, o de Patria y Libertad, a borrarlos y agarrar a palos a los artistas que eran niños.  Desde entonces la BRP tenía seguridad, unos pintaban el muro y otros vigilaban y los protegían. Entonces no puedo decir que sea ilegítimo borrarlo, es parte de la dinámica callejera”, explica el académico.

Del otro lado, la censura al arte público tampoco es nueva y tiene su expresión más política y cruda justamente durante la década de los 70, con obras que simplemente fueron olvidadas. Sin ir más lejos, sucedió con varias de las obras inauguradas en el edificio de la Unctad III, hoy GAM, que fueron destruidas cuando la junta militar tomó poder del edificio o el extraordinario mural de Julio Escamez ubicado en la municipalidad de Chillán, que es recordado ahora por el profesor Carlos Gómez. “Era un mural alucinante, de estilo retrofuturista, pero muy influenciado por la escuela del muralismo mexicano, que fue no solo borrado después del golpe de Estado, sino que las autoridades también decidieron picar el muro, y meter un entrepiso, sin dejar posibilidad alguna de restaurar esa obra. Se perdió y lo que quedan son algunas fotos que dan cuenta del carácter impactante y de la calidad del artista”, concluye.

¿Es el libro un artículo de primera necesidad?

Un debate entre cartas al director planteó un tema que vuelve cada cierto tiempo: qué tan necesarios son los libros y la lectura en Chile. La experiencia y fracaso del Maletín Literario, iniciativa del primer gobierno de Michelle Bachelet, dejó en claro que el acceso a libros no es el único problema sino también la mediación. Distintos actores en torno al libro discuten en esta nota los variados alcances del complejo problema lector en Chile.

Por Florencia La Mura

“La caja de alimentos en poblaciones y barrios pobres de todo Chile a consecuencia de la pandemia puede incrementarse con un ingrediente que, para muchos, resulta indispensable. Hay un alimento fundamental que falta: un libro”. Así comenzaba la carta de Felipe de la Parra y Federico Gana, periodistas y escritores, en El Mercurio el 13 de agosto. A esta idea le respondió raudo Pablo Dittborn, quien ha sido parte de las editoriales Quimantú, Ediciones B y Random House Mondadori y, actualmente, La Copa Rota. “No. Por favor, no nuevamente. La idea de incluir libros en las cajas de alimentos me parece el peor error que podríamos volver a cometer”, postuló tajante el editor, aludiendo al proyecto Maletín Literario I y II, ambos del primer gobierno de Michelle Bachelet y que consistió en entregar cajas con 16 clásicos literarios de García Márquez, Neruda y Mistral, entre otros, además de una enciclopedia.

Más de 400 mil colecciones se repartieron entre 2008 y 2010, sus libros muchas veces terminaron vendiéndose en la feria y los resultados nunca tuvieron seguimiento. Los 7 mil millones de pesos invertidos en la campaña han sido criticados desde entonces por distintos actores del mundo del libro y la lectura. La discusión se actualiza ahora en medio de la crisis sanitaria y su impacto en la economía, luego de la entrega de las cajas de alimentos. En los tiempos que vivimos, ¿corresponde igualar la necesidad de comida a la de un libro?, ¿vale la pena regalarlos sin mediar en su acercamiento? Distintos escritores y editores contrastan sus visiones al respecto.

Libro-objeto, de Constanza Figueroa y Pablo Castro.

El eterno problema

En Historia del libro en Chile (LOM, 2010), Bernardo Subercaseaux analiza cómo las razones económicas -el hecho de importar la mayoría de los libros y la baja producción e interés por publicar en Chile- marcaron la historia del siglo XIX. Desde la creación de la patria los libros fueron un bien escaso y solo accesible a las élites. Durante el siglo XX, la historia no cambió mucho, afirma el Doctor en Lenguas y Literaturas Romances de la Universidad de Harvard e integrante del consejo asesor del Observatorio del Libro y la Lectura de la Universidad de Chile. Bajo ese escenario fue que el proyecto de Maletín Literario parecía una buena idea, pero mientras un sector quería impulsar la lectura, otro dejó en claro que no basta solo con tener qué leer.

“El proyecto del Maletín Literario, aunque tenía una intención loable, fue un fracaso”, sentencia Subercaseaux, añadiendo que “masificarlos en cajas de alimentos probablemente tendría un resultado similar. Lo que puso de relieve es que, en cuanto a políticas públicas, el tema que requiere una solución definitiva es el de libros escolares y materiales vinculados a la educación”. Para Roberto Rivera, presidente de la Sociedad de Escritores Chilenos (SECH), la idea de sumar libros a las cajas de alimentos se diferencia del Maletín Literario, la que cataloga como “una iniciativa descolgada en tiempos de bonanza y mall”. Por otra parte, “un libro entre los alimentos, cuerpo y espíritu, simbólicamente entrega otro mensaje”, opina Rivera, quien señala que, en tiempos de encierro, sin paseos ni distracciones, sumado a la monotonía de la televisión, “el libro que no se va a la despensa junto al arroz y las legumbres, queda por ahí, a la mano de quien lo pueda hojear”.

Para Rivera, el libro es un artículo necesario, que lleva décadas peleando por ese espacio. “Se viene luchando hace 47 años contra la quema de libros, contra su invisibilidad, su menosprecio, sus enemigos neo ignorantes, contra las ficciones de la quiromancia y la cartomancia de economía y negocios que llenan páginas y páginas inútiles y pese a ello su poder sigue vigente”.

El ecosistema del libro

La importancia que Rivera le otorga a la lucha del libro contra el modelo de negocios juega un rol clave en la configuración de las editoriales nacionales y del acceso a la lectura. “Vivimos en un país con un presupuesto de 0,4% del PIB para artes, cultura y patrimonio, y sueldos promedio de alrededor de 500 mil pesos, cuando sólo el desplazamiento al trabajo se lleva un 18% y el IVA a la primera necesidad otro 19%. Pensar que en estas condiciones alguien pueda comprar un libro es descabellado”, explica Rivera, contextualizando un país donde predominan los grandes conglomerados extranjeros, con mayor acceso a producción, tirajes altos y distribución de libros.

Para Paulo Slachevsky, director y cofundador de LOM Ediciones, parte de la Asociación de Editores Independientes, Universitarios y Autónomos – Editores de Chile y miembro del consejo del Observatorio del Libro y la Lectura de la Universidad de Chile, pensar en el libro como un objeto no prioritario es legado de la dictadura. “Se relaciona con un país donde pensar, criticar, era incómodo, peligroso”, fundamenta, agregando que “revertir ese quiebre de la sociedad con el libro requiere un impulso público mayor, una real voluntad de que exista participación popular”.

Una iniciativa recordada como gran ejemplo del libro pensado para el pueblo, fue la del gobierno de la Unidad Popular, quecompró en 1971 la entonces Editorial Zig-Zag, transformándola en Editorial Quimantú,para editar desde obras clásicas universales hasta historietas locales y venderlas en quioscos a precio accesible. Al año de estar activa llegó a imprimir 500 mil ejemplares mensuales, una cifra muy superior a los 500 ejemplares que un 60% de las editoriales nacionales imprime de un libro, de acuerdo al informe anual 2019 de la Cámara Chilena del libro.

“La tarea de hoy es evaluar esa política que duró 5 años y formular una nueva  que sea participativa, realista, amplia y descentralizada, que tenga en cuenta a toda la cadena del libro y que favorezca la producción local de editoriales nacionales”, señala Bernardo Subercaseaux.

“La tarea de hoy es evaluar esa política que duró 5 años y formular una nueva  que sea participativa, realista, amplia y descentralizada, que tenga en cuenta a toda la cadena del libro y que favorezca la producción local de editoriales nacionales”, señala Bernardo Subercaseaux, quien en Historia del libro en Chile destaca que Chile siempre ha tenido una baja edición local de libros y con bajos tirajes, lo que aumenta su precio de producción y, por ende, de venta, en relación a otros países con tanto mayor compra de libros como mayor cantidad de habitantes, como Argentina.

Bajo una mirada distinta, y que pone el foco en la creciente escena local de editoriales independientes, Slachevsky cree que el mismo anhelo democratizador de lo que fue Quimantú se puede dar bajo modelos diferentes, “donde más que el gran tiraje, se apueste por la bibliovidersidad. Los cambios tecnológicos favorecen que podamos tener miles de pequeñas Quimantú a lo largo de Chile, miles de libros diferentes en tirajes pequeños y medianos”.

Iniciativas populares

Constanza Figueroa, diseñadora gráfica, parte de Editorial Piña Ruda y Revista Yasna, y Pablo Castro, director de la feria de arte impreso IMPRESIONANTE, decidieron trabajar con la idea del hambre y la caja de alimentos del Gobierno, haciendo con esta un libro-objeto que recoge frases de Lotty Rosenfeld, Diamela Eltit y Clarisa Hardy, entre otras escritoras. Por esos días llegaron a distintas redes solidarias y en paralelo a la publicación «Hambre + Dignidad = Ollas Comunes», donde Hardy “determina lo poderosa que es la organización social en torno a la provisión de alimentos, en contraposición a la indiferencia de la clase gobernante”, relata Constanza.

Constanza y Pablo, cuyo trabajo se desenvuelve principalmente en torno al arte, la visualidad y la publicación independiente, encauzaron su energía y durante el cuarto mes de aislamiento fue que estuvieron “armando esta publicación con lo que teníamos disponible, política y materialmente”, explican. El pasado octubre, ambos quedaron con la inspiración que les dejó el estallido social. “Necesitábamos seguir produciendo imágenes románticas para atacar a una institucionalidad opresora que nos priva de todo incluso el amor”, reflexiona la pareja, quienes a la hora de pensar en objetos de primera necesidad, no piensan en el libro, lo que no le quitaría importancia. “El libro, la publicación independiente y el arte impreso, tienen la posibilidad de ser dispositivos superpoderosos, aunque reconocemos que es de un alto nivel de privilegio estar familiarizados con estos formatos”.

Libro objeto, de Constanza Figueroa y Pablo Castro.

Quienes no tienen duda en considerar el libro como un artículo de primera necesidad son las integrantes del colectivo Autoras Chilenas (AUCH), quienes promovieron la acción Libros por la vida, como una forma de reunir libros para donarlos a las distintas ollas comunes que surgieron en la capital. El proyecto comenzó en junio pasado como “una acción literaria y una manera de repensar la literatura como parte de un movimiento político no solo fuera de los círculos literarios capitalistas”, explica Mónica Barrios, escritora, académica y parte de AUCH. Para ella, esta acción responde a una necesidad no cubierta ni por el sistema capitalista ni por el Estado. “Pensamos la potencialidad de la literatura como la creación de un espacio de economías no-capitalistas, de intercambios de cariños y cuidado, para poner en marcha una red comunitaria que ha estado en funcionamiento a las sombras del Estado desde hace tiempo”, agrega.

Esta iniciativa puede verse como un reflejo de la idea que De la Parra y Gana proponen en su carta, esta vez trabajada con enfoque feminista y de manera independiente al Gobierno. Para AUCH, esta es una forma de relevar la importancia que debiese tener el libro, poniendo la cultura en un lugar indispensable. “Los alimentos nos permiten vivir. Los libros nos ayudan a entender la vida, a darle un sentido”, reza la carta adjunta a cada lectura entregada. Mónica también deja claras las diferencias que esta iniciativa tiene con el Maletín Literario. “Creo que los libros tienen múltiples formas de leerse y usos, y que las lecturas deben ser diversas en cuanto a cuerpos y lo que sacan de los libros. El interés que provocó esta donación entre las comunidades dice tanto más que el fracaso del Maletín Literario”, asegura.

Si bien las realidades materiales actuales en Chile se utilizan como una justificación para pensar en el acceso a la cultura como algo no urgente, la pandemia dejó en claro la precarización de la cultura en Chile y cuánto necesita un sostén económico permanente. Por otro lado, y en particular desde la literatura, las editoriales nacionales han debido reinventarse en el contexto actual y en muchos de los casos, también han liberado libros haciéndolos de acceso gratuito en momentos complejos.

De acuerdo a Paulo Slachevsky, la pandemia ha revelado de forma clara como no solo la lectura, sino el arte en general, sostienen la vida. “Salvador Allende insistía durante la Unidad Popular en la importancia de tener una biblioteca y un jardín infantil en cada población. Los bienes de primera necesidad no pueden pensarse sólo desde la individualidad, sino también desde la comunidad. Y allí, la cultura, los libros en particular, son vitales”, insiste. “Es hora de pensar y actuar colectivamente para cambiar el estado de las cosas, liberándonos de las lógicas de mercado y del colonialismo cultural que concentran y excluyen, potenciando un ecosistema propio y diverso, poniendo al centro el sentido cultural y liberador del libro y la lectura”, sostiene Slachevsky. De esta forma, un libro gratis nunca estaría demás.

Las ocho muertes de Romario Veloz

Lo que leerán es parte de una entrevista realizada a Mery Cortez y Eric Villalobos, madre y padre de Romario Veloz, joven de 26 años asesinado durante acciones militares realizadas contra personas que se manifestaban en la ciudad de La Serena el día 20 de octubre de 2019. A casi un año de la muerte de su hijo, exigen justicia y señalan que hoy existe un pacto de silencio en torno a su muerte.

Por Constanza Ambiado

Lo que relatan Mery Cortez y Eric Villalobos, madre y padre de Romario Veloz, deja ver que a su hijo lo siguen asesinando las palabras indolentes de las autoridades, las risas y las mofas de militares con los cuales se encuentran en la calle, los hostigamientos frecuentes, las amenazas escritas y verbales y las tres veces que han quemado el memorial de Romario, así como la larga espera por la justicia. La madre acusa que la han intentado detener, pero advierte que a pesar de esta persecución continuará su lucha por encontrar a los responsables y evitar que militares sueltos en la calle vuelvan a matar.

No fue una, sino ocho las muertes que ha tenido Romario Veloz y que develan las distintas formas en que el racismo se expresa en las instituciones y la vida cotidiana, a partir de las palabras, gestos y acciones de sus autoridades y funcionarios, pero también en la indiferencia y mordacidad de las redes sociales, así como en las históricas formas de hostigamiento de agrupaciones civiles nacionalistas.

A continuación, sus padres relatan las sucesivas muertes de su hijo y todas las luchas que la familia ha dado para obtener justicia.

Mery Cortez y Eric Villalobos, madre y padre de Romario Veloz.

1. El disparo: “Iba con las manos en los bolsillos”

¿Qué es lo que quisieran decir sobre su hijo Romario?

Mery: Es padre de una nena de 5 años, es hijo de Eric Villalobos y Mery Cortez, un joven estudiante de Ingeniería Civil en Inacap, cantante de hip hop, amante del free style y hermano de Julián Veloz. Solo tengo dos hijos. Un día salió a las marchas, el 20 de octubre del 2019, me dijo que iba estar una hora y así fue, en una hora a mi hijo le quitaron la vida.

Se presume que un militar percutó el disparo, todavía no hemos tenido justicia a pesar de que yo he tenido hartos medios de comunicación para difundir la noticia. Aun así, no hemos tenido nada de justicia para Romario. Queda menos de un mes para que se cumpla el año de la partida de mi hijo y todavía no aparece quién fue el que percutó el disparo.

Yo acuso de racismo porque si bien es cierto que estaba manifestándose por sus derechos, por un Chile digno y en plena democracia, cuando mi hijo cayó primero hubo otro caído, el señor Rolando Robledo, a él le dispararon en su guatita. Luego, después, vino (pausa) Romario Veloz. Cuando le pasó, una vez caído Rolando Robledo, siguió Romario. ¿Por qué a él no le hicieron lo mismo? ¿Por qué, no sé, no le dispararon en un brazo, una pierna o también en su guatita? Yo estaría ahorita viendo a mi hijo con vida, cuidándolo, pero no, el caso de mi hijo fue muy diferente.

Romario iba con las manos en los bolsillos. No lo digo yo, lo dicen los videos. Iba con las manos en los bolsillos cuando pasó esto. Te creo si iba tirando una piedra en defensa propia, pero mi hijo no, pasó caminando con las manos en los bolsillos. Y yo le agradezco tanto a la persona que estaba grabando en ese momento, que yo creo que ni él mismo se esperó grabar ese momento porque él estaba grabando en general y de pronto mi hijo pasó con las manos en los bolsillos. Y así mi hijo se fue, con las manos en los bolsillos.

Entonces, no había ni un motivo, por eso yo me quedé seca después de pedir justicia para mi hijo, pero yo voy a morir en mi ley porque a mi hijo me lo quitaron, porque como era el único negro que estaba en la fila, para aquel asesino mi hijo fue un blanco fácil. El disparo fue letal, tan letal, que cuando le fui a preguntar al doctor si mi hijo había sufrido, él me dijo “señora, el disparo fue tan certero que no había más nada que hacer. A él lo tiraron a matar, a él le querían hacer un daño, a él le tiraron a matar”. Dígame usted cómo yo no voy a creer que fue porque él era el único negro. Le juro, si mañana me tengo que morir, aún después de muerta voy a insistir en que a mi hijo me lo quitaron porque era el único negro.

Eric: A lo mejor mi hijo por ser extranjero, por ser negro como dice la mamá de Romario. O en verdad será tan grave que lo hayan asesinado los militares y no lo quieran decir, a lo mejor están tapando todo el tema por no aceptar que ellos metieron la pata a fondo, no solo los militares, el gobierno que dio la orden de sacar a los militares, el general Morales, que era el que estaba a cargo de esta zona de Coquimbo y que dio la orden y de ahí para abajo los subalternos que hayan dado la orden de disparar, pero sí notoriamente vemos que hay una gran diferencia entre lo que pudieron haber hecho los militares con un mismo compatriota chileno – yo soy chileno-, y cómo fue con Romario. Y acá mismo en la zona, por lo que nos han contado, el caso de Kevin [Gómez] que también lo mataron militares, fue un poco más rápido porque el militar se entregó, había uno solo que disparó, había cámaras y fue más rápido identificarlo, pero aun así ese caso todavía está en investigación. A diferencia del caso nuestro, y el de César [Mallea] y Rolando, no hay ningún culpable o nadie identificado que pudo haber disparado, por eso es que pensamos que hay mucha indiferencia y discriminación con el tema. A lo mejor por ser extranjero pensarán que es un caso que no le incumbe mucho al gobierno chileno, pero debería ser igual.

2. El cuerpo: “No me llamó ni el hospital”

Romario Veloz.

Mery: Dígame usted una cosa más, cómo no voy a pensar yo que no hay discriminación racial, si no hubiese sido por las redes sociales tampoco me habría enterado de que a mi hijo le había pasado eso ahí. Tampoco me habría enterado porque a mí no me llamó Carabineros, no me llamó la PDI, no me llamó ni el hospital. Uno, el hospital está en la obligación de llamar al familiar del paciente, no fue mi caso. Dos, las pertenencias de mi hijo -mi hijo anda con un bolsito donde llevaba otra muda de ropa y otro par de zapatillas- y la ropa de mi hijo se perdió, incluso la que cargaba puesta. Mire usted, cómo no voy a acusar yo eso. Incluso la que llevaba puesta se perdió.

Fui al hospital a buscar la ropa de mi hijo y la jefa de turno me dijo “señora, la ropa nosotros no la cogemos, se la pasamos a las paramédicas. Y las paramédicas son las encargadas de entregarle la ropa al familiar del paciente”. Y entonces ¿qué pasó en mi caso? Ella es doctora, no va a estar pendiente de la ropa del paciente sino de salvarle la vida. Aunque mi hijo ya había llegado muerto. El doctor me dijo, “señora, si usted lo que me vino a preguntar es si su hijo sufrió, puede estar tranquila, su hijo no sufrió”. Y aun ya habiendo un caído, un muerto y ya después le disparan a otro, ¿la intención cuál era? La diferencia entre los blancos y el negrito, es que a los otros no les tiraron a matar. Esa es la diferencia.

3. Las redes sociales: “Bien que lo mataron”

Mery: Le voy a ser bien sincera respecto a las redes sociales, yo no las veo. No me meto por sanidad mental. Yo de verdad que no me meto porque no me gusta, vi un comentario -porque sí cuando empezó yo me metía-, imagínese: “Bien que lo mataron a ese negro, quien lo manda a andar saqueando el mall”. Y yo insisto a todas partes que voy, que no sé qué les da de andar diciendo que a mi hijo le quitaron la vida en el mall. A mi hijo no le quitaron la vida en el mall, se la quitaron en el terminal de buses, al lado del monumento de la señora Gabriela Mistral. Para llegar al mall hay 180-200 metros, entonces no entiendo por qué asocian eso ahí. Cuando a mí me dijeron “Romario cayó frente al mall, donde están los estacionamientos”, dije, ¿y qué estaba haciendo mi hijo ahí? Pero después no, vi los videos y mi hijo nunca estuvo ahí.

Y aunque han sido crueles, al mismo tiempo si no es por las redes sociales, yo no me entero. Les agradezco porque de no haber existido las redes sociales, me habrían hecho lo mismo que hicieron en el 73, cuando yo nací, que hubo muchos desaparecidos. Y como no había cámaras, no había evidencias, quedó impune todo. La diferencia entre el 73 y ahora, que estamos en democracia, es que están las redes sociales y hoy en día hasta un niño es camarógrafo con los teléfonos inteligentes.

4. Las risas y mofas: “Vaya a buscar justicia a su país”

Mery: Antes que todo, para mí es muy doloroso salir y por eso evito salir a las calles porque resulta que los militares son los que están revisando el salvoconducto. Entonces, cada vez que los veo, me llega el recuerdo y les digo “Justicia para Romario”, frente a lo que ellos no estuvieron de acuerdo y me mandaron de retorno para mi país, me dijeron que vaya a buscar justicia a mi país, que acá estábamos en Chile y yo tenía que respetar, a lo cual yo le dije que no me podía ir porque a mi hijo me lo quitaron en Chile y no tenía nada que ir a buscar a mi país. Nosotros vivimos hace 18 años acá en Chile, mi hijo se creía antofagastino, por eso lo fuimos a enterrar a Antofagasta, y coincidió que llegó el Coronavirus y no he podido ir a ver a mi guagua, no he podido llevarle unas flores, no he podido hacerle una limpieza como él se lo merece, como él era, un joven hermoso y lleno de vida.

Romario y su madre, Mery Cortez.

Entonces, cómo no voy a decir yo que hay discriminación racial. Discriminación racial hay, sí o sí. El solo hecho de que los propios militares me hayan mandado a buscar justicia a mi país, eso ya es feo. Con qué derecho me mandan allá a buscar justicia si aquí fue donde pasó aquello. Entonces no, créame que no logro entender. Tal como le dije al ministro Desbordes, “explíqueme con punto y coma para que yo pueda entender, porque hasta el momento no logro entender nada”.

Eric: Una vez íbamos pasando y le dijimos a un militar: “Justicia para Romario” y los tipos se reían, te saludaban como que te hacían muecas con la mano y se reían en tu cara y yo sé que no fue todo el Ejército, fueron algunos, pero no sé, si los otros, si alguien del Ejército me dijera “disculpa por lo que pasó, disculpa yo no fui o nosotros no fuimos, pero igual te pido disculpas o te pedimos disculpas”, sería más de hombre que hicieran eso, que reírse y mofarse. O simplemente decir “saben que, no fuimos nosotros, averigüen bien”. Serían mucho mejor esas cosas.

5. La pensión de gracia: “Tiene manos para trabajar”

Mery: Y, aun así, enviándole una carta al Gobierno diciéndole quién se iba a hacer cargo de mi nieta, siendo que mi hijo era el sustento de ella y de Francesca, la mamá de mi nieta, me respondieron que no, que yo tenía manos para trabajar y Francesca también podía trabajar. Lo encontré insólito, inhumano, porque, una ¿cómo nos mandan a trabajar en la situación en la que estamos? Dos, por la pandemia hay mucha cesantía y con la cesantía la caída de la economía, entonces yo no sé para dónde el caballero quiere que nos vayamos a trabajar. Lo encontré lo más inhumano, por no decir otra cosa, que nos mande a trabajar siendo que estamos mal de adentro.

6. La confianza: “Cómo vamos a iniciar un sumario”

Mery: Si es por mí, tengo una explosión de emociones y no sé cómo explicarme, por eso cuando estuve con el ministro Mario Desbordes le dije que me explicara por qué no se ha hecho un sumario en el regimiento siendo que ya casi ha pasado un año y no tengo respuesta. La respuesta del representante del Ejército fue “ya hemos tomado declaraciones a 14 personas”, a lo cual yo le respondí que eso no era una respuesta coherente, eso no se le dice a una madre. Cómo me viene a decir que les han tomado declaraciones a 14 personas, siendo que habían como 50 militares ahí. Y no pude terminar mi relato porque la verdad rompí en llanto, esto me descolocó, me superó la respuesta de este caballero. Así de fácil y sencillo.

Y a Desbordes yo le dije “no puedo confiar en los militares, porque salgo a la calle y son ellos mismos que están en las calles” y dijo el Desbordes, “bueno, si la señora Mery no cree en los militares, cómo vamos a iniciar un sumario”. Imagínese la tontera.

Se lo juro, eso me dijo con todas sus letras y debe estar grabado en algún lugar, porque eso fue en plena Cámara de Diputados. Esa fue la respuesta que me dio, pero que él ni crea que yo me voy a quedar así, porque yo soy lo más necia que hay en este mundo, yo no doy mi brazo a torcer. A mí me están dando, yo sigo caminando. Yo, por mis hijos. Esperé bastante, les di su tiempo para que hicieran algo y ya cuando vi que llegamos a los nueve meses y no pasaba nada, ahora sí, me tiro a las calles.

Eric: El ministro piensa que uno anda desconfiando de lo que andan haciendo, pero es que, ¿quién me dice que el tipo que me está controlando a mí o el que está a cargo de un grupo que está en el control no es la persona que estuvo a cargo cuando mataron a mi hijo? Y es desconfianza en ese sentido, porque yo no puedo confiar que, estando acá mismo en Serena, que Mery, que ha estado siempre al frente, o el hermano de Romario, ¿quién me dice a mí que los militares no tomen represalia y puedan hacerle algo o tratarla mal u hostigarla? ¿Quién me dice a mí que no va a pasar eso? En ese sentido hay un miedo, hay un temor muy grande.

Y lo otro es que hay temor por cómo ha sido la historia. Yo en carne propia no viví todo lo que pasó el 73 -en ese tiempo recién había nacido-, pero con lo que se ha sabido quién dice que con el tiempo las cosas no se tapan, así como han mentido y ocultado mucho antes. Ahí es cuando me viene el miedo a mí de que realmente pueden seguir ocultando más cosas. Si ya andan hablando de que ellos no fueron, que están investigando, que han presentado todas las evidencias y sabemos que no ha sido así, ya uno se da cuenta de que están mintiendo. Quién me dice que no pueden seguir mintiendo o en su momento inventar algo para desviar el tema no más, para no hacerse responsables de lo que hicieron.

7. Pacto de silencio: “Esto es sin llorar”

Romario Veloz.

Mery: Hubo un diputado allí en la Cámara, no me acuerdo quién era, pero les dijo por qué están teniendo un pacto de silencio. Aquí hay un pacto de silencio, porque cómo a un año no se sabe nada todavía. Lo único que sabemos es que a Romario lo mató un militar, es lo único que sabemos, y que en ese momento el regimiento estaba comandado por el general Morales. Ellos no han permitido que ingresemos allí a periciar las armas. Si no hay un sumario, entonces cómo pueden investigar. No se puede, ellos no lo permiten. Y he ahí la interrogante como dijo el diputado: hay un pacto de silencio. Todos están sabiendo quien hizo ese daño, porque a mi hijo ya me lo mataron, ya OK, pero después- y miren la casualidad- yo fui al regimiento el 3 de diciembre a la hora del cambio de la guardia, a pedir hablar con el general Morales porque claro, como es primera vez que yo estoy en estas cosas, yo no sabía, yo pensé que estaba ahí y resulta que no, que él nada más vino, se mandó el condoro y se mandó a perder, y ahora está en Aysén, imagínese cómo está allá comandado otras tropas. No sé pues, póngase usted que a la gente le dé por recordar un año del estadillo social el 18 y les dé por salir a la calle, a este hombre ya no le tiembla la mano, va a volver a matar, a volver a mandar a los militares a la calle para que vuelvan a matar gente, créame que yo no quiero, porque sé cómo se sufre.

Volviendo atrás, fui el 3 a hablar con él y me dijeron que no estaba. Yo les dije quiero hablar con otra persona y no me querían dejar hablar con nadie, entonces les dije no hay problema, dígale que es Mery Cortez, la mamá del joven que mataron ellos en el estallido social. Y qué casualidad, ahí apareció, después de una hora que estuve yo esperando al sol. Ahí apareció el caballero para decirme una cosa media extraña: “señora nosotros no fuimos, si hubiésemos sido, mire este fusil, lo habría desbaratado entero y la herida que tenía su hijo era una herida chica”. Y este caballero tenía esa información, que todavía ni nosotros teníamos porque no había llegado el informe del Servicio Médico Legal, pero él ya lo sabía. Entonces, no logro entender. Y lo otro que me dijo este caballero, el señor Desbordes, es que no podían hacer un sumario dadas las circunstancias de que lo de mi hijo no pasó en el regimiento, sino que pasó fuera del regimiento. Pero a Kevin Gómez le pasó lo mismo y ya tienen un imputado.

No obstante, yo fui a hablar el 3 y el 5 de diciembre empezó el chiste. Fui a llevarle flores a mi hijo y el memorial estaba quemado, habían botado todo lo que le había dejado el público a mi hijo. Lloré sobre la leche derramada, cómo tanta maldad, cómo tanta crueldad. Me dejaron panfletos, por eso yo hablo a ciencia cierta, porque ellos dejaron sus panfletos. “Esto es sin llorar. Retira la querella. Los vamos a exterminar”, firma Patria y Libertad y el ojo de las arañas negras. Yo no sabía. No se conformaron con quemarme el memorial, yo dije “hijo, te quemaron este, pero yo como soy necia, voy a poner otro”. Y volví y puse un segundo, y a este segundo lo volvieron a quemar, pero esta vez lo partieron a la mitad. Se llevaron la mitad y me dejaron la otra mitad, pero esta vez sí que me dejaron panfletos más una carta de Patria y Libertad. Y la tercera vez le pegaron dos combos y los pedazos los fueron a dejar al basurero del mall. Imagínese.

Eric: El hostigamiento en este tiempo de pandemia ha bajado harto, no podemos decir que ahora nos han hostigado o cosas así, pero en su momento, cuando pasó esto, entre diciembre y febrero, fue bastante el tema de estos tipos o agrupación Patria y Libertad.

8. La espera: “Justicia para Romario”

Eric: Lo que buscamos principalmente es que se encuentren a los culpables y de ahí obvio que tienen que irse presos, que den la cara. Eso es parte de la justicia que buscamos. Me imagino yo que hay gente a cargo que sabe quiénes estaban ahí, quiénes podrían haber disparado, quiénes tenían cierto tipo de armamento y buscamos que esa persona aparezca. No sé si se va a entregar, porque me imagino que él debe saber, pero sí que aparezca y que se vaya preso. No sé, no cacho mucho la diferencia entre la justicia civil y militar, pero si pasó así con los Carabineros que les dieron de baja y está aplicándose la justicia normal, la civil, que sea de la misma manera, porque si me preguntas si van presos a una cárcel o a la misma institución, no creo que sea una manera adecuada de pagar un delito tan grave. Debería ser una justicia ordinaria, una cárcel ordinaria, no detenido en una cárcel del Ejército.

Y si no va detenido, ¿quién dice que después no pueda volver a pasar lo mismo? O cuando cumpla su pena, va a simplemente salir, como que nada ha pasado. Y va a seguir recibiendo los beneficios de estar en esa institución, beneficios de los jubilados, que sabemos cómo jubilan los militares, sabemos los beneficios que tienen acá. No sé qué pensar, pero sí decirle que ojalá lo dieran de baja y estuviera preso en una cárcel común y corriente.

Mery: Me daría tranquilidad el día que dijeran “Juancito Pérez fue el que le hizo ese daño a Romario Veloz”. Juancito Pérez. Y cuando estén en el juicio, no sé si me van a dejar estar allí en ese momento, pero me gustaría hacerle una pregunta: “Dígame la verdad, ¿usted le disparó a mi hijo porque era el único negro de la fila? Sí o no”. Es lo único que le voy a preguntar. Respecto al pacto de silencio no. Ellos verán, pero que digan quién fue, porque si bien es cierto que uno fue el que percutó, alguien dio la orden y el general Morales los tiró a la calle. Entonces aquí vienen siendo tres, no uno. Por eso el pacto de silencio.

Estoy tan enfocada en que haya justicia que no he pensado en el futuro todavía. Como dijo Villalobos, la justicia militar actúa de otra forma, pero si me lo pregunta a mí, me gustaría que lo manden preso a cumplir su condena allá con todos los otros, donde están los malos de verdad. Ningún privilegio. No puede estar en el regimiento porque ya hizo un daño, ya es un asesino. ¿Más encima quiere privilegios? No. Usted sabe que en la cárcel hay gente que se metió a un negocio y robó comida, y todavía están pagando condena. Y estos ladrones de cuello y corbata, nada, bien, gracias. Están en su casa. Ahí está el caso Penta, el caso SQM, el caso La Polar, la colusión del confort, del pollo y así sucesivamente. Entonces no quiero que me vaya a pasar eso. Ahora tengo un punto a favor, ahora ya todo Chile sabe que a Romario se lo llevó un militar y ellos se van a sentir con esa presión porque no hay nada más cruel que las redes sociales.

Cuñada de Joane Florvil: “Los medios que la acusaron de abandonar a su hija no han pedido disculpas”

Acompañada de la pareja de su hermano, Roxana del Campo, fue que Joane Florvil pasó sus últimas semanas de vida. Luego de ser falsamente acusada de abandonar a su hija en la Oficina de Protección de Derechos de Lo Prado, la mujer de nacionalidad haitiana estuvo un mes agonizando en la ex Posta Central después de ser trasladada desde la comisaría donde estaba detenida. Su caso se volvió emblemático del racismo en Chile y es Roxana quien sigue peleando contra el olvido de su historia.

Por Florencia La Mura

En mayo de 2020 la Corte Suprema ratificó el fallo por discriminación arbitraria en el caso de Joane Florvil, confirmando además la rebaja de 20 a 5 UTM de multa a la Oficina de Protección de Derechos (OPD) de Lo Prado. El 30 de agosto de 2017, Joane llegó junto a su hija de dos meses a la oficina ubicada en Avenida San Germán, a ocho minutos caminando de su casa, a preguntar por unos documentos que había perdido su esposo, Wilfred. Ella, con el poco español que manejaba, intentó explicarle al guardia del lugar lo sucedido sin mucho resultado. Mientras buscaba a alguien que oficiara de intérprete, dejó a su pequeña en cuidados de quien ella pensó era un policía, algo común en Haití, donde las fuerzas de orden resguardan oficinas y se consideran personas de confianza. Fue en ese momento que se le acusó de abandonar a su hija, propiciando un circo mediático en torno a su caso, el que acabó con su muerte un mes después y con su hija en custodia del Sename por dos meses. 250 mil pesos debió pagar la municipalidad de Lo Prado como reparación.

“Cinco UTM vale su vida”, se lamenta Roxana del Campo (49), pareja de Realyno Florvil, hermano mayor de Joane, al teléfono. Ella y el esposo de Joane la acompañaron durante el mes que estuvo internada en la Posta Central, tras ser trasladada desde la 48° Comisaría de Santiago con una descompensación, luego de haberse golpeado la cabeza contra la pared del calabozo. “Conversábamos por teléfono sobre la familia, de sus hijos, de cómo lo estaba pasando acá en Chile”, relata Roxana sobre su cercana relación con Joane, quien siempre la trató de “hermana”. Documentales y canciones han rendido homenaje a Joane, mientras el racismo sigue cobrando vidas en Chile. Han pasado tres años del caso y, con la herida aún abierta, Roxana sigue luchando por hacer memoria y justicia.

Roxana del Campo y Joane Florvil.

Activismo virtual

Cada miércoles a las 7 de la tarde, luego de su trabajo como Ingeniera Civil Industrial, Roxana se dirigía a Londres 38 para reunirse con sus compañeros y compañeras de Dignidad, Justicia y Humanidad para Todos, la agrupación que integra desde que murió su cuñada y que es parte de la Articulación de Organizaciones Migrantes y Chilenas por los Derechos Humanos. El 30 de agosto de 2019, para el segundo aniversario de la muerte de Joane, marcharon desde la Plaza Inmigrante Árabe de Recoleta hasta Cerro Blanco, donde hicieron un acto de cierre. Esta vez, en contexto de pandemia y con cuarentena en la mayoría de las comunas de la Región Metropolitana, el acto tuvo que ser virtual. A pesar del distanciamiento, cerca de mil personas se conectaron ese domingo al Zoom para celebrar la memoria de Joane, además de conversar sobre trata de personas y vivienda digna para migrantes.

«Nos tuvimos que adaptar y cuando llevábamos cuatro meses organizando el acto para Joane, no teníamos certezas si íbamos a seguir en cuarentena», explica Roxana sobre la decisión de hacer una gran convocatoria a marcha para este 30 de septiembre por el Día contra el Racismo en Chile, a tres años exactos de la muerte de Joane Florvil.

Roxana hizo hace unos años un voluntariado para enseñarle español a haitianos en Fundación Fré y cuando ocurrió lo de Joane, diversas agrupaciones migrantes y pro migrantes se le acercaron para ayudarla con el caso de Joane y con la custodia del Sename de su hija. Desde entonces mantuvo una relación cercana con distintas ONG, con quienes nuevamente marchará, en un grupo de unas 40 personas, en memoria de su cuñada. A días de un nuevo aniversario de la muerte de Joane, Roxana la recuerda como una mujer alegre, y considera que a pesar de que la justicia falló a su favor, no ha habido reparación.

Realyno Florvil ha dicho que una de las cosas pendientes era restaurar la honra de Joane, ¿crees que ha sido así?

Una de las cosas que más le perturbó a Joane fue que la expusieron ante el escrutinio público, esposada con las manos atrás. En Haití los peores reos son los que se esposan así, a las mujeres jamás las esposan, y si lo hacen, es con las manos adelante. Fue muy denigrante para ella. Los medios que la acusaron de abandonar a su hija no han pedido disculpas y tampoco han publicado la sanción de la Corte Suprema, lo que sería reparatorio en pos de su memoria. Cuando llevaron a Joane a la posta recién le dieron más tiempo a la noticia pero fue desde el morbo. Ella murió con toda la deshonra que sentía que le había llevado a su familia, se fue con esa pena. Lo que pasó se supo en poco tiempo en Haití y la familia Florvil es conocida en Juana Méndez, su ciudad natal. Ella estaba muy preocupada por los titulares que comenzaron a salir y trató de que alguien llamara a su mamá y le explicara. Allá fue como una bomba, su papá no entendía por qué estaban diciendo eso de su hija.

¿Cómo ha sido para ti instaurar el tema y hablar de racismo a partir de la muerte de Joane?

Desde lo que le pasó a Joane, me sigo relacionando con entidades migrantes porque sé que fue discriminación. Tenemos que educar a la gente, para enseñar que un color de piel distinto no te hace un ser humano de segunda o tercera clase. Si no hablas bien español, no significa que alguien pueda abusar de eso. Te aseguro que si Joane hubiese sido rubia y de ojos azules no le hubiese pasado lo mismo. En este país no tenemos cultura racial, estamos recién aprendiendo y por eso yo me involucro.

«Te aseguro que si Joane hubiese sido rubia y de ojos azules no le hubiese pasado lo mismo. En este país no tenemos cultura racial, estamos recién aprendiendo y por eso yo me involucro».

¿Has seguido el debate de la Ley de Migración?

Hemos visto el proyecto de ley actual con el Movimiento de Acción Migrante (MAM) y dicen que no es mucho avance, pero espero que sea más avance que retroceso para poder actualizarla, porque la ley vigente tiene cuarenta años. En este minuto no hay en esta ley acciones concretas que tengan lineamientos u objetivos sobre lo que nuestro país está viviendo. El gobierno actual, para decirlo de forma diplomática, no se alinea mucho con lo que respecta a migración, todas las acciones que ha tomado siempre van en desmedro de la colonia haitiana. Siempre se relaciona migración con delincuencia y con que vienen a quitar el trabajo a los chilenos. No entienden que Chile fue forjado por migrantes. El Plan de Retorno Humanitario, por ejemplo, decía que si te ibas no podías volver a Chile en diez años, eso no puede ser un beneficio. El gobierno actual no tiene simpatía con los extranjeros, ni siquiera con los más letrados. Hay una cantidad de médicos que se aburren de estar en Chile esperando la documentación y aprobar el Eunacom. Rebeka Pierre, que murió afuera del Hospital Barros Luco, era médico, ella podría haber tenido un futuro esplendoroso acá en Chile si hubiese podido convalidar su título y haber ejercido. No quiero ni pensar el pánico que ella sintió siendo médico, sabiendo lo que le pasaba a su cuerpo.

¿Crees que se ha aprendido de estos casos para enfrentar situaciones similares?

Se ha aprendido, pero a paso muy lento. Luego del caso de Joane han habido varios casos de discriminación, uno de los que más me marcó fue el de Joseph Henry, que murió luego de estar agonizando en el aeropuerto sin que nadie lo ayudara. También está el de Monise Joseph, mujer haitiana que llegó al Hospital Barros Luco con un dolor de pecho agudo y que falleció esperando que la atendieran. En contexto de pandemia, Wislande Jean murió en Lampa por COVID-19 esperando una ambulancia. Entonces, pareciera que por ser migrante tienes que esperar más.

¿Cómo enfrentas el aniversario de la muerte de Joane?

Con mucha pena, son recuerdos muy dolorosos. Pienso en ella, en sus hijos, y que si las cosas hubiesen funcionado bien ella estaría con vida. Es muy doloroso recordar y hacer memoria de todo lo que ella sufrió, porque su muerte fue innecesaria y muy dolorosa. Sufrió mucho por no ver a su hija, tenía los pechos llenos de leche y no tenía a su hija con ella. Sigue siendo doloroso para la familia hasta la fecha. Lo que más pedía era ver a su niña y se fue con ese dolor, el mismo que a mí me afecta como madre y como mujer. Ella era muy alegre y llena de vida, podría estar criando a su niña sin ninguna dificultad. Chile ya no tiene vuelta atrás, no se van a revertir las olas migratorias y tenemos que aprender a convivir. «Chile ya cambió», dice el eslogan del estallido social y uno de los grandes cambios es que ya existen niños afrodescendientes nacidos acá y no podemos discriminarlos porque tienen otro color de piel.

Los desconocidos (y curiosos) vínculos de Igor Stravinsky con Chile a 60 años de su visita

En 1960 el compositor ruso que revolucionó la música docta del siglo XX estuvo durante cinco días en el país y dirigió a la Orquesta Sinfónica de Chile a tablero vuelto, en el desaparecido Teatro Astor. Mientras su presencia conmocionó y dejó huellas imborrables en la escena musical local, para él, el viaje debe haber resultado al menos insólito. Además de conocer, al fin, la tierra de su antigua mecenas chilena, Eugenia Huici de Errázuriz, descubriría sin querer que los restos de su suegro, un antiguo oficial del Zar, descansaban nada menos que en el Cementerio General. Con material de archivo y los recuerdos de los músicos León Schidlowsky y Carmen Luisa Letelier, testigos de la visita, se reconstruye parte de esta historia.

Por Denisse Espinoza

Fue una gira vertiginosa, con escala en siete países, quizás más apropiada para una estrella de rock en el clímax de su carrera, que para la leyenda viviente que, en agosto de 1960, era Igor Stravinsky. El hombre que había revolucionado el tempo, el ritmo y la armonía de la música docta en 1913 con La consagración de la primavera – pieza que en su estreno fue controvertida y abucheada, para luego ser aplaudida y elogiada-, llegaba a Chile con 79 años y una artritis que le obligaba a moverse con ayuda de un bastón y le impedía, a su vez, sostener la batuta por demasiado tiempo. Para sortear esas dificultades, lo acompañaba su asistente, el afamado director de orquesta estadounidense Robert Craft, quien se encargaría de los ensayos previos y de incluso dirigir parte del mítico concierto que Stravinsky ofreció junto a la Orquesta Sinfónica de Chile el 24 de agosto de 1960, ante las mil 400 personas que repletaron el desaparecido Teatro Astor.

El compositor y director de orquesta Igor Stravinsky.

Parte importante de los recuerdos que quedan hoy de esa visita son gracias a la detallada crónica escrita por el compositor Jorge Urrutia Blondel en la Revista Musical Chilena de la Universidad de Chile, donde cuenta que el maestro “deslumbró con su presencia fugaz” y clasifica la “jornada stravinskiana” como uno de los “más notables acontecimientos de la historia artística de Chile”. Además de Craft, Stravinsky vino acompañado de su esposa, la artista Vera de Bosset y el representante peruano Oscar Alcázar, quien habría ideado la gira que ya había llevado al músico a México, Colombia y Perú, y que luego seguiría a Argentina, Uruguay y Brasil.

“Tras la emocionante espera en el aeropuerto, vimos descender del avión la ya francamente frágil estampa de un anciano”, escribe Urrutia Blondel, pero agrega: “Nos pareció a todos, en la primera impresión, que ese cuerpo magro y anguloso correspondía exactamente a  su Arte, es decir, descarnado, «esencial», libre de todo lo inútil y adiposo, especialmente en sus últimas creaciones (…) debemos decir que nuestra primera impresión más aguda, después de la de orden físico que nos diera el maestro en su actual fisonomía, puede resumirse en una sola palabra: vitalidad”.

El compositor y gran gestor cultural Domingo Santa Cruz jugó un importante rol en su visita como presidente de la Asociación de Compositores de Chile y fue uno de los que compartió junto a Stravinsky en comidas, paseos y en los recesos de los ensayos, al igual que otros músicos como Gustavo Becerra, Carlos Riesco, Marcelo Morel, Juan Amenábar y Sylvia Soublette. Uno de los sobrevivientes es el Premio Nacional de Música 2014 León Schidlowsky, quien como director del Instituto de Extensión Musical de la Universidad de Chile, también gestionó la visita del ruso y hoy recuerda algunos pormenores.

“Las condiciones del contrato firmado con el representante peruano eran que Stravinski dirigiera dos conciertos. Uno el viernes en la noche, la temporada oficial de la orquesta, y otro, el domingo, una repetición para la gente de menos recursos, donde no se entregaba sueldo al director. Un día antes, el representante peruano me llama por teléfono diciéndome que Stravinsky no va a dirigir el concierto si no se le pagaba una suma extra en dólares. Esto rompía el margen del presupuesto que yo tenía para la visita”, cuenta el músico radicado en Israel. “Me dirigí entonces al decano, Alfonso Letelier para que me ayudara. A él no le quedó otra que hablar con el rector de la Universidad de Chile, Juan Gómez Millas, quienes trataron de ayudar a salvar la situación y dieron al representante la suma pedida. Así se pudo realizar el concierto del domingo. No sé exactamente si Stravinsky estuvo efectivamente detrás de todo este caos, porque llegué a saber años más tarde, que este mismo representante había hecho algo parecido con otros artistas. Pero la duda queda”, asegura Schidlowsky. “Stravinski era un hombre ya de edad al llegar a Chile y no estaba en condiciones de dirigir un concierto completo, por lo tanto solo dirigió una que otra obra suya, sin embargo fue recibido con gran entusiasmo por el público al comenzar el concierto”, agrega.

Recepción en casa de Carlos Riesco: De izquierda a derecha: Juan Amenábar, Tomás Lefever (atrás)., Alfonso Leng, Samuel Claro, León Schidlowsky. AbeIardo Quinteros. Domingo Santa Cruz. Federico Heinlein (atrás), Miguel Aguilar, Jorge Urrutia, Carlos Riesco. Alfonso Letelier, Eduardo Maturana, Sylvia SoubIette y Marcelo Morel.

Aunque solo tenía 16 años, la Premio Nacional de Música 2010, Carmen Luisa Letelier, tuvo la fortuna de estar cerca de Stravinsky. “Mi papá (Alfonso Letelier) era el decano de la Facultad de Artes y se hacía cargo de todas las visitas musicales, los atendía, los iba a buscar al aeropuerto, los invitaba a comer a la casa. Cuando llegó Stravinsky era como que llegara el Papa. Mi papá me pidió permiso en el colegio y con mi hermano Miguel, que recién había aprendido a manejar, nos tocaba ir a buscar a Stravinsky al Hotel Carrera, dejarlo en los ensayos y traerlo de vuelta. Era un hombre encantador, muy amable y conversador”, cuenta hoy y revela que hace solo unos meses encontró entre los documentos de su padre una partitura de Petrushka, el famoso ballet del ruso de 1912, autografiado por el autor. Y se suma una fotografía que ella misma le pidiera firmar al músico.

Sin embargo, la cantante también tiene una percepción similar a Schidlowsky sobre el deterioro físico que mostraba Stravinsky. “Recuerdo haber oído comentar a mi papá que estaban un poco escandalizados porque sentían que a este caballero lo explotaban, que lo tenían como objeto de exhibición. Stravinsky era mayor y estaba medio patuleco, era Craft el ayudante quien preparaba las cosas para que él dirigiera. Además me acuerdo que una enfermera fue a verlo varias veces al hotel para medicarlo”, agrega Carmen Luisa Letelier.

Efectivamente, Stravinsky lidiaba hace un par de años con una policitemia, enfermedad que aumenta la proporción de glóbulos rojos en la sangre y que provoca muchas veces hemorragias, moretones, hormigueo o entumecimientos en pies y manos e incluso trombosis. Sin embargo, a pesar de las impresiones sobre su frágil salud, lo cierto es que el músico pasaría otra década más viajando, dando conciertos y recibiendo buen dinero de sus giras, siempre acompañado por Robert Craft. En 1945 y luego de seis años de estar viviendo en Estados Unidos, lugar al que huyó durante la Segunda Guerra Mundial, Stravinsky se convirtió en ciudadano estadounidense y ese mismo día arregló que la prestigiosa editorial musical Boosey & Hawkes publicara el reordenamiento de varias de sus composiciones y usó su nueva  ciudadanía para asegurar un copyright sobre el material, lo que le permitió ganar dinero con ellas presentándola en el mayor número de escenarios posibles. Hasta que en mayo de 1967 dio su último concierto en Massey Hall en Toronto, Canadá, donde dirigió la suite Pulcinella, relativamente poco exigente, junto con la Orquesta Sinfónica de Toronto.

Así las cosas, para su concierto en Chile, Stravinsky estaba aún rebosante de energía. Sin embargo, como era habitual en su dinámica, el programa estuvo dividido en dos, la primera parte dirigida por Robert Craft que incluyó las Seis piezas op.6 para orquesta, de Anton Webern, Dos preludios corales de Bach-Schoenberg y la suite El Martirio de San Sebastián, de Debussy; y la segunda, dirigida totalmente por Stravinsky, quien se puso al frente de su partitura comisionada La Oda (1943), compuesta en memoria de Natalie Koussevitzky, y la famosa suite El pájaro de fuego (1910), que quedó registrada en la única grabación que hasta el momento se conoce de este concierto y que está en los depósitos de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. El pianista Luis Alberto Latorre es uno de los que ha podido escucharla, hace ya 20 años.

“En los 2000, cuando Luis Merino era director del CEAC, se tuvo la idea de rescatar esta grabación y otras que tiene la orquesta y armamos un comité para levantar un proyecto. Visitamos el subterráneo donde estaban estas cintas magnetofónicas y escuchamos algunas, una de ellas fue El pájaro de fuego de Stravinsky, fue muy emocionante”, cuenta el músico, que es parte de la agrupación hace más de 30 años. “La grabación es increíble porque se escuchan los pasos de Stravinsky al subir el escenario y una ovación, con gente aplaudiendo por varios minutos antes de comenzar a tocar. Técnicamente es una grabación antigua que suena como gramófono y la orquesta tampoco suena al nivel que lo hace hoy, lo importante es que está dirigiendo Stravinsky y se transmite toda la energía, esa cosa expresiva que tiene el momento. Además te habla de lo importante que era la orquesta en esos años, eran líderes en las agrupaciones de música clásica de América Latina”, dice Latorre.

La Premio Nacional de Música Carmen Luisa Letelier.

Justamente este año se tenía pensado que la Orquesta Sinfónica recordara la visita del ruso con un concierto con alguna de sus obras, pero la pandemia truncó los planes, cuenta Diego Matte, director del Centro de Extensión Artística y Cultural (CEAC) de la Universidad de Chile. “Habíamos pensado también en hacer un seminario y poder digitalizar esa grabación del concierto para ponerla a disposición pública por primera vez, pero tendremos que retrasar la idea. La visita fue importante, marcó un antes y después para la orquesta porque les dio conciencia de las posibilidades que tenían de desarrollo y exposición, y no sólo fue esa visita sino también otras de grandes músicos como Sergiu Celibidache, Herbert von Karajan y Leonard Bernstein, que queremos recuperar y eventualmente editar”.

Si bien es claro que la visita de Stravinsky conmocionó a la escena musical docta chilena, al nivel de lo que en otra época hubiese sido, por ejemplo, la venida de Beethoven o Mozart, a la distancia, la memoria de León Schidlowsky es más bien severa sobre la valoración del compositor ruso, quizás porque el chileno ya cultivaba otros intereses. “Para la mayoría de los compositores jóvenes de esa época, Stravinsky se encontraba en un período decadente, no era el de La consagración de la primavera. Stravinsky luchaba contra el dodecafonismo de Schönberg, que a mí me impresionaba. Había una enorme admiración por el Stravinsky anterior y pocos querían seguir su nueva corriente neoclasicista. Según mis recuerdos, la gran mayoría de los de mi generación estábamos interesados en lo que va más allá de Stravinsky, como la Segunda Escuela de Viena, su desarrollo y repercusión en la música vanguardista de ese tiempo, sobre todo en Europa”, cuenta.

Efectivamente, a principios de siglo Stravinsky había irrumpido en el mapa musical como un innovador de las formas con tres piezas para ballet que lo hicieron mundialmente conocido: El pájaro de fuego (1910), Petrushka (1911) y La consagración de la primavera (1913), esta última famosa por haber gatillado un fuerte escándalo en su estreno en París, por su densidad y las disonancias premeditadas de las notas usadas a contratiempo. Después, Stravinsky se pasearía por varias corrientes musicales abordando distintos estilos como el primitivismo, el neoclasicismo y el serialismo.

En su calidad personal, Stravinsky tampoco causó gran impresión a Schidlowsky. “Era un hombre frío que no sabía nada de América Latina, ni menos de Chile. Tampoco percibí que hubiera un interés de su parte, de ver la diferencia histórica o musical entre los diferentes países latinoamericanos. Sí vi su sorpresa al darse cuenta que en realidad en Chile se sabía quién era y se le conocía y admiraba, sobre todo por La consagración de la primavera, El pájaro de fuego o Petrushka«, agrega Schidslowsky, quien quizás no tenía claro que el ruso tenía a lo menos un vínculo con Chile, que había sido crucial en sus inicios insurrectos como compositor. Pronto, su esposa, la cantante y bailarina Vera de Bosset, también tendría un inesperado lazo con esta tierra.

Un oficial del Zar al fin del mundo

Durante los ajetreados días en que Stravinsky iba del hotel al teatro y del teatro al Club de la Unión, y del Club de la Unión a la casa de algún músico local, su mujer Vera de Bosset, era atendida y “entretenida” por la esposa de Alfonso Letelier, la cantante Margarita Valdés. “En una de esas conversaciones, esta señora le contó a mi madre que su papá había sido oficial de la guardia del Zar en Rusia y que se había perdido en el 1917, escapando de la revolución hacia Sudamérica, y que nunca se supo nada más de él. Coincidentemente mi mamá recordó que su suegra, mi abuela paterna, quien era fanática de la cultura rusa, había ayudado a un grupo de rusos que venían escapando de la revolución y la contactó para saber más detalles”, cuenta la contralto.

De izquierda a derecha: León Schidlowsky, Eduardo Maturana, Juan Amenábar, Carlos Riesco, Domingo Santa Cruz y sentado Igor Stravinsky en el Club de la Unión. Gentileza Departamento de Música U. Chile.

Así, en 1920, el año en que Stravinsky estrenaba la música del ballet Pulcinella, que marcaría su “vuelta atrás” al estilo neoclásico; su futuro suegro recibía la ayuda de una familia chilena: el padre de Alfonso Letelier, quien tenía un criadero de caballos en la Laguna de Aculeo, les prestó a este grupo de oficiales algunos equinos para que hicieran acrobacias y así pudiesen ganar algo de dinero. “Eran señores muy nobles, oficiales del ejército, pero habían quedado sin nada”, acota Letelier. Resultó que para la fecha en que Vera Bosset se enteraba de la historia solo un ruso quedaba vivo, quien le contó que su padre Edward Bosset había muerto en sus brazos para luego ser enterrado nada menos que en el Cementerio General de Santiago. “Hasta allá llegaron mi mamá, mi abuela, el ruso y la esposa de Stravinsky hasta que dieron con la tumba”.

La increíble historia también es mencionada en la crónica de Jorge Urrutia Blondel, donde aprovecha de aplaudir el rol que solía jugar Margarita Valdés en estas visitas musicales. “A la activa «Maiga» se debe, pues, por entero, esta proeza y afanes funerario-detectivescos. Numerosas diligencias necrológicas en archivos de cementerios de Santiago, que fueron naturalmente negativas, seguidas de una muy intuitiva y feliz, a través de Vadim Fedorov, antiguo oficial del Tzar también, dieron por fin el resultado, tan positivo como triste para Madame Stravinsky”, anota como conclusión el compositor serenense.

La artista y socialité Eugenia Huici Errázuriz.

El primer vínculo que unió a Stravinsky con Chile es más conocido. Fue a inicios del siglo XX y durante una visita a Madrid que el ruso conoció a Eugenia Huici Errázuriz, artista y socialité, casada con el pintor y diplomático José Tomás Errázuriz y radicada en París, quien se convertiría en la mecenas del compositor al igual que lo fuera de otros prominentes artistas como los pintores Jacques Émile Blanche, Romaine Brooks, Charles Conder, Pablo Picasso y el escritor Jean Cocteau. El ruso incluso le compuso una pieza, Ragtime de 1918 y le dedicó unas palabras en su autobiografía de 1935: «La simpatía que me manifestó desde el primer momento y se transformó  después en una amistad nunca desmentida, me emocionó profundamente, me sentía feliz de encontrar en ella una excepcional sutileza y comprensión hacia un arte que no era ya de su generación». Carmen Luisa recuerda que fue una sorpresa para los visitantes enterarse de que sus anfitriones, los Letelier-Valdés, estaban emparentados con Madame Huici. “La señora Eugenia era tía abuela de mi mamá, era una señora extraordinaria que se dedicó a ayudar a artistas emergentes en Europa. Para mí era mitológica y la verdad es que no estoy segura de que mi mamá la haya conocido en persona, pero en cuanto ella mencionó el parentesco hubo mucho tema de conversación”, cuenta la cantante.

El desconocido amigo chileno

En su rol de mecenas, Eugenia Huici de Errázuriz guardó varias partituras de Stravinsky, de sus primeros años y algunos de ellos también cayeron en manos chilenas. La actriz y cantante de 95 años, Carmen Barros, fue una de las afortunadas.

“Mi papá era embajador de Chile en Alemania en los años 40 y con mi hermano Tomás tuvimos la suerte de conocer personalmente a la señora Eugenia y cuando se enteró de que tanto mi hermano como yo éramos gente interesada en el arte y el teatro, decidió regalarnos música impresa de Stravinsky. Ella ya era bien mayor y nos dijo ‘no tengo nada que hacer con esto y ustedes lo van a aprovechar mucho mejor’. Para nosotros fue heredar un tesoro, les decíamos ‘los Stravinsky papers’”, cuenta la actriz que se convertiría en la legendaria Carmela de La pérgola de las flores. Sin embargo, 20 años después, debieron deshacerse del tesoro. “La verdad es que nos sentíamos un poco incómodos teniendo estos documentos y lo primero que hicimos fue intentar dárselos a los familiares directos de doña Eugenia acá en Chile, pero ellos no se interesaron para nada. Después de unos años pasamos por unos aprietos económicos y decidimos venderlos a la Casa Christie’s en Nueva York, donde se subastaron con otras cosas de Stravinsky, pero todo esto pasó antes de que él viniese a Chile”, cuenta Barros.

La actriz y cantante Carmen Barros.

Sin embargo, hubo un último chileno, quien no sólo tuvo en su poder manuscritos y partituras de Stravinsky, sino que trabajó codo a codo con él en la edición y publicación de algunas de sus obras y en el estreno de otras. Hijo de judíos alemanes y nacido en Santiago de Chile en 1925, Claudio Spies Heilbronn llegó a Estados Unidos a los 17 años para aprender el arte de la dirección orquestal, cayendo bajo la tutela de la reconocida y erudita directora Nadia Boulanger, quien le presentaría a Stravinsky en 1943, después de un concierto en la sala Apollo de Nueva York. Desde ese momento, y según relataría el propio Spies, el ruso se convertiría en su mentor musical.

Spies hizo una destacada carrera en EEUU como consigna el obituario que le dedicó la Universidad de Princeton, donde fue profesor emérito desde 1970 hasta su muerte recién en abril pasado. Tenía 95 años. En su currículum figura además haber obtenido su licenciatura en Harvard College en 1950, haber pasado un año en París con una beca itinerante, haber regresado a Harvard para una maestría de composición y haber hecho clases en Julliard School hasta hace sólo 10 años atrás. Su curso más popular fue sobre manuscritos musicales, pero también enseñó interpretación musical de cámara, composición, dirección y análisis de dirección post-tonal. En Chile, por edad, habría pertenecido justamente a la generación de músicos que esos días de agosto compartió con el compositor ruso: Carlos Morel, Juan Amenábar y Sylvia Soublette. Claro que él terminaría gozando de más cercanía.

Con Stravinsky trabajó bastante y se convirtió en guardián de su obra, en paralelo a Craft. Dentro de sus archivos había, por ejemplo, fotocopias comentadas del último trabajo del ruso, Cánticos de Requiem, que el propio Spies ayudó a producir para su estreno en el Teatro McCarter de la Universidad de Princeton el 8 de octubre de 1966. Ese mismo año, se le había encomendado además corregir otras tres piezas: Abraham e Isaac, Introitus y Variations. Y en 1968 dirigió la versión revisada de la obra Les Noces de Stravinsky en la Universidad de Harvard.

Muchos de los análisis teóricos de Spies sobre las obras de su mentor aparecieron en la publicación de Princeton Perspectives of New Music. Según consigna la Biblioteca del Congreso en Washington DC, en julio de 1992, el chileno inició el proceso de donación de sus materiales a esa institución, que durante 21 años recibió sus composiciones, trabajos y grabaciones sonoras, además de partituras de Igor Stravinsky, con quien colaboró ​​hasta la muerte del compositor ruso en 1971.

En Chile, por supuesto, Claudio Spies es un completo desconocido. Partiendo desde su propio trabajo como compositor y recopilador, hasta su condición como el último eslabón de la cadena de vínculos que Igor Stravinsky forjó con el país. A la luz de este nuevo hallazgo, no sólo se abre una nueva línea sobre el compositor ruso que en los 60 removió en 5 días  la escena musical chilena, sino también aparece la figura de un “nuevo” chileno que vale la pena descubrir.