El poeta, librero, coleccionista, galerista y cofundador de Metales Pesados, una de las librerías más importantes de Chile, conversa sobre su proyecto editorial, su pasión por los libros y el arte, su visión del medio cultural chileno y su amistad con Pedro Lemebel.
Por Jennifer Abate y Evelyn Erlij
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—Desde su creación, en 2003, Metales Pesados se convirtió en un lugar gravitante para la producción intelectual y artística chilena, al que van constantemente escritores, artistas, editores. Hay una suerte de proyecto colectivo donde fluyen muchas ideas y ocurren muchos encuentros. ¿Podría decirse que hay una intención de hacer comunidad en torno a los libros?
Vengo de una generación en que éramos comunitarios. Soy de los ochenta, y en esa época siempre nos juntábamos escritores, pintores, cineastas, ensayistas y poetas en bares y casas a conversar. Siempre vivimos en una comunidad. Cuando instalamos con Paula Barría la librería en 2003, se produjo lo mismo. Empezaron a llegar todos los amigos que hemos hecho durante tantos años, tanto en Chile como en el extranjero; empezaron a llegar a la librería y engancharon con el proyecto. Así se ha ido dando. Es como una agenda abierta: viene un crítico de afuera, un académico, y están los teléfonos de toda la gente que quiera ubicar, se juntan en la librería y después se van a tomar un café. La editorial también aprovecha eso y hacemos muchos contactos de escritores extranjeros, ensayistas, filósofos. Siempre se ha dado así, todo el mundo pasa desde las diez a las ocho de la noche.
—¿Crees que se ha perdido ese sentido comunitario de tu generación?
Se perdió lo comunitario, la solidaridad, los trabajos colectivos de armar revistas, proyectos. Se ha ido perdiendo por una política neoliberal de dividir a las personas. Acabo de leer Jóvenes pistoleros, de (Juan Cristóbal) Peña, un gran libro que, en una forma, muestra esa generación que fue abandonada, traicionada. Dimos un cheque en blanco a la democracia y ese cheque está ahí. Dio bote en el banco, donde lo fueron a cobrar los jóvenes de los noventa.
—Metales Pesados es un espacio para dialogar, porque tú también te involucras con la gente que va dándole recomendaciones. Eres una suerte de curador literario; recomiendas libros y los haces circular entre quienes llegan a la librería, les das visibilidad. ¿Cuál crees que es la importancia de asumir este papel que te permite hacer cruces, hacer circular nombres, mover el circuito en tiempos en que hay tantos libros y tan pocos espacios para difundirlos?
Trabajo desde los 16 años, me licencié de junior a los 24, publiqué un libro de poesía y la economía cuando uno trabajaba de junior era muy precaria. Arrendabas una pieza y con lo que te quedaba de sueldo comprabas libros. Podía comprar dos libros al mes, entonces había que elegirlos muy bien, y pasaba horas mirando las librerías para ver qué iba a comprar, porque no me podía equivocar por nada. Yo creo que eso lo fui trasladando a Metales Pesados y que funciona de la misma forma: llegaban los listados de las editoriales y empecé a decidir qué libros deberíamos vender y seleccionar. Entonces en la librería hay una suerte de curatoría de todo lo que se publica en Chile y en lengua española, es decir, no entra ningún libro que no me guste o sienta que no dé con el tono de la sociedad chilena. Me interesa que los libros tengan algo que decir, que sean políticos en el sentido de la palabra y tengan un espacio critico.
—También eliges todo lo que está en la vitrina.
Sí, primero saludo a mis compañeros de trabajo, que ayudan mucho y saben mucho, pero saben también que no se pueden meter en la vitrina e incluso me hacen bromas, sacan un libro y ponen otro, y yo llego y me doy cuenta inmediatamente. La vitrina es fundamental, hay que poner libros que enganchen con el público, con el lector. Siempre estoy poniendo libros que tengan temas coyunturales, eso me interesa mucho.
—De hecho, tú fuiste, junto con Aldo Perán, encargado de elegir los nombres de Selección chilena 2000-2016, el libro con textos de autores chilenos que publicó la editorial peruana Estruendomudo, y también estuviste a cargo del stand chileno de la Feria de Guadalajara.
Me gusta seleccionar los libros y guiar a los autores. Siempre cuento esa anécdota muy bella de cuando llegaba Diego Zúñiga vestido de escolar a la librería y yo le recomendaba novelas. Después, un día, llega él con un manuscrito de sus cuentos. Ha sido así con muchos escritores que han pasado de jóvenes por la librería. Me gusta irlos guiando en la lectura y empujándolos en mi deseo de que sean testigos de una época, cronistas de su época. Eso es fundamental. Yo creo que el escritor tiene que ser un cronista de su época, tiene que dar cuenta de la historia que lo rodea.
—Hay pocos espacios en los medios de comunicación para la literatura, para comentar libros. Faltan voces de críticos que ordenen un poco el panorama y que lancen directrices entre tanta editorial nueva. ¿Crees qué hay un declive de la crítica literaria en Chile?
Sí, hay declive porque se ha ido achicando el espacio cultural. A fines de los ochenta había un espacio gigantesco de revistas, diarios; mucha prensa escrita cultural, y ahora uno ve la disminución de espacio que hay en La Tercera, por ejemplo. También está Artes y Letras, que es puro adobe y patrimonio. Sé que hay mucha voluntad de muchos periodistas de querer trabajar en temas actuales y no se da, porque hay problemas con los editores. Siempre digo que la cultura no es ajena a la política. Si uno ve la composición política en Chile, lo que está ocurriendo es lo mismo que pasa en la cultura: falta renovación, faltan cambios. Hay mucha gente que tiene que dar un paso al costado y dejar que las nuevas generaciones pongan temas nuevos en el debate cultural y crítico. Eso se echa de menos. Somos un país muy endógeno, nos cuidamos mucho. No hay independencia en la critica salvo Patricia Espinosa. Un crítico tiene que estar distante de todas las editoriales, grandes o chicas. No sé si un escritor está feliz cuando lee la crítica que le hizo su amigo, no sé si ese escritor se encuentra satisfecho con la crítica sabiendo que toma café con él, que conversan. A mí no me gustaría.
—Mucha gente a fines de los ochenta y comienzos de los noventa quería hacer revistas. Tú estuviste involucrado en Piel de Leopardo y Matadero, que abordaron poesía y artes visuales. En esa época también estaba Numero quebrado y Manuscritos. En Metales Pesados le dan un lugar importante a las revistas, algo bastante raro en las librerías hoy. ¿Cómo crees que se explica la escasez actual de medios culturales independientes?
Yo creo que los profesores universitarios juegan un papel importante en conectar a los estudiantes de periodismo o literatura con los medios. Si el profesor no tiene interés en eso, no va a ocurrir nada y el estudiante durante los cinco años de estudio no va a saber cómo se hace el diseño de una revista, cómo se hace una editorial, como se selecciona. Ahí tenemos un espacio absolutamente perdido. Deben haber lugares donde los chicos puedan ejercer su pensamiento crítico o puedan publicar sus primeros poemas, ensayos, cuentos. Por ahí se empieza. La mayoría de las revistas que hicimos en los ochenta mostraba una producción de escritores chilenos y latinoamericanos. Los profesores tienen que motivar a que los estudiantes realicen una revista para que vean cómo se trabaja, para que vayan a una imprenta, coticen una revista de papel, piensen el diseño, elijan la diagramación, las imágenes. Porque no basta con la web. Cuando editas una revista, los artículos los revisa un comité editorial. En la página web, subes lo que quieras, no hay un editor, hay un yo absolutamente neoliberal tanto de izquierda como de derecha, es un yo, yo, yo, y como nadie me dice nada, no hay pudor. No hay curatoría, no hay un comité editorial que discrimine, es un diario de vida. La web es una democracia sin espacio critico.
—Has dicho que echas de menos las mentes criticas que dieron coherencia o articularon la escena de los ochenta, como Nelly Richard, Diamela Eltit o Enrique Lihn, que agitaban el mundo de la cultura. Mencionabas que los escritores tienen que ser capaces de adelantarse a su tiempo y sugerir hacia dónde va la sociedad. ¿Quiénes crees que son estas figuras hoy?¿Ves una escena más bien desarticulada, donde faltan estos personajes que le den una cierta coherencia?
Creo que en Chile se desprecia la palabra intelectual, porque el intelectual tiene un punto de vista y una ideología con respecto a las cosas. Existen, pero no están en los medios y no tienen dónde expresar esas ideas. Siempre me sorprendió mucho cuando leí una entrevista que le hicieron a Paulina Flores en Artes y Letras: el periodista le hacia una pregunta y ella trataba de irse hacia lo que quería plantear. Eso lo encuentro un gran valor. Te puede entrevistar Artes y Letras, un medio que no es afín con tu sensibilidad política y cultural, pero tratas de meter un tema que te interese en ese momento. Uno tiene que usar los medios, doblarle la mano a los medios para poder expresar lo que uno quiere decir.
—Aparte de Paulina Flores, ¿ves que hay otra gente?
Matías Celedón también es muy brillante. Diego Zúñiga, Yanko González, que es un poeta muy inteligente y aprovecha cada medio para decir las cosas que quiere decir.
—Conociste la escena cultural de los ochenta siendo joven, y en ese tiempo disciplinas como la poesía y las artes visuales tenían vasos comunicantes; es cosa de pensar, por ejemplo, en Lihn o el CADA. Da la impresión de que esto no ocurre hoy; las disciplinas, al parecer, están cada vez mas enfrascadas en sí mismas.
Hay una cosa que me llama la atención y es por qué los escritores o la gente joven no tiene una ideología o una militancia. En los ochenta teníamos un enemigo en común, que fue la dictadura de Pinochet, entonces todos nos uníamos ante ese enemigo y nos expresábamos en todas las artes, en todo lo que se hizo en ese periodo: la música, el cine, la performance, la poesía. Pero ya no tenemos nada así, quedamos huérfanos frente a algo que nos uniera. Nos disuelven las tarjetas de crédito, los viajes al extranjero. Creo que no se da porque no hay militancia. Giorgio Jackson siempre va a la librería, es un gran lector, pero nunca he visto una invitación de Revolución Democrática a la cultura; no sé qué hace RD en cultura. No sé qué hace con cultura la DC, el PS; no sé en qué participan aparte de las batucadas, no sé quién hace los programas culturales, no sé en qué están, porque nunca hablan de cultura. Sin cultura no hay política, la base de la política es la cultura. Si un partido joven como RD no tiene un aparato cultural que tenga visibilidad, entonces no existe, no va a existir jamás. La única forma de llegar de Arica a Punta Arenas es con un espacio cultural, con eventos, foros. Eso no está y es un gran problema.
—Una salida a esta carencia de espacios en los medios podría ser esta proliferación impresionante de editoriales que hay ahora, que podría estar supliendo un poco el vacío de voces críticas.
Hay una explosión de editoriales en los últimos años y hay que reconocer que es gracias a los fondos concursables, lo que me parecen muy bien, pero más allá de llamarlos editores independientes, que no me gusta mucho (editorial independiente es cuando tiene un pensamiento independiente), hay que inscribirse en una idea, hay que pensar qué es lo que se quiere aportar a la sociedad con novelas, ensayos, poesía. Esa es la independencia. No tiene que ver con ser independiente porque publico diez, veinte ejemplares. La independencia tiene que ver con tener claramente una idea editorial. Metales pesados partió como una editorial de pensamiento crítico de arte latinoamericano, filosofía y estética; la idea era buscar autores jóvenes latinoamericanos. Eso es tener un punto y una mirada. Y hay que correr riesgos. Una editorial lo que hace es correr riesgos.
—Volviendo a los ochenta, una época en que había un enemigo común, como dijiste, se daban peleas a muerte entre poetas e intelectuales. Hoy podría decirse que hay una cierta tibieza en el ambiente cultural, ¿no?
Sí, una tibieza y una cosa muy conservadora, políticamente correcta. Por una parte, tenemos una gran lucha por los derechos de la mujer a favor del aborto, pero no basta con salir a marchar. Tiene que haber una contingencia más fuerte, tiene que haber más diálogo y debate dentro de las universidades, en los patios. Por ejemplo, no ha salido ninguna revista que haga tensión dentro del movimiento feminista. No hay que quedarse solamente en la imagen de miles mujeres marchando en la Alameda, la lucha tiene que ramificarse y ampliarse a los sectores sociales, y ahí quedaron fuera todos los partidos políticos. Por eso se echa de menos la voz de mi gran amigo Lemebel. ¿Qué hubiera pensado, qué hubiera reflexionado con respecto a estas cosas hoy, que estamos enganchados políticamente con el pasado?
—Conociste a Pedro el año 83, en una marcha.
Sí, fui a una de las primeras marchas a tirar panfletos y ahí en una encerrada de Carabineros me agarra un tipo y era Pedro Mardones.
—¿Viste Lemebel, el documental de Joanna Reposi?
Lo vi y extraño dos cosas: primero, la figura de Gladys Marín, que fue muy importante en la política del Pedro. La única vez que el PC se abrió al mundo homosexual fue con Pedro y la Gladys Marín, y después creo que se cerró y también la militancia en el mundo homosexual. Segundo, Pedro se construye su imaginario en la escritura de las artes visuales a partir de una política de la calle, y eso no lo veo reflejado en el documental. Uno que estuvo más cercano a Pedro, sabía cómo actuaba y conocía su pensamiento. Joanna se centró en el material que le facilitó Pedro Montes, yo y mucha gente más. Esperaba más de ella. El documental es bastante bueno si estás a dos mil metros de la biografía de Pedro, pero si estás a un metro de su biografía, no te va a gustar.
* Esta entrevista fue realizada en el programa radial Palabra Pública de Radio Universidad de Chile el 4 de octubre de 2019.
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Desde 2019, el programa radial Palabra Pública ha sido una plataforma de conversación con importantes figuras de la cultura, la academia, las ciencias y la sociedad civil. Rescatamos en esta sección de archivo algunas de esas entrevistas.