Pensar el futuro desde el fin del mundo

El escritor Óscar Barrientos lleva más de cien días encerrado en su casa, junto a su familia, en el barrio croata de Punta Arenas, su ciudad natal. Una cuarentena voluntaria que le ha permitido, de todas formas, observar cómo la pandemia ha afectado a la capital de la región de Magallanes. Un lugar habituado al aislamiento y que luego de vivir intensamente el estallido social de octubre ahora lucha para sobrellevar una crisis sanitaria que estuvo dos veces a punto de colapsar la red de salud.

Por Diego Zúñiga

—A los magallánicos el aislamiento no nos resulta algo nuevo. No es una palabra ajena. 

El que habla es el escritor Óscar  Barrientos, por teléfono, desde Punta Arenas. Lleva encerrado en su casa junto a su pareja y sus dos gatas desde el 16 de marzo, un par de días después de que se conocieron en Chile los primeros casos de contagiados por el Covid-19 y donde la capital de la región de Magallanes fue una de los que registró, muy temprano, un caso positivo: un día después de que Barrientos comenzara una cuarentena voluntaria, se daba a conocer en Punta Arenas la noticia de un primer contagiado, un alumno de la Universidad de Magallanes, de 23 años, que trabajaba como guía turístico. A partir de ahí, la ciudad ha atravesado un vaivén de experiencias con la pandemia y que Barrientos considera que se podrían dividir en tres momentos:

El escritor magallánico, Óscar Barrientos.

—Lo primero fue el tema de los cruceros, cuando se dijo que no era prudente la entrada de cruceros y un montón de gente fue al Muelle Prat a evitar que desembarcaran los turistas. Lo segundo fue la noticia de que Punta Arenas, en un momento, a principios de mayo, se convirtió en la comuna de Chile con más tiempo en cuarentena. Yo creo que eso a todos nos puso un poco nerviosos, era difícil. Y el tercer momento importante fue cuando levantaron la cuarentena y empezó esta “nueva normalidad”. Ya llevamos un rato así, pero el rebrote sorpresivo de hace unas semanas volvió a complicar las cosas. 

El rebrote del que habla Barrientos ocurrió en dos plantas pesqueras que estaban funcionando sin los resguardos sanitarios a comienzos de junio. Ambos lugares fueron clausurados por la autoridad sanitaria. Las cifras de la región, a comienzos de julio, muestran que son más de 1.500 los contagiados y que han fallecido 15 personas producto del Covid-19. Unos meses antes, a fines de abril, Ciper Chile publicaba un reportaje titulado: “La receta de Punta Arenas: dos veces ha estado al borde del colapso y su red de salud respondió”. 

En ese momento, Punta Arenas era la ciudad que tenía el mayor nivel de contagio en el país. Por eso tuvieron que reaccionar rápido para evitar el colapso: aumentaron sus camas UCI, reorganizaron turnos y montaron un laboratorio para procesar exámenes de detección y así no tener que depender de los laboratorios de Santiago. —Ahora todo parece un poco más tranquilo, pero en realidad no hay ninguna certeza.

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Óscar Barrientos Bradasic nació en marzo de 1974 en Punta Arenas, ciudad donde ha vivido la mayor parte de su vida. Es profesor de Literatura —hace clases en la Universidad de Magallanes— y ha publicado más de diez libros, entre novelas, cuentos y poesía: Trilogía de Puerto Peregrino (Cinosargo, 2015), Paganas patagonias (LOM, 2018) y Saratoga (Emecé, 2018) son algunos de sus últimos y celebrados títulos. Vive en el barrio croata y lleva más de cien días en cuarentena. Ahora sus alumnos de la universidad están en paro virtual.

Dice que le costó acostumbrarse a las clases remotas, pero que ya le había agarrado el ritmo. Más de cien días en cuarentena, repite. 

—Salgo a comprar a los almacenes de aquí cerca, pero nada más. Un día tuve que ir al centro a hacer un trámite y me impresionó ver que había una nueva cotidianidad, y que las personas la asumieron muy rápido.

—¿Y cómo ha afectado todo esto a tu proceso de escritura? ¿Has podido escribir? ¿Has podido leer?

 —Es cierto que hay un tiempo y espacio real para la escritura. Pero no es un estado contemplativo, onda torre de marfil, no, nada de eso. Cuando uno se informa, cuando ve y lee noticias, es tanta la crudeza de lo que está pasando, es tan apoteósico y terrible, que es imposible concentrarse. Estamos cotidianizando el apocalipsis… el dolor, la muerte… inevitablemente, todo eso creo que va a atravesar lo que estoy escribiendo, que son unos cuentos infantiles. También ha estado revisando y corrigiendo algunos textos que escribió hace un tiempo. Y no ha dejado de pensar en un cuento de Edgar Allan Poe: La máscara de la muerte roja. Es un cuento que empieza así: “La ‘Muerte Roja’ había devastado el país durante largo tiempo. Jamás una peste había sido tan fatal y tan espantosa. La sangre era encarnación y su sello: el rojo y el horror de la sangre. Comenzaba con agudos dolores, un vértigo repentino, y luego los poros sangraban y sobrevenía la muerte. Las manchas escarlata en el cuerpo y la cara de la víctima eran el bando de la peste, que la aislaba de toda ayuda y de toda simpatía, y la invasión, progreso y fin de la enfermedad se cumplían en media hora…”.

 —He pensado mucho en ese cuento a propósito de cierta torpeza de nuestros gobernantes, que es una torpeza que no viene de ahora, sino que está atravesada por el estallido de octubre. En el cuento hay un deseo de renegar de la muerte y finalmente la muerte ingresa igual… Me da la sensación de que la muerte, la peste, refleja el juicio de la historia que quieren evadir algunos de nuestros gobernantes.

—Ahora que haces mención al estallido de octubre… ¿Pareciera que es inevitable leer toda esta pandemia sin pensar en lo que ocurrió en el país después de ese 18 de octubre, no? 

—Hay un proceso que se repite en muchos lados de Chile: ¿te has fijado que el eje de la discusión política no ha pasado por el Congreso, sino que ha transitado entre el Poder Ejecutivo y las municipalidades? La línea de fuego principal han sido las alcaldías, que tienen la mayor capacidad de decisiones de cosas muy perentorias, y eso te habla de cierta lentitud procedimental de las leyes o cierta distancia entre las leyes y la realidad… ¿Te has fijado que desde octubre que los alcaldes han aparecido contraviniendo el poder central? Son gestos que me parecen importantes.

Creo que eso va a ser una reflexión que vamos a tener que hacer cuando pase el tiempo y pensemos en todo lo que ha ocurrido.

—¿Y cómo se vivió el estallido social en Punta Arenas? 

—Tuvo una enorme presencia, un gran calado. Manifestaciones grandes, multitudinarias… Lo que pasa es que Magallanes es una zona históricamente de huelgas obreras, con una tradición sindical muy fuerte. Piensa que la primera protesta contra Pinochet, fuera de Santiago, ocurrió aquí, el famoso “Puntarenazo”. Hay que recordar, además, que Magallanes no es una zona piñerista, y si a eso le sumamos el centralismo como un factor más de los abusos contra los que se ha salido a protestar desde octubre, entonces tienes una ciudad donde se vive con mucha fuerza el descontento.

Punta Arenas fue una de las primeras ciudades de Chile donde se decretó cuarentena por la pandemia de Covid-19.

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—Contabas que en estos casi cuatro meses de cuarentena has ido dos veces al centro de Punta Arenas. ¿Cómo se ha comportado la población con respecto a las cuarentenas y al distanciamiento social? 

—Tengo la sensación de que en un primer momento la gente tuvo un cierto temor y se ocultó bastante, se guardó. Después, la gente empezó a decir: ya, no es para tanto, y comenzaron a salir. Me inquieta mucho cuando veo en redes sociales personas en los bares, en la calle. De todas formas, la ciudad ha funcionado bien. Aunque el tema del abastecimiento es algo que siempre está rondando.

—¿En qué sentido? 

—Ese es un tema: en un momento dado, si hay una crisis general, las cosas no van a llegar. Lo hemos vivido. Es una espada de Damocles en las regiones extremas y que ninguna autoridad puede pasar de largo. Hasta ahora hemos resistido bien, pero no es algo que podamos olvidar.

—Decías que para los magallánicos el aislamiento no es algo nuevo. ¿De alguna forma eso ha determinado la manera en que han afrontado esta pandemia?

 —Creo que vivir en uno de los extremos del país es algo que determina tu forma de ser, de relacionarte con el mundo. Modela el temple de sus habitantes. Entonces la palabra aislamiento es algo con lo que siempre hemos convivido. Lo curioso, ahora, es que la cuarentena es una legitimación de ese aislamiento, y entonces surgen otros problemas que siempre han estado ahí: el vivir tan lejos del centro metropolitano siempre ha hecho que todo sea más difícil, muchísimo más desigual, y eso ha quedado en evidencia con la pandemia.

—¿Cómo se piensa el futuro desde el fin del mundo? 

—Hay dos factores que para mí son medulares y que no pueden pensarse por separado: el estallido social y la pandemia. Ahí están y seguirán estando ahí porque están cambiando nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Son los pilares constitutivos de una nueva sensibilidad —escritural, artística, estética— y no se pueden evadir, están a la vista. El estallido social remeció las estructuras del país como no había ocurrido hacía muchísimos años. Los abusos del mercado y de los gobiernos que fueron serviles a las políticas de mercado: las Isapres, las jubilaciones, las colusiones de las empresas… Todo eso está puesto en entredicho, y para mi generación, para los que fuimos jóvenes en los 90, todo esto me parece que ha sido una experiencia refrescante desde lo emocional, ver que se está moviendo el país…

—¿Y la pandemia, cómo funcionaría en este entramado? 

—Creo que la pandemia nos obligó a entender que lo apoteósico no es algo que está en una distopía orwelliana o en una distopía de H. G. Wells, sino que es algo que está ahí, cuando voy a comprar al almacén de la esquina. La muerte como un fantasma acechante que nos interpela a cada rato. Me imagino que la literatura va a dar cuenta de todo esto, que se escribirá y reescribirá la historia de nuestro paso por estos días.

—¿Probablemente vengan muchos textos autobiográficos, no? 

—Tal vez. Lo que pasa es que los bombazos están súper cerca. Hay amigos enfermos, gente que uno conoce. Nadie está a salvo. Pero creo que todavía estamos muy perplejos, medio noqueados, entonces no ha llegado el momento de la lucidez ni la interpretación de todo lo que hemos vivido en estos meses.

Efraín Barquero: “Mi seudónimo está relacionado con la muerte”

Su nombre era Sergio Barahona. Fallecido el pasado 29 de junio, a los 89 años, el Premio Nacional de Literatura 2008 cuenta en esta conversación hasta ahora inédita, ocurrida en 2017, que el mismo día que firmó su primer libro asistió a la muerte de su padre. También se refiere al exilio, a su regreso a Chile después de haber vivido más de 25 años en Francia, a la dimensión social y religiosa de su poesía y a las nuevas generaciones.

Por Javier García Bustos

Su libro La compañera fue una suerte de hit desde su aparición a mediados de los años 50. Incluso tuvo una edición popular por editorial Nascimento. “La he tomado de entre los rostros pobres/ con su pureza de madera sin pintar”, señalan algunos versos de Efraín Barquero que se reproducen una y otra vez en las mejores antologías de poesía chilena y latinoamericana.

“Pero dejó de existir esa compañía tan profunda”, dijo el poeta en 2017. Un año antes, en 2016, había fallecido su compañera y esposa Elena Cisternas Franulic: la compañera. Se habían conocido en la década del 50 y formaron una familia con tres hijos. 

“Para mí fue un golpe fuerte, porque ella me acompañó por todas partes del mundo. Era la compañera, la amiga, la madre, la hermana, tenía todos los papeles de la mujer. Además, era una persona muy entendida en pintura, música y luego en poesía. A veces me hacía unas críticas demoledoras”, señaló Efraín Barquero en un diálogo entablado en su departamento ubicado en calle Antonio Varas, en Providencia, Santiago, donde el pasado 29 de junio falleció, a los 89 años, a causa de una enfermedad pulmonar crónica. 

El poeta y Premio Nacional de Literatura 2008, Efraín Barquero, falleció el 29 de junio pasado, a los 89 años.

Por esos días y hasta su muerte, el poeta estaba acompañado de una empleada y sufría además las secuelas de una miastenia, una enfermedad neuromuscular que se le notaba en la frecuencia y la manera en que con los dedos de una mano no dejaba de golpear la mesa, como marcando el ritmo. En aquella visita de hace tres años, quien nació en 1931, en Piedra Blanca (Teno, Curicó), con el nombre de Sergio Efraín Barahona Jofré, habló de sus orígenes y del grupo que integró: la generación literaria del 50. También se refirió a su seudónimo: Efraín Barquero, con el que recibió varios reconocimientos, como el Premio de la Academia Chilena de la Lengua en 1993, el Premio Municipal de Literatura de Santiago en 1999 y el Premio Nacional de Literatura en 2008. La primera vez que fue candidato al Premio Nacional fue cuando lo obtuvo Humberto Díaz-Casanueva, en 1971.

 “Yo nunca hice lobby ni nunca he estado detrás de ningún premio. Cuando me dieron el Premio Nacional de Literatura yo estaba en Francia, de manera que no pude empujar nada”, comentó riendo en 2017. “Esto también tiene que ver con mi carácter más bien tímido, y así me es difícil andar buscando premios”, añadió. 

Se crió en el mundo campesino, junto a su madre y su padre, quien era panadero y dueño de una pequeña panadería en Teno. “Hay el orgullo del que produce este fruto”, anotó el poeta en el texto Arte de vida. También es autor de El pan del hombre

Su comienzo en la escritura, eso sí, no fue la poesía. Siendo un adolescente, Efraín Barquero comenzó escribiendo crónicas deportivas. Iba al estadio a ver los partidos de fútbol en las canchas del sur y luego apuntaba textos de ficción con el seudónimo de “Centro mirón”. Estudió en el Liceo de Constitución, según él, al colegio le escribió su himno. Allí disfrutó de su biblioteca. 

“Literatura chilena y española y las crestomatías con los textos extranjeros”, recordó el autor citando a Víctor Hugo, Charles Dickens y Fiódor Dostoievski. En el liceo conoció una “antología de Neruda” y Barquero recordó cómo despertó su interés: “Este verbo poderoso nos alimenta, nos hace comprender la nueva poesía y nos hace sentir que estamos vivos”. 

Su debut literario fue financiado por tres amigos del barrio: el poemario La piedra del pueblo de 1954, que contendría justamente una nota inicial de Pablo Neruda. “La poesía de Efraín Barquero tiene cuerpo. Es un material rico, una reconstrucción según las leyes de la vida”, señaló el Premio Nobel de Literatura.

 “Al crear un seudónimo me estaba apropiando de una identidad. Quería ser yo mismo. Efraín era por mi segundo nombre, pero el primer nombre de mi padre, y Barquero, recuerdo que una vez dije que era por los barqueros del Maule, donde pasé algunas temporadas de mi infancia”, señaló hace tres años el escritor. “Pero también tiene que ver con el mito de Caronte, el barquero de la parte del Infierno de La divina comedia. Es un seudónimo que está relacionado con la muerte”, agregó.

—¿Por qué? 

Misteriosamente, el día en que publiqué mi primer libro, estimulado por tres amigos, puse el nombre de Efraín Barquero, ese día tuve que viajar a ver la agonía de mi padre, quien murió esa misma noche. Recuerdo que ese día llegó un telegrama a mi madre relatando que él estaba mal y yo viajé en una micro desde Santiago a Teno, donde estaba mi padre. Yo firmé ese día mi libro y ese día murió mi padre.

El poeta Efraín Barquero en su juventud. Crédito de foto: efrainbarquero.net.

Pekín, Marsella y la Biblia 

Efraín Barquero estudió Derecho en la Universidad de Chile y también pasó por el Instituto Pedagógico. Llegando a Santiago arrendó una pieza en un cité de Estación Central. “Conozco a los personajes de esas calles: prostitutas y lavanderas”, escribió el autor en el ensayo autobiográfico Arte de vida. 

Eran los años 50 y el poeta hizo amistad con sus compañeros de generación: Enrique Lihn, Jorge Teillier, Armando Uribe, Alberto Rubio y Rolando Cárdenas. “Yo venía de un pueblo del sur, de una familia campesina, y pude relacionarme con estos nombres, que fueron grandes poetas y amigos”, comentó Barquero en 2017. 

Su obra, ligada al campo, a lo popular y a lo social fue publicada en una veintena de libros como Enjambre, El regreso y Maula. A lo largo de su trayectoria, el poeta recibió elogios y comentarios de importantes críticos y escritores como Ignacio Valente, Alone, Naín Nómez, Juan Antonio Massone, Federico Schopf y Alejandro Zambra. 

Este último escribió en la prensa, en 2004, tras la aparición del volumen El poema en el poema: “El autor ha mantenido una inusitada fidelidad a las obsesiones que han dado forma a su personalísima obra: la necesidad de preservar los vínculos familiares y, sobre todo, la vindicación del mito como único relato capaz de darle sentido a la existencia”, anotó el autor de la novela Poeta chileno

En 1962 Efraín Barquero viajó a China y pasó dos años en la capital, Pekín, invitado por el gobierno chino. De esa experiencia nació su libro El viento de los reinos (1967), poemario reeditado el año pasado por Ediciones Lastarria en conjunto con editorial Nascimento.

Aterrizando en Chile, el poeta se instaló a vivir en el sector de Lo Gallardo, cerca de San Antonio. Allá llegaban a visitarlo escritores como José Donoso y un personaje de la bohemia de la época, Eduardo “Chico” Molina. “Fue el Chico Molina quien me prestó el libro Exil, de Saint-John Perse, y con ese libro de modelo hicimos El viento de los reinos”, comentó Barquero en 2017.

La dedicatoria del poemario dice: “A Eduardo Molina Ventura por su espíritu poético. A mis antecesores en la ruta interior a la China primordial: Paul Claudel, Victor Segalen, Saint-John Perse, André Malraux y Marcel Granet”. 

“Saint-John Perse fue uno de los primeros poetas franceses que fue a China. Yo, estando en Francia, después tuve relación con el Instituto Saint-John Perse. Y como anécdota siempre cuento que en su museo hay un libro mío”, recordó el poeta. 

En la década del 70, para el golpe de Estado de 1973 en Chile, Barquero se encontraba en Colombia como agregado cultural del gobierno de Salvador Allende. “Yo tuve allá cierta actuación pública y me expulsaron, me dieron unos días para salir. Esto sucedió, recuerdo, porque hablé por la televisión y por la radio sobre lo que estaba ocurriendo en Chile”, señaló hace tres años el autor de La mesa de la tierra. 

“Lo profundamente humano está en todos los escritores. Un buen escritor, aunque escriba sobre ficción, suspenso, si es bueno, siempre va a transmitir los diferentes aspectos esenciales del ser humano. Lo precario, las penas, alegrías, las relaciones amorosas, los problemas sociales”.

Así fue como Efraín Barquero después de Colombia se fue a México y luego pasó un año en Cuba antes de exiliarse en Francia. En La Habana, donde fue jurado del Premio Casa de las Américas, escribió dos poemarios contra la dictadura liderada por Augusto Pinochet: Bandos marciales y El poema negro de Chile, ambos de 1974. 

Era la primera vez que, en su producción literaria, el poeta elaboraba un discurso más directo y cargado de un mensaje contingente. “Obra de fuerte contenido político”, escribió Naín Nómez. “Metaforiza la represión con un tono que intensifica la peculiar estética de Barquero”, agregó el académico. Uno de los poemas de Bandos marciales dice: “Se exagera el número de muertos/ en esta operación de limpieza de nuestro país./ Son muy pocos. Los justos, los necesarios,/ cuando están en juego cosas tan importantes/ como Dios, la Patria y Libertad”. 

Hace tres años el poeta contó sobre su travesía: “Posteriormente me fui a Francia porque fue el país que me dio el asilo. Primero estuve en Estrasburgo, luego en Aix-en-Provence y después me instalé en Marsella. Están, igualmente, las inclinaciones e intereses como la literatura y la poesía francesa. Estando allá yo escribí varios libros, pero todos relacionados con Chile, es por mi raigambre campesina”, contó el poeta, quien se dedicó a hacer clases en Europa antes de regresar definitivamente al país.

“En Francia hice clases de cultura latinoamericana, particularmente, de cultura precolombina. Me fue bien en ese terreno, a pesar de que yo no soy profesor y no me siento un profesor. Yo les pasaba el misterio de nuestras tierras como el libro Popol Vuh. La cultura maya e inca eran los temas que abordaba en clases”, narró Barquero.

—¿Por qué volvió a Chile? 

Fue en 2014 cuando volví otra vez al país. Me vine porque soy profundamente chileno. Necesito de alguna manera estar aquí. Creo que estuve bastante afuera, quizás demasiado, más de 25 años. Ahora, acá tengo lo mínimo, como murió mi mujer, los famosos grabados chinos, por ejemplo, de los años 60, los tengo guardados. Pero, en general, todo se pierde con los viajes.

—¿Cómo ve el vínculo de su poesía con lo religioso? 

Siempre hay algo sagrado en lo que uno escribe. Por ejemplo, en mi nuevo libro Escrito está (2017) hay una dimensión religiosa. Esa frase está en los Evangelios. Ahora eso vino a mi mente, yo no lo busqué. Leo la Biblia por interés cultural, no soy un especialista. Y esto pasa también porque donde yo me formé no había libros, excepto la Biblia que tenía mi abuelo, quien era apicultor. Y también existía la naturaleza, que era el gran libro para aprender.

—Hay, igualmente, una dimensión social en su poesía… 

Lo que pasa es que lo profundamente humano está en todos los escritores.

Un buen escritor, aunque escriba sobre ficción, suspenso, si es bueno, siempre va a transmitir los diferentes aspectos esenciales del ser humano. Lo precario, las penas, alegrías, las relaciones amorosas, los problemas sociales, etcétera.

—¿Cómo se llevaba con Pablo Neruda y Nicanor Parra? 

Con Neruda fue una relación fuerte, muy grande. Viví mucho junto a él, yo iba a verlo a su casa de Isla Negra. Me sirvió mucho para la vida y la poesía. Y cuando me hizo el prólogo a mi primer libro yo salté, en ese tiempo, a los primeros lugares de la poesía chilena. Fue un impulso muy grande. Con Parra no había vínculo en absoluto. Esto, a pesar de que yo escribí cosas de humor y burlescas.

—¿Y tiene relación con las nuevas generaciones? 

Creo que tal vez hace falta más diálogo con las nuevas generaciones. Ya no está ese fuego de la poesía que existía como sucedió con la generación del 50. Ahora he visto, a lo más, hace algunas semanas, a Pedro Lastra. Sobre las nuevas generaciones yo creo que es el cine, las series, lo que captura hoy mayor interés en ellos. Ahora, igual tengo contacto con los más jóvenes a través de correos electrónicos, me envían emails desde España y Francia. Es interesante lo que está ocurriendo en Chile en la política, por ejemplo, con el trabajo del Frente Amplio.

Raúl Zurita: “No nos vamos a morir sólo de biología; las mentiras del sistema van a ser nuestra muerte también”

Por más de 40 años, el poeta y Premio Nacional de Literatura ha usado la palabra como arma de lucha contra la opresión y el dolor, y hoy los poemas que trazó en el cielo en 1982, al igual que sus acciones junto al CADA, vuelven a estar vigentes. “La lucha por el lenguaje sigue siendo fundamental”, dice.

Por Denisse Espinoza A.

A sus 23 años, la vida de Raúl Zurita Canessa cambiaría para siempre. Era joven, pero ya tenía dos hijos con la artista Victoria Martínez —hermana del poeta Juan Luis Martínez—, cursaba el sexto año de Ingeniería Civil en la U. Técnico Federico Santa María y también escribía poemas que publicaba de forma fragmentada en distintas revistas literarias. Como militante comunista, el día anterior al golpe de 1973 había ido a una protesta; el 11 mismo lo llevaron preso, terminaría en el carguero Maipo junto a otros 800 detenidos. Fueron días de angustia, pero Zurita sobrevivió. No se quedó en Valparaíso, regresó a Santiago, a la casa de su madre, la italiana Ana Canessa Pessolo, y allí se fue reconstruyendo. 

El poeta y Premio Nacional de Literatura 2000, Raúl Zurita. Crédito de foto: Pepe Torres.

“Encerrado en ese barco tuve la sensación de que esa era toda la realidad, de que nunca hubo un mundo antes, de que todo había sido sólo ilusiones y de que lo único real es que te estaban matando a patadas. En ese momento me di cuenta de que la poesía era demasiado importante para mí, de que a través de la palabra y los poemas era la única forma en que podía combatir mi propia desesperación y la desesperación colectiva”, dice hoy el poeta, ganador del Premio Nacional de Literatura 2000 y del Premio Iberoamericano de Literatura Pablo Neruda 2016. 

Zurita pasa estos días recluido en su casa junto a su pareja, la escritora Paulina Wendt, y por videollamada contesta esta entrevista. De esos días ya lejanos de dictadura mantiene la convicción de que la palabra es un arma poderosa de denuncia y lucha contra la opresión, como la frase que escribió en el desierto de Atacama y que aún persiste: “Ni pena ni miedo”, con la que titula su último volumen de poesía y aproximaciones críticas a su obra que acaba de arribar a librerías italianas. A sus 70 años, el poeta confirma su relevancia internacional: el diario El País lo situó recientemente en una lista de favoritos para el Nobel entre autores de habla hispana como el español Javier Marías, el cubano Leonardo Padura y el colombiano Fernando Vallejos; y por estos días se preparaba para dictar un taller de poesía virtual en el Instituto Cervantes de Madrid. Y sigue escribiendo, recuperado de dos cirugías donde literalmente le abrieron el cerebro y el corazón. “El 2019 fue mi año operático”, dice entre risas y casi sin rastro de los temblores del párkinson que padece hace más de 20 años.

—¿Cómo se siente hoy después de lo vivido en 2019 y ahora enfrentando la crisis sanitaria que nos obliga a estar encerrados?

La estoy soportando bien, con mi mujer, y al solamente decir eso ya te hace ver tu situación de privilegio. Tú miras el mundo y es un horror la situación, la incertidumbre, las muertes. Estoy en cuarentena desde el 2 de marzo, llegué justo de Italia en esa fecha y decidimos con mi mujer encerrarnos y lo podemos hacer, ¿te fijas? Y esa situación no deja de tener algo de avergonzante. Encerrarse hoy es un privilegio y un lujo sobre la condición de tantos y tantas que no pueden hacerlo. Es tan tonto sentir culpa por algo que va más allá de ti, pero igual la sientes, no me siento bien en esta situación.

—En 2019 se sometió a una intervención al cerebro para disminuir los síntomas del párkinson. ¿Cómo vivió ese proceso? 

Fue duro, acá hay tanta gente que tiene lo mismo que yo y que podría acceder, pero es imposible porque en Chile es carísima, y como comenzó hace poco, no tienen la misma experticia para hacerla. En Italia está dentro del sistema público y vienen haciendo esta operación desde los 90, totalmente gratis. La operación fue de siete horas a cerebro abierto y quedé muy bien, porque ya con el párkinson prácticamente no podía caminar, cruzar las puertas solo, muchas cosas. Pero dos meses después, ya en Chile, tuve una operación a corazón abierto que duró nueve horas y ¡qué diablos!, aquí estamos. Estoy bien, por lo menos ahora, y eso ya es un milagro porque el párkinson es una enfermedad que no tiene cura y por debajo continúa su avance, pero eso de estar bien hay que decirlo muy despacio, porque si no, los dioses te escuchan y te castigan por tu arrogancia.

—¿No sintió miedo? 

No, fíjate, más miedo tengo ahora y no por la muerte, porque es tonto temerle a lo inevitable, es casi una trivialidad decirlo, sabemos que el destino final es la muerte para todos, pero es impresionante cómo hoy lo que se presenta de golpe es una muerte sin ilusión. Hoy la muerte es completamente en silencio, es una muerte aislada, sin un beso final; una muerte sin una mano que tome la tuya es algo muy triste. Uno se da cuenta de que morirse incluso es algo que puede hacerte ilusión, morirse de una determinada manera, y peor que la muerte es la soledad, la soledad infinita. Ese es un golpe a la humanidad.

—La pandemia ha dejado al descubierto la soledad que padecen muchos y también otras desigualdades que se venían agudizando con el estallido social. ¿Qué reflexiones ha tenido usted en este periodo? 

Con el virus surge todo, es la pudrición de un sistema económico que es una vergüenza, no hay palabra para graficarlo, es inconcebible y siempre lo fue. Primero fue la protesta social, pero ahora con el Coronavirus se nos muestra su dimensión más cruda, porque el virus real es la sociedad que hemos construido. Una buena sociedad, con una buena educación, con un sistema igualitario, se defiende, pero acá no tenemos casi ningún arma para defendernos, al contrario, la pobreza emerge. Era tan obvio que iba a suceder, porque acá la clase media es una clase que le haces cualquier cosa y son pobres de inmediato. Entonces, que Mañalich haya dicho que descubrió la pobreza da un poco de risa. Lo del hambre es terrible y tiene también una parte tragicómica, cuando se preocupan de borrar la palabra hambre que proyectó Delight Lab en el edificio Telefónica, como si lo importante fuera la palabra y no el hecho del hambre misma, entonces borran la palabra como si con eso borraran lo que está pasando. En estos tiempos se revela lo peor de la injusticia, pero también se revela lo mejor, que es la solidaridad, hay seres humanos que son maravillosos, me sumo a los aplausos a todos esos trabajadores de la salud profundos y solidarios, a quienes están organizando ollas comunes, es conmovedor.

«Ni pena ni miedo»: el geoglifo con el verso de Zurita realizado en el desierto de Atacama en 1993.  Crédito de foto: Guy Wenborne.

Entre 1979 y 1985, Raúl Zurita fue parte del CADA, el Colectivo Acciones de Arte que junto a la escritora y su entonces pareja Diamela Eltit, los artistas Lotty Rosenfeld y Juan Castillo, y el sociólogo Fernando Balcells, desplegó una serie de intervenciones poéticas urbanas para contrarrestar el horror de la dictadura. Una de ellas fue Para no morir de hambre en el arte, en octubre de 1979, donde a través de varias acciones abordaron el problema de la pobreza extrema, dotando a la leche del poder simbólico para representar un problema político irrepresentable. El colectivo repartió 100 litros de leche entre los pobladores de La Granja en bolsas de medio litro; consiguieron que camiones de leche Soprole se estacionaran frente al Museo Nacional de Bellas Artes, donde antes habían clausurado la entrada con un lienzo blanco, afirmando que el arte estaba fuera y no dentro del edificio; publicaron un texto poético en una de las páginas de la revista Hoy y distribuyeron frente al edificio de la Cepal el texto No es una aldea, con reflexiones como esta: “Cuando el hambre o el terror conforman el espacio natural en el que la aldea se despierta, sabemos que nosotros no somos una aldea, que la vida no es una aldea, que nuestras mentes no son una aldea; sabemos también que el hambre, el dolor significan todos los discursos del mundo en nosotros”. 

Ese mismo año, Zurita publicó Purgatorio, su primer libro y suerte de manifiesto artístico donde invoca la poesía como proyecto de arte y vida. Tres años después, el 2 de junio de 1982, consiguió que cinco aviones escribieran con humo blanco sobre el cielo del barrio Queens, en Nueva York, 15 versos de su poema La vida nueva, acción que fue registrada en video por el artista Juan Downey. “Mi Dios es hambre/ Mi Dios es nieve/ Mi Dios es pampa/ Mi Dios es no/ Mi Dios es desengaño/ Mi Dios es carroña/ Mi Dios es paraíso”.

—Hay una lucidez y una vigencia inusitada en su trabajo y en el del CADA. ¿Cómo percibe hoy esas obras? 

Pertenecer al CADA para mí fue como escribir un poema de distinta manera, un poema colectivo. Fuimos cinco personas que nos lanzamos con todo. No fue más que eso y no fue menos que eso. Sin embargo, hay una discusión sobre cuándo termina el CADA. Para mí termina en 1983, cuando comenzaron las grandes protestas masivas. La última acción del CADA fue la de los rayados que cubrieron todas las paredes de Chile con la consigna No +, que culminó con el triunfo del No en el plebiscito. Las niñas después quisieron hacer otra cosa y la hicieron, se llamó Viudas, pero fue una cosa mínima comparado con las otras acciones, fue sólo gráfica, ya se había perdido todo el espíritu y la fuerza, pero si ellas quieren ponerle a eso CADA, que se lo pongan, en realidad importa bien poco. Terminé un libro sobre el CADA, un perfil que está cruzado por la biografía. Siento que es algo de una gran belleza, pero de una belleza extrema, dura y fuerte. Su tema final es la muerte y la resurrección del amor. Se llama Tú que fuiste desmembrado. Como dijo Jorge González, es una tristeza que sigan vigentes esas obras, canciones y poemas. El gran poema debiera ser aquel que nunca se ha escrito, que este hubiese sido un país sin desaparecidos.

—Pero también son esos poemas y esas canciones las que nos ayudan a luchar contra el terror. ¿De qué forma la palabra y el lenguaje nos pueden seguir salvando?

En la dictadura, el significado de la palabra era el que querían imponernos los militares, que era cantar la gloria del triunfo marcial, las marchas militares, todo el lenguaje fascista con el que querían destruir el lenguaje de Chile, el lenguaje que habían construido todos sus poetas a través de Violeta Parra y Víctor Jara, de Neruda, de Mistral. Entonces la lucha era por el significado de la palabra, por preservar los grandes significados, por preservar frases como las de Allende, “se abrirán las grandes alamedas”, y hacer que cruzaran a este tiempo, porque si perdíamos esa pelea por los significados, habría sido una derrota total. Fíjate en esta publicidad, “Metrogas, calor humano, calor natural”, ese no es ni calor humano ni es natural, entonces hoy tenemos que ninguna palabra dice lo que dice, ninguna frase nombra lo que nombra, ninguna imagen muestra lo que muestra. Es el idioma del capitalismo que se caracteriza por arrancarle a las palabras el sustento de lo real para tener un mundo ilusorio que promete la felicidad, pero es una felicidad oscura. Revertir eso debe ser un trabajo profundo de los artistas del mundo, de los poetas, del pueblo, es el poder creativo. La lucha por el lenguaje sigue siendo fundamental, pero es una lucha al borde del abismo. Está claro que no nos vamos a morir sólo de biología, todas las mentiras del sistema van a ser parte de nuestra muerte también. 

Zurita partió su aventura poética siendo un seguidor de los Evangelios, los que aún admira: hoy se declara un “cristiano ateo”. También sigue comprometido con el Partido Comunista, del que se apartó brevemente en los 2000 cuando decidió apoyar la candidatura de Ricardo Lagos. “Lo apoyé con todo porque estuvo a punto de ganar Lavín, entonces me parece bastante obvio dónde debía estar. Nunca estuve alejado del PC, es un partido que yo respeto mucho y donde está la gente que quiero, es un partido que jamás ha estado en ninguna asonada militar ni golpista, que ha sido traicionado, pero que jamás ha traicionado, que apoyó a Salvador Allende hasta el último segundo y que luchó con heroísmo contra la dictadura. Es el partido más castigado, cuyos militantes no necesitan alardear ni vestirse de revolucionarios porque son revolucionarios. Mi militancia es libre y va con todas mis discrepancias”, dice.

—¿Usted piensa que el arte debe ser político?

Yo creo que el arte es mucho más que político. El arte es político, pero también es un arte de amor, un arte del espacio íntimo. Un poema político tiene que ser también un poema de amor, un poema social, un poema laico. A mí, personalmente, me interesa un arte situado en el mundo y me interesan los poetas que hablan de este mundo y no que especulan en fantasmagorías que quizás no existen en ninguna parte de esta tierra.

—¿Cree que los artistas deban crear en torno a lo que se está viviendo hoy? 

Es inevitable escribir y crear, pero nosotros no somos periodistas, no somos reporteros. No necesariamente vas a hablar de la pandemia, porque la memoria es una cosa muy extraña, la memoria a veces te actualiza de cosas mínimas, insignificantes, pero las actualiza en ti, como cuando te despiertas una noche y te acuerdas de algo que pensabas que habías olvidado y eso te sobresalta. Hace poco murió Paulo de Jolly, un poeta maravilloso, solitario e increíble que escribió poemas dedicados al rey Luis XIV y vivía pegado en el siglo XVII, era un tipo excéntrico, su presente era otro y nadie podría culparlo por eso. La poesía, de alguna forma, se arranca del tiempo para mostrar todos los tiempos, el presente y el pasado. Si una imagen es profunda, será profunda para la humanidad entera y no solamente para ti.

—Son tiempos difíciles para los artistas también. ¿Le parece que el gobierno o el Estado debería comprometerse más con la cultura en estos tiempos de crisis?

Desconfío totalmente de la ayuda de este Estado al arte y la cultura, no creo que estén en condiciones ni sepan cómo hacerlo. ¡Qué va a apoyar Piñera la cultura si no es lo que le importa! Para Piñera, la cultura es otro de sus enemigos. Entiendo profundamente qué es la pobreza, la entiendo porque la padecí y la viví, sé lo que es no tener absolutamente ningún apoyo ni ninguna ayuda, pero por eso mismo sé que no dependemos de eso. Un artista o es más fuerte que sus circunstancias o no es un artista, pero si lo es, hará las cosas igual, con financiamiento o sin financiamiento.

Boaventura de Sousa Santos: “Las izquierdas se acomodaron, dejaron de saber estar en la calle”

El académico, ensayista, poeta y activista portugués reflexiona sobre las alternativas al modelo neoliberal –capitalista, racista y sexista–, las izquierdas tensionadas y una estructura global cruel que se agudiza cuando “todo se compra y todo se vende, y tenemos una corrupción endémica en el sistema. Y por eso los millonarios llegan al poder en varios países y otros, que no lo son, están al servicio de los millonarios y de las élites de los países. Por eso la democracia está siendo descaracterizada en todo este devenir, debido a esta separación entre el proceso político y el proceso civilizatorio. Me parece que la pandemia, de alguna manera, muestra las venas abiertas, como diría nuestro Eduardo Galeano, de esta separación”.

Por Ximena Póo

Optimista trágico. Así se describe, en tanto intelectual público, Boaventura de Sousa Santos (Coimbra, 1940). Dos conceptos que, articulados, nos hablan del siglo XX y de este siglo que avanza, por un lado, en deshumanización/desdemocratización y, por otro, en movimientos sociales y fuerzas de resistencia/acción. Es la tragedia y la esperanza, como si dos tiempos colisionaran una y otra vez, y hoy, más aún, en pandemia. Es la disputa del mundo de lo sensible, la emergencia, las urgencias, el fascismo, la emancipación. Todo en el mismo segundo, mientras el hambre no tiene respuestas en teorías vacías de calle. Todo tan real y pragmático. Desde Portugal, el académico (sociología de las emergencias), ensayista (autor de textos como Epistemologías del Sur, entre decenas de otros traducidos a varios idiomas), activista (precursor del Foro Social y asesor de movimientos en diversos países) y poeta dialogó con Palabra Pública y reflexionó a partir de las izquierdas, la necesidad de refundar los Estados, la intelectualidad situada, en contexto, los partidos de izquierda que se pierden porque no caminan con el pueblo y la posibilidad colaborativa para nuevos proyectos de sociedad. Doctor en Sociología por la Universidad de Yale (1973), ha sido un destacado catedrático en la Universidad de Wisconsin-Madison, de Warwick y en la Universidad de Londres. Es director emérito del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra y coordinador científico del Observatorio Permanente da Justicia Portuguesa. 

El ensayista, académico y activista portugués, Boaventura de Sousa Santos. Crédito de foto: Scarlett Rocha.

Sus aportes abarcan, entre otros, estudios poscoloniales, movimientos sociales, globalización, sociología política, democracia participativa, reforma del Estado y derechos humanos. Conoce bien la realidad de Europa, Brasil, Colombia, Mozambique, Angola, Cabo Verde, Bolivia, Ecuador y, por mucho, la de Chile y nuestro momento constituyente, donde las actuales condiciones estructurales están determinadas por el neoliberalismo, un Estado subsidiario, instituciones deslegitimadas o muy débiles y una cotidianeidad muy dura y desigual. De Sousa –quien se prepara para publicar con Akal el libro El futuro como es empieza ahora– ha dicho que, en el contexto de hoy, el virus se advierte a nivel global “como un cruel pedagogo” que “nos da enseñanzas y lecciones, pero de la peor manera posible: matando”. 

Para él, “la esperanza está en las iniciativas políticas desde la base social; han creado un ambiente donde sea posible avanzar para otras luchas. En pandemia podemos lograr que no se pierda el ímpetu transformador por el que estábamos caminando antes de la pandemia, porque si no hay un escenario de transformación va a ser todavía peor la vida. La normalidad es un infierno para la gran mayoría de la población y será todavía peor, porque los Estados se endeudan ahora para cumplir todos los costos de la pandemia, para proteger mínimamente la vida de la gente, se endeudan con los mercados financieros. En Chile se decía ‘¡Basta!, nos robaron todo, hasta el miedo’. Ya no hay campo para más austeridad, más ajustes. Si no hay transformaciones, ni las democracias de bajísima intensidad van a resistir y vamos a entrar en nuevas formas de despotismo y algunas viejas. Ahora mismo, en Brasil tenemos un peligro de autogolpe con un presidente que es totalmente incompetente para el cargo. Pero puede ser apenas una caricatura de lo que sucedería en otros países si no hay cambios estructurales más fuertes”.

—Boaventura, usted ha escrito en su texto más reciente (La cruel pedagogía del virus) que esta crisis mundial producida por la pandemia ocurre en un contexto de crisis estructural, social, política, ambiental, donde los intelectuales y los políticos han abandonado el campo de disputa de sentidos y no han bajado a la calle durante años.

Hay que distinguir los dos campos: el político y el intelectual. De alguna manera están conectados, pero hay que distinguirlos porque son relativamente autónomos. El campo político pasa por una crisis profunda porque ha estado desconectado de la vida cotidiana, sobre todo de las clases populares, de sus aspiraciones, de sus necesidades, de su sufrimiento ante una sociedad cada vez más cruel en sus exclusiones, discriminaciones; una sociedad que he caracterizado como una sociedad capitalista, colonialista y patriarcal. O sea, para mí, fue una trampa del pensamiento crítico, inclusive del pensamiento marxista, pensar que el colonialismo había terminado con las independencias. No terminó, cambió de forma; siguió con otras formas, ya no la del colonialismo histórico como ocupación territorial por un país extranjero, sino que las otras formas fueron concentración de tierras, expulsión de indígenas de sus territorios ancestrales y, sobre todo, racismo, obviamente. Y también son sociedades patriarcales, porque la violencia contra las mujeres y otras orientaciones sexuales son constitutivas de este modo de dominación. O sea, son tres las cabezas dominantes: capitalismo, colonialismo y patriarcado, y una no existe sin las otras. Es por eso que cuando una se hace más dura –por ejemplo, el capitalismo se hace más excluyente porque los trabajadores tienen menos derechos, menos empleos–, el colonialismo, el racismo y la expulsión de poblaciones indígenas se hacen más duros; y el patriarcado se hace más duro con más violencia contra las mujeres. Durante la pandemia el capitalismo pasa por una crisis dura, obviamente, y con él aumentó también el racismo en las sociedades y la violencia contra las mujeres.

—¿Puede profundizar más en la reflexión sobre que en ese campo (político e intelectual) existe una distancia respecto de la vida cotidiana de los sectores que muchos de ellos dicen representar o interpretar? 

El capitalismo no se sostiene sin el racismo colonial y sin el sexismo patriarcal. Entonces, estamos en un momento en que estas tres formas son particularmente duras y estas formas de dominación nos obligarían a pensar que, con tanta exclusión, con tanta concentración de riquezas, una catástrofe ecológica inminente, deberíamos pensar en alternativas anticapitalistas, anticolonialistas y antipatriarcales. Pero los procesos políticos se rehusaron en los últimos cuarenta años a discutir lo que serían estas alternativas, porque ellas conllevan la idea de un debate civilizatorio al pensar en otra civilización que no es esta. Y el neoliberalismo, desde los 70, exactamente con Chile con el golpe contra Salvador Allende, con las dictaduras latinoamericanas, después todo el periodo neoliberal de los 80 y 90 hasta hoy, han creado la idea de que no hay alternativa al capitalismo y por eso, también, al colonialismo y al patriarcado. Esta idea se hizo más fuerte con la caída del Muro de Berlín en 1989 y ya no se podía pensar ahí mismo en una alternativa socialista. El capitalismo acababa de vencer en la historia. Y por eso nos metemos, por así decir, en una cuarentena ideológica de que no hay alternativa. Se dejó de discutir el proceso civilizatorio y por eso los procesos políticos se quedaron en la política corriente de administrar, gerenciar la sociedad capitalista, racista y sexista. Y por eso, para los políticos, las posibilidades de alternativas dejaron de existir y por eso la política, de alguna manera, murió. Dejamos de tener las grandes figuras políticas, los partidos se volvieron muy distintos, ya no eran partidos con políticos que eran grandes intelectuales, grandes políticos y activistas, con diferentes posiciones a la derecha y a la izquierda, pero donde se debatía el proceso civilizatorio. En ese momento se separó el proceso político del civilizatorio, pero este se siguió discutiendo en movimientos sociales, marginales o marginados, silenciados, y salieron de la agenda política de nuestras sociedades. Con esta falta de alternativa de un debate civilizatorio serio, la política se hizo pequeña y los políticos se hicieron pequeños, mediocres y, además, el neoliberalismo, exactamente para empequeñecer la democracia, introdujo una serie de transformaciones que descaracterizaron totalmente al proceso democrático.

“La derecha es incapaz de proteger la vida” 

De Sousa Santos sostiene que los políticos disfrazan esta incapacidad de proteger la vida “porque realmente la pandemia ha demostrado que el neoliberalismo es una mentira: no se destina a hacer crecer la economía o crear empleo, nada de eso; el neoliberalismo se destina a transferir riqueza de los pobres y de las clases medias a los ricos, nada más que eso. Es un proceso de transferencia muy poderoso y muy bien hecho. Y por eso, la ideología fundamental del mercado, desde hace cuarenta años, es decir que es el gran regulador de la vida social, que debemos privatizar las pensiones, la salud, la educación, es un modelo y Chile es un modelo de todo esto, un campo, un laboratorio muy fuerte”.

«La política se hizo pequeña y los políticos se hicieron pequeños, mediocres y, además, el neoliberalismo, exactamente para empequeñecer la democracia, introdujo una serie de transformaciones que descaracterizaron totalmente al proceso democrático».

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—El modelo queda aún más expuesto cuando sobreviene una pandemia… 

Nadie va a pedir apoyo a los mercados, a ese mercado que se dice que es el gran regulador, que resuelve todos los problemas sociales y económicos; nadie va a pensar en las grandes empresas, lo que se va a pedir es al Estado que los proteja, no que los reprima. Pero el Estado ha sido incapacitado para proteger. El Estado dejó de tener una política fiscal en la que los ricos deberían pagar más, se permitieron los paraísos fiscales, el Estado privatizó la salud, las pensiones, el Estado se hizo incapaz de proteger la vida. La pandemia nos ha mostrado que realmente necesitamos refundar el Estado y por eso necesitamos alternativas que deben tener una dimensión anticapitalista, antiracista y antisexista. Y, de hecho, eso se había visto muy claramente en Chile cuando empezó toda la protesta social antes de la pandemia y se abría el camino para una asamblea constituyente popular, plurinacional y feminista.

—Y en relación a los intelectuales… 

Durante el siglo XX acumulamos mucha derrota de alternativas, de propuestas emancipatorias que fracasaron, y todos estos proyectos tuvieron teóricos brillantes, con teorías brillantes para transformar la sociedad. Cuando fracasaron los proyectos, la culpa fue siempre de la práctica, nunca de la teoría. Los teóricos siguieron con su prestigio, la gente siguió leyendo sus libros, como si la teoría estuviera por encima de la práctica y fuera la práctica la responsable de todos los fracasos. Llamamos a esto las teorías de vanguardia. Yo pienso que el tiempo de la teoría de la vanguardia acabó. Como intelectual público me considero un intelectual de retaguardia, al contrario de la vanguardia. Yo paso la mitad de mi tiempo con los movimientos sociales, busco hacer una escucha profunda para ver cuáles son las ansiedades, las angustias, las necesidades de la gente y no imponer desde arriba, desde lejos, desde la alta cultura, una solución como una receta, porque no hay recetas globales, para nada.

Teorías de retaguardia 

Desde la emergencia permanente y hoy agudizada se constata que la inseguridad en la que miles de personas están sumidas hoy “llevó a que haya una distribución global de miedo y de esperanza totalmente desigual en el mundo. La gran mayoría de la gente tiene sobre todo miedo y muy pocas esperanzas. El uno por ciento tiene una esperanza casi ilimitada de que sus privilegios van a mantenerse para siempre; tiene, quizás, miedo, pero no se nota en nuestras sociedades. Nosotros tendremos que devolver la esperanza a los que tienen sobre todo miedo, pero para eso tenemos que meter miedo a los que tienen solamente esperanzas, a los opresores”. Es así como sostiene que el/ la “intelectual no puede hacer eso con sus teorías, lo que puede es trabajar con las organizaciones, con el pueblo, con los movimientos sociales, para que sepan que el poder opresor tiene siempre un punto débil, que la resistencia es posible y que nosotros tenemos capacidad para hacer esa resistencia. Es eso lo que el intelectual público tiene que hacer y eso, para mí, son las teorías de retaguardia, que no pueden ser teorías iguales para cualquier parte del mundo porque hay contextos distintos”.

—En todo el mundo pareciera que se vive un cambio epocal que tensiona la creciente deshumanización y desdemocratización. Hay fuerzas ciudadanas, de los excluidos, los “desterrados de la tierra”, de los ecologistas (que están adquiriendo fuerza política hoy en Francia y antes en Alemania), que se han levantado para construir desde abajo una posibilidad distinta y urgente al capitalismo y neoliberalismo, patriarcado, racismo (depredadores de la vida). ¿Cómo ve esos procesos? 

Mis evaluaciones son bastante positivas, porque realmente me parece que es por ahí que podemos cambiar el mundo de alguna manera. Toda la cultura crítica eurocéntrica está exhausta, no tiene soluciones. Desde hace más de diez años que hablo de las epistemologías del sur, un sur epistémico y no geográfico que trata de validar procesos de conocimiento nacidos en la lucha en contra del capitalismo, el capitalismo y el patriarcado, y muchas veces no son conocimientos científicos, sino que conocimientos populares. Pero la ciencia tiene que dar cuenta de que hay otros saberes también en la sociedad. He realizado lo que llamo la ecología de saberes. Y ese es un proceso para empoderar también, validar, esos movimientos. Es lo que llamo las sociologías de las emergencias. Por eso son importantes estas nuevas formas de lucha. La izquierda dejó de saber hablar con estos grupos sociales de derechos, dejó de hablar con la gente de las periferias de las ciudades; quienes hablan con la gente, en el lenguaje de la gente de las periferias, son, por ejemplo, los predicadores evangélicos, neoconservadores. Es la estrategia imperial de los Estados Unidos desde 1969 la de ofrecer una respuesta religiosa conservadora en contra de lo que era entonces la teología de la liberación, católica, que tenía curas que estaban viviendo realmente en los pueblos, en las fábricas. Las izquierdas se acomodaron demasiado en la lucha institucional, dejaron de saber estar en la calle cuando hoy en día no podemos, debido a la descaracterización democrática de los últimos cuarenta años, confiar en las instituciones; no podemos abandonarlas, tampoco. Tenemos que luchar con un pie dentro de las instituciones y otro pie fuera de ellas, en la calle, en las plazas, en las protestas, en los paros, en las huelgas. Esto puede ser algo que da esperanza.

Jon Lee Anderson: “La revuelta antiracista puede ser el principio del fin para Trump”

Columnista estable del New Yorker y reportero fogueado en conflictos armados y en las luchas por el poder en América Latina, al periodista de 63 años la pandemia lo tiene recluido en su casa de Inglaterra, pero eso no le ha impedido mantener su mirada aguda y demoledora contra el líder de la Casa Blanca y la ola de gobiernos populistas de derecha que según él están hundiendo las democracias en nuestra región.

Por Denisse Espinoza A.

Son tiempos difíciles para ser un corresponsal todo terreno. La pandemia del Covid-19 ha dejado al mundo en modo de espera y en el ejercicio del periodismo se hace sentir con más fuerza que nunca la ausencia de la calle y el reporteo cara a cara. Jon Lee Anderson (1957) sabe mejor que nadie lo que se siente y suelta un bufido frente a la pantalla de WhatsAap al admitirlo: “Mira, la verdad es que no he salido de casa desde febrero, lo cual para mí es casi inconcebible. No estoy acostumbrado a estar tanto tiempo en un mismo sitio y ya me pongo inquieto, espero ver si en julio es posible viajar a algún lado”, dice el periodista estadounidense sentado en el comedor de su casa de campo en Essex, Inglaterra, donde al menos puede salir a caminar, junto a sus perros, un buen trecho hasta la la playa. 

El periodista Jon Lee Anderson, en Kiev, Ucrania, 2014.

Los chilenos hemos vivido durante los últimos 40 años los efectos del neoliberalismo. Sin embargo, estas políticas han sido confrontadas a través de movimientos sociales y manifestaciones. ¿Crees que el neoliberalismo pueda ser derrocado?

—No creo que pueda ser derrocado, creo que el sistema debe ser limpiado en profundidad. Un régimen neoliberal no se trata solo de principios de gobierno, la razón neoliberal se propaga en cada grieta de la política y de la conducta cotidiana. Una cosa es derrocar a un tirano, a un rey o a la dominación de las empresas; otra cosa es tomar todo un sistema de razón y reemplazarlo. Se trata de nuevos valores, formas de tratar a la gente, nuevos indicadores para decidir qué es útil. Y eso no es un derrocamiento, es un proceso lento, largo, cuidadoso y deliberado, que será enfrentado con una enorme resistencia por quienes no creen en él, sean gente de derecha o liberales.

Una de las ideas que desarrollas es que la derecha se ha apropiado del concepto de libertad para desviar su significado original a un sentido neoliberal. Bajo esa perspectiva, ¿de qué hablamos ahora cuando hablamos de libertad? 

—Estamos bastante familiarizados con la idea de que el neoliberalismo valora la libertad de mercado, pero intelectuales neoliberales como Hayek, Friedman y von Mises entendían la libertad como un fenómeno individual más que político. Las democracias prometen igualdad política, y Hayek, von Mises y Friedman odiaban esta idea porque pensaban que conducía a la redistribución, a la justicia social y a un Estado de bienestar. Querían un estatismo que apuntalara el mercado y la moral tradicional, pero que concentrara la libertad en el individuo. Eso hizo que estuviesen de acuerdo con regímenes políticos autoritarios que propagaban las libertades individuales y de mercado; por eso apoyaron a Pinochet. El neoliberalismo ha separado la libertad de la democracia para convertirla en antidemocrática, para hacerla compatible con el autoritarismo, y eso es lo que vemos hoy en la derecha. Se ha vuelto antidemocrático y ataca la democracia apoyando etnonacionalismos y autoritarismos, mientras sigue aferrándose a la idea de las libertades individuales.

¿Cómo calza la libertad individual con el contexto de pandemia, donde los derechos y libertades individuales han perdido peso ante la importancia de la comunidad y un sentido colectivo? Pienso en los discursos de los antimascarillas o antivacunas.  

—(Esas personas hablan de las mascarillas o las vacunas) como si fueran un asunto de libertades individuales en vez de entender que estamos todos conectados, que una pandemia significa que no puedes concebir individuos independientes unos de otros. Son rebeliones antisociales en su esencia, que rechazan que el Estado y la sociedad tengan alguna atribución para proteger u organizar a la población. En su lugar, tenemos ese individualismo extremo de “mi libertad, mi cuerpo, haré lo que quiera con él”. La pandemia tomó el contexto neoliberal y lo hizo visible de la forma más cruda e impactante. Reveló las extremas desigualdades económicas y sus características de género y raciales, la diferencia en el acceso a la atención sanitaria, y, por supuesto, la vasta desigualdad Norte-Sur en la vacunación. Pero la pandemia también ha significado una crisis para muchos regímenes neoliberales que, en muchos casos, eran de extrema derecha y no pudieron lidiar con esto. Sea Brasil, el Reino Unido o Estados Unidos bajo Donald Trump; quedó en evidencia lo imposible que es enfrentar una crisis como la pandemia, la injusticia racial o la crisis climática desde una posición neoliberal. No se puede, necesitas respuestas políticamente organizadas y la razón neoliberal se opone a la movilización del Estado para cuidar a las personas.

La reivindicación del hombre blanco

Wendy Brown escribe al ritmo político del presente: El pueblo sin atributos fue ideado durante los últimos años de la administración de Barack Obama, mientras que En las ruinas del liberalismo fue escrito inmediatamente después del triunfo del Brexit y la elección de Trump. “Es bueno no tener que pensar en él durante cada hora de cada día”, dice con humor cuando sale el expresidente a colación. “Pero lamentablemente seguimos pensando en él”.

Adherente de Trump en un rally, en Minneapolis. – Crédito: Tony-Webster

La extrema derecha ha tenido mucha visibilidad en el último tiempo: en Estados Unidos bajo Trump y durante los ataques al Capitolio, y, en Chile, en marchas y en la creación de un partido político. ¿Cómo ha contribuido el neoliberalismo al surgimiento de estos grupos?

—Un primer punto es que el neoliberalismo ha legitimado sentimientos antidemocráticos y ha normalizado a grupos de extrema derecha que atacan la democracia, también ha desacreditado la idea del gasto y bienestar social. Y estos factores han conformado una base para el surgimiento de estos grupos antidemocráticos, los que se han masificado luego de existir en la periferia durante muchos años. El neoliberalismo ha desarmado la sociedad, eliminando programas sociales, lazos grupales y la idea de comunidad de un Estado de bienestar. Un segundo punto es el destronamiento del trabajador, del hombre blanco común, que ha tenido una actitud reaccionaria de “quiero mi trono de vuelta”. Y la forma en que lo logra es atacando a otra gente, a la política, a la globalización y a los extranjeros. Así encontramos etnonacionalismos, nacionalismos económicos, política de extrema derecha, y también una derecha que adula a hombres fuertes, ya sean Trump, Bolsonaro o Pinochet, que encarnan la idea del tipo fuerte que se sale con la suya, toma y hace lo que quiere, mata gente si es necesario, pero hace el mundo mejor.

Planteas que si bien el progresismo ha atribuido el surgimiento de estos grupos a la globalización o las diferencias rurales y urbanas, en realidad deberíamos enfocarnos en el ataque neoliberal a la democracia y a la sociedad. Sin embargo, si nos centramos solo en el neoliberalismo, ¿cómo se incorpora la noción de privilegio racial, de género y económico en tu análisis?

—Podemos llamarlo privilegio, pero también en algunos casos supremacía, y es fundamental. Es lo que mencionaba sobre el hombre blanco: muchos de los grupos de extrema derecha de la zona euroatlántica están compuestos por supremacistas que provienen de clases trabajadoras, no necesariamente pobres, pero tampoco económicamente privilegiados. Los grupos de extrema derecha son una respuesta de hombres blancos que creen que la civilización occidental y su propio país deberían ponerlos a ellos primero, como si hubiesen sido desplazados. Culpan a los inmigrantes, a las feministas, a las minorías raciales. Pero lo que los ha desplazado ha sido la globalización y sus efectos en la industrialización durante los últimos 40 años. El supremacismo blanco es la bandera de estos grupos, sienten que les da derecho a un espacio.

En los ataques al Capitolio varios participantes eran integrantes de grupos conspirativos. ¿Por qué grupos de extrema derecha necesitan conspiraciones para darle sentido al mundo?

—No tengo una respuesta definitiva. Se pensaba que el cristianismo como religión hegemónica tenía fundamentos inamovibles, pero su declive y un mundo lleno de poderes que nadie parece controlar han construido un escenario perfecto para un pensamiento conspirativo. En lugar del cristianismo tenemos teorías de la conspiración, que creen que existen fuerzas ocultas operando y que alguien está a cargo de ellas, pero no es Dios o un salvador, sino un grupo perverso causando caos. Esto también tiene relación con la gran popularidad de las religiones evangélicas en lugares como África, Latinoamérica y el Sudeste Asiático. El sistema de creencias que crece más rápido en el mundo mientras aumenta el poder del capital no es el proletariado ni el socialismo. Es la fe en el cristianismo evangélico, que también tiene cierta orientación conspirativa.

Ha habido un aumento de ataques contra la comunidad asiática en Estados Unidos. Sin embargo, ha habido cierta resistencia desde las autoridades a calificarlos como ataques racistas. ¿Cómo ha influido el neoliberalismo en la forma en que hoy se entiende la raza?

—El neoliberalismo ha convertido la raza en un fetiche y un tema identitario de pertenencia, en lugar de entenderlo como un fenómeno construido histórica y socialmente para asegurar un orden social jerárquico. En el caso de la campaña de odio contra la comunidad asiática, hay que recordar que Estados Unidos trajo trabajadores de China hace 200 años y desde entonces han sido identificados como portadores de enfermedades y ladrones de puestos de trabajo. Este odio resurgió por culpa de Trump y su identificación del covid-19 con China. Es un escenario dramático. La forma de enfrentar esto es estudiando cómo se está reproduciendo y afianzando la supremacía blanca cuando se permite que continúen estos ataques racistas. Y esto debería bastar para que todos —negros, blancos, asiáticos y latinos— nos unamos para hacerle frente.  

Sylvia Eyzaguirre: “Me parece que el rol que pueda cumplir una Nueva Constitución es más simbólico”

La actual investigadora en temas de educación del Centro de Estudios Públicos (CEP) y Doctora en Filosofía reflexiona sobre las consecuencias del estallido social, el plebiscito de octubre y la educación escolar durante la pandemia del Covid-19. “La vuelta al colegio debiera ser lo antes posible, en la medida en que las condiciones sanitarias lo permitan”, considera.

Por Javier García Bustos

“Por las mañanas somos profesoras y por las tardes hay que hacer el aseo”, cuenta Sylvia Eyzaguirre sobre sus días de cuarentena por el Coronavirus, dando cuenta también de la manera en que la pandemia ha cambiado la rutina. Licenciada en Filosofía en la Universidad de Chile, Doctora en Filosofía por la Universidad Albert-Ludwig de Friburgo, Alemania, Sylvia Eyzaguirre fue asesora del ministerio de Educación y desde 2014 es investigadora en temas de educación del Centro de Estudios Públicos (CEP), además de columnista del diario La Tercera. “Hemos tenido la facilidad de trabajar a distancia. En ese sentido, no hemos visto interrumpido nuestro trabajo, sino que hemos cambiado el lugar de trabajo”, señala a Palabra Pública la académica sobre su labor en el CEP, quien acá se refiere a varios temas, como la educación online, la necesidad o no de una nueva Constitución, la desigualdad social y cómo ha funcionado en este tiempo la clase política.

Licenciada en Filosofía en la Universidad de Chile e integrante del Centro de Estudios Públicos, Sylvia Eyzaguirre.

—¿Cómo ha enfrentado el CEP los nuevos desafíos ante la crisis sanitaria del Coronavirus? 

Sin duda, las condiciones son diferentes, porque muchos de nosotros tenemos que hacernos cargo de nuestros hijos: por las mañanas somos profesoras y por las tardes hay que hacer el aseo y hay que lidiar con los quehaceres de la casa, y junto con ello hay que cumplir con la jornada laboral. Pero claro, el CEP nos ha entregado las facilidades para poder hacerlo. Claramente, la productividad no es la misma, pero poco a poco agarramos el ritmo. Ahora hay un antecedente: con el estallido social ya tuvimos que cambiar nuestras agendas para hacernos cargo de los acontecimientos que estaban ocurriendo en el país y ahora sucede lo mismo con el Covid-19.

—Y ante las circunstancias, ¿cómo se proyecta el CEP? 

Para nosotros, en momentos como estos, el CEP cobra más relevancia. Somos un centro que busca reflexionar sobre los problemas del país y dar soluciones rigurosas y enfrentar los desafíos. Es así como desde la contingencia se muestra la importancia que tienen estos centros de estudios. Y, gracias a la libertad que tenemos los investigadores, frente a los nuevos desafíos, nos adaptamos. Desde la casa, igualmente, tenemos acceso a las bases de datos, en mi caso el ministerio de Educación me sigue suministrando datos. Quizás uno produce menos por tener que hacerse cargo de otras labores, pero no ha afectado la función del CEP.

—En el Congreso se tramitó el Ingreso Familiar de Emergencia. Días antes usted señaló que resultaba lamentable que en Chile, “un país de sólo 18 millones de habitantes, las fuerzas políticas no puedan ponerse de acuerdo para enfrentar la crisis económica”. ¿Las decisiones importantes se están tomando muy tarde? 

En su minuto tuvimos un acuerdo de la clase política para enfrentar el estallido social y ahora, con esta crisis sanitaria de nivel mundial, nuevamente la clase política, y sobre todo la vieja política, logró ponerse de acuerdo. Pero esa es la mitad del vaso lleno. La mitad del vaso vacío es que se demoraron demasiado, hubo mucho desgaste y se han logrado contener ciertas iniciativas populistas que hay en el Congreso, que están constantemente amenazando y que vienen tanto de la coalición de gobierno como de la oposición. Y más allá de los resultados, el costo es muy alto, según la percepción ciudadana, en un escenario en que hay mucho en juego, sobre todo la vida de las personas.

—La pandemia del Coronavirus terminó de demostrar la desigualdad en la que viven los ciudadanos. Muchos creen que una nueva Constitución ayudaría a resolver los problemas de inequidad. ¿Es fundamental una nueva Constitución? 

Me parece que el rol que pueda cumplir una nueva Constitución es más simbólico y, en ese sentido, puede ser muy importante. Si la ciudadanía así lo decide en el plebiscito de octubre, elaborar una nueva Constitución, que es el marco de entendimiento en el cual va a funcionar la política en Chile, puede ser muy bueno para el país. Pero no creo que ese ejercicio vaya a reducir la desigualdad, no creo que mejore la productividad económica del país ni el funcionamiento de los hospitales ni la calidad de la educación. Ahora, el ejercicio de rayar nuevamente la cancha puede ser un ejercicio sanador para el país. Para ello tiene que haber buena fe y generosidad y eso, a veces, no se observa en la clase política.

—¿Urge en Chile un “nuevo pacto social”? 

Viendo las demandas de la ciudadanía, me parece que la respuesta es política y no constitucional. Creo que si queremos avanzar hacia una socialdemocracia con niveles mínimos más altos de bienestar para toda la ciudadanía, eso es una decisión política que se define en las elecciones con las fuerzas políticas que nos representan. Y creo que eso no está en la Constitución, donde sí están los límites del Estado, qué rol cumplen las instituciones, cómo se resguardan los derechos de los ciudadanos, pero lo que tiene que ver con demandas sociales, eso es política. Entonces urge un nuevo pacto social, sí, pero ese es rol de la política. Y el problema es que hay muy poca adhesión de la ciudadanía a las instituciones políticas que nos representan. Ese es el principal desafío de Chile: fortalecer las instituciones políticas

—Desde el desarrollo de la pandemia, ¿cómo ha visto el tema de la educación a distancia? 

Tengo algunas cifras de encuestas que no son 100% representativas y en base a las encuestas que están circulando puedo decir que es preocupante ver lo difícil que ha sido para Chile subirse a este carro de la educación a distancia. Muchas familias no tienen las condiciones físicas en el hogar para estudiar y menos los equipos de acceso a Internet para conectarse a las clases. A veces, los más pequeños no tienen un adulto que los pueda guiar, hay mucha desigualdad con respecto al capital humano. Siempre resaltamos lo desigual que es nuestra educación, pero ahora, con la suspensión de las clases presenciales, hemos observado el tremendo rol que cumplen las escuelas en intentar igualar las oportunidades. Sin duda, siguen existiendo enormes diferencias. Hoy, la mitad de los profesores te dicen que creen que sus alumnos no están aprendiendo, que sólo un 16% ha logrado hacer clases online y que la mayoría, o sea, el 84%, lo que ha hecho es mandar a las casas guías y ejercicios.

—¿Cómo y cuándo debería ser un retorno seguro a clases o deberíamos olvidarnos de este año escolar presencial?

Es muy perjudicial que los niños no puedan ir al colegio, no sólo desde el punto de vista del aprendizaje. La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) sacó recientemente un paper en relación a los riesgos que significa tener las escuelas cerradas. Primer riesgo: desnutrición. En Chile, un millón 600 mil niños reciben dos comidas al día en la escuela. Hoy, el Ministerio de Educación ha hecho un tremendo esfuerzo para entregar a las familias, semanalmente, cajas de alimentos. Pero es muy probable que esos alimentos, pensados para un solo niño, sean compartidos por todo el grupo familiar producto de la crisis económica. Un segundo tema tiene que ver con maltrato y abuso. El hacinamiento en Chile es bajo, cerca de un 18% de los niños viven en esta condición, pero lo más probable es que con el encierro el maltrato y los abusos sexuales aumenten. Por lo tanto, hay niños que lo están pasando muy mal y es muy difícil para el Estado poder detectar cuáles son los niños que están en riesgo. Un tercer tema son las enfermedades mentales y, según evidencia científica, están aumentando más que en un año normal. Ante este panorama considero que la vuelta al colegio debiera ser lo antes posible, en la medida en que las condiciones sanitarias lo permitan. Tal vez dividiendo los cursos por la mitad, alternando jornadas, pero es fundamental el reingreso lo antes posible, especialmente en los sectores más vulnerables.

“Es preocupante ver lo difícil que ha sido para Chile subirse a este carro de la educación a distancia. Muchas familias no tienen las condiciones físicas en el hogar para estudiar y menos los equipos de acceso a Internet. A veces, los más pequeños no tienen un adulto que los pueda guiar, hay mucha desigualdad con respecto al capital humano”

El poder del Estado 

Desde el inicio del Coronavirus se han multiplicado, en la prensa mundial, las opiniones de diferentes filósofos e historiadores ante la incertidumbre por lo que vendrá. Por ejemplo, declaraciones de Yuval Noah Harari (De animales a dioses), del surcoreano Byung-Chul Han (La sociedad del cansancio) y hasta del polémico Slavoj Žižek, quien publicó hace algunas semanas el libro Pandemia. 

—¿Qué reflexiones realizadas en estos tiempos le hacen más sentido? Žižek dijo que el Coronavirus es “el golpe definitivo contra el capitalismo” mientras que Byung-Chul Han señaló que, después de la pandemia, “sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente” …

Son reflexiones a partir del contexto, pero creo que se cae mucho en la opinología. Parecen opiniones sobre el futuro y parecen querer predecirlo. En todo caso, es interesante que ambos destacados pensadores contemporáneos tengan visiones totalmente distintas. Es curioso cómo la pandemia incentiva dos aspectos que son parte de la naturaleza humana y donde se produce una cierta tensión. Por una parte, la forma de protegernos de la pandemia es el aislamiento social, y uno sentiría que eso es como un egoísmo, pero al mismo tiempo ese aislamiento genera solidaridad con los otros. En ese sentido, el egoísmo, relacionarlo con el capitalismo, tiene sentido. Y, por otro lado, la crisis económica que está generando la pandemia despierta el espíritu solidario, se relaciona con el vivir en comunidad, porque no podemos vivir eternamente aislados.

—La filósofa Judith Butler señaló que “el aislamiento, en parte, es una estrategia de control estatal, que expande el poder del Estado”. ¿Cómo ve este asunto? 

Con esta situación que vivimos una se da cuenta de la función real que cumple el Estado. El tema es concreto: proteger la vida de los ciudadanos. En estas circunstancias ves el poder que le estamos entregando nosotros, voluntariamente, a este Estado sumamente poderoso que oprime nuestras libertades individuales, y que nosotros renunciamos a ciertas libertades individuales en pos de un bien común que implica la vida. Esa tensión, que en la normalidad está tan sumergida y tan poco visible, ha salido a la luz de una forma brutal. Es una situación límite donde se demuestra el carácter del Estado y la amenaza y el beneficio que puede ser para nosotros.

—¿Cree que la tecnología ha sido el instrumento que ha triunfado en esta crisis sanitaria? 

De todas maneras. Sería interesante poder estimar, y este es un trabajo para los economistas, cuánto hubiese caído el producto del país si no hubiésemos tenido tecnología. El hecho de que muchas empresas puedan hacer teletrabajo, que muchos trámites que involucran al Estado los puedas realizar vía online o la misma banca electrónica demuestran que Chile, comparado a otros países de la región, en ese sentido, es muy avanzado. Por supuesto, hay muchas áreas donde podríamos avanzar mucho más, como en telemedicina. Obvio que una cirugía no la puedes hacer a distancia, pero varias labores de la medicina podrías hacerlas a distancia. En Chile esto está comenzando y es también una forma de optimizar y focalizar mejor los recursos del Estado.

—Usted firmó una carta en apoyo a Cristián Warnken. ¿Qué opina de las críticas en redes sociales y sobre la figura del intelectual hoy en Chile? 

Creo que las redes sociales se han convertido en una cacería de brujas, en un circo romano donde, a veces, se cree que ese es el reflejo de la realidad, pero Twitter no representa la opinión de la mayoría de las personas. Ahora, el nivel de agresividad que hay en la política, ver cómo se tratan nuestros políticos, es espeluznante. Y luego ves cómo nos estamos tratando en las redes sociales, los foros de discusión, te das cuenta de que hemos perdido algo que es el fundamento de la democracia, que es considerar al otro un igual a ti. Y que ese otro, por más liberal, machista o feminista que sea, merece respeto. Incluso da la impresión de que hay sectores que se alegran con la desgracia del otro. Por ejemplo, con el caso del ex ministro Jaime Mañalich, como que ojalá fracase para hacerlo bolsa. Pero si él fracasa, lo hace todo el país. Ahora, agradezco el rol que han tenido intelectuales de confrontar a esa manada que no piensa y que sólo pide sangre. Y también hay que entender que lo que pasa en El Mercurio, La Tercera y Twitter no es lo que pasa en Chile, eso le ocurre a una élite muy reducida.

—También están las columnas de Carlos Peña, ¿no? En el último número de la revista del CEP, a partir del estallido social, Peña se pregunta: “¿Por qué una sociedad que ha disminuido la desigualdad experimenta, sin embargo, una vivencia de la desigualdad cada vez más aguda?” 

Si miras el crecimiento económico y la desigualdad económica en Chile en los últimos 20 años, distintos economistas observan cómo se ha reducido la brecha de desigualdad económica y la desigualdad material, y ese fenómeno es muy peculiar. En otros países las brechas han aumentado. En Chile disminuye, pero cuando uno ve las encuestas, la percepción es de mucha más rabia en cuanto a la desigualdad. Esto puede ser debido a las expectativas que genera el progreso, o sea, que junto al progreso material debería ocurrir el progreso social, un trato igualitario, pero a pesar de lo que yo he conseguido, la sociedad me sigue tratando igual que antes. Entonces, significa que la desigualdad de clase no se ha reducido y eso genera rabia y frustración. Chile creció en los años 90, pero ese crecimiento se ha ido estancando en los últimos 15 años.

Crisis de TVN: ¿El final de la televisión pública?

El anuncio de la venta del edificio de Televisión Nacional por US$90 millones puso en evidencia las pérdidas económicas y un historial de malas administraciones. ¿Hay que refundar el canal o volver a legislar para que sobreviva? Acá se desarrolla una serie de reflexiones, críticas y propuestas. Conversamos con Nivia Palma, integrante del directorio; Jaime de Aguirre, ex director ejecutivo; Luis Breull, experto en comunicación; Manuela Gumucio, directora de Fucatel; y Pedro Chaskel, director del sindicato 2 de TVN.

Por Javier García Bustos

“Crisis golpea a TVN”, “Venta edificio TVN” y “TVN busca vender edificio corporativo” fueron sólo algunos de los titulares que se reprodujeron en la prensa luego de que el pasado 15 de junio comenzara a circular el aviso de la consultora inmobiliaria Colliers International ante la venta de las dependencias de Bellavista 0990. Creados en 1969, los primeros estudios de Televisión Nacional de Chile (TVN) estaban ubicados en una casa arrendada a la familia del poeta Vicente Huidobro, en la esquina de Alameda con San Martín. Un año después, en agosto de 1970, ya se inauguraban sus estudios definitivos en Providencia. 

“El neoliberalismo ha separado la libertad de la democracia para convertirla en antidemocrática”, dice Wendy Brown.

En aquel lugar, en el año 2000 se construyó el edificio corporativo. Una gran estructura con cuatro edificios emplazados en tres niveles superiores y dos subterráneos. Allí operan 10 estudios de televisión, oficinas, redacción de prensa y almacenaje de archivos. El recinto tiene un total de 57.500 metros cuadrados construidos sobre 27.200 metros cuadrados de terreno.

El aviso de venta de la consultora inmobiliaria señala que “se permiten edificaciones residenciales, edificaciones de servicio y salud pública”. El valor de referencia es de US$90 millones ($72 mil millones) y la recepción de las ofertas será hasta septiembre.

¿Es el fin de la televisión pública la venta del edificio de TVN? ¿Qué viene después para un medio de comunicación histórico y su patrimonio?

Según Pedro Chaskel, director del sindicato 2 de TVN, desde agosto de 2019 hasta ahora se han producido, aproximadamente, 160 despidos. El dirigente, quien trabaja desde 1993 en el canal, entrega otro dato: de una planta original de 1.400 personas, actualmente quedan menos de la mitad, 650 trabajadores.

Nivia Palma, abogada y actual integrante del directorio del canal, cree que los años 90 e inicios del 2000 fueron, desde el punto de vista económico, buenos años para TVN. “Fue un medio de comunicación que intentó contribuir al reconocimiento y valoración de la diversidad y pluralismo. Reportajes relevantes en materia de violaciones a los derechos humanos fueron realizados por TVN, emblemáticos programas como El Mirador y Patiperros fueron parte de su programación; sin duda, también Informe Especial. Por su parte, el área dramática hizo un aporte para instalar diversas realidades”, señala.

La abogada y actual integrante del directorio de TVN, Nivia Palma.

Pero en los últimos años la situación económica del canal ha ido en declive. Televisión Nacional posee un esquema de autofinanciamiento, que por ley no puede recibir fondos del Estado. Esta ley es la 19.132, decretada en marzo de 1992, tras el regreso de la democracia. En los últimos años, los números rojos fueron categóricos y lapidarios. En abril pasado el Diario Financiero informó que el canal obtuvo un crédito con el banco BCI por $48.500 millones. Esto, luego de que las pérdidas en 2018 ascendieran a $12.182 millones.

Ante estos números negativos, Nivia Palma reflexiona: “Las transformaciones de la industria televisiva y el mercado publicitario de la última década pusieron en evidencia de manera dramática el problema estructural de TVN: una empresa pública de medios de comunicación sometida a las reglas del mercado, obligada a autofinanciarse. En ese contexto, con una programación más bien pensada con el propósito de obtener publicidad y claramente poniendo en serio cuestionamiento su rol público, TVN enfrenta una de sus mayores crisis desde el punto de vista económico y financiero”.

Cargos políticos y desafíos

El mejor antecedente para el canal, en términos creativos y de dividendos, fue la década del 90 y los primeros años del 2000. En la estación de Bellavista 0990 destacaron teleseries realizadas en regiones como Sucupira, La Fiera, Romané, Pampa Ilusión, El circo de las Montini y programas infantiles como 31 Minutos. También estaba de lunes a viernes el matinal Buenos Días a Todos.

Sobre la evolución de los medios de comunicación, de los buenos a los malos años, habla Jaime de Aguirre, ex director ejecutivo del canal: “los tiempos cambian y el éxito sostenido no fue acompañado por una visión más lúcida de los nuevos tiempos. Grandes avances tecnológicos, profundos cambios sociales, más competencia de nuevas plataformas digitales, nuevas tendencias en los hábitos de visionado han afectado a toda la industria de los medios y no sólo a TVN, desatando una crisis general de la TV”, opina De Aguirre.

Pero, definitivamente, en los últimos años la audiencia no favoreció a TVN. Ya en diciembre de 2015 hay antecedentes de pérdidas por sobre $23 mil millones. En mayo de 2016, la administración de la presidenta Michelle Bachelet envió un proyecto de ley al Congreso buscando inyectar fondos por US$75 millones. Ese mismo año, la presidenta habló públicamente de un proyecto de recapitalización que implicaba una amplia programación cultural. Esto se materializó en 2018 con la ley 21.085 que modifica la ley de TVN y que permitió implementar la televisión digital. Pero no mucho más. Se habló, en los años posteriores, de convertir a Televisión Nacional en una especie de BBC, servicio público de radio y televisión del Reino Unido.

Jaime de Aguirre, director ejecutivo del canal hasta diciembre de 2018.

Jaime de Aguirre, quien fue director ejecutivo del canal hasta diciembre de 2018, cree que el futuro de la estación debería ser “como un medio multiplataforma relevante”. De Aguirre opina que “por cierto, todo parte por la voluntad del dueño, el Estado, de que TVN exista y se fortalezca, particularmente ahora, en tiempos en que las comunicaciones se han vuelto una herramienta poderosa para ser utilizada en defensa de la vida en democracia. Se requiere un dueño convencido de que no basta llegar a fin de año ‘en azul’, sino que sea capaz de elaborar un plan estratégico sofisticado, sin olvidar que el principal objetivo de este proyecto es producir y distribuir contenidos que contribuyan a un Chile más informado y reflexivo”, agrega quien también, a inicio de los 90, fue director de programación de TVN.

Sin embargo, hay voces que opinan distinto ante la crisis que vive actualmente el canal. Por ejemplo, Luis Breull, experto en análisis de comunicación y académico de la Universidad Católica, cree que “A TVN hay que refundarla, porque es un canal que se dejó morir, se dilapidó el patrimonio público, el que fue muy poco cuidado, sobre todo en las gestiones de la última década y, principalmente, en los últimos cinco años, donde TVN estaba reducido a ser un cazador de rating”.

El especialista insiste en la necesidad de hacer una nueva legislación, “pero no para salvar a TVN, sino para construir y robustecer un sistema de medios públicos en Chile, que realmente responda a la ciudadanía y que le interese fortalecer a la democracia. Y no discutir, legislativamente, de cómo salvamos a la actual TVN, este TVN ya está superado por la historia. Hay que discutir una ley con plataformas de medios públicos, que permita que el Estado opere en radio y televisión, como generador de contenidos multimedia”, añade Breull.

En tanto, otra opinión apela al financiamiento para el canal por parte del Estado. Manuela Gumucio, directora general del Observatorio de Medios Fucatel, comenta que “muchos ejecutivos confunden un medio de comunicación con una carnicería. No quieren aceptar que no hay democracia real sin una opinión formada libremente, en conocimiento de diversas maneras de ver el mismo problema. Los dividendos y ganancias de una TV pública no se miden en pesos. Y para decirlo rápidamente, creo que es necesario financiar parcialmente ese canal”.

La periodista y doctora en sociología cree que “somos un país secuestrado, no tenemos acceso a saber del Líbano, de Palestina, de filosofía, de grandes artistas. Es indispensable, por ejemplo, tener documentales”, agrega Manuela Gumucio y termina diciendo que “lo grave es que, desde hace años, nadie reconoce a esta señal como un canal público, en el sentido de ser un espacio de contrapeso al concierto bastante uniforme de la TV comercial, tanto desde el punto de vista político, de la diversidad de ideas, como del estético y creativo”.

El antipoeta Nicanor Parra entrevistado por el escritor Antonio Skármeta en El show de los libros, programa cultural emblemático que se emitió por TVN entre 1992 y 2002.

Uno de los motivos de que TVN no se diferencie de otras señales podría ser su complejo funcionamiento interno. Al presidente del directorio lo designa el presidente de la República de turno. En el Congreso se votan los otros integrantes. Hoy su directorio lo encabeza la economista Ana Holuigue y su vicepresidenta es la exministra de Educación, Adriana Delpiano, quien dijo no estar disponible para este reportaje. Además, el directorio lo conforman el abogado Gonzalo Cordero, la periodista y Premio Nacional Pilar Vergara, la abogada Nivia Palma y la exministra del Deporte Pauline Kantor.

Para el académico Luis Breull, estas designaciones políticas son un conflicto. “Es ahí donde el discurso público se empieza a derruir y también se empieza a constituir una casta de administradores de TVN venidos de cargos políticos. Así se fue constituyendo una cultura de apropiación del canal por parte de cinco partidos políticos: el directorio le pertenece al PPD, a la DC, al PS, a RN y a la UDI, sea quien gobierne, y esto es nefasto. Esto produce un control editorial y no justamente en pro de un debate democrático”, añade. 

El futuro y el financiamiento

“Este es un proceso de liquidación de activos que se dan en las empresas cuando están a punto de quebrar y que venden lo último que les queda para poder salvar las deudas”, dice Luis Breull sobre la puesta en venta del edificio de TVN desde mediados de junio.

Mientras, Pedro Chaskel, director del sindicato 2 del canal, entrega más datos y cuenta que desde el año pasado había intenciones claras de “arrendar o vender parte del edificio” y señala que a nivel de directorio “esto se manejaba desde enero”. Hay otro dato: desde inicios de este año los pisos -3 y -4 de los estacionamientos del canal son arrendados a la Clínica Santa María.

El director del sindicato 2 de TVN, Pedro Chaskel.

El pasado 25 de junio, el directorio de TVN fue citado a una sesión de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados. Pedro Chaskel escuchó parte de los argumentos del directorio. “Incluso creyendo toda la argumentación que ha dado el directorio, quienes descartan la privatización, lo que se desprende de su discurso es que la situación es tan, pero tan mala, que sólo vendiendo los inmuebles es viable que siga existiendo una empresa que se llama TVN”, comenta Chaskel y cree que el problema de fondo es “la viabilidad futura de TVN. La venta del edificio sólo va a resolver un problema de supervivencia a corto plazo. Pero lo importante es que debería haber una nueva estructura legal para funcionar”.

Así es como el dirigente de los trabajadores cree que es urgente legislar nuevamente. “Una nueva ley tiene que hacerse cargo de cómo se financia TVN, de los cambios que se hacen tanto en la composición del directorio como en la elección de las autoridades para que haya mayor profesionalismo y no siga este cuoteo político en el que llevamos tanto tiempo”, señala.

De alguna manera, Nivia Palma, actual integrante del directorio del canal, apunta en la misma dirección. “Esta crisis debe enfrentarse de manera estructural con una nueva ley de TVN que aborde el financiamiento del Estado, pues se trata de una institución estratégica para el país, y además se debe definir un nuevo gobierno corporativo, que supere el binominalismo y dote a TVN de la capacidad real para llevar adelante la gestión y creación de un conjunto de medios de comunicación”, dice Palma y resume: “Es completamente improcedente sostener una empresa pública de televisión que debe autofinanciarse; allí está, a mi juicio, la cuestión de fondo. TVN le pertenece a Chile, no a los gobiernos, tampoco a un grupo de empresarios o a un grupo de la élite”.

Constanza Valdés, la abogada trans que quiere ser constituyente

Siempre activista por los derechos LGTBI+, la ahora asesora parlamentaria conversa sobre el tener que resistir como mujer trans en distintos ambientes machistas y conservadores, sus ambiciones políticas y cómo su personalidad le ha ayudado a seguir adelante a pesar de los discursos de odio. “Quiero dar la pelea por una nueva Constitución y posicionar temáticas de género, diversidad y multiculturalidad”, dice.

Por Florencia La Mura

Constanza Valdés (29) es Licenciada en Derecho y conocida principalmente por su faceta de activista, al trabajar en pos de la Ley de identidad de género. Incansable, participa también como Codirectora de la Comisión Legislativa y Políticas Públicas en la Asociación de Abogadas Feministas (Abofem), en la Agrupación lésbica Rompiendo el Silencio, y ha colaborado con Organizando Trans Diversidades (OTD), con Amnistía Internacional por la Ley de discriminación e impartido talleres sobre temas trans en distintos espacios. “Mi postura es bastante abierta a colaborar. No hay que guardar tu conocimiento, hay que compartirlo”, explica al teléfono desde Valparaíso -donde vive y trabaja como asesora parlamentaria de la diputada Claudia Mix- agregando que, en su afán por hacer de todo, también llegó al Departamento de Género del Colegio Médico de su ciudad.

La abogada Constanza Valdés vive en Valparaíso y es asesora parlamentaria de la diputada Claudia Mix. Crédito de foto: Carla Ríos.

La imagen que proyecta Constanza es de una mujer muy resuelta y decidida, pero no siempre fue así. “Me crié en Rancagua, una ciudad muy conservadora, siempre muy ligada a la derecha”, explica sobre qué fue lo que la llevó a esperar terminar sus estudios para recién transicionar. Viviendo en la sexta región, dice, nunca supo de referentes trans en una ciudad minera y “llena de machos”. Fue cuando llegó en 2010 a Santiago a estudiar en la Universidad Diego Portales que pudo empezar a leer y aprender sobre personas trans.

Si bien ahora se siente más cómoda participando del movimiento feminista, constantemente recibe ataques -sobre todo en redes sociales- incluso de parte de quienes se supone, son parte de su misma lucha. Aún así, está dispuesta a pelear: “si yo le puedo poner el pecho a las balas para que al resto no le llegue, bacán”. A pesar de tener claros sus privilegios -al haber podido estudiar y ejercer una carrera profesional, además de ser políticamente visible- su historia le ha servido para tener claro que no quiere que las personas trans pasen por lo que ella pasó. “Mi gran motivación es retribuir a la comunidad, al mundo”, afirma. 

-Has dicho que te identificas como una mujer trans desde los 18 años y que decidiste ocultarlo hasta luego de salir de la universidad ¿cómo fue esa experiencia en lo personal y por qué lo decidiste?

Vivía en una familia conservadora donde no tenía muchas herramientas y si más de alguna vez me lo había cuestionado, no era algo que quisiera resolver pronto. Cuando me fui a Santiago fue un momento de liberación y catarsis, me empecé a cuestionar mucho más y a buscarle un nombre a lo que me pasaba. En ese entonces, no habían muchos relatos de personas trans que hubieran transicionado en el ámbito universitario, donde hubiera salido todo bien, sino todo lo contrario. Decidí aplazarlo porque estaba en el primer año de universidad, no tenía mucha confianza y seguridad. El problema de ir esperando es que año a año aumentaba la ansiedad, depresión, tuve algunos intentos de suicidio, pero al final fue eso mismo lo que terminó provocando que me decidiera a transicionar cuando hubiera terminado la universidad. Fue como vivir una doble vida, nunca me sentí cómoda. Muchas veces, por lo mismo, no quería ir a clases pretendiendo que era otra persona. Nunca fui a carretear, a lo más jugaba a la pelota y me pasaba en la casa leyendo. Cuando hice la transición tuve esa tranquilidad de poder y querer salir, aunque ahora corro más peligros, a pesar de que yo pueda disfrutar bastante el exterior. 

-Eres la primera mujer trans en ser vocera de una coalición en el Congreso, ¿cómo crees que afecta tu presencia en ese espacio político? ¿has visto alguna evolución en estos años?

Cuando comencé a trabajar me miraban raro, había hombres que me saludaban de la mano y no de beso. En reuniones me tocaron muchos prejuicios y se sorprendían cuando les decía que había estudiado Derecho. De a poco la gente me iba conociendo y valorando. No veo que haya habido una evolución, el solo hecho de que yo esté allá no cambia nada. Soy solo una persona, estoy sobrepasada de cosas y no puedo pelear con toda la gente que quisiera porque me pueden echar. Tengo el reconocimiento de mi nombre y sexo registral desde el 2017, ¿cuál es el problema que pueden tener conmigo? es por como me veo. Sé que no paso desapercibida, porque soy muy alta y gorda. Soy realista, tampoco pienso que la facultad de Derecho UDP cambió porque tiene una egresada trans, si alguien lo piensa así es porque tiene un ego muy grande.

Ley de identidad de género: la pelea por no patologizar

El 7 de mayo de 2013 ingresó a la cámara del Senado el proyecto que reconoce y da protección al derecho a la identidad de género. Fueron siete años de discusión parlamentaria donde sectores conservadores e incluso de izquierda pusieron trabas al proyecto original: desde “el bus de la libertad” de Marcela Aranda, mujer evangélica y asesora legislativa de parlamentarios de Chile Vamos, hasta oposiciones dentro de la izquierda. “El gobierno anterior no quería que fuera un procedimiento administrativo, sino con un juzgado de familia”, explica Constanza, haciendo hincapié en el matiz patologizante que tienen estas resoluciones y que aún viven en el espíritu de la ley, al solicitar distintos tipos de certificados médicos y judiciales para autorizar el cambio de nombre.

Pero además de la pelea institucional, Constanza ha tenido que defender su propia identidad. En 2017, desde su visibilidad como activista, pudo realizar su cambio de nombre y sexo registral, pero tiene claro que no le interesa operarse.


-¿Cómo llegaste a esa decisión, es común dentro de la comunidad trans?

Cuando se presentó la ley se esperaba que una persona trans quisiera operarse y por mucho tiempo pensé igual. Tenía este acceso a teoría feminista y queer, y así aprendí que había otras realidades en otros países. Cuando transicioné e iba a terapia, planteé que me sentía cómoda con mi cuerpo. Antes pensaba que las mujeres tenían que ser solo de una manera, muy femeninas, operadas, con un cambio radical en tu identidad y expresión. La gente me mira distinto y sé que no voy a tener la misma visibilidad en base a los cánones de belleza. Sabía que con mi decisión tendría que enfrentarme a la «consecuencia» que significa verme distinta. 

A propósito de lo mismo surgieron discusiones sobre cómo dentro de la comunidad LGTBI+ se higienizan las identidades, se homogeneizan las corporalidades y lo hemos visto sin mucha crítica. Las grandes historias de transición de mujeres trans responden a lo mismo: altas, femeninas, delgadas, sin vestigios de masculinidad. Cada día, más personas trans deciden cosas similares a mí, se ha ido visibilizando que no todas tienen que pasar por lo mismo y desde ahí se produce discriminación en la misma comunidad, mujeres trans que critican a quienes no se operan o también personas trans binarias hacia trans no binarias por el solo hecho de identificarse de otra manera. 

-En diciembre del año pasado se empezó a aplicar la Ley de identidad de género, hasta la fecha ¿cómo evalúas su ejecución y las modificaciones que recibió?

La patologización es muy cultural y ese es el problema, porque no se puede resolver a través de una ley. Lo bueno es que no exige ningún tipo de tratamiento hormonal ni operación quirúrgica para acceder al cambio de nombre sexo-registral, pero hay otras aristas, como cuál es el órgano competente para realizar el cambio, cuáles eran los requisitos y ahí es donde aún se patologiza. El gobierno anterior no quería que fuera un procedimiento administrativo, sino con un juzgado de familia. También querían incorporar informes psicológicos y eliminar eso fue una pelea de años. La primera discusión que tuve con ellos fue por aclarar por qué el proceso administrativo era mejor que uno jurisdiccional y cuáles eran sus falencias, eso era derecho administrativo y cuestionaban que yo no supiera algo que no fuera «derecho trans». La discusión ideológica de fondo es por qué un juez tiene que validar quién soy y es algo que se mantuvo para adolescentes de 14 a 17. Aún con el consentimiento de los padres hay que ir a un juzgado de familia, pasar por un juicio, presentar antecedentes. 

-¿Cómo se debe mejorar?

Si bien no se pide informe psicológico en adultos, se exige que presenten dos testigos que acrediten que tú conoces los efectos jurídicos de la solicitud. Esto fue gracias al gobierno actual, donde la oposición no hizo nada, decían que iba a «ser como un matrimonio», porque no saben lo terrible que es llevar a dos personas que confirmen que sabes lo que estás haciendo. Es muy tenue esa patologización en el discurso público, pero existe. Es invalidante en términos del derecho y del respecto a la identidad de las personas trans. En la práctica, nadie puede invalidar tu presunción de capacidad, lo dice el derecho, todas las personas se presumen capaces hasta que se demuestre lo contrario. 

-¿Qué temas deja fuera la ley actual?

La ley tiene una postura bastante paternalista, porque considera a las personas trans como pobrecitas. Lo único que hace es reconocer el derecho a la identidad de género, regular temas de discriminación y establecer programas de acompañamiento que hasta el dia de hoy no han servido de nada. Se deja fuera el cupo laboral trans, educación, becas en universidades públicas y temas de salud (aún se solicita un informe psiquiátrico para acceder a tratamientos hormonales). En temas de vivienda y estadísticas, como sí lo plantea la ley trans de Uruguay, por ejemplo, no contempla nada. Además, hay un aspecto que pasa desapercibido y es la definición de identidad de género. Se habla de una convicción personal e interna de ser hombre o mujer, pero ¿qué pasa con las identidades no binarias? Esta ley no sigue los estándares internacionales de derechos humanos. La primera vez que se definió la identidad de género no se habló de ser hombre o mujer, solo de tu vivencia personal e individual de género.

“Me gusta pelear” 

De acuerdo a un estudio del Sindicato Amanda Jofré, citado por la misma Constanza en un reportaje del sitio Es mi fiesta, 95% de las mujeres trans en Chile ejerce trabajo sexual como forma de ingreso económico. Por lo mismo, tiene claro que pertenece a un pequeño grupo privilegiado al haber estudiado una carrera profesional y poder ejercerla. Desde ese lugar, pretende participar en todos los espacios posibles, tomando cualquier oportunidad para ayudar a quien lo necesite.

Bajo la misma premisa, fue que decidió postularse como candidata a constituyente, luego de desechar una posible candidatura a diputada. Desde ese espacio, dice, pretende luchar por los derechos de las mujeres y por incluir temas de multiculturalidad. A pesar de seguir en el activismo desde la comunidad LGTBI+, Constanza asegura que ahora se siente más cómoda en espacios feministas, donde ha sentido mucha inclusión y disposición a aprender, a pesar de constantemente recibir ataques de grupos trans excluyentes en redes sociales.

Constanza Valdés es además parte de la Asociación de Abogadas Feministas (Abofem). Crédito de foto: Lucian Francis

-¿De qué manera ves que afecta tu propia historia la manera en que asumes tu posición política?

La resilencia la fui adquiriendo con el tiempo, pero siempre he sido buena para pelear. Me carga que la gente crea tener la razón en todo, por lo mismo trabajo en incidencia educativa y políticas públicas. Creo que lo que me motivó a hacer activismo fue haber tenido el privilegio de estudiar, egresar, poder tener ingresos y pagarme la terapia en el momento que transicioné. Me inicié en el activismo porque no veía personas trans que hayan estudiado derecho. Asumí que tenía que aprovechar ese privilegio para visibilizar cosas. Lo que yo pasé -los intentos de suicidio, estar deprimida- es algo que no quiero que le siga pasando a más personas. Mi gran motivación es retribuir comunidad al mundo.

Desde el 2018 empecé a ampliar mis intereses y empecé a pelear por derechos de las mujeres además de LGTBI+ porque me da rabia y pena pensar que las cosas no van a cambiar sustancialmente y que quienes deciden todo, son las mismas personas que han estado décadas en el poder y son hombres. Cuando hay pocas mujeres que paran esos espacios reproducen los mismos estereotipos y las discusiones terminan siendo sobre réditos políticos antes que luchar por los derechos de las mujeres o la comunidad LGTBI+. 

-¿Qué te motiva en lo cotidiano?

Día a día mi enfoque es «qué cosa podemos cambiar o visibilizar, cómo podemos aportar desde algo en específico”. Durante los últimos tres años lo he hecho participando en varios espacios, estando siempre disponible para gente que necesita ayuda. Mucha gente me pregunta dudas por Twitter y ¿cómo voy a cobrar? He llevado varios casos pro bono. Eso me motiva a seguir adelante y aguantar de vuelta lo que viene después. Visibilizar también significa que te van a atacar con discursos de odio. Eso igual te hace «cuero de chancho». En algún momento me afectó leer mensajes del tipo «la gente LGTBI+ no tiene que existir» y ahora no dejo que me afecte, mientras físicamente no me pase nada e incluso así no sería un impedimento para seguir. 

-¿Cómo lidias con esa violencia en redes sociales?

Sé que si a mí me impacta de alguna manera, a otra gente le impactará más. Cuando me llegan comentarios de ese tipo denuncio y bloqueo. Si yo le puedo poner el pecho a las balas para que al resto no le llegue, bacán. La idea es lograr protegerse entre todas las personas y lograr redes de apoyo. El hecho de ser visible y ser activista lo hice parte de mi vida, porque quería y porque me gusta pelear, pero si el día de mañana hay alguien que quiere ser visible y no quiere pelear, no va a tener que hacerlo porque se lograron cambios gracias a personas que venían antes. Yo puedo hacerlo también gracias a eso. El día que tenga hijos o hijas no quiero que tengan que pasar por lo mismo. Hay que cambiar las cosas como sea, por eso participo en instancias institucionales, a pesar de sus problemas y de la elite. De a poco se logran los cambios y si no llegamos a las instituciones y las cambiamos de cero, van a seguir siendo así.

-En tu proceso de definirte e ir encontrando tu identidad, el feminismo te ayudó mucho. ¿Cómo te vas moviendo en esos espacios, considerando que hay discursos de odio de mujeres que se identifican como feministas?

Por mucho tiempo mi lógica fue feminista respecto a la situación. En el movimiento trans se habla de transfeminismo pero no hay mucha discusión respecto al tema, como sí sucede en organizaciones feministas. Me involucré en más espacios, como la Agrupación lésbica Rompiendo el Silencio, también en pequeños colectivos feministas y luego vino Abofem, que me ha servido desde la incidencia legislativa. Conociendo a otras feministas lo que más he sentido es mucha inclusión de gente dispuesta a aprender más, hasta el día de hoy. Al involucrarme más en el movimiento empecé a pronunciarme más respecto a temáticas feministas y ahí empezaron a aparecer quienes me criticaban por hablar desde el ser trans y lesbiana. Por suerte, siempre han sido grupos muy minoritarios. En los mundos que me muevo no me ha tocado compartir espacios con ellas, pero sí en las redes sociales, porque ahí difunden esos discursos. Muchas veces es gente anónima que ojalá aportaran más por cambiar las cosas en vez de odiar. Pero las enfrento de la misma forma que he manejado el odio y el hostigamiento de personajes de ultraderecha, algo que vivimos las mujeres de forma pública y no exclusivamente por ser trans. Hay estudios que muestran que las mujeres con opinión en la esfera pública viven más hostigamiento y acoso, es cosa de ver lo que ha pasado con Izkia Siches. En ese sentido, me siento mucho más parte del movimiento feminista que dentro de la comunidad LGTBI+ porque está lleno de hombres muy machos, por lo mismo me gusta lo complementario de trabajar en ambos. 

-Has planteado qué quieres ser candidata a constituyente, ¿cuáles serían tus propuestas?

En 2017 me ofrecieron ser candidata a diputada y lo decliné, aunque lo dejé pensado para un futuro. Pero con mi experiencia de asesora parlamentaria, vi que la política congresal está muy desvalorizada. No hay mucho que pueda hacer un parlamentario, no solo por las herramientas que limita la Constitución, sino también por el panorama político. Por lo mismo, prefiero ser constituyente considerando que los cambios son a largo plazo. Dentro de la comunidad LGTBI+ y del movimiento feminista nunca hemos tenido mucha visibilidad y representación. Más allá de llegar al congreso y estar en un espacio que te limita bastante, pasar en un encierro que te distrae y abstrae del movimiento social, prefiero enfocarme en pelear por una nueva Constitución y posicionar temáticas de género, diversidad y multiculturalidad. Quiero cambiar estructural y políticamente nuestro país, eso significa quitarle atribuciones al presidente y al Tribunal Constitucional. Mi mantra de vida es hacer las cosas que hay que hacer día a día, con convicción y porque es lo correcto, pero no porque tienes un rédito político de eso.

Juan Enrique Pi: “Hay varias deudas vigentes con la comunidad LGBTI”

En el mes del orgullo de la comunidad LGBTI, el abogado de la U. de Chile y director de la Fundación Iguales, Juan Enrique Pi, comenta el éxito del caso de filiación que llevó adelante como abogado, en el que tanto Emma de Ramón como Gigliola Di Giammarino fueron reconocidas por el Juzgado de Familia de Santiago como madres de Atilio, fallo inédito que repercutirá en el futuro de otros casos como este. Para el abogado, sin duda, se siguen abriendo puertas para la comunidad LGBTI en Chile, pero aún queda mucho por debatir y legislar.

Por Jennifer Abate
El abogado, egresado de la U. de Chile y director de la Fundación Iguales, Juan Enrique Pi.

—Desde organizaciones como la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres han denunciado con preocupación el riesgo que el confinamiento significa para muchas mujeres que tienen que compartir techo con sus agresores. Desde la Fundación Iguales, ¿tienen conocimiento de la situación en que se encuentran las personas disidentes sexuales en este contexto de encierro en los hogares?

Desde luego que hay niños, niñas, adolescentes LGBTI que no tienen el apoyo de su familia y se encuentran confinados con personas que pueden ejercer violencia. En ese sentido, lo que hemos estado haciendo es estar atentos a cualquier denuncia que pudiera ocurrir y tuvimos, hace ya varias semanas, una reunión con la Subsecretaría de Derechos Humanos, en la que ellos quedaron en recibir las denuncias para precisamente buscar soluciones. Sin embargo, hay dos cosas importantes que decir sobre políticas públicas que faltan en nuestro país y que son sumamente urgentes. La primera es relativa al programa de acompañamiento de niños, niñas y adolescentes trans que creó la Ley de Identidad de Género, que depende del Ministerio de Salud junto con el Ministerio de Desarrollo Social. Yo diría que esa política pública está atrasada, que no se está implementando y es urgente en contextos excepcionales como el de la pandemia, que nos obliga a estar encerrados. Ese programa de apoyo sería fundamental para esos niños, niñas trans que deciden iniciar su transición. Pero no sólo un apoyo a los niños, sino también a la familia, un apoyo multidisciplinario. Lo segundo que es sumamente importante es que necesitamos por lo menos algunas casas de acogida en algunas ciudades, que son las de mayor tamaño, porque muchas veces las personas LGBTI, especialmente niños, niñas y adolescentes, son expulsados por su familia, lo que los deja en situación de calle. Entonces, si existieran estas casas de acogida para que llegaran estas personas para no sufrir el abandono, sería algo bastante importante, yo creo que aquí el país nos deja nuevamente de manifiesto que si bien hemos avanzado mucho, no soy pesimista en ese sentido, tenemos deudas en políticas públicas que en situaciones excepcionales, difíciles como estas, puedan apoyar a la comunidad LGBTI.

Esta semana fue publicado un informe que pone a Chile en los últimos lugares entre los integrantes de la OCDE en materia de garantías de igualdad a los miembros de la comunidad LGBTI. ¿Cómo evalúas ese informe? ¿Cuáles crees que son los mayores desafíos hacia el futuro en la legislación chilena y la protección de los derechos de las personas LGBTI?

En los últimos años hemos tenido importantes avances. Originalmente, uno analiza cómo ha ido avanzando el reconocimiento de derecho desde la despenalización de la sodomía, que ocurrió en 1999, es decir, hace 21 años, no olvidemos que las relaciones sexuales consentidas entre hombres adultos tenían pena de cárcel. Entonces, desde 1999 hasta el año 2020 hemos avanzado, hemos tenido la Ley Antidiscriminación, que con todas las falencias que tiene, es la primera vez que el Estado de Chile prohíbe discriminar, y eso ocurrió hace ocho años. Hace cinco años tuvimos la Ley de Unión Civil y hace seis meses está vigente la Ley de Identidad de Género, el proyecto de Ley de Matrimonio Igualitario está en su primer trámite constitucional, a pesar de que es un proyecto de ley presentado en 2017. Entonces, claro, el avance del reconocimiento ha sido importante, pero las deudas siguen estando vigentes, especialmente en dos ámbitos. Primero está la violencia contra la comunidad LGBTI; hoy en día, las personas que somos gays, lesbianas, bisexuales, trans, intersex, corremos peligro de ser violentadas en el espacio público, en los establecimientos educacionales, lugares de trabajo, centros de salud. Es importante que eso se resuelva a través de una reforma a la Ley Antidiscriminación que cree una institucionalidad encargada de prevenir y de educar. La segunda deuda importante es en relación a que las familias compuestas por personas del mismo sexo siguen siendo consideradas de segunda categoría y no pueden acceder a los mismos derechos, como al matrimonio, que la Corte Suprema ha declarado que es un derecho humano. Por eso celebramos el caso de Emma y Gigliola, en el que por primera vez un niño nacido en una familia lesbomaternal tiene el reconocimiento legal de sus dos mamás.

¿Cuáles son las falencias de la Ley Antidiscriminación?

La primera gran falencia es la falta de institucionalidad, esta es una ley absolutamente reactiva, te permite a ti demandar ante un tribunal civil cuando ya eres víctima, pero no tiene nada preventivo, es decir, no hay ninguna institucionalidad encargada de evitar que estas situaciones sigan sucediendo a través de un mandato específico y concreto de educación a la ciudadanía, a los organismos públicos, a las Fuerzas Armadas y de Orden, para evitar que nuevas personas sean violentadas, vulneradas en sus derechos, porque no olvidemos que la discriminación es un acto totalmente atentatorio de la dignidad de las personas. La segunda es que la demanda que uno entabla tiene tremendos desincentivos, por ejemplo, la persona discriminada tiene que solventar todo el procedimiento ante los tribunales de justicia, pagar un abogado, las notificaciones, es un procedimiento largo que se extiende a veces incluso por más de un año, para obtener simplemente que a la persona discriminadora le pasen una multa de un máximo de dos millones de pesos. Ese es un tremendo desincentivo para las personas. Esta ley además tiene una multa si uno resulta completamente vencido si la acción se ejerce, si el tribunal no acoge para nada la pretensión que la persona discriminada presenta. Entonces, además, a la persona discriminada le pueden pasar una multa. 

A mí me da la impresión de que esta acción debe ser modificada en distintas formas, la primera, eliminar esa multa porque el ordenamiento jurídico tiene lo que se llama la condena en contra, que si uno es completamente vencido le tiene que pagar el abogado a la contraparte, eso sería más que suficiente. En segundo lugar, creo que es sumamente importante aumentar la multa a beneficio fiscal, no debería ser de un máximo de 50 UTM, sino 500 UTM, algo que a la gente le duela o haga que lo piense dos veces antes de tener una acción discriminatoria. Y tercero, la víctima de discriminación debe tener la oportunidad de pedir una indemnización de perjuicios por el acto discriminatorio, porque es un acto que vulnera la dignidad de las personas y por lo tanto el daño es muy profundo y puede ser muy permanente. Por eso es importante que se pueda establecer no sólo que a la persona que discrimina se le pase una multa, sino que tenga que resarcir ese daño a través de una indemnización de perjuicios para las víctimas, de esa forma, la acción antidiscriminación sería mucho más utilizada. Hoy sabemos que se presentan menos de 200 demandas al año, cuando evidentemente las situaciones de discriminación son mucho más numerosas y recurrentes, lamentablemente, en nuestro país.

Emma de Ramón y Gigliola Di Giammarino defendieron en tribunales su derecho a ser ambas consideradas madres de su hijo Atilio y ganaron. Al frente, ellas; atrás, el abogado defensor Juan Enrique Pi.

—Hace unas semanas, el Juzgado de Familia de Santiago dictaminó que el hijo de Emma de Ramón y Gigliola Di Giammarino fuera inscrito en el Registro Civil como hijo de ambas mujeres, un fallo histórico del que fuiste parte como abogado de la pareja. ¿Cómo se gestó este proceso judicial? 

Se gestó desde el análisis literal del Código Civil y aquí me voy a poner un poco leguleyo porque es desde donde nace la acción. En el Código Civil hay un artículo que dice que la maternidad queda determinada por el parto y, en los demás casos, por reconocimiento o sentencia firme en juicio de filiación. Entonces nosotros dijimos: aquí tenemos a dos mujeres, una es la madre gestante y la otra es la madre con la que se compone una familia a través de la unión civil, que es el estatuto regulador de la pareja, que de acuerdo a lo que dice la ley, es un estatuto familiar. Entonces, esta familia compuesta a través de esta unión civil decide, en conjunto, someterse a una técnica de reproducción asistida con la intención de tener un hijo en común, un hijo que nace en el seno de esta familia producto de esta pareja, por lo tanto, una de las madres es la madre gestante, que es Gigliola, quien queda embarazada, pero ambas van a la técnica de reproducción asistida como lo hacen las parejas heterosexuales que no pueden procrear a través del acto sexual o porque hay un caso de infertilidad en uno de ellos o ambos. Entonces, en el caso de Gigliola, claramente la maternidad está determinada por el parto, pero este artículo tiene otras hipótesis que perfectamente son aplicables a la otra mujer de esta familia. 

Por lo tanto, decidimos que lo mejor era presentar una acción de reclamación de filiación en la cual Gigliola le dijera al tribunal que la otra madre, junto con ella, de su hijo, era su conviviente civil, con la que se había sometido en conjunto a la técnica, y la acción fue declarada admisible, porque los Tribunales de Familia no pueden, por ley, declarar inadmisible las acciones de filiación, están obligados siempre de conocer la acción en el fondo. Se decretó prueba y luego de la prueba se estableció que efectivamente Emma era la madre de este niño junto con su conviviente.

¿Se habían presentado acciones legales de este mismo tipo de familias lesbomaternales u homoparentales?

Se habían presentado, pero con otra acción, que es la acción de protección, que tiene especial aplicación cuando hay actos ilegales o arbitrarios de una persona particular o bien de un servicio público. En ese sentido, se habían presentado acciones contra el Registro Civil por no permitir el reconocimiento en la inscripción de un niño por parte de dos madres o de dos padres. Sin embargo, la dificultad que tenía esa acción es que la razón que justifica es el acto arbitrario e ilegal del Registro Civil y, por lo tanto, probar eso tenía una dificultad evidente. En cambio, el fundamento de la acción de filiación es decirle al tribunal que la madre o el padre de este niño es esa persona. Esa era la acción idónea para poder determinar la maternidad.

¿De qué manera crees que influye en la posterior legislación este enorme triunfo que tuviste junto a Emma y Gigliola?

Creo que lo más importante está en que el Senado, donde se encuentran los proyectos de ley que hoy en día reconocen expresamente los derechos de familias lesbomaternales, homoparentales, avance en la tramitación de esos proyectos. En el Senado hay tres proyectos, uno es el de matrimonio igualitario, que como Fundación Iguales impulsamos porque regula no sólo la posibilidad de acceder al contrato de matrimonio, sino que además regula la filiación y la adopción; está el Proyecto de Ley de Reforma Integral del Sistema de Adopción, que el año pasado terminó su primer trámite constitucional, permitiendo que todas las familias, sin distinción, pudieran iniciar procedimientos de adopción, es decir, incluía a las parejas del mismo sexo; y está también el Proyecto de Ley de Derechos Filiativos de parejas del mismos sexo, los tres con muy poco avance. Por lo tanto, lo más importante es que efectivamente la Comisión de Constitución del Senado ponga en tabla el proyecto de Ley de Matrimonio Igualitario y que la sala del Senado ponga para votación general el proyecto de Ley de Derechos Filiativos, porque esa es la solución definitiva. 

Para Fundación Iguales, la fórmula definitiva es a través de la Ley de Matrimonio Igualitario y, por lo tanto, llamamos a la Comisión de Constitución, al senador De Urresti, que la preside, a poner cuanto antes el proyecto de ley en tabla para la discusión.

De hecho, ustedes obtuvieron esa victoria a través de una demanda, de un proceso judicial, no como resultado de una ley.

Claro, y ese proceso de demanda no sólo es caro, larga y no pueden acceder a él todas las personas, sino además es para obtener un resultado que el resto de las familias heterosexuales obtiene de manera expedita, que no dura más de 10 minutos, es gratuito y ante el Registro Civil. Tenemos una desigualdad que es todavía latente y que se tiene que solucionar a través de la vía legislativa porque esa es la vía definitiva.

«La agenda LGBTI no se reduce al matrimonio, seríamos muy irresponsables si pensáramos eso (…) Tenemos dos grandes deudas, como la posibilidad de protección de los hijos, de adoptar, y la agenda de violencia, porque las personas LGBTI todavía somos violentadas en los espacios públicos y ahí tenemos una deuda de educación, de poder construir una sociedad donde no salgamos con miedo a la calle».

—A comienzos de este mes, el Tribunal Constitucional emitió un fallo que declara como inconstitucional el matrimonio igualitario pues podría “conducir a extremos intolerables, tales como matrimonios polígamos en países musulmanes o el matrimonio de niños de países africanos o aquellos convenidos por los padres en la sociedad japonesa, y las bodas masivas de parejas que se celebran en la secta Moon, en Corea del Sur, entre otros”, ¿Cuál es el análisis que se hace desde la Fundación Iguales de este tipo de declaraciones?

Esa es una sentencia de carácter absolutamente político y no tiene ningún sustrato jurídico. Es lamentable porque uno esperaría que un órgano autónomo, consagrado en la Constitución, es decir, que tiene una tarea no menor, que es determinar la constitucionalidad de ciertas normas, no se refiera en términos tan absurdos a una demanda histórica en nuestro país y que está vigente en gran parte del continente. No olvidemos que Argentina, Uruguay, Brasil, Ecuador, Colombia, México, Estados Unidos y Costa Rica son países con matrimonio igualitario. Claro, el Tribunal Constitucional dice que se van a casar como los niños en África, matrimonios masivos de la secta Moon o matrimonios polígamos como en las culturas árabes, pero si mira al otro lado de la cordillera, va a ver que hace 10 años que hay matrimonio igualitario en Argentina. Un país que tiene una república muy similar a la nuestra, que tuvo un proceso independentista de España, mismo país colonizador, etc.

Me atrevería a decir que la sentencia del TC es de carácter político y no es una sentencia de carácter jurídico. Hay que salvar, sin embargo, el voto de minoría de cuatro ministros y ministras del TC que sí presentan un razonamiento jurídico bastante contundente y toman en cuenta la jurisprudencia de la Corte Suprema. El voto de mayoría del TC se olvidó de la rica jurisprudencia que ha existido en nuestro país en temas de familia, de Cortes Supremas, de Cortes de Apelaciones. Es muy importante hacer esa diferencia entre el voto de mayoría que tiene estas frases atroces y el voto de minoría, que es un voto muy contundente y bien fundamentado.

Otras organizaciones LGBTI dicen que lo esencial no sería el matrimonio, que no debería ser esa la discusión central, sino otras que tienen que ver con la penalización de conductas atentatorias de las comunidades LGBTI. ¿Qué opinas sobre eso?

Estoy totalmente de acuerdo, la agenda LGBTI no se reduce al matrimonio, seríamos muy irresponsables si pensáramos eso. Por la misma razón, porque entendimos que había otras prioridades, por muchos años no impulsamos el matrimonio igualitario y sí la Ley de Identidad de Género, porque entendíamos que eso salvaba vidas, permitía el reconocimiento de su identidad y el libre desarrollo de esas personas en la sociedad. El matrimonio no es la única demanda y tenemos dos grandes deudas, como la posibilidad de protección de los hijos, de adoptar, y la agenda de violencia, porque las personas LGBTI todavía somos violentadas en los espacios públicos y ahí tenemos una deuda de educación, de poder construir una sociedad donde no salgamos con miedo a la calle.

Con miras al plebiscito, aún de fecha incierta. ¿Cuáles son tus expectativas en el debate por una nueva Constitución con respecto a las demandas de la comunidad LGBTI?

Esta pregunta me encanta porque me permite decir que yo voto apruebo y convención constitucional, lo habría votado en abril, en octubre o en el momento que sea y voy a aprobarlo, y lo segundo es contar por qué la nueva Constitución también tiene importancia para la comunidad LGBTI. Desde luego, la Constitución establece que la familia es el núcleo fundamental de la sociedad sin establecer cuál y por lo tanto, desde esa no descripción de la familia es que hemos tenido mucha jurisprudencia en nuestro país que reconoce las distintas formas familiares. En segundo lugar, la igualdad y la no discriminación en muchas Constituciones de nuestro continente está expresada en los mismos términos que está consagrada en la Ley Antidiscriminación, con categorías sospechosas y específicas, y eso es un debate interesante. Hoy el derecho a la igualdad de nuestra Constitución es puramente formal y dice: “todas las personas son iguales ante la ley y un derecho de todas las personas es el derecho de igualdad ante la ley”, pero no dicen en qué se traduce eso y creo que un principio no discriminatorio en la Constitución también es sumamente importante, para que no incluya categorías sospechosas, no solamente la orientación sexual, identidad de género o la expresión de género, sino que también el sexo, la edad, la religión, nacionalidad, color de piel, distintas formas en las que se discrimina. Además, en muchas Constituciones del continente se toma el derecho a la educación como un mandato al Estado de educar en materia de derechos humanos y yo creo que es sumamente importante preguntarnos ¿qué queremos educar? Y esa respuesta no está hoy en día en nuestra Constitución, pero sí lo está en muchas Constituciones de América, y la razón por la que queremos educar es porque queremos buenos ciudadanos, que sepan relacionarse unos con otros, unas con otras, con respeto a la dignidad de las personas y sobre todo cuando el Estado toma el deber de los derechos humanos, ese deber también se traduce en nuestras Fuerzas Armadas y Fuerzas de Orden. Es sumamente importante, sobre todo considerando las situaciones que ocurrieron en el estallido social de vulneración a derechos humanos.

Has utilizado tu profesión de abogado y experto en derechos humanos para hacer activismo por las personas LGBTI en Chile. ¿Qué es lo más difícil de hacer ese tipo de activismo en un país como el nuestro?

Lo más difícil es que como soy un hombre homosexual, muchas veces en mis amigos y en la gente con la que hablo veo la desesperanza, la rabia, el agotamiento, la pena, son sentimientos que se acumulan por mucho tiempo. Tengo 35 años, pero cuando era un cabro chico, un adolescente gay en la década de los 90, a nadie le importaba la discriminación o el bulliyng, la burla no sólo venía de los compañeros, muchas veces también de profesores, apoderados, y eso va acumulando penas y rabias. Te diría que eso es lo más difícil, que en Chile cada vez que te encuentras con una injusticia reconoces esa angustia acumulada que uno también tiene, y eso muchas veces puede ser desolador, desmotivante. Por eso, cuando tenemos buenas noticias como el fallo de
Emma y Gigi, celebramos tanto, nos ponemos tan contentos, porque sentimos que avanzamos un pasito y volvemos a hacer justicia.

Extracto de la entrevista realizada el 26 de junio de 2020 en el programa radial Palabra Pública de Radio Universidad de Chile, 102.5.

Beatrice Ávalos: “En Chile vivimos de los resultados Simce; no hay mucha confianza en los docentes”

La académica, profesora de historia y geografía de la UC y Premio Nacional de Ciencias de la Educación 2013 reflexiona sobre los tres meses de pandemia en los que la enseñanza ha debido trasladarse obligatoriamente a los hogares. Reconoce tener una visión positiva sobre los cambios que se han desencadenado en este periodo y aplaude la disminución de las pruebas Simce obligatorias para dar paso a una toma muestral que le quitará presión a la labor de los profesores y profesoras. Autora de libros como Héroes o villanos, la profesión docente en Chile y Formación inicial docente en Chile, tensiones entre políticas de apoyo y control, Ávalos es doctora de la St. Louis University, Estados Unidos, ha sido investigadora del Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación, del cual fue creadora, y en 2008 se integró como investigadora del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile.

Por Jennifer Abate

El 15 de junio se cumplieron tres meses desde que el gobierno cerró los establecimientos educacionales. ¿Cuáles cree que han sido los principales problemas o desafíos que ha enfrentado el sistema educacional en este periodo?

El gran desafío es no poder hacer clases frente a frente. Es interesante, porque las tecnologías estaban desde antes, no se inventaron ahora; poder impartir educación con el uso de tecnología lleva 20, 30 años en proceso. A mí me llamó la atención, haciendo estudios de profesores jóvenes, que en sus prácticas o al comenzar su enseñanza estaban usando recursos como ver programas de televisión con niños en la sala de clases. No es que de la noche a la mañana tuvieran que dar un salto tecnológico, pero a los profesores y profesoras, y creo que me uno a ellos, nos gusta el contacto persona a persona, porque tú ves la cara de alguien al que le estás hablando y ves si está enganchando o no, hay espacios para hacer preguntas, analizar algo que se está enseñando, la enseñanza debe ser activa y yo creo que las y los profesores tratan de hacer eso. Cortar esa relación directa y comenzar otro tipo de relación es, yo creo, la mayor dificultad que han tenido los docentes. Una cosa que me llamó la atención de la encuesta que hizo Elige Educar tiene que ver con una lista de posibilidades de ayuda, contacto con personas, materiales, cuáles son los que ellos están usando más en este momento, y parece ser que la colaboración se está produciendo más que antes. La colaboración entre profesores, docentes, que es algo que nosotros hemos estudiado y sabemos que ayuda a mejorar la enseñanza. Poder conversar con otro, preguntarle ¿cómo te las arreglaste tú? ¿Qué hubieras hecho en este caso? 

En 2013, la investigadora y profesora de historia, Beatrice Ávalos, recibió el Premio Nacional de Educación.

En el contexto actual de enseñanza telemática, ¿puede un sistema educacional tan fragmentado como el chileno responder de manera efectiva y oportuna?

El sistema educacional se fue fragmentando en estas tres formas: la educación privada, que es un núcleo chico; y la educación municipal pública, que va haciéndose cada vez más pequeña frente a una educación particular subvencionada, ambas recibiendo el subsidio estatal, pero con desventajas para la educación pública municipal. Bueno, eso es lo que debiese empezar a cambiar con la ley que va a desmunicipalizar la enseñanza. Pensamos que hay cosas que van a mejorar. Por ejemplo, ahora el Ministerio de Educación no va a hacer el Simce como siempre, y hasta hace muy poco estábamos todos gritando que no se hiciera. Ahora el ministerio dice que no va a ser censal, sino una muestra representativa.

Lo interesante es, yo creo, que cuando se acabe la pandemia vamos a continuar la práctica de un Simce muestral y no censal. Un profesor de Inglaterra (con quien estoy escribiendo un artículo) me decía que lo mismo está ocurriendo allá, que los habían obligado desde  el Ministerio de Educación a realizar pruebas de evaluación externas, pero que ahora eso ha cambiado. Vamos a volver, quizás, a formas pedagógicas donde le vamos a dar autoridad a los profesores sobre la base de una buena formación y sentido de profesionalismo, y vamos a quitarles el peso de un sistema evaluativo que en una década aumentó y llegó a tener 13 o 14 pruebas distintas llamadas Simce. Esa es una presión evaluativa tremenda y en esta pandemia el ministerio no puede tener ese tipo de control a través de esa cantidad enorme de pruebas. Los profesores, ya se sabe, no pueden enseñar el currículum tal como está, los profesores están teniendo que reinventarse para trabajar de una forma distinta y eso, creo, es un aspecto positivo, difícil hoy en día, pero positivo en el futuro, porque para muchos va a significar una reinvención de la manera de ejercer la profesión.

¿Cuál es el impacto del Simce y de las pruebas estandarizadas sobre el aprendizaje que reciben las y los estudiantes y la labor de las y los profesores? 

El primer problema es el que he señalado antes: tener algunas pruebas Simce en sexto básico, primero medio, y que luego empezáramos a aumentarlas, a tener incluso prueba de segundo básico, que fue un grito en el cielo, un niñito chico obligado a estas pruebas estandarizadas. El exceso de estas pruebas le quita el espacio a los docentes para enseñar sin los miedos de no enseñar aquello que se va a medir. Se han hecho investigaciones interesantes, colegas, algunos de la Facultad de Ciencias Sociales, han hecho estudios sobre cómo las escuelas viven la experiencia del Simce, y uno de los factores es que hay un tiempo de preparación donde todo se paraliza. Viene el Simce, entonces los próximos tres o cuatro meses estamos preparando la prueba. Luego de la prueba hay un respiro, “ahora empiezo a enseñar lo que quiero realmente enseñar, hasta que tenga que volver a preparar el nuevo Simce”. Esa forma de educar es completamente opuesta a lo que debiésemos enseñar en la formación docente. Se supone que si soy un buen docente, una buena docente, voy a pensar en mis clases, en mis alumnos, voy a pensar en el currículum que voy a enseñar, voy a poner énfasis en algunos aspectos porque sé que no puedo ponerlo en todos. Existe miedo a los malos resultados de una prueba, que incluso pueden afectar al punto de cerrar una escuela que no dio con el nivel que se esperaba, y ese miedo lo sienten sobre todo los profesores y las profesoras de educación pública, que tienen que trabajar con los sectores de menor nivel sociocultural.

¿De qué otra manera se puede medir el avance y aprendizaje de los y las estudiantes sin que se produzca esta situación tan dañina que usted describe?

Bueno, una de las formas es hacer un Simce muestral. En Chile se aplica la prueba Timss, la prueba Pisa, que son muestrales y nos dan una visión de lo que saben nuestros estudiantes comparados con otros estudiantes del mundo. Si hacemos una prueba muestral que sea representativa, vamos a ver los niveles de aprendizaje y cuánto se avanza y no se avanza. No lo asociamos a consecuencias negativas, de manera que yo, en esta escuela, ya no tengo miedo de que la cierren porque no llegamos a un nivel esperado. Más bien, el Ministerio de Educación y las autoridades van a tener que trabajar mucho más, especialmente en las agencias locales de educación, donde hay centros dedicados al trabajo con los profesores, al desarrollo profesional, vamos a trabajar con los docentes, profesoras, aquellas áreas complejas de aprendizaje que un Simce muestral mostró que no estaban bien cubiertas, bien llevadas.

El Sistema de Medición de la Calidad de la Educación (Simce) se implementó a finales de los 80 en Chile.

Sabiendo que se puede aplicar pruebas muestrales como la Timss y la Pisa, ¿por qué se decide aplicar el Simce? 

El Simce apareció a finales de la dictadura de Pinochet, pero no tenía ninguna consecuencia y, curiosamente, cuando llegamos a la era democrática nos va dando cada vez más miedo. Empezamos a asegurar que todos tengan un Simce, las dos veces que se aplicaba, pero después sumamos en cuarto básico, en octavo, en segundo. Luego pensamos que a lo mejor había que tener un Simce que midiera especialmente otras habilidades y, lentamente, parece que cada gobierno, que cada grupo ministerial empieza a angustiarse más y empieza a querer saber qué pasa si agregamos otro Simce. Al principio no había crítica, pero lentamente esta empieza a producirse cuando se comienza a ver el efecto que este sistema está produciendo. La crítica vino en la Revolución de los Pingüinos, en las discusiones del grupo que formó la presidenta Bachelet para discutir el tema de educación, hasta que estalló. Ese estallido se produce hacia finales del gobierno de Bachelet y ahora ha bajado el número de pruebas, pero esta experiencia de hacer un Simce censal va a ser buenísima.

Usted se fue de Chile en un periodo de mucha persecución política a los profesores y ha mencionado que del Reino Unido también se fue por el impacto de la era Thatcher. ¿De qué manera han afectado esos traslados o migraciones su manera de entender la profesión docente?

Bueno, yo llegué a trabajar a Gales. Llegué a un sistema completamente distinto y al no tener un título de profesora como tal, no podía dar clases en el sistema escolar, pero fui invitada y me pude quedar. Gané un concurso en la Universidad de Gales, me casé ahí, mi marido, que falleció, fue galés, y nosotros decidimos irnos cuando vino una tremenda presión sobre las universidades y obligaron a la Facultad de Educación donde estábamos a trasladarse a otra parte de la ciudad y destruyeron, en cierta medida, la facultad que estaba funcionando. Ahí se fueron muchos de los profesores y profesoras a otras universidades; para mí fue como vivir por segunda vez la experiencia chilena de los años de la dictadura. Esa fue, en parte, la razón del traslado, pero también el interés que desarrollé en mi época galesa trabajando en los programas de magíster y doctorado, donde recibíamos a muchos alumnos y alumnas que venían de países de África y Medio Oriente y me interesó el trabajo con ellos. Ahí desarrollé una especie de especialización en los países en desarrollo y creamos una sociedad en Gran Bretaña de estudios de países en desarrollo, un congreso que se hace regularmente cada dos años. Lo dirigí, no lo hice yo, pero en cada uno de estos países, India, países de África, de América Latina, teníamos grupos que estaban trabajando. 

Todo esto hace que me abra a esas realidades, porque he visto lo complicado que es, por ejemplo, en un país gigantesco como India, llegar a todos los maestros, maestras, darles los materiales que necesitan, hacer desarrollo profesional docente en la forma que uno quisiera. Eso hizo que cuando se produce esta crisis en Gran Bretaña, decidamos acudir a un llamado a concurso para el cargo de profesor de la cátedra de educación de la Universidad de Papúa Nueva Guinea, un país que pocos chilenos conocen, pero que está al norte de Australia.  Eso fue trabajar de verdad en un país en desarrollo.

En su experiencia internacional ha trabajado en muchos países, en organismos como Unesco, la Unión Europea y el Banco Mundial. ¿En qué situación educativa diría que se encuentra Chile respecto a otros países?

En general, tenemos un sistema educacional que obviamente invierte más que otros países menos desarrollados, pero no es suficiente, hemos empujado y eso ha mejorado, pero siempre falta. Tenemos un sistema que funciona, de eso no hay duda, estamos en un proceso de muchos cambios debido a las leyes, porque nos dimos cuenta de que no todo estaba funcionando. Cuando digo “un sistema que funciona”, digo que no se cae a pedazos, pero eso no quiere decir necesariamente que el sistema es lo que se quisiera, creo que la comparación con otros países es suponer que existen países con sistemas perfectos. Nos hemos comparado con Finlandia, porque a Finlandia le fue muy bien en una prueba Pisa y hoy no les fue bien, pero no están preocupados. Esa es la diferencia de Chile, vivimos un poco de los resultados de las Pisas, Timss, de los Simce, y creemos que el sistema tiene que funcionar así. Lo que hace Finlandia es decir: la educación es importante, invirtamos en ella, preparemos a los profesores, pidamosles que sean súper personas y démosles libertad, eso nos falta. 

No tenemos mucha confianza, tenemos miedo a que los y las profesoras no sean capaces, entonces no les damos toda la libertad y por eso tenemos los Simce, pero yo tengo confianza en que podemos cambiar, podemos mejorar. En el CIAE veo a un grupo de personas investigando, que piensa y valora la educación, y como nosotros hay otros grupos que hacen lo mismo, y lo que tenemos que hacer es, quizás, elevar más fuerte nuestra voz para decir cómo debe ser y cómo debe mejorar el sistema educativo. Increíble, pero me he vuelto más positiva con esto de la pandemia de lo que era antes. Porque entre el año 2000 y el 2006, cuando empezamos a decir “tenemos que cambiar”, no pasaba nada y ahora está pasando, tenemos leyes que hay que implementar, acabo de revisar los estándares de formación docente y los nuevos están mejorados con respecto a los antiguos en varios aspectos. Creo que hay posibilidades, tenemos institucionalidad que puede hacer un buen sistema, pero tenemos que ser siempre críticos frente a lo que se hace.

Extracto de la entrevista realizada el 19 de junio de 2020 en el programa radial Palabra Pública de Radio Universidad de Chile, 102.5.