Sus títulos representan un 10,95% de la producción chilena y hoy tienen una fuerte presencia en librerías. Muchos de estos sellos han ampliado sus catálogos, incorporando temas de interés general a las colecciones académicas. Tienen edades y trayectorias diferentes, pero todos cumplen la importante labor de socializar el conocimiento y poner en circulación libros de autores clásicos y contemporáneos.
Por José Núñez | Ilustración: Fabián Rivas
En 1943, apenas circulaban libros y revistas en Chile, ya que la Segunda Guerra Mundial detuvo el flujo de textos técnicos y científicos desde Europa. Fue entonces cuando a un grupo de estudiantes de la Universidad de Chile se le ocurrió crear una central de apuntes, un proyecto que años más tarde fue respaldado por el rector Juvenal Hernández. Así nació Editorial Universitaria en 1947, la más importante del país durante la segunda mitad del siglo XX y el precedente histórico de la edición universitaria local.
La editorial tuvo talleres de imprenta, 18 librerías en todo Chile, colaboradores destacados y colecciones valiosas, en las que se publicó a autores como Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Nicanor Parra, Jorge Teillier y Humberto Maturana, junto con traducciones de clásicos griegos y de varios premios Nobel, entre ellos, Thomas Mann o Gabriel García Márquez. Con su ejemplo otras universidades comenzaron a incursionar en la edición y publicación de libros: la Universidad de Concepción creó su sello en 1957, mientras que la Universidad Católica de Valparaíso y la PUC lo hicieron en 1970 y 1975, respectivamente.
En estos días en que Editorial Universitaria celebra 75 años, también lamenta el fallecimiento de uno de sus fundadores, Eduardo Castro Le-Fort, quien fue una figura clave en el mundo editorial. Dirigió la Cámara Chilena del Libro y el gremio de editores independientes y estuvo ligado al sello por casi 60 años. “Lo que editorial es hoy se debe en gran medida a la innovación y al sueño que él tenía. Fue un hombre íntegro, paciente y de trato cordial”, recuerda Lilian Isamit, actual gerente general.
Editorial Universitaria contribuyó a cimentar una industria que hoy vive un buen momento, con títulos que han logrado posicionarse en las listas de libros más vendidos. En el último tiempo han aparecido en el ranking de El Mercurio Loca fuerte, de Óscar Contardo (Ediciones UDP), Poesía, de Violeta Parra (Editorial UV) y Manifiesto. Peligros y oportunidades de la megacrisis, de Gastón Soublette (Ediciones UC), por nombrar algunos. Matías Rivas, director de Publicaciones de la Universidad Diego Portales, proyecto que mediante las colecciones de poesía, ensayo, crónica y testimonio, además de traducciones inéditas, ha logrado un importante reconocimiento a nivel internacional, señala: “Son pocos los libros de los grandes conglomerados que aparecen en las listas de lo mejor del año, porque corren pocos riesgos. Ahí las editoriales universitarias o pequeñas tienen una importancia fundamental: son laboratorios en los cuales se genera literatura”.
Según el informe 2021 de la Cámara Chilena del Libro, existen 41 editoriales asociadas a casas de estudios, con un total de 934 títulos publicados en 2021, cantidad que representa el 10,95% de la producción total. Una investigación aún no publicada del Observatorio del Libro y la Lectura (OLL) de la U. de Chile reveló que, entre 2010 y junio de 2018, las universidades tuvieron un crecimiento sostenido en su actividad editorial, alcanzando un máximo en 2016, en que se registraron 840 publicaciones. María Eugenia Domínguez, coordinadora académica del OLL, afirma que en la última década los establecimientos de educación superior “terminaron de entender la importancia de la edición universitaria en el ecosistema del libro y la lectura”.
Para Yanko González, poeta, antropólogo y director de Ediciones U. Austral de Chile —que tiene en su catálogo libros de Roger Chartier o Jacques Derrida—, el auge se explica por un “contexto socioestructural y cultural relacionado con la cualificación y el desarrollo de la institución universitaria en Chile; los avances en las políticas de Estado a través del Fondo del Libro; y por las revoluciones tecnológicas y materiales que posibilitan contar con publicaciones, ya sea en papel o digital, de manera mucho más expedita y económica”.
Hoy existen distintas editoriales universitarias con una fuerte presencia en librerías. Tienen edades y trayectorias disímiles, pero todas cumplen un rol que las distingue de una exclusivamente comercial: su compromiso con la democratización del saber y su contribución a la conversación pública. Ricardo Casas, director de la Editorial U. de Los Lagos, lo resume así: “Estas editoriales son un puente entre la universidad y la comunidad, permiten que exista un vaso comunicante a través de los libros”. Se trata de un vínculo con una larga tradición: por ejemplo, la Oxford University Press, fundada en 1586, es hoy la editorial universitaria más grande del mundo, mientras que la editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México, creada en 1910, es una de las más importantes de Hispanoamérica.
En Chile, la mayoría de estos sellos son organismos no lucrativos: “Nosotros vendemos al costo para hacer circular los libros. Los administrativos muchas veces se preguntan qué sentido tiene, pero hay que medir el valor intangible”, afirma Óscar Lermanda Vera, director de la Editorial U. de Concepción. Es por esto que buscan vías que les permita autosustentarse. “Todos hacemos un poco de todo: firmamos acuerdos de trabajo con las facultades, adjudicamos concursos públicos, postulamos a compras públicas del Estado, intentamos levantar recursos extras y además tenemos presupuestos anuales, que nunca permiten publicarlo todo y que te obligan a trabajar con paciencia”, explica José Tomás Labarthe, director de Ediciones UCM, de la Universidad Católica del Maule, donde se han publicado a autores como Rosabetty Muñoz o Pedro Gandolfo.
Una educación extramuros
En 2019, el escritor Galo Ghigliotto fue nombrado director de la editorial de la U. de Santiago. Su primera gestión fue reordenar el catálogo y proyectar un cambio de imagen. Se crearon nuevas colecciones y se definieron tres áreas: cultura, conocimiento y divulgación científica, con libros escritos en “lenguaje ciudadano, es decir, una forma de escritura más cercana y accesible para públicos no especializados”, afirma Ghigliotto.
Para convertir una tesis o un informe de investigación en un libro, la USACH creó un fondo que busca fomentar el área de comunicación de las ciencias y humanidades, proceso acompañado de talleres de escritura. “Lo que importa es la vocación comunicativa que tiene el autor”, afirma Yanko González, quien insiste en que el propósito de una editorial universitaria debe ser fortalecer la vinculación con el medio.
En el caso de Ediciones UACh, se constataron los saberes con mayor potencialidad en la universidad —el ámbito silvoagropecuario y las ciencias médicas— y se apostó por difundir autores que son parte del patrimonio intelectual de la casa de estudios, entre los que están los filósofos Luis Oyarzún y Jorge Millas o el Premio Nacional de Literatura Fernando Santiván. A su vez, se crearon tres colecciones: cultura escrita, ensayo contemporáneo y poesía.
Las editoriales universitarias regionales deben superar obstáculos como los mayores costos de impresión y distribución, la centralización de los medios de comunicación y la burocracia administrativa. A pesar de esto, prosperan. “Nuestro rol tiene que ver con devolver a la comunidad local el conocimiento que los investigadores consiguen en los territorios”, declara Ricardo Casas.
Con el fin de unir fuerzas, estos sellos crearon en 2019 la Red EDIUR. Conformada por 18 editoriales regionales, la agrupación busca promocionar el trabajo de cada una, incrementar la presencia en ferias de libro —en las que participan con un stand colaborativo—, proyectar un punto de venta para los libros de la red y dialogar con las autoridades políticas, con vistas a obtener reconocimiento y promover la creación de fondos concursables para la literatura académica en regiones.
Un panorama diverso
Antes de la renovación de Ediciones UDP en 2003, con la llegada del poeta y editor Matías Rivas, el panorama no era muy alentador. Las universidades que tenían una editorial se limitaban en gran parte a publicar a sus académicos. Jovana Skármeta, parte del equipo de Editorial UV, de la U. de Valparaíso, destaca la importancia que tuvo este y otros proyectos para la reestructuración en 2012 del sello porteño: “El rector Aldo Valle buscaba volver a lo que fue en su minuto Editorial Universitaria, un referente en literatura. Después las editoriales universitarias fueron dedicándose más a lo académico, hasta que apareció UDP”.
El sello partió con la publicación de Poemas del otro, libro inédito del poeta vanguardista Juan Luis Martínez, al que se sumó El Paseo Ahumada, de Enrique Lihn y El escribidor intruso, obra que reúne la producción periodística de José Donoso. “Necesitaba tener presencia en las librerías. En ese entonces tenía dos colecciones, Huellas y Poesía, que ocupaban mucho espacio en los mesones, pero así obtenía visibilidad”, cuenta Rivas. El diseño estuvo a cargo del artista Carlos Altamirano: en la tapa aparecía la fotografía del autor y la tipografía estaba inspirada en La nueva novela, obra célebre de Juan Luis Martínez.
La apuesta por géneros como la poesía, considerados en ese tiempo poco comerciales, fue parte de su política editorial. Pronto, Ediciones UDP fue ampliando su catálogo y creó colecciones de biografía y crónica, con las que ocupó un nicho poco explorado en el mercado. Más tarde, amplió su distribución a España, Argentina, México y Perú con títulos aplaudidos por la crítica, y así logró convertirse en un sello de referencia en Hispanoamérica.
Su propuesta comenzó a ser replicada por otras universidades, lo que ha permitido acceder a mayores títulos y catálogos diversos. Algunos ejemplos son la mencionada Editorial UV, que logró posicionarse con autores como Violeta Parra, Gabriela Mistral, Jorge Teillier, Rubén Jacob o Adriana Valdés. Editorial USACH ha publicado libros de María Galindo, Lorena Amaro y Joaquín O. Gianuzzi, junto con traducciones de autores extranjeros. Por otro lado, Editorial Universidad de Talca cuenta con colecciones de prestigio como la del Premio José Donoso, que incluye a los ganadores de este galardón, entre ellos, Javier Marías, Diamela Eltit, Pedro Lemebel y Cristina Rivera Garza. Ediciones Universidad Alberto Hurtado, en tanto, con las colecciones Biblioteca chilena y Biblioteca recobrada, ha recuperado la obra de narradoras chilenas del siglo XX, además de publicar ediciones críticas de escritores como Baldomero Lillo, Joaquín Edwards Bello y Marta Brunet.
En paralelo, Editorial Universitaria está ampliando su catálogo digital, con el que esperan llegar a más lectores. El sello publicó recientemente 1891. Año de sangre, del periodista Emiliano Valenzuela, y Proposiciones. Ensayos de teoría crítica, del ensayista y crítico Grínor Rojo.
La lista es larga y podría aumentar considerando los títulos de Ediciones UC, Ediciones Universidad Finis Terrae o la Editorial U. de Magallanes, dirigida por el escritor Óscar Barrientos, cuyo propósito es rescatar autores regionales y divulgar investigaciones relacionadas con la Patagonia. “Las editoriales universitarias se han preocupado de variar en contenido, lo que ha hecho que la bibliodiversidad crezca en una importante medida y eso enriquezca la oferta cultural y literaria”, explica Galo Ghigliotto. Algo similar plantea María Eugenia Domínguez, quien afirma que estos sellos “cumplen con abrir el espectro de puntos de vista y títulos posibles”, sin olvidar que detrás de estas iniciativas hay instituciones comprometidas socialmente con la difusión de ideas. Para Yanko González, este punto resume la identidad y la misión de las editoriales universitarias: «el mandato de toda universidad con compromiso y vocación pública es poner el saber a disposición de una sociedad”.