La diputada socialista y nieta de Salvador Allende, rememora la Unidad Popular al calor de la tarea política que más la consume por estos días: la conformación de alianzas que respondan al mandato que se plasmó en el plebiscito del 25 de octubre. Considera, a contrapelo de la dirigencia de su partido, que “la unidad de la izquierda es indispensable en este momento”. Y recuerda que una de las principales virtudes de Allende fue aquello que le permitió convertir derrotas transitorias en acumulación de fuerzas: su persistencia.
Por Francisco Figueroa Cerda | Fotografía principal: Charlotte Sexauer / The Santiago Times
Esta entrevista fue originalmente publicada en la Revista Anales de la Universidad de Chile N°18 (Séptima Serie): A cincuenta años del triunfo de Allende y la Unidad Popular.
Bióloga y médico veterinaria de la Universidad de Chile, Maya Fernández Allende (49), diputada por el distrito que agrupa a las comunas de Santiago, Providencia, Ñuñoa, Macul, San Joaquín y La Granja, elige con cuidado sus palabras en esta conversación sobre la Unidad Popular y Salvador Allende. Pero cuando las encuentra, las pronuncia con firmeza. No es el plano familiar el motivo de su cautela, en el que se mueve con una mezcla de soltura y meditada profundidad. Son las tareas urgentes de la política concreta, que sabe tan frágiles como cruciales desde el punto de vista histórico. Las ocupa a modo de linternas contra el fondo del legado de la UP y de Allende, para iluminar aquellos atributos cuyo rescate juzga perentorio después del 18 de octubre y de cara al proceso constituyente: la unidad de la izquierda y una política socialista “de convicciones”.
—A diferencia de cada 11 de septiembre, que recuerda la dimensión trágica de la UP y de Salvador Allende, los 4 de septiembre evocan aspectos más positivos, hasta esperanzadores, vinculados al triunfo popular. ¿Cómo viviste este 50 aniversario de la UP?
Sí, los 11 de septiembre tienen que ver no sólo con el derrocamiento del presidente Allende sino con el quiebre de la democracia y la instalación de la dictadura, eso es muy brutal. Esa imagen de La Moneda bombardeada tiene que ver no con la muerte de un presidente, sino con terminar con la democracia de un país, es muy brutal. El 4 de septiembre, como dices tú, era la esperanza de un pueblo. Estos 50 años son especialmente importantes porque fue previo a la votación del 25 de octubre, eso trajo mucha esperanza ciudadana. Nuevamente la esperanza se encuentra vigente por el proceso constituyente, la esperanza en que Chile puede cambiar. Algo que siempre estuvo cerrado, para lo que nunca hubo la fuerza política y social necesaria: cambiar la Constitución de la dictadura. Entonces, estos 50 años son muy esperanzadores, es políticamente muy profundo. Porque es un proceso constituyente que no lo logra la política, lo logra el pueblo movilizado, que dice basta, que dice no quiero más este modelo. Yo fui parte del movimiento Marca tu Voto, pero era algo muy elitista todavía, ¿no?, era muy desde la política, desde arriba hacia abajo. Y uno no entendía por qué no agarraba la fuerza, teniendo todos la misma esperanza. Lo que ocurre ahora es que es desde los territorios hacia arriba, hay un movimiento ciudadano potente. Que eso sea a los 50 años [del triunfo de la UP] es histórico, de verdad muy profundo.
—¿Y cómo fue vivir esa esperanza con la dolorosa carga que tiene septiembre en tu historia y memoria familiar?
Yo siempre digo que la familia lo elige a uno y no uno a la familia. Yo soy una orgullosa de mi familia; no sólo de mi abuelo, también de mi madre, de mi abuela. Una familia muy matriarcal, además. Allende fue un hombre muy adelantado a su época, por muchas razones. Mi tía nos cuenta que, en esa época, a niños y niñas no los dejaban comer en la mesa principal con los adultos, se quedaban en la cocina. Pero mis abuelos eran al revés: siempre las incorporaron desde pequeñas en las conversaciones, como una parte de la formación política y cultural (todo esto en una época muy machista). Una familia también muy respetuosa de las diferencias; mi abuelo y mi abuela no tenían por qué defender lo mismo, y desde entonces siempre ha sido así en mi familia. En ese sentido, siento un orgullo. También es difícil. La gente siempre habla de su familia, pero yo al principio me inhibía; desde el punto de vista lo público, digo. Porque si no pongo algo de mi familia unos dicen que la he olvidado, y si pongo, que la estoy usando. Pero ahora, ¿sabes?, ya me da lo mismo; esta es mi madre, este es mi padre, este es mi abuelo. Y todo esto es lo que soy yo también. Todas las familias tienen sus historias y tienen sus penas. La mía tiene muchas, no ha sido fácil. El camino ha sido bien duro, en muchos sentidos. Pero yo siempre pienso en todas esas familias que hasta el día de hoy no tienen dónde poner una flor, un recuerdo a sus seres queridos. Cuando siento pena me digo: ‘yo puedo ir a una tumba, puedo ir a poner una flor, puedo ir a descargarme, pero cuánta gente no puede hacer eso’.
—Decías que estos 50 años ocurrieron antes del plebiscito, pero también ocurren después de una grave crisis social y en medio de una pandemia que, en Chile y el mundo, está forzando grandes redefiniciones. ¿Crees que mirar a la Unidad Popular pueda servirnos en el actual momento?
Siempre he creído que mirar la historia nos sirve para entender el presente. Además, porque la estructura del conflicto vuelve a repetirse, que tiene que ver con luchas por anhelos de igualdad, de justicia social, las luchas del pueblo. Los anhelos eran esos en la Unidad Popular, la pobreza era más brutal, pero también lo es hoy la desigualdad. En ese sentido, es muy importante mirar la historia para construir futuro. La Unidad Popular estaba encabezada por Salvador Allende, pero era un proyecto transformador, y eso es muy importante decirlo a propósito de que estamos en un momento donde lo que se demandan son transformaciones, transformaciones a este modelo neoliberal. Lo que caracterizaba al gobierno de Salvador Allende eran sus profundas convicciones de transformación. Y desde el punto de vista político, la Unidad Popular todavía nos entrega lecciones a la izquierda. Esa lucha democrática, ese creer en los valores democráticos que siempre ha desarrollado la izquierda en su historia; la necesidad de construir mayorías nacionales, no por lo electoral, sino que, en base a convicciones para cursar las transformaciones, el programa de las 40 medidas. El legado de la Unidad Popular es muy importante, y es que la construcción de mayorías no significa abdicar de los principios, sino todo lo contrario; se construyen mayorías desde las convicciones y los principios.
—Tanto la Unidad Popular como las movilizaciones de 2019 y 2020 evocan la cuestión del protagonismo del pueblo. ¿Crees que los actuales partidos políticos y la izquierda estén abiertos a dar cabida a ese protagonismo? A ratos parece que la actitud predominante es de recelo o indiferencia.
Cuando viene el estallido social -y esto lo digo como una autocrítica- todos los partidos de la izquierda quedan fuera. Fuimos interpelados todos quienes estamos en política. De hecho, la izquierda no es quien conduce la protesta. Fuimos interpelados por lo popular y por ese movimiento social. Fue un estallido radicalmente social. Eso va a ser muy importante para la izquierda del futuro. Yo creo que esto debiera llevar a cuestionarnos cuál es la inserción que tenemos en los territorios. La política, los partidos y la izquierda. Cuando a la vuelta de la democracia se produce esta ruptura entre la política y el tejido social, además con un modelo económico neoliberal que hizo que cada uno se rascara con las propias uñas, con más individualismo que solidaridad, eso produce un gran cambio, un corte con lo político, pero también dentro del tejido social, que hoy es muy distinto. Este volver al territorio no es tan fácil desde los partidos de izquierda, esa reconstrucción toma tiempo.
—¿Qué lo hace tan difícil?
Tiene mucho que ver con la confianza y con la dificultad para entender las demandas territoriales. De verdad, no son consignas, son profundamente sociales, pero al mismo tiempo las personas sienten que ni derecha ni izquierda las resuelven. Entonces, reconstruir ese vínculo no va a ocurrir de un día para otro, porque lo popular en tiempos de la UP no es lo mismo que ahora, este modelo económico ha calado en los territorios también. Y no es fácil, pero hay que hacerlo.
—¿Y piensas que la Unidad Popular es significativa para ese pueblo, hoy?
Yo creo que sí. A propósito de un diputado de derecha, Ignacio Urrutia, que quería sacar las estatuas y monumentos de Salvador Allende, yo le decía que, en realidad, lo que él no entiende es que Allende no está en los monumentos, está en el corazón del pueblo. Y tiene que ver con sus profundas convicciones, él realmente creía en lo que impulsaba, que era un proceso colectivo. La gente tiene un recuerdo de la Unidad Popular como proceso transformador construido por todo el pueblo, de manera conjunta.
—¿Y ha estado Salvador Allende en el corazón de los políticos de izquierda? No fue una figura especialmente reivindicada en la transición. Y durante mucho tiempo se habló de sus cualidades éticas, pero mucho menos de su política. ¿Ha tenido el lugar que merece en la cultura política de la izquierda en la postdictadura?
Creo que el PS siempre ha reivindicado la figura de Salvador Allende. Pero sí creo que lo ético y lo político van juntos, yo no sabría cómo separarlos. La ética es muy importante en la acción política, van de la mano absolutamente. No pueden contraponerse. Por ejemplo, en su gesto ético final, Salvador Allende es muy político: el estar hasta el final defendiendo sus convicciones. Creer en el mandato que le dio el pueblo, lo dice claramente. Sin ética la acción política sería vacía. Si me preguntas por los líderes y lideresas de hoy, unos más que otros, la política es diversa; pero desde el mundo de la izquierda siempre ha habido una reivindicación y un reconocimiento. Hay que recordar que Allende fue increpado por ser reformista y no ser revolucionario, aun cuando fue revolucionario justamente por su ética y convicciones, pero no estuvo exenta de críticas su creencia en la vía democrática. Su legado sigue muy vigente.
—¿Qué es lo principal de ese legado?
Su lealtad.
—¿Con el pueblo?
Su lealtad con el pueblo, su lealtad con sus convicciones. Debe haber sido muy duro para él ese momento. Mantener esa lealtad, incluso por sobre su familia y sobre su propia vida.
—¿Es algo que tengas presente en el ejercicio político cotidiano?
No sé si cotidianamente, uno no avanza en su propia vida si siempre… bueno, como nos pasa a todos nosotros con nuestros padres y abuelos. Pero sí creo que uno tiene que defender las cosas en las que cree, con convicción. Lo que nos ha pasado en la izquierda es que perdimos ciertas convicciones. Siento que entregamos ciertas banderas y eso sí creo que es importante en la identidad partidaria, no así otras cosas, como la unidad. Esa integridad que Allende mantuvo hasta el final… nadie pondría hoy en duda que era un revolucionario, aunque no todos lo creían durante el proceso.
—Hablaste de la lealtad de Allende con sus convicciones por sobre incluso su familia. ¿Cómo te relacionas con eso?
No existe un cuestionamiento, al revés, defender sus convicciones en un momento muy duro hace que lo admire más, decir ‘mi mandato democrático me lo dio el pueblo y solo el pueblo’. Ahora, por supuesto que el costo familiar es muy duro. Mi familia parte al exilio, mi familia se divide, mi madre muere, se suicida cuando yo tenía seis años. Imagínate: mi madre estaba en La Moneda embarazada de siete meses de mi hermano, mi hermano nace en noviembre. Mi madre pudo haber tenido a la guagua ahí mismo. ¿Te das cuenta de la fuerza y la entereza que tuvo? Con la pena de dejar La Moneda con un embarazo, partir a Cuba, enterrar a mi abuelo sin poder verlo, no saber si era Salvador Allende porque no las dejaron ver. Estuvo muy sola. Claro, cuando uno está en política, se olvida, o no es que se olvide: habla menos de los temas familiares.
—Muchas personas que perdieron familiares le tienen un gran resentimiento a la política…
Es cierto. Incluso yo he conocido gente que estuvo en la clandestinidad que nunca le inculcó esa idea de la política y la participación a sus hijos e hijas, porque no quieren que vivan procesos tan duros. Fue muy duro para las familias chilenas, para quienes lucharon. Y como te digo, es duro. Porque si no hablas de tu familia, es porque la olvidaste, y si lo haces, es porque la usas. Uno va aprendiendo que estar en política significa que mucha gente no te quiera y no comparta lo tuyo. Nunca es fácil, a mí costó, sobre todo cuando hay gente que cree que tú tienes que ser igual a Allende. Pero no creo que a Allende le gustaría que yo fuera como él, le gustaría que cada uno eligiera su propio camino.
—La evaluación de la experiencia de la UP que primó en el PS terminó sepultando la reedición de ese pilar de la UP que fue la alianza con el PC. Más allá de las siglas de los partidos involucrados, ¿crees que después del 18 de octubre de 2019 el PS deba recuperar la perspectiva de una alianza de izquierdas?
Absolutamente. Yo creo que la unidad de la izquierda es indispensable en este momento. El mandato del plebiscito fue muy categórico: por una nueva Constitución con participación ciudadana en la elección de constituyentes, con una fuerte crítica que me parece muy bien hacia la política. Si queremos generar transformaciones necesitamos generar mayorías; ahora, no pueden ser mayorías solamente electorales, tienen que ser mayorías con ideas, por convicciones, estamos hablando de cambios de verdad para terminar con este modelo neoliberal y avanzar a un modelo de bienestar, sustentable. La unidad de la izquierda no la veo como un fin en sí mismo, sino como un paso necesario para acumular fuerza para producir las transformaciones, es indispensable y, en ese sentido, y lo he dicho públicamente, creo que el PS está en una política de alianzas equivocada. Ahora, sí creo que eso se hace atendiendo las condiciones de toda la izquierda, y a veces miramos nuestras propias identidades partidarias más que la importancia de la unidad ante un proceso constituyente y la posibilidad de transformar. Entonces, el PS debería priorizar las cosas con la izquierda, como el partido de izquierda que es. Todas las fuerzas tenemos que mirar esto y cómo termina ocurriendo, porque la responsabilidad no es solo del PS. La división de la izquierda es responsabilidad de toda la izquierda, no de un solo partido, porque no hemos sido capaces de construir visión estratégica sobre la importancia de la unidad para acumular fuerzas y superar este modelo. Tenemos que ser capaces. Yo sigo luchando, sé que quedamos poquitos pensando que es posible un gran frente [de izquierda] en el proceso constituyente, pero si queremos cambios reales lo tenemos que construir. Y ahí empiezan a primar nuestras diferencias, pero, sobre todo, nuestras propias identidades.
—En la decisión del PS sobre las alianzas, que juzgas errada, ¿qué papel jugó el factor de la identidad? ¿Es la identidad de la Concertación que prima sobre la del PS histórico?
No sabría cómo decírtelo, porque hay visiones distintas de cómo unir fuerzas. El Partido Socialista jamás ha estado por dejar de lado al Partido Comunista, todo lo contrario. El PS siempre ha querido construir desde el PC hasta el centro, porque necesitas fuerza. Si queremos superar el modelo neoliberal y hay fuerzas de centro que quieren -otras no, que son conservadoras-, las necesitamos; hay bases de la Democracia Cristiana que salieron a marchar y se movilizaron porque también quieren un Chile más justo, más solidario, más sustentable. El problema, creo, es que tanto el PS como el Frente Amplio y el PC, han sacado más cuentas propias sobre el proceso que estamos viviendo. En las últimas semanas, si tú ves la prensa, hemos visto más críticas entre la izquierda que críticas desde la izquierda al modelo que está defendiendo la derecha. ¡Si la derecha se va a unir en la defensa del modelo neoliberal! Se critican, pero finalmente tienen unidad en la defensa del modelo. Y la gente nos critica esto, porque el mandato fue unidad para cambiar Chile. Y lo peor que nos puede pasar es que por la desunión la derecha termine teniendo más constituyentes. Eso sería imperdonable.
—En nombre de la unidad, entonces, ¿el PS debió privilegiar una alianza con el PC y el FA, aunque significara no ir con la DC?
¡Sí! Yo creo que hay que construir desde la izquierda. Y luego tener una conversación con la DC. En base no a lo electoral, sino a los cambios que necesita Chile. Y si están de acuerdo, bienvenidos sea.
—¿Cómo ha interpelado el 18-O al Partido Socialista? ¿Qué lectura hacen de la revuelta popular? ¿Ha modificado de algún modo las tesis socialistas?
Dos cosas. Primero, las bases del Partido Socialista fueron parte de esta movilización social; permanentemente han estado por una nueva Constitución e impulsar una mayor participación ciudadana desde los territorios. Yo quiero decir eso, porque a veces nos olvidamos de esas bases, que siguen jugando un papel muy importante. Obviamente, la lectura de la revuelta popular ha modificado menos de lo que yo quisiera la mirada del PS. Es el momento de grandes cambios, de volver a construir ese tejido político y social para construir mayorías en base a las convicciones, recogiendo las demandas territoriales. Y el PS necesita una política de alianzas que refleje nítidamente que es un partido de izquierda, porque las bases socialistas también fueron parte de esta movilización social y de que tengamos un proceso constituyente. Y ojo, esas alianzas, con todas las críticas.
—¿Qué críticas?
Las críticas a todo lo que ocurrió con la Concertación, no tenerle miedo a eso. Porque tenemos la oportunidad de cambiar. Si el Partido Socialista sigue siendo un partido relevante en los territorios, debe jugar un rol en la construcción de mayorías y con propuestas desde la izquierda.
—¿Le va a pasar la cuenta al PS una política de alianzas que no comparten sus bases?
La desunión nos va a pasar la cuenta a todos. Nadie entendería que, si tenemos visiones comunes sobre muchas cosas, primen nuestras diferencias y críticas. Si el día de mañana tenemos en la convención constitucional más constituyentes de derecha porque fueron en una sola lista y nosotros fuimos divididos en muchas, no creo que haya ningún partido que pueda explicar eso. Y ahí, siendo crítica de la política de alianzas del PS, no es sólo el PS el que tendrá responsabilidad.
—Te refieres a las cuentas propias que estarían sacando el FA y el PC…
El Frente Amplio inicialmente no quería nada con nosotros, sobre todo los primeros dos años de Piñera. Tenía un proceso más de construcción hacia dentro que hacia nosotros. Entonces claro, en un momento que se requiere unidad, si no trabajaste antes esa posibilidad… Por eso la responsabilidad nunca es de un solo partido. Aquí tiene que haber voluntad de todos y todas.
—Volviendo a la UP, forjar su unidad también fue muy difícil. Y si algo lo permitió fue una estrategia, la vía chilena al socialismo. ¿Qué recuperar de ella para la estrategia que necesita la izquierda hoy?
La vía chilena era una práctica, era una acción política que sustentaba a todos los partidos políticos que hacían el trabajo en los territorios, en su vida cotidiana. La vía chilena no es un texto, es una práctica, que surge de una ética y que nace ante la experiencia de explotación. Ahora leemos mucho sobre la vía chilena, pero no debemos olvidar que era una acción y una práctica política. Que tenía que ver con un programa y convicciones muy profundas. Y eso es muy importante, la vía chilena como acción política. Por eso, a propósito del proceso constituyente, yo sé que es muy difícil construir confianzas y estamos contra el tiempo, pero esa vía chilena, que era una práctica, tiene que volver a estar presente en los territorios. En el último tiempo la acción partidaria se restringe mucho a la acción electoral, como forma de obtención de espacios institucionales, cuando debiera ser al revés. Tiene que haber construcción de mayorías sobre distintos temas, eso es lo primero que hay que debatir. En el proceso constituyente se va a dar una oportunidad de hablar de ideas profundas, del Chile que queremos, algo que no hemos hecho desde la vuelta de la democracia.
—¿Y cuáles son esos temas que en el proceso constituyente pueden forjar esa práctica política común?
Creo que las banderas no están en cuestión, si recoges lo que han dicho el Partido Socialista, el Frente Amplio, el PC, no hay grandes diferencias. No digo que no tengamos visiones distintas, pero no son tan grandes. El problema político es la división. ¿Tú crees que va a haber un partido de izquierda que no esté de acuerdo con el derecho al agua? ¿No creemos todos que el sistema de pensiones fracasó y que necesitamos avanzar a un sistema de seguridad social real? ¿Que garantice dignidad? Obviamente que sí. El problema no son las banderas, el problema es cómo llegamos a colocar esas banderas. Así lo veo yo. Si, por ejemplo, yo y Jadue y Beatriz Sánchez conversamos, vamos a tener muchas miradas comunes sobre el Chile que queremos. Dentro de los partidos, sí, puede haber gente que defienda ideas neoliberales. Pero tienen que primar las banderas que las bases han levantado.
—No pareces abandonar la esperanza en una unidad de la izquierda de cara al proceso constituyente. ¿Te sientes acompañada en esa esperanza en el PS?
Yo voy a insistir hasta el final en que existe esa posibilidad. Ahora, cuando hablas del PS, tiendo a pensar que hablas de la dirigencia. Y yo hablo de las bases, de la militancia, de los comunales, que es donde yo milito. Las bases socialistas quieren unidad. Y eso es lo vital. A propósito, la ética de Allende tiene que ver con la persistencia. Allende perdió y ganó, pero fue persistente por sus convicciones, que era la construcción de mayorías. No era persistente para ganar una elección. Su persistencia tenía que ver con esa construcción política. Y reflexionando sobre la persistencia, llegué a la conclusión de que es una forma de acumulación de poder. No persistía de cualquier manera, nunca fue testimonial, era persistencia para abordar los grandes problemas de Estado, como la nacionalización del cobre. Y eso no era de un día para otro. Creo que hoy día vemos mucho la inmediatez, mientras que la persistencia y la construcción de fuerza para el futuro es importante. Y si hay algo que nos falta a quienes estamos en política es esa persistencia. Esa persistencia para construir. Preparando esta entrevista, eso es algo que destaqué, lo tenía en amarillo: persistir.